En forma casi simultánea a la ceremonia de toma de posesión de Joseph Robinette Biden (hijo) como presidente número 46 de Estados Unidos, en la explanada del Capitolio y en medio de un despliegue militar y policiaco sin paralelo, el presidente Andrés Manuel le expresó su deseo de que encabece una gestión exitosa.
Esto desde la mañanera de Palacio Nacional sin el menor despliegue de seguridad, lo que no se valora por la alharaca preelectoral tres partidos y un grupo empresarial aliados, con limitada capacidad creativa no sólo en materia de propaganda sino también política.
La coincidencia en el tiempo fue deliberada para que la felicitación fuera la primera que se escuchara en los cinco continentes, justo cuando la comentocracia, las oposiciones y anexas pronostican una mala relación mexicano-estadunidense debido a la estrecha cercanía de López Obrador con Donald Trump –como si un gobierno mexicano contara con márgenes para sostener una relación distante con la Casa Blanca–; la “tardanza” del mexicano de Tabasco para felicitar a Biden por su triunfo antes de que Colegio Electoral y el Congreso lo formalizaran; además de que supuestamente no condenó los movimientos golpistas de Donald John –aquí advertidos–, mismos que fueron publicitados con muchísima anticipación y nadie intentó atajarlos. Allí están las consecuencias: los que descalifican a Estados y gobiernos como “terroristas” hasta consumar invasiones y golpes de Estado, proclamaron “el terrorismo interno” para ocultar las raíces socioeconómicas de una realidad política que el sueño americano no resolvió.
Opiniones respetables pero influidas por las preferencias políticas e intereses profesionales e individuales que cada analista tiene y pone por delante, algunos hasta destilan odio a la coalición política gobernante, como Jesús Silva-Herzog Márquez alejado del pensamiento de su abuelo, don Jesús, pero bien exprime el apellido.
Tres son hasta hoy las coincidencias principales entre ambos presidentes: La primera reforma migratoria a lo largo de cuatro décadas y que podría beneficiar a 11 millones de indocumentados, de ellos más de 6 millones de mexicanos, pero justamente por su largo aliento tendrá dificultades aprobatorias en el Congreso; mientras quedó suspendida la construcción del muro y desmantelaron de inmediato varias de las medidas más antinmigrantes.