En anterior artículo terminamos diciendo: “Petro tiene todo en sus manos, pero debe ayudarse”. Más adelante hemos afirmado que “Lo principal es aguantar, reflexionar, evaluar y rectificar lo que se ha hecho mal y persistir en lo bueno”. En éste escrito, abordo ese tema.
Aclaro que cuando hablo de “Petro” me refiero no sólo al dirigente popular y actual presidente, sino a todo su entorno, al gobierno incluyendo a ministros y funcionarios que tienen nivel de decisión, y claro, a quienes integran el Pacto Histórico y demás movimientos y organizaciones que hacen parte de ese proceso.
Antes de avanzar sobre este “espinoso tema” presento un listado de los “consejos” que desde diversos sectores le proponen al primer mandatario, algunos de los cuales se meten con su personalidad, hábitos y costumbres, cuando “siendo como es” ha logrado llegar a donde lo ha hecho, en un país conservador, clerical, pacato y temeroso. No es ese mi enfoque.
Estas son algunas de las exhortaciones, insinuaciones y exigencias manifiestas que por diversos medios se escuchan a diario:
– Ser más conciliador y no casar tanta pelea.
– No generar tanto ruido (desde su twitter) y no provocar tanta polémica.
– Ser más cumplido y organizar su agenda.
– Convocar una Asamblea Nacional Constituyente y, ojalá, declararse “dictador”.
– No viajar tanto al exterior y dedicarse más a gobernar el país.
– Renunciar a los cambios estructurales y construir sobre lo construido.
– Escoger mejor a sus asesores y alejar a los miembros de su familia de labores de gobierno.
– Nombrar voceros del gobierno y mejorar la estrategia de comunicación.
– Ser menos “activista” y más estadista, gerente y administrador.
Es evidente que cada consejo o sugerencia tiene su “filo”, trasfondo e interés. Unos, son sinceros y tienen buenas intenciones; otros, son críticas directas y razonables, y unos más, son “banderillazos” y hasta ofensivos. Hay de todo como en botica. Más adelante vuelvo sobre el asunto y presento –con respeto– lo que considero se debe revisar y rectificar.
La situación actual
Hemos insistido en la categoría de lo que llamo “alianza interclasista”. La alianza de clases (explícita y no explícita) que logró el acuerdo de paz con las Farc y que se mantuvo hasta los primeros 8 o 9 meses del gobierno de Petro.
Fue un pacto entre la oligarquía financiera, la burguesía burocrática y las burguesías emergentes (de origen legal e ilegal) en donde los terratenientes despojadores de tierras (Uribe) sufrieron un relativo golpe con el Acuerdo Final y la creación de la Jurisdicción Especial de Paz.
El pueblo, los trabajadores, pequeños y medianos productores, los campesinos (mestizos, indígenas y afros), los informales y demás sectores, fueron protagonistas de ese proceso, pero estaban divididos, confundidos, sin claridad, e incluso fueron manipulados por los dos bandos.
Hoy, esa “alianza interclasista” está en proceso de rompimiento. La oligarquía financiera (los dueños de los grandes grupos económicos, banqueros, dueños de fiduciarias y compañías de seguros, etc.) que era la clase hegemónica dentro de esa alianza (representada por Santos y cía.), observa con preocupación que su hegemonía está siendo cuestionada y retada.
La lucha que el gobierno abrió alrededor de las “reformas sociales” enfrenta dos visiones opuestas entre “lo público” y “lo privado”. Esa confrontación es expresión de la contradicción principal en donde la oligarquía financiera trata de impedir que la burguesía burocrática y las burguesías emergentes se alíen con los sectores populares que están al frente del gobierno en cabeza de Petro.
Esas burguesías que han vivido de los contratos del Estado y otras canonjías (cargos, altos sueldos, privilegios, etc.), fueron obligadas a subirse al “proceso de cambio” por la irrupción de sectores populares que acumularon fuerza durante varias décadas y que lograron expresarse con cierta contundencia a partir de las movilizaciones de octubre de 2019 y durante 2021, y que –de una u otra forma– colaboraron para el triunfo electoral del Pacto Histórico.
El forcejeo que estamos presenciando tanto en el Congreso como dentro de toda la estructura y andamiaje del Estado (Cortes, Fiscalía, Procuraduría, Registraduría, medios de comunicación, etc.) es expresión de esa lucha. Y no es algo pequeño. Es una pelea –casi a muerte– en donde la oligarquía financiera y los sectores populares se juegan su suerte.
El problema de fondo y la “rectificación”
El problema que hemos detectado desde cuando Petro se lanzó con sus “alfiles mujeres” (ministras de energía, trabajo y salud) a torear ese avispero en el Congreso con las “reformas sociales” que afectan la “caja menor” de la oligarquía financiera, era que no contaba con fuertes mayorías ni dentro del legislativo ni entre el grueso de la población.
Querer sacar adelante esos proyectos con tan precarias fuerzas era fruto de un mal cálculo. Y hacer ese ejercicio llevaría a fortalecer dentro de la “coalición de gobierno” a los representantes de la burguesía burocrática (liberales, conservadores, de la U), hacer vacilar a las burguesías emergentes (que estaban en proceso de separarse de la oligarquía financiera) y debilitar las fuerzas populares.
Decíamos –entonces– que no había que desgastarse en el Congreso y que, una vez aprobada la reforma tributaria y el plan nacional de desarrollo, había que tratar de ganarse a los pequeños y medianos empresarios y productores, y a otros sectores sociales (como el “precariado” técnico, tecnológico y profesional) para fortalecer un nuevo tipo de “alianza interclasista”, en donde la burguesía burocrática fuera neutralizada y controlada.
Sólo así se podría acumular fuerza para enfrentar a la oligarquía financiera y “convencerla” de superar la economía parasitaria y rentística que se ha construido en Colombia desde los años 90s del siglo XX, y de las bondades de impulsar una industrialización de nuevo tipo, del cambio de la matriz energética y de avanzar con justicia y equidad social a todo nivel.
Hoy están dadas las condiciones para que, en todos los departamentos y municipios, y en toda la nación, las fuerzas más avanzadas y claras tanto del Pacto Histórico como de los demás partidos (“verdes”, “liberales”, “independientes”, etc.) y las organizaciones sociales, construyamos alianzas locales y regionales para impulsar proyectos de impacto para concretar la política del Cambio y seguir acumulando fuerza social y política. Y se puede hacer “por dentro” y “por fuera” de las instituciones existentes (asambleas, concejos), construyendo fuerza organizada y consciente.
No estamos proponiendo que se abandone la lucha por las reformas sociales en el Congreso, sino que se coloque el énfasis en ampliar las bases sociales del “proceso de cambio”, democratizando con decisión y a fondo todos los espacios políticos y sociales y, no dándole tanto “fuego” a las burocracias que todo lo contaminan, dañan y descomponen.
Por allí es que avizoramos la “rectificación”. Y no es un consejo, es una propuesta.
Fernando Dorado
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