Lo de la basura es realmente algo sucio, pero además es simbólico del gobierno neoliberal, como la cruz es para los cristianos o la estrella de seis puntas para los judíos. De la lluvia de inversiones externas que Mauricio Macri prometió en la campaña y que nunca se produjo, termina su gestión catastrófica con una lluvia de basura externa.
Un tacho de basura será el emblema de campaña de Cambiemos, el blasón de la nueva aristocracia y del “mejor equipo de los últimos cincuenta años”.
Hubo una discusión, que casi fue una guerra, cuando la CABA de Mauricio Macri quiso tirar su basura en la provincia de Buenos Aires de Daniel Scioli. La ciudad se la mandaba al Conurbano como gesto porteño típico. Es la historia la que habla.
Ese fenómeno de los macristas que mandaban su basura hacia el Conurbano peronista se reproduce ahora cuando Estados Unidos va a mandar su basura plástica tóxica a la Argentina. O sea que en ese cuadro Argentina viene a ser el Conurbano peronista de Washington, el tacho de basura de los poderosos.
Resulta que hay países como Suecia y Noruega que importan basura porque como reciclan la mayoría de la suya, necesitan importarla de otros países para hacer funcionar sus plantas termoeléctricas, por ejemplo. Pero evidentemente, no es el caso.
Según una investigación del diario británico The Guardian, Estados Unidos envía un millón de toneladas de sus desechos pláticos al exterior –68 mil contenedores– a “países en desarrollo con reglamentaciones deficientes del proceso sucio y trabajoso de reciclar”.
Agrega que “los nuevos centros dedicados a reciclar plásticos estadounidenses son algunos de los países más pobres del mundo como Bangladesh, Laos, Etiopía y Senegal”. Estados Unidos se negó en mayo de este año a firmar un tratado que da a las naciones el poder de prohibir la importación de basura plástica contaminada o difícil de reciclar. En ese esquema y gracias a esta decisión del macrismo, Argentina termina de insertarse en el mundo, más cerca de Bangladesh que de Noruega.
En 2017, China prohibió el ingreso de la basura norteamericana porque en su mayoría estaba contaminada con alimentos y no se podía reciclar. Andrew Spicer, que es profesor de responsabilidad social empresaria de la Universidad de Carolina del Sur y miembro de la Junta asesora de reciclaje de su Estado señaló a The Guardian que “la gente no sabe lo que ocurre con sus residuos, cree que está salvando al mundo, pero el negocio internacional del reciclaje lo ve como una manera de ganar dinero. No hay regulaciones mundiales, sólo un gran mercado sucio que permite que algunas compañías se aprovechen de un mundo sin normas”.
Desde la prohibición china, la basura norteamericana se ha convertido en una papa caliente, porque tras el gigante asiático, otros países como Vietnam, Malasia y Tailandia, se sumaron a esa prohibición.
En su estrategia de inserción de Argentina en el mundo, el gobierno de Cambiemos quiere recibir esa basura que rechazan otros países y solamente aceptan los más pobres. Y como Argentina no tiene tradición ni cultura de reciclaje de su propia basura, resulta obvio que la que se importe incrementará la contaminación ambiental.
“Que el dólar se vaya adonde se tenga que ir y que los argentinos aprendan a votar” fue la frase que habría dicho Macri tras su derrota en las PASO. Sonó a revancha y venganza. Sonó a desear el mal a los argentinos, a los que lo votaron y a los que no. Todos se embroman con las megadevaluaciones. Lo de convertir al país en basurero del mundo parecería otra reacción de despedida rencorosa como la de soltar el dólar.
Luis Bruschtein
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