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Cierre de la frontera: ¿Prueba de fuego?
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Global Research, septiembre 13, 2020
La Jornada
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Una de las consecuencias de la pandemia de Covid-19 será el exacerbamiento de los nacionalismos. Las fronteras nacionales se cerraron, de manera total o parcial y las aperturas son selectivas. Incluso en algunos países se impide el tránsito al interior entre estados, provincias o departamentos.

Esto es un fenómeno global por la pandemia, pero coincide con otras tendencias nacionalistas regresivas, como la autoafirmación de Donald Trump de poner en primerísimo lugar sus intereses nacionales; la de Gran Bretaña de separarse de la Unión Europea y muchos planteamientos separatistas o independentistas. La ruptura o desmembramiento de bloques regionales refuerza los planteamientos nacionalistas y separatistas que ponen en entredicho la pertinencia de la libre circulación.

Durante la pandemia, muchos países repatriaron a sus connacionales, que estaban varados en otros países por viajes, estudios u otras razones. Pero algunos países, como Guatemala, se negaron a recibir a sus propios connacionales.

Lo que no se ha cerrado es la circulación de mercancías, muy especialmente las agrícolas, consideradas esenciales. Y, por primera vez en la historia, se reconoce a los trabajadores que laboran en la agricultura, procesamiento, empaque y distribución de alimentos como esenciales.

El cierre de fronteras a la circulación de personas impone una nuevo esquema de comportamiento a nivel bilateral. Las diatribas y amenazas de Trump de que iba a cerrar la frontera con México, si no se paraba la migración, pueden verse de diferente manera a la luz de la pandemia. Para empezar, se constata que a nadie le conviene cerrar la frontera de forma total, menos aún a las mercancías, y tampoco se prohibió el tránsito de los ciudadanos. México, a su vez, no puso ninguna restricción a nadie para ingresar del otro lado, ni siquiera hubo algún control sanitario. La interdependencia va más allá de lo comercial y es tan fuerte que una decisión drástica rompería con todo un entramado social construido a lo largo de décadas.

Por otra parte, habría que evaluar el impacto que tuvo el cierre fronterizo a la circulación de personas en la vida cotidiana y el comercio fronterizo. Los más afectados fueron los llamado conmuters con visa, que viven en un lado y trabajan en el otro. A muchos de ellos se les complicó la existencia y la vida familiar. Pero para la mayoría de la población, que vive y trabaja en un solo lado, las cosas quedaron igual.

Lo que sí se vio afectado, de lado mexicano, fueron algunos comercios y servicios fronterizos: las farmacias viven en buena medida de quienes vienen a comprar del otro lado; lo mismo ocurre con los servicios médicos, en especial dentistas y cirujanos estéticos y así, en otros casos. Pero en el balance comercial, en general considero que los más afectados han sido los comercios estadounidenses, que a diario recibían miles de compradores mexicanos. Se dice que Semana Santa (vacaciones) es para el comercio fronterizo del otro lado más importante que Navidad. Por el con-trario, la pandemia ha favorecido al mercado interno mexicano, ya que mucha gente no puede ir a comprar al otro lado.

Finalmente, para los habitantes de ciudades fronterizas, grandes o pequeñas, la afectación en la posibilidad de ir de shoping sólo implica a los que tienen visa para pasar al otro lado, aproximadamente 25 por ciento. Otro 50 por ciento simplemente no puede cruzar porque no tiene visa, y el restante 25 por ciento son ciudadanos con dobles nacionales o residentes que podrían pasar libremente.

Obviamente, el tránsito y el comercio local son sólo un aspecto de toda la problemática que ha acarreado el cierre parcial de la frontera. Muchos han perdido el empleo, han tenido que bajar la cortina de sus negocios o adaptarse a la nueva situación. Pero la vida económica fronteriza no se paralizó y se trabajó a media marcha.

Habrá que evaluar con cuidado los saldos del cierre fronterizo parcial en uno y otro lado, pero la gran enseñanza de esta pandemia es que no se puede cerrar totalmente la frontera entre México y Estados Unidos. Las amenazas de Trump son palabras al viento. Por otra parte, se comprueba de nueva cuenta la asimetría de poder, los ciudadanos estadounidenses no se vieron afectados en la libre circulación, pero los mexicanos con visa sí.

En realidad, cerrar la frontera nunca ha sido una decisión fácil de tomar. Según John Bolton, quien fuera consejero de seguridad nacional, el presidente Trump se desesperaba con Kirstjen Nielsen, secretaria de Seguridad Interior, por que le decía que no era posible aun cuando estaban en plena crisis de refugiados y de que todos los días llegaban a la frontera cientos de familias para entregarse a la migra y solicitar asilo.

Hace nueve meses era imposible prever un escenario de esta naturaleza, ni siquiera imaginarlo. Pero no se acabó el mundo, la vida sigue.

Jorge Durand

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