Este texto es la traducción del primer capitulo del libro de Michel Chossudovsky, La Globalizacion de la Guerra, La Guerra prolongada de Estados Unidos en Contra la Humanidad
Titulo en ingles: The Globalization of War, America’s Long War against Humanity, Global Research, Montreal, 2015 .
Este texto constituye el documento de apoyo a la presentación de Michel Chossudovsky al II Conferencia de Estudio Estrategicas, intitulado:
«Cuba y la Política Exterior de los Estado Unidos»
II Conferencia de Estudio Estrategicas,
Transicion geopolitica del poder global: entre la cooperación y el conflicto,
Centro de investigacion de Politica Internacional (CIPI),
La Havana, Cuba, 14-16 de Octubre de 215
La publicación del libro de Michel Chossudovsky en español esta prevista para enero 2016.
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Introducción
Estados Unidos y sus aliados en la OTAN se han embarcado en una aventura, una “guerra prolongada” que amenaza el futuro de la humanidad. Esta “guerra sin fronteras” está íntimamente relacionada con el proceso mundial de reestructuración económica, la que ha conducido al colapso de economías nacionales y al empobrecimiento de amplios sectores de la población mundial. El Departamento de Defensa de EE.UU. otorga muchos miles de millones de dólares a los fabricantes de armas en concepto de contratos para la adquisición de sistemas de armas avanzadas. A su vez, “la batalla por el petróleo” en Oriente Medio y Asia Central conviene directamente a los intereses de las grandes empresas petrolíferas angloestadounidense. Estados Unidos y sus aliados hacen “resonar los tambores de la guerra” en los momentos álgidos de una depresión económica global.
El desplazamiento militar de las fuerzas de EE.UU. y la OTAN aunado a la “guerra no convencional” – la cual abarca operaciones de inteligencia encubierta, sanciones económicas y la imposición del “cambio de régimen” – ocurren de forma simultánea en varias regiones del mundo.
Es crucial para la comprensión de cómo se libra una guerra, entender la campaña mediática que le otorga legitimidad a los ojos de la opinión pública. Las operaciones militares se disfrazan con un mandato humanitario llamado la “Responsabilidad de Proteger” (R2P). Así es que se retrata a las víctimas como las causantes de las guerras de EE.UU. Los civiles en Yugoslavia, Palestina, Ucrania, Libia, Siria e Irak son los responsables de sus propias muertes.
Mientras tanto, el Comandante en Jefe de la fuerza militar más grande del planeta es presentado como un pacificador mundial. La entrega del Premio Nobel de la Paz al Presidente Barack Obama en 2009 se ha vuelto parte integral de la maquinaria propagandística del Pentágono. Da un rostro humano a los invasores y sirve para satanizar a quienes se oponen a las invasiones militares estadounidenses.
El Comité Nobel dice que el Presidente Obama le ha dado al mundo “la esperanza de un futuro mejor”. El premio se le otorgó por sus extraordinarios esfuerzos por fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos. El Comité concede una importancia especial a la visión de Obama y su trabajo en pro de un mundo sin armas nucleares.
Su diplomacia se fundamenta en el concepto de que aquellos que son llamados a liderar el mundo deben hacerlo basándose en valores y actitudes que son compartidas por la mayoría de la población mundial.
Las realidades se plantean al revés. “Guerra es paz” dijo George Orwell. Los medios hacen coro y argumentan que las contiendas armadas son una empresa humanitaria. El Washington Post escribe que “Las guerras nos hacen más seguros y más ricos”.
La Gran Mentira se vuelve La Verdad. Por otra parte, defender la Verdad – por medio de una cuidadosa documentación y análisis investigativo de los horrores de las operaciones militares lideradas por EE.UU. – no se toma en serio y se descalifica como “teoría de conspiración”.
Mientras Washington lleva a cabo su “guerra global contra el terrorismo” (GGCT), aquellos que se oponen enérgicamente a la agresión de Estados Unidos son calificados como terroristas. A la guerra se le llama paz, una “empresa humanitaria” digna de encomio. El disenso pacífico se considera una herejía.
El desarrollo de los acontecimientos en curso hoy día en Ucrania y Oriente Medio es síntoma de que la humanidad se encuentra en una peligrosa encrucijada. En ningún otro momento desde la crisis de los misiles en Cuba ha estado el mundo más cerca de lo impensable: el escenario de la Tercera Guerra Mundial, un conflicto global militar con uso de armas nucleares.
La maquinaria asesina está desplegada en todo el mundo en el marco de una estructura de comando de combate unificado, y los entes gubernamentales, los medios corporativos y los mandarines e intelectuales del Nuevo Orden Mundial que conforman los grupos de expertos en Washington e institutos de estudios estratégicos la defienden rutinariamente como un incuestionable instrumento de paz y prosperidad global.
Una cultura de asesinatos y violencia se ha incrustado en la conciencia humana.
La contienda armada es ampliamente aceptada como parte de un proceso social: se debe “defender” y proteger la Patria.
Las democracias occidentales consideran que la “violencia legitimada” y los asesinatos extrajudiciales dirigidos contra “terroristas” son instrumentos necesarios de la seguridad nacional.
La “guerra humanitaria” goza del apoyo de la así llamada comunidad internacional. No se juzgan como actos criminales. Sus principales arquitectos son recompensados por su contribución a la paz mundial.
El gobierno de Estados Unidos proclama las armas nucleares son instrumentos de paz. El uso preventivo de armas nucleares es categorizado como un acto de “autodefensa” que contribuye a un elusivo concepto de “seguridad global” (véase el capítulo II).
El así llamado “escudo de defensa antimisiles” o “Guerra de las Galaxias” es una iniciativa basada en el desencadenamiento de un primer ataque nuclear, y ha sido desarrollado en diferentes partes del mundo. El escudo antimisil va dirigido principalmente contra Rusia, China, Irán y Corea del Norte.
Mientras tanto, en el contexto de los acontecimientos en curso en Siria y Ucrania, ha colapsado la diplomacia internacional. En Kiev se ha instalado un régimen neonazi con el apoyo directo de occidente, pero es la Federación Rusa que se encuentra bajo amenaza por la acción militar desplegada por EE.UU. y la OTAN en su frontera occidental (véase el capítulo IX).
¿Una nueva Guerra Fría?
La renovada confrontación entre este y oeste ha sido denominada “Nueva Guerra Fría”, etiqueta equivocada en parte porque ya no se cuenta con ninguna de las salvaguardas de la Guerra Fría. Rusia ha sido excluida del Grupo de los Ocho (G-8), que ha vuelto a ser un grupo de siete naciones. La diplomacia ha dejado de funcionar. No hay un diálogo este-oeste al estilo de la Guerra Fría entre superpotencias que si bien competían, también se esforzaban por evitar una confrontación militar. Por su parte, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se ha convertido en un portavoz de facto del Departamento de Estado de EE.UU.
Además, las armas nucleares ya no son vistas como “armas de último recurso”, como en la doctrina de Destrucción Mutua Asegurada que prevaleció durante la Guerra Fría. Más bien el Pentágono las exalta por como “inocuas para la población circundante debido a que la explosión es subterránea”. En 2002, el Senado de EE.UU. dio luz verde para el uso de armas nucleares en un escenario de guerra convencional. Ahora las bombas nucleares forman parte de la “caja de herramientas militares” que se pueden utilizar a la par de las armas convencionales.
La amenaza mundial del “terrorismo islámico” ha reemplazado la “amenaza comunista” del periodo de la Guerra Fría. Aunque Rusia y China son ahora economías capitalistas de “libre mercado”, todavía se contempla la posibilidad de un ataque nuclear preventivo contra ambos países.
Hoy ya no se piensa que China y Rusia sean “una amenaza para el capitalismo”. Todo lo contrario. Lo que está en juego es más bien la rivalidad económica y financiera entre potencias capitalistas. La alianza chino-rusa en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) constituye un “bloque capitalista competitivo” que socava la hegemonía económica de EE.UU.
En Asia, EE.UU. ha contribuido con su “giro hacia Asia” a que sus aliados de Asia-Pacífico, incluidos Japón, Australia, Corea del Sur, las Filipinas y Vietnam, amenacen a China y la aíslen como parte del proceso de “cercamiento militar”, que tomó impulso a finales de la década de los noventa.
Mientras tanto, la propaganda guerrerista se ha vuelto cada vez más generalizada. La contienda armada se vende como un proceso de consolidación de la paz.
Cuando la guerra se vuelve paz, el mundo está patas arriba y ya no es posible conceptualizarla. Surge un sistema social inquisitorial (véase el capítulo X). El consenso es que se debe librar la guerra. La gente ya no puede pensar por sí misma. Acepta lo que dice la autoridad y la sabiduría del orden social establecido.
La comprensión de eventos sociales y políticos fundamentales es reemplazada por un mundo de pura fantasía, en el que acechan “los malhechores”. El objetivo de la narrativa de “guerra global contra el terrorismo” – cuidadosamente promovida por el gobierno de Estados Unidos – ha sido incitar al público para que apoye una campaña mundial contra la herejía.
Guerra mundial
El diseño global militar del Pentágono es uno de conquista mundial. El despliegue militar de las fuerzas de EE.UU. – OTAN ocurre simultáneamente en diferentes regiones del mundo.
El concepto de una “guerra prolongada” ha caracterizado la doctrina militar estadounidense desde finales de la Segunda Guerra Mundial. La militarización global forma parte de una agenda económica global.
Se instrumenta la militarización mundial por medio de la estructura de Comando Unificado de las fuerzas armadas de EE.UU.: todo el planeta ha sido dividido geográficamente en Comandos Combatientes controlados por el Pentágono. La sede del Mando Estratégico de EE.UU (U.S. STRATCOM) en Omaha, Nebraska tiene un papel central en la coordinación de operaciones militares.
En el proceso de cercar y confrontar a Rusia y China, se han construido nuevas bases militares, con vistas a establecer esferas de influencia de EE.UU. en todas las regiones del mundo. Se ha fortalecido a los seis mandos geográficos, incluyendo la creación del Mando África de EE.UU. (AFRICOM) en 2008.
Según lo pregonado por el Pentágono, AFRICOM se ha vuelto un “comando combatiente de pleno espectro”, responsable de las operaciones de “defensa” y “seguridad nacional” de EE.UU. “por medio de un compromiso centrado en nuestros objetivos de seguridad compartidos y sostenido con el apoyo de los socios”. El área de jurisdicción de AFRICOM abarca “todo el continente africano, sus naciones insulares y aguas circundantes”.
Esta militarización de África por parte de EE.UU. sirve de sostén para la conquista económica del continente, el saqueo de sus recursos naturales, la adquisición de sus extensas reservas de petróleo y gas, y así por el estilo.
AFRICOM es un instrumento de un proyecto neocolonial liderado por EE.UU. en alianza con el Reino Unido, que consiste en la expansión del área de influencia angloestadounidense las antiguas colonias francófonas de África Central, Occidental y Septentrional, en gran medida a expensas de Francia.
EE.UU. tiene bases militares y/o instalaciones en más de 150 países, con 160,000 personas en servicio activo. Se planifica la construcción de nuevas bases militares en América Latina, incluso en Colombia, en una zona adyacente con Venezuela.
La ayuda militar a Israel ha aumentado y la administración Obama ha expresado su inquebrantable apoyo a este país y sus fuerzas armadas, las que están programadas para desempeñar un papel primordial en las intervenciones militares lideradas por EE.UU.-OTAN en Oriente Medio. La agenda oculta es la eliminación total de Palestina y el establecimiento del “Gran Israel”.
“Guerra sin fronteras”
El Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC, 2000), formulado inicialmente por los neoconservadores, se basaba en “librar una guerra sin fronteras”. El PNAC es un centro de estudios vinculado a los estamentos de defensa e inteligencia, el Partido Republicano y el poderoso Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), que desempeña un papel importante tras bambalinas en la formulación de la política exterior de EE.UU.
En septiembre de 2000, pocos meses antes de la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca, el PNAC publicó un plan de acción para la dominación global titulado “La reconstrucción de las defensas de Estados Unidos”.
Los objetivos declarados del PNAC son los siguientes:
- defender la patria estadounidense
- luchar y ganar decisivamente al mismo tiempo en múltiples y grandes escenarios de guerra;
- realizar sus obligaciones “policíacas” asociadas con la formación del entorno de seguridad en áreas críticas; y
- transformar a las fuerzas armadas de EE.UU. para que aprovechen al máximo la “revolución en asuntos militares”.
El antiguo secretario adjunto de Defensa Paul Wolfowitz, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el vicepresidente Dick Cheney (administración de G.W. Bush) habían encargado el plan al PNAC ya desde antes de las elecciones presidenciales del año 2000.
El PNAC diseña un hoja de ruta para la conquista militar. Hace un llamado a “la imposición directa de bases militares estadounidenses de avanzada” en toda Asia Central y Oriente Medio, “con vistas a garantizar la dominación económica del mundo, al mismo tiempo que se ahoga a cualquier posible rival” o se torpedea toda alternativa viable a la versión estadounidense de lo que debe ser una “economía de libre mercado”.
A diferencia de los escenarios de guerra, las así llamadas “funciones policíacas” llevan implícita una manera de patrullaje militar global por medio del uso de varios instrumentos de intervención militar, como bombardeos punitivos, el envío de las fuerzas especiales de EE.UU. y otras medidas similares. Estas funciones policíacas globales también incluyen operaciones encubiertas y “cambios de régimen”, los cuales se realizan de acuerdo con un “mandato humanitario”.
Las acciones militares se pueden ejecutar de forma simultánea en diferentes partes del mundo (según lo describe el PNAC), así como de manera consecutiva.
Esta agenda militar, emprendida bajo la bandera de la “responsabilidad de proteger”, prevalece en gran medida también en el gobierno presidido por Obama. La propaganda mediática ha sido determinante para sostener la ficción de que existe tal cosa como una “guerra humanitaria”.
Nuevos sistemas de armamento
La “revolución en asuntos militares” a la que hace referencia el PNAC se puede traducir como “desarrollo de nuevos sistemas de armamento”, y consiste en la Iniciativa de Defensa Estratégica, la instalación concurrente de armamento en el espacio y una nueva generación de armas nucleares.
La Iniciativa de Defensa Estratégica, conocida popularmente como “Guerra de las Galaxias” incluye no solo el controvertido “escudo antimisiles” sino también una amplia gama de armas ofensivas guidas por láser con capacidad de atacar cualquier parte del mundo. Asimismo, abarca instrumentos de guerra meteorológica y climática, desarrollados por el Programa de Investigación de Alta Frecuencia Activa Auroral (HAARP). Este último es ya plenamente operativo y tiene la capacidad para desencadenar inundaciones, sequías, huracanes y terremotos. Desde una perspectiva militar, HAARP es un arma de destrucción masiva. Constituye un arma de conquista con potencial para desestabilizar selectivamente los sistemas agrícolas y ecológicos de regiones enteras.
Asimismo está contemplado el Programa FALCON, otra creación del Pentágono. Fue formulado durante la administración de George W. Bush Jr. y es el sistema de armamento más reciente del Nuevo Orden Mundial. Su objetivo es la dominación económica y política del planeta. Desde Estados Unidos continental puede alcanzar cualquier parte del mundo. Se describe como un arma de “alcance global” para “reaccionar de manera rápida y decisiva ante acciones desestabilizadoras o amenazantes por parte de países hostiles y organizaciones terroristas”.
Este sistema de misiles de crucero hipersónico, desarrollado por la empresa Northrop Grumman, “permitiría que EE.UU. condujera misiones de ataques de urgencia efectivos a escala global, sin depender de bases militares en el extranjero”.
A través de FALCON, EE.UU. podría atacar en apoyo a fuerzas de combate en un escenario de guerra convencional o por medio de bombardeos punitivos dirigidos en contra de países que no obedecen los dictados económicos y políticos de EE.UU.
La hoja de ruta militar en Oriente Medio
Según el antiguo comandante de la OTAN, el general Wesley Clark, la hoja de ruta del Pentágono consiste en una secuencia de países. En Winning Modern Wars (Para Ganar Guerras Modernas), el general Clark declara lo siguiente:
“Cuando caminaba por el Pentágono en noviembre de 2001, uno de los altos oficiales del personal militar se detuvo para charlar. Me contó que todavía estábamos encarrilados para atacar Irak. Pero había más. Esta invasión ahora se discutía como parte de una campaña de cinco años duración que contemplaba un total de siete países, empezando por Irak para continuar en Siria, Líbano, Libia, Irán, Somalia y Sudán”.
Siria e Irán
La agresión actual contra Palestina, Siria e Irak es el trampolín para una intervención en Irán, que podría conducir a un proceso de escalamiento militar. Rusia y China, que son aliados tanto de Siria como de Irán, también son blanco de EE.UU.-OTAN. En Irak, bajo la bandera de una “guerra civil”, se libra una intervención encubierta que en su esencia contribuye a la destrucción de todo un país, sus instituciones y su economía. Esta operación encubierta forma parte de una agenda de inteligencia y es un proceso guiado que consiste en transformar Irak en un territorio abierto.
No obstante, se ha hecho creer a la opinión pública que está en juego una confrontación entre los chiítas y los sunitas. La ocupación militar estadounidense de Irak ha sido reemplazada por formas no convencionales de hacer la guerra. Las realidades se vuelven borrosas. Una amarga ironía es que el país agresor es presentado al mundo como el que viene al rescate de un “Irak soberano”.
El resquebrajamiento de Irak y Siria por divisiones sectarias es una vieja política de Estados Unidos y sus aliados. La partición propuesta tanto de Irak como de Siria tiene como modelo general lo que ocurrió con la Federación de Yugoslavia, que fue desmembrada en siete “Estados independientes” (Serbia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Eslovenia, Montenegro y Kosovo).
La geopolítica del petróleo
La geopolítica del petróleo y de los oleoductos es crucial para la conducción de las operaciones militares de EE.UU.-OTAN. La región de Oriente Medio-Asia Central en su conjunto concentra más de un sesenta por ciento de las reservas petrolíferas del mundo.
El escenario de guerra en Oriente Medio
Actualmente hay cinco escenarios de guerra en la región de Oriente Medio – Asia Central: Afganistán-Pakistán; Irak; Palestina, Libia y Siria. Un proceso de escalada militar podría conllevar a la fusión de estos escenarios de guerra actualmente separados, lo cual desembocaría en una conflagración más amplia que abarcaría toda la región, desde el norte de África y el Mediterráneo hasta Afganistán, Pakistán y la frontera occidental de China.
El legado de la Segunda Guerra Mundial. Traspaso entre poderes imperialistas en pugna
Lo que eufemísticamente se llama la “era de postguerra” ha sido en realidad un periodo de enfrentamiento y militarización continuos. Es importante tenerlo en cuenta para entender las guerras contemporáneas lideradas por Estados Unidos.
Estados Unidos salió ileso de la Segunda Guerra Mundial. La mayor parte de las batallas fueron libradas por sus aliados, una estrategia que ha utilizado desde entonces en los conflictos subsiguientes de postguerra. Además, un análisis cuidadoso de la Segunda Guerra Mundial plantea que los intereses corporativos de Estados Unidos, entre ellos la Standard Oil de Rockefeller, dieron su apoyo tanto a los aliados de Estados Unidos como a sus enemigos, incluyendo la Alemania nazi, aun mucho después de la entrada de EE.UU. al conflicto en diciembre de 1941. El objetivo estratégico era debilitar a ambos lados para así desestabilizar a las potencias imperialistas.
Al emerger de la Segunda Guerra Mundial como la nación menos afectada, EE.UU. pudo determinar el perfil político y económico de la Europa occidental de postguerra. Sus tropas se encuentran estacionadas en varios países europeos hasta el día de hoy. Tanto sus adversarios en el conflicto bélico (Alemania, Japón e Italia) como sus aliados (Francia, el Reino Unido, Bélgica, Holanda) se han debilitado. Con la excepción del Reino Unido, que forma parte del eje angloestadounidense, estos países son potencias colonialistas en declive, desplazados por la hegemonía estadounidense. Los territorios que fueron sus colonias antes de la Segunda Guerra abarcan Indonesia, el Congo, Indochina y Ruanda, entre otros, y han sido integrados a lo largo de un periodo de medio siglo a la esfera de influencia dominante de Estados Unidos.
En África, continúa el proceso de desplazamiento de la esfera de influencia de Francia. En la actualidad Estados Unidos ha tomado el control de las antiguas colonias francesas y belgas en África central y occidental. Asimismo, Washington ejerce un papel decisivo en el Magreb (véase el capítulo VIII).
“Colonialismo interno” en la Unión Europea
Asimismo, ha empezado a surgir una forma compleja de “colonialismo interno” en la Unión Europea (UE). Junto con sus socios europeos, las instituciones financieras y conglomerados de negocios de EE.UU. son los que prevalecen al establecer la agenda monetaria, comercial y de inversión.
La política se encuentra subordinada a los intereses financieros dominantes. Lo que ocurre en términos de negociaciones comerciales secretas (bajo la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión y el Acuerdo Integral de Economía y Comercio) es un proceso de integración económico y político entre la UE y América del Norte (Estados Unidos y Canadá). Estos acuerdos, junto con la Asociación Transpacífica (ATP), constituyen las piedras angulares de un proceso de dominación económica global.
Mientras tanto, las elecciones presidenciales y parlamentarias en la UE, incluyendo las de Alemania, Italia y Francia (por ejemplo, los casos de Sarkozy y Hollande), son cada vez más objeto de interferencia política encubierta de EE.UU. (según el modelo las “revoluciones de colores”). O sea que Estados Unidos propicia también cambios de régimen en países de la Unión Europea.
La cuestión fundamental, por lo tanto es ¿hasta qué punto los líderes europeos son sus apoderados o representantes políticos?
Las guerras auspiciadas por EE.UU. y las operaciones de inteligencia militar
Todo el período de 1945 hasta el presente ha sido caracterizado por una sucesión de guerras auspiciadas por Estados Unidos e intervenciones militares y de inteligencia en las principales regiones del mundo.
No se trata de operaciones militares fragmentarias y pertinentes a países o regiones específicas. Existe más bien una hoja de ruta militar que describe una secuencia de operaciones militares. En lugar de escenarios de guerra establecidos, se han desplegado formas no convencionales de intervención, por ejemplo ataques terroristas auspiciados por el Estado.
La guerra prolongada que libra Estados Unidos se fundamenta en un plan cohesivo y coordinado de conquista militar mundial que conviene a los intereses dominantes financieros y corporativos. La estructura de las alianzas, entre ellas la OTAN, es crucial para su éxito.
La Unión Europea desempeña un papel central en esta agenda militar. Los Estados miembro de la UE son aliados del eje angloestadounidense, pero al mismo tiempo ocurre un proceso de reestructuración, según el cual países que antes eran soberanos se encuentran cada vez más sujetos a la jurisdicción de poderosas instituciones financieras.
La imposición de las drásticas reformas económicas del FMI a varios países europeos es un síntoma de la interferencia de Estados Unidos en sus asuntos internos. Lo que está ocurriendo es un cambio profundo en las estructuras políticas y económicas de la UE, según el cual los Estados miembro son reclasificados de facto por el FMI y tratados como un país endeudado del Tercer Mundo.
Acción militar en apoyo a la guerra económica
Estados Unidos ha intervenido militarmente en las principales regiones del mundo, pero el objetivo de su política externa es que las operaciones militares las lleven a cabo los aliados, o en su defecto, que pueda recurrir a formas no convencionales de intervención.
Esta agenda tiene dos pilares:
- El poderío militar de EE.UU. combinado con el de la “OTAN global”, que incluye a Israel (miembro de facto de la Alianza Atlántica), representa una fuerza formidable en términos de sistemas de armas avanzadas. Estados Unidos ha establecido bases militares en todas las regiones importantes del mundo, con una estructura de mando geográfico. En tiempos recientes se ha añadido el Mando África de EE.UU. (AFRICOM).
- La acción bélica sirve de apoyo a poderosos intereses económicos y financieros. La estrategia de “guerra económica” contemplada en la agenda neoliberal es ejecutada en estrecha coordinación con la planificación militar.
El propósito de las contiendas armadas no es la conquista per se. EE.UU. perdió la guerra de Vietnam, pero se logró la meta fundamental que era destruir Vietnam como país soberano. Hoy día Vietnam y Camboya forman parte de una nueva frontera empobrecida de la economía global basada en mano de obra barata.
Además, los países que lucharon por su soberanía y contra el imperialismo de EE.UU. en Asia (Vietnam, Camboya, Corea del Sur, Indonesia y las Filipinas) han sido integrados en acuerdos bilaterales de cooperación militar con el Pentágono. EE.UU. utiliza esta estructura de alianzas impuesta a los países derrotados para fomentar el conflicto con China.
El proyecto imperial se fundamenta en la conquista económica, lo cual implica la confiscación y apropiación de la riqueza y los recursos de países soberanos. Sucesivas operaciones militares en Oriente Medio han tenido por objeto confiscar las reservas de petróleo y gas.
Los países son destruidos, a menudo transformados en territorios, y se pierde todo vestigio de soberanía. Las instituciones nacionales colapsan y la economía nacional es destruida por medio de la imposición de reformas de “libre mercado” bajo la tutela del FMI, campea el desempleo, se desmantelan los servicios sociales, los salarios colapsan y la gente es empobrecida.
En estos países, las élites capitalistas gobernantes son subordinadas a las de EE.UU. y sus aliados. Los activos y recursos naturales del país se transfieren a manos de inversores extranjeros por medio de programas de privatización impuestos por las fuerzas invasoras en coordinación del FMI y del Banco Mundial.
La historia de las armas nucleares: el legado de Hiroshima y Nagasaki
Al inicio, la doctrina sobre armas nucleares durante el periodo del Proyecto Manhattan no se basaba en las ideas nacidas de la Guerra Fría, como “disuasión” o “destrucción mutua asegurada”. Además, la doctrina nuclear de EE.UU. después de la Guerra Fría se fundamenta en la noción que las armas nucleares se pueden utilizar en escenarios de guerra convencionales y que estas armas son “inofensivas para civiles”.
El objetivo estratégico de usar tanto ataques convencionales como nucleares ha sido desencadenar “eventos causantes de bajas masivas”, o sea, decenas de miles de muertes.
Esta estrategia se puso en práctica por primera vez hacia finales de la Segunda Guerra Mundial en Japón y Alemania, y su propósito era aterrorizar toda una nación, como medio para la conquista militar.
En Japón, el principal objetivo no eran blancos militares: la noción de “daño colateral” fue utilizada como una justificación para el asesinato masivo de civiles, con el pretexto oficial de que Hiroshima era una “base militar” y que los civiles no eran los blancos.
Para citar al presidente Harry Truman:
Hemos descubierto la más terrible bomba en la historia del mundo… Esta bomba se utilizará contra Japón… La emplearemos de tal manera que militares, soldados y marinos sean los blancos y no mujeres y niños. Aunque los japoneses sean salvajes, crueles, desapiadados y fanáticos, nosotros como líderes de un mundo en pro del bienestar común no podemos bombardear ni la vieja ni la nueva capital… El blanco será netamente militar…
Parece ser lo más terrible que se haya descubierto jamás, pero puede que sea lo más útil.
El mundo notará que la primera bomba atómica fue lanzada contra una base militar en Hiroshima. Se hizo así porque en este primer ataque quisimos evitar, hasta donde fuera posible, matar a civiles.x
[Nota: La primera bomba cayó sobre Hiroshima el día 6 de agosto de 1945 y la segunda sobre Nagasaki tres días más tarde, el 9 de agosto, el mismo día en que Truman brindó su alocución radial a la nación.]
Harry Truman
Nadie en las altas esferas del gobierno y fuerzas armadas de EE.UU. creía que Hiroshima fuera una base militar. Truman se engañaba a sí mismo y mentía al público estadounidense.
Hasta hoy se sigue justificando el uso de armas nucleares contra Japón en 1945 como un costo necesario para poner fin a la Segunda Guerra Mundial. Según esta tesis, al fin y al cabo “se salvaron vidas”.
Ya desde antes de Hiroshima, EE.UU. venia bombardeando Japón sin cesar, con un alto costo en vidas civiles. Hacia el final de la guerra en Europa, las fuerzas aliadas bombardearon también extensamente varias ciudades alemanas, donde utilizaron dispositivos incendiarios que desataron una tormenta de fuego y destruyeron su centro histórico. No cabe duda que los objetivos eran civiles y no instalaciones militares.
La era después de la Guerra Fría: guerra nuclear preventiva
El arsenal estadounidense ha aumentado considerablemente. En la era después de la Guerra Fría, ArmsControl.org (abril de 2013) confirma que Estados Unidos
posee 5,113 ojivas nucleares, entre armas tácticas, estratégicas y no desplegadas.11
Según la declaración oficial (2013) del nuevo START, de las más de 5,113 armas nucleares
EE.UU. tiene desplegadas 1,654 ojivas nucleares estratégicas en 792 ICBMs, SLBMs y bombarderos estratégicos…
Además, según la Federación de Científicos Americanos (FAS), EE.UU. posee 500 ojivas nucleares tácticas, muchas de las cuales se encuentran desplegadas en países no nucleares como Alemania, Italia, Turquía, Bélgica y Holanda.
En el Análisis de Postura Nuclear (NPR), presentado al Senado de Estados Unidos por la administración Bush a inicios del año 2002, se establecieron unos así llamados “planes de contingencia” para un “primer ataque ofensivo” con armas nucleares, no solo contra el “eje del mal” (Iraq, Irán, Libia, Siria y Corea del Norte), sino también contra Rusia y China. En el gobierno de Obama, la doctrina nuclear de EE.UU. también abarca la posibilidad de un “primer ataque” con armas nucleares contra Estados no nucleares.
La historia de crímenes de guerra de EE.UU.
La idea de “eventos causantes de bajas masivas” persiste hasta el día de hoy en las estrategias militares estadounidenses. Invariablemente, como en el caso de Siria, se culpa a las víctimas por las bajas civiles causadas por los agresores.
El periodo que va desde la guerra de Corea (1950-1953) hasta el presente se caracteriza por una sucesión de escenarios de guerra auspiciados por EE.UU. (Corea, Vietnam, Camboya, Afganistán, Yugoslavia e Irak) y diferentes versiones de intervención militar, incluyendo conflictos de baja intensidad o “guerras civiles” en Angola, Mozambique, Nicaragua, el Congo, Somalia, Etiopía, Ruanda, Sudan); golpes de Estado, escuadrones de la muerte y masacres (Chile, Argentina, Honduras, Guatemala, El Salvador, Irán, Indonesia, Tailandia y Filipinas); guerras encubiertas en apoyo de los “luchadores por la libertad” conocidos más adelante como Al Qaeda (ocupación soviética de Afganistán) y el uso posterior de soldados de esta agrupación en Siria; e intervenciones militares “humanitarias” en Libia en 2011 (bombardeo aéreo combinado con apoyo a rebeldes de Al Qaeda).
El objetivo no era tanto ganar estas guerras sino en esencia desestabilizar estos países como Estados nación e imponer un gobierno que actúe como agente de los intereses de Occidente.
Un conteo de estas diferentes operaciones militares revela que desde agosto de 1945 Estados Unidos ha atacado, directa o indirectamente, a 44 países en diferentes regiones del mundo en vías de desarrollo, en algunos casos varias veces…
El objetivo declarado de estas intervenciones militares ha sido efectuar un “cambio de régimen”. Invariablemente se ha citado los “derechos humanos” y la “democracia” como fachadas para justificar lo que eran a todas luces actos unilaterales e ilegales.12
Todo el “periodo de postguerra” se caracteriza por extensos crímenes de guerra que han provocado la muerte de millones de personas. Lo que vemos aquí es una agenda de política externa criminal por parte de Estados Unidos. Estos crímenes no son exclusivos de uno o más jefes de Estado. Más bien forman parte de todo un sistema estatal, sus diferentes instituciones civiles y militares, así como de los poderosos intereses corporativos que están detrás de la formulación de la política externa de Washington, las instituciones de investigación y los entes acreedores que financian la maquinaria militar.
Lo que diferencia a los gobiernos de Bush y Obama con relación al historial de crímenes y atrocidades cometidos por Estados Unidos es que los campos de concentración, los asesinatos selectivos y las cámaras de tortura son ahora reconocidos abiertamente como formas legítimas de intervención que sostienen la “guerra global contra el terrorismo” y sirven como herramientas para promover la democracia occidental.
Los crímenes auspiciados por EE.UU. no se limitan a los muertos o las bajas en las guerras y la destrucción de la infraestructura de la nación, sino que los países quedan destruidos, colapsados y empobrecidos. Y como ya dijimos más arriba, los activos y recursos naturales del país se transfieren a manos de inversores extranjeros por medio de programas de privatización impuestos por las fuerzas invasoras.
La destrucción del internacionalismo: la Doctrina Truman
Terminada la Segunda Guerra Mundial, la administración Truman formuló el objetivo del dominio militar global, en apoyo a un proyecto imperial a finales de la década de los cuarenta, al inicio de la Guerra Fría. Este objetivo fue reafirmado en 1990 por el Presidente George Herbert Walker Bush en un discurso histórico ante una sesión conjunta del Congreso y Senado de EE.UU., en el que proclamó el Nuevo Orden Mundial luego de la caída del Muro de Berlín y la desintegración del bloque soviético.
Los fundamentos ideológicos de esta agenda se encuentran en lo que se conoce como la “Doctrina Truman”, formulada por primera vez en 1946 por el asesor de política exterior George F. Kennan en un informe del Departamento de Estado.
Lo que nos llama la atención al leer este documento es la continuidad que hubo en la política externa de EE.UU., desde la estrategia de “contención” durante la Guerra Fría hasta la guerra “preventiva” y la “guerra contra el terrorismo” en la actualidad. En el fondo, el texto de Kennan dice en términos corteses que EE.UU. debe buscar el dominio económico y estratégico por medios militares:
“Además, contamos con alrededor del 50% de la riqueza mundial, pero solo con el 6.3% de su población. Esta disparidad es particularmente grande entre nosotros y los pueblos de Asia. En esta situación no podemos dejar de ser objeto de envidia y resentimiento. Nuestra tarea real en la época venidera es la de crear un plan de relaciones que nos permita mantener esta posición de disparidad sin menoscabo de nuestra seguridad nacional. Para hacerlo tendremos que dejar a un lado el sentimentalismo y las quimeras; y nuestra atención tendrá que estar concentrada en nuestros objetivos nacionales inmediatos en todas partes. No debemos engañarnos con la idea de que hoy en día podemos permitirnos el lujo del altruismo y ser los benefactores del mundo.
… Ante esta situación, nos favorece prescindir de inmediato de varios conceptos que han apuntalado nuestra manera de pensar con relación al Oriente Lejano. Debemos abandonar la aspiración de “caer bien” o ser reconocidos como el repositorio del más alto altruismo internacional. Debemos dejar de ponernos en la posición de guardián de nuestros hermanos y dejar de ofrecer consejos morales e ideológicos. Debemos dejar de hablar de objetivos vagos e irreales– sobre todo respecto al Lejano Oriente –tales como los derechos humanos, el crecimiento de los niveles de vida y la democratización. No está muy lejos el día en que tendremos que manejar conceptos del poder puro. Para entonces cuanto menos estemos atados por consignas idealistas, mejor.13
La desintegración planificada del sistema de las Naciones Unidas (ONU) como un organismo internacional independiente e influyente ha estado en el tablero de la política externa de Estados Unidos desde su fundación en 1945. Su desaparición planificada formó parte integral de la Doctrina Truman, según se definió en 1948. Desde el primer momento, Washington ha procurado por un lado controlar la ONU para sacarle provecho y, por el otro, busca debilitarla y finalmente destruirla.
En las palabras de George Kennan:
Ocasionalmente, [las Naciones Unidas] ha tenido un propósito útil. Pero, en general, ha creado más problemas de los que ha resuelto y ha dado lugar a la dispersión de nuestros esfuerzos diplomáticos. Y en el empeño por obtener la mayoría de votos en las Naciones Unidas para lograr nuestros principales propósitos políticos, jugamos con un arma peligrosa que algún día puede volverse contra nosotros. Esta es una situación que amerita un estudio muy cuidadoso y de previsión de nuestra parte.14
Aunque comprometido oficialmente con la “comunidad internacional”, Washington habla de boquilla sobre las Naciones Unidas. Hoy, la ONU es en muchos sentidos un apéndice del Departamento de Estado de EE.UU. En lugar de socavar la ONU como institución, como lo propusiera George Kennan a finales de la década de los cuarenta, EE.UU. y sus aliados ejercen el control de la Secretaría y los organismos más importantes de la ONU.
Desde la primera Guerra del Golfo, la ONU ha servido principalmente para autorizar las actuaciones de Estados Unidos de manera rutinaria y sin mayores cuestionamientos. Ha cerrado los ojos ante los crímenes de guerra de Estados Unidos y ha puesto en marcha las así llamadas operaciones de mantenimiento de la paz en nombre de los invasores angloestadounidenses, en violación de la Carta de la ONU. Tras el “despido” de facto del secretario general de la ONU Boutros Boutros Ghali, los secretarios generales que le sucedieron, tanto Kofi Annan como Ban Ki-moon, se convirtieron en herramientas de la política exterior de EE.UU., tomando sus órdenes directamente de Washington.
Demás está decir que los sucesivos gobiernos demócratas y republicanos, desde Harry Truman hasta George W. Bush y Barack Obama, han estado involucrados en este proyecto hegemónico de dominación que el Pentágono ha denominado “guerra prolongada”.
Los escritos de Kennan apuntan a la importancia de construir una alianza dominante angloestadounidense basada en “buenas relaciones entre nuestro país y el imperio británico”. En el mundo de hoy, esta alianza caracteriza en gran medida el eje militar que existe entre Washington y Londres, que desempeña un papel dominante en la OTAN, en detrimento de los aliados europeos del primero. Kennan también señaló la importancia de incluir a Canadá en la alianza angloestadounidense, una política que en efecto ha sido mayormente ejecutada (por medio del CAFTA y la integración de las estructuras de mando militar). El papel de Canadá fue concebido como el de un intermediario entre EE.UU. y Gran Bretaña, y como medio para que Estados Unidos influyera en las colonias británicas, que más tarde llegarían a formar la Mancomunidad.
“La Europa federada”
En la Doctrina Truman ya se avizoraba un proyecto de unión europea con una “Alemania debilitada”. George F. Kennan concibió la formación de una “Europa federada” que estaría basada en el fortalecimiento de la alianza dominante angloestadounidense entre Gran Bretaña y Estados Unidos, el debilitamiento de Alemania como un poder europeo y la exclusión de Rusia.
A la luz de los acontecimientos recientes en Ucrania y Europa del Este, es pertinente señalar que en el informe del Departamento del Estado, citado más arriba, Kennan apunta explícitamente a una “política de contención de Alemania, dentro de Europa occidental”. Lo que sugieren las observaciones de Kennan es que EE.UU. debe apoyar un proyecto europeo, pero solamente en la medida en que favorezca a los intereses hegemónicos de EE.UU.
En este sentido, vale la pena recordar que la alianza francoalemana fue la que, por lo general, prevaleció antes de la arremetida angloestadounidense contra Irak en 2003, a la que tanto Francia como Alemania se opusieron.
La invasión de Irak marcó un punto de inflexión. La elección de líderes políticos pro-EE.UU. (el presidente Sarkozy en Francia y la canciller Angela Merkel en Alemania) conllevó a un debilitamiento de la soberanía nacional y, por ende, al declive de la alianza francoalemana.
Hoy día tanto el presidente francés como la canciller alemana reciben sus órdenes desde Washington.
Lo que es más, en el contexto actual, EE.UU. está empeñado en evitar que Alemania y Francia desarrollen relaciones políticas y económicas con Rusia, algo que a los ojos de Washington socavaría sus ambiciones hegemónicas sobre la Unión Europea.
La construcción de una esfera de influencia de EE.UU. en el Este y Sudeste de Asia
Como ya hemos visto, la Doctrina Truman fue la culminación de una estrategia militar desarrollada después de la Segunda Guerra Mundial por EE.UU., pero que tuvo su génesis con el bombardeo nuclear de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 y la rendición de Japón.
En Asia del Este, esta consistió en la ocupación de Japón después de la guerra, así como la toma de posesión del imperio colonial japonés, incluyendo Corea del Sur (Corea había sido anexada a Japón bajo el Tratado de Anexión Japón-Corea de 1910).
Tras la derrota de Japón imperial en la Segunda Guerra Mundial, se estableció una zona de influencia de EE.UU. en el este y sudeste de Asia, específicamente en los territorios de la antigua “Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental” del Japón imperial.
Asimismo, la hegemonía de Estados Unidos en Asia se basó en gran medida en la creación de una esfera de influencia en los países bajo la jurisdicción colonial de Japón, Francia y los Países Bajos.
La esfera de influencia en Asia y EE.UU., que fue construida a lo largo de un período de más de 20 años, abarcó Filipinas (un territorio de EE.UU. que fue ocupado por Japón durante la Segunda Guerra Mundial), Corea del Sur (anexado a Japón en 1910 y un Estado cliente después de la Segunda Guerra), Tailandia (un protectorado japonés durante la Segunda Guerra), Indonesia (una colonia holandesa ocupada por Japón durante la Guerra y que se vendría a convertir en un Estado cliente de facto de EE.UU. tras el golpe militar que instaló a la dictadura de Suharto en el poder en 1965).
Esta esfera de influencia de EE.UU. en Asia también extendió su control a las antiguas posesiones coloniales de Francia en Indochina, incluyendo Vietnam, Laos y Camboya, que habían sido ocupadas militarmente por Japón durante la Segunda Guerra Mundial.
El “giro hacia Asia” de Obama, que amenaza abiertamente a China, es el desenlace de este proceso histórico.
La guerra de Corea y la Doctrina Truman
La Guerra de Corea (1950-1953) fue la primera gran operación militar llevada a cabo por EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial, y empezó casi al inicio de lo que eufemísticamente se llamó la “Guerra Fría”. En muchos aspectos, era una continuación de la Segunda Guerra Mundial, cuando las tierras de Corea bajo ocupación colonial japonesa fueron, de un día para otro, entregadas a un nuevo poder colonial en la región, Estados Unidos de América. La entrega de Corea de Sur a EE.UU. tuvo lugar el día 8 de septiembre de 1945, tan solo tres semanas después de la rendición de Japón el 15 de agosto de 1945.
En la Conferencia de Potsdam, celebrada en julio y agosto de 1945, Estados Unidos y la Unión Soviética acordaron dividir Corea a lo largo del paralelo 38. No hubo ninguna “liberación” cuando entraron las tropas estadounidenses. Más bien fue todo lo contrario.
El 8 de septiembre de 1945 se instaló un gobierno militar de Estados Unidos en Corea del Sur. Es más, oficiales japoneses en este país colaboraron con Gobierno Militar del Ejército de Estados Unidos (USAMG) (1945-1948), bajo el mando del General John Hodge, para garantizar la transición. Los administradores coloniales de Japón en Seúl, así como los oficiales de la policía coreana trabajaron de la mano con sus nuevos amos coloniales.
Desde el comienzo, el gobierno militar de EE.UU. se rehusó a reconocer al gobierno provisional de la República Popular de Corea (RPK) (en Corea del Sur), el cual estaba comprometido con unas profundas reformas sociales, como la distribución de la tierra, leyes para proteger a los derechos de trabajadores, leyes para establecer un salario mínimo y la reunificación de las dos Coreas.
El RPK era un gobierno no alineado, con un mandato anticolonial que postulaba “el establecimiento de relaciones estrechas con EE.UU., la URSS, Inglaterra y China, y oposición a cualquier influencia extranjera que interfiriese en los asuntos internos del Estado”.15
El RPK fue abolido por decreto militar en septiembre de 1945 por el USAMG, No hubo democracia, ni liberación, ni independencia.
Mientras que Japón fue tratado como un imperio derrotado, Corea del Sur fue identificado como un territorio colonial para ser administrado bajo el régimen militar de EE.UU. y las fuerzas de ocupación estadounidenses. El nuevo Jefe de Estado, Syngman Rhee, fue nombrado al dedazo por Estados Unidos y llegó a Seúl en el avión personal del general Douglas MacArthur en octubre de 1945.
Crímenes de guerra contra el pueblo coreano
Los crímenes de guerra cometidos por EE.UU. contra el pueblo coreano en el transcurso de la guerra de Corea y posteriormente, no tienen parangón en la historia moderna.
Además, es importante entender que estos crímenes contra la humanidad auspiciados por Estados Unidos y acaecidos en los años cincuenta han contribuido, con el pasar de los años, a establecer “un patrón de matanzas” y violaciones de los derechos humanos en diferentes partes del mundo.
La guerra de Corea se caracterizó también por la práctica de asesinatos selectivos de disidentes políticos, algo que luego fue implementado por la CIA en muchos otros países, entre ellos Indonesia, Vietnam, Argentina, Guatemala, El Salvador, Afganistán e Irak.
Estos asesinatos selectivos fueron perpetrados invariablemente por instrucciones de la CIA y llevados a cabo por agentes de los gobiernos o dictaduras militares clientes de EE.UU. En tiempos recientes, asesinatos selectivos de civiles han sido “legalizados” por el Congreso y son ahora el “la nueva norma”.
Según el libro escrito por I. F. Stone titulado “La historia secreta de la guerra en Corea”, publicado por vez primera en 1952 (durante el auge de la guerra), EE.UU. buscó de manera deliberada un pretexto, un acto de engaño que incitara a Corea del Norte a cruzar el paralelo 38, lo cual conllevó a una guerra total.
El libro de I. F. Stone plantea interrogantes sobre el origen de la guerra en Corea, y argumenta que en su afán por atizar la guerra, el gobierno de Estados Unidos había manipulado a las Naciones Unidas. Asimismo, puso en evidencia que las fuerzas armadas de EE.UU. y la oligarquía de Corea de Sur retrasaron el fin de la guerra más de lo necesario al sabotear deliberadamente las conversaciones de paz”.
En la versión de Stone, el General Douglas MacArthur “hizo todo lo posible para evitar la paz”.
Las guerras de agresión de EE.UU. son libradas bajo el manto de la “autodefensa” y ataques preventivos. Sesenta años más tarde, haciéndose eco de la declaración histórica de I.F. Stone con referencia al general MacArthur, el presidente Barack Obama y su secretario de Defensa Chuck Hagel también están “haciendo todo lo posible para evitar la paz”.
Este patrón de provocar al enemigo para que “tire el primer tiro” es una práctica bien establecida en la doctrina militar de EE.UU. La idea es crear un “pretexto para la guerra” que le brinda al agresor la justificación para intervenir con el argumento de que actúa en “defensa propia”. Este fue el caso cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor en Hawái en 1941, inducidos por trampas y engaños. Los funcionarios de Estados Unidos sabían con anticipación que habría un ataque, pero lejos de buscar cómo evitarlo, permitieron que tuviera lugar para así justificar la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial.
El incidente en el Golfo de Tonkín en agosto de 1964 fue el pretexto que buscaba EE.UU. para atacar Vietnam del Norte, luego de que el Congreso adoptara la Resolución del Golfo de Tonkín, que autorizaba al presidente Lyndon B. Johnson a ir a la guerra contra los comunistas de Vietnam del Norte.
El análisis de I. F. Stone refuta “la versión oficial” de que la guerra de Corea ocurrió a raíz de una agresión no provocada por parte de los coreanos del norte el día 25 de junio de 1950, realizado por instigación de la Unión Soviética con el fin de expandir su esfera de influencia a toda la península, y que la agresión tomó completamente por sorpresa a los coreanos del sur, Estados Unidos y las Naciones Unidas. ¿Pero fue realmente una “sorpresa”? ¿Podría un ataque con 70,000 hombres y, al menos, 70 tanques avanzando simultáneamente en cuatro puntos diferentes haber sido una sorpresa?
Stone recopila informes de la época encontrados en fuentes sudcoreanas, estadounidenses y de las Naciones Unidas que documentan lo que se sabía antes del 25 de junio. Se ha informado que el titular de la CIA en aquél entonces, el contraalmirante Roscoe H. Hillenloetter dijo de manera oficial que “la inteligencia estadounidense sabía que existían condiciones en Corea que podrían significar una invasión en esta semana o la otra” (p.2). Stone escribe que “el principal comentarista militar de Estados Unidos, Hanson Baldwin del New York Times, un periodista de confianza del Pentágono, reportó que [los documentos militares de EE.UU.] mostraban ‘desde los primeros días de junio un aumento sustancial del Ejército Popular de Corea” a lo largo del paralelo 38’.16 (p. 4)
¿Cómo y por qué el Presidente Truman decidió tan rápidamente el 27 de junio que el ejército de EE.UU. intervendría en la guerra en Corea del Sur? Stone sostiene que algunos en el gobierno y las fuerzas armadas de EE.UU. consideraban que una guerra en Corea y la resultante inestabilidad en Asia Oriental favorecían los intereses de Estados Unidos.17
Según el editor de la revista semanal francesa Le Nouvel Observateur Claude Bourdet:
Si la tesis de Stone está en lo correcto, estamos en presencia del mayor engaño jamás perpetrado a lo largo de la historia militar mundial… no [sería] cuestión de un fraude inofensivo sino de una terrible maniobra en la que se utiliza conscientemente la mentira para obstaculizar la paz, en un momento cuando ésta es una posibilidad.18
En las palabras de los reputados autores estadounidenses Leo Huberman y Paul Sweezy:
Hemos llegado a la conclusión de que el presidente Syngman Rhee [de Corea del Sur] ha provocado deliberadamente a los norcoreanos, precisamente para que tomaran represalias y cruzaran el paralelo en masa. Y los norcoreanos cayeron fácil en la trampa.19
El día 25 de junio de 1950, luego de la adopción de la Resolución 82 del Consejo de Seguridad de la ONU, el general Douglas MacArthur, quien encabezara el gobierno militar de EE.UU. en el Japón ocupado, fue nombrado comandante en jefe del así llamado Mando de las Naciones Unidas (UNCOM). De acuerdo con Bruce Cumings, la guerra coreana “tenía una fuerte similitud con la guerra aérea librada contra el Japón Imperial durante la Segunda Guerra Mundial, y muchas veces fue dirigida por los mismos líderes militares estadounidenses”, incluyendo a los generales Douglas MacArthur y Curtis LeMay.
Si bien no se utilizaron armas nucleares en la guerra de Corea, lo que prevaleció fue la estrategia de “asesinatos masivos de civiles”, que ya se había formulado y probado durante la Segunda Guerra Mundial. La política de causar masivamente bajas de civiles inocentes fue ejecutada por medio de ataques aéreos y bombardeos masivos de ciudades alemanas por fuerzas estadounidenses y británicas durante las últimas semanas de la guerra. La ironía es que los blancos militares fueron más bien resguardados.
Esta doctrina no oficial de matar a civiles so pretexto de atacar objetivos militares caracterizó en gran medida las acciones militares de EEUU en el transcurso de la guerra de Corea y en lo que vino después. Como escribió Bruce Cumings en su libro Korea: Forgotten Nuclear Threats (Corea: amenazas nucleares olvidadas):
El día 12 de agosto de 1959, la Fuerza Aérea de Estados Unidos dejó caer 625 toneladas de bombas sobre Corea del Norte; dos semanas después el tonelaje diario aumentó a unas 800 toneladas. Los bombarderos de Estados Unidos lanzaron más napalm y bombas sobre Corea del Norte que en toda la campaña del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.20
Los territorios al norte del paralelo 38 fueron objeto de bombardeos de saturación que provocaron la destrucción de 78 ciudades y miles de pueblos:
Lo indeleble en la guerra de Corea de 1950-1953 fue la extraordinaria capacidad destructora de las campañas aéreas de Estados Unidos contra Corea del Norte, desde un uso extenso y continuo de bombas incendiarias (principalmente con Napalm), hasta amenazas de utilizar armas nucleares y químicas, y la destrucción de enormes represas en Corea del Norte durante las últimas etapas de la guerra…
Como resultado, prácticamente todo edificio de cierto tamaño en Corea del Norte fue destruido.21
El general de división William F. Dean dio a conocer que “la mayoría de las ciudades y pueblos de Corea del Norte que vio [durante su estadía] no eran más que escombros o terrenos baldíos cubiertos de nieve”.
El general Curtis LeMay, quien coordinó los ataques aéreos en contra de Corea del Norte reconoció sin el más mínimo empacho que:
“Durante un período de tres años más o menos matamos – ¿qué? – como el veinte por ciento de la población. … Quemamos todos las pueblos de Corea del Norte y de Corea del Sur también”.22
Según Brian Willson:
Ahora se cree que la población al norte del paralelo 38 que les fue impuesto perdió casi un tercio de su población de 8 a 9 millones de personas durante los 37 meses de guerra “caliente” entre 1950 y 1953, quizá un porcentaje sin precedentes de mortalidad sufrida por una nación debido a la agresividad de otra”.23
Corea del Norte ha sido amenazada por Estados Unidos con un ataque nuclear durante más de 60 años.
De la Doctrina Truman hasta Clinton, Bush y Obama
Ha habido una continuidad a lo largo de la era posterior a la guerra, desde Corea y Vietnam hasta el presente.
La agenda neoconservadora bajo la administración Bush debe ser vista como la culminación de un marco bipartidista de política exterior de “posguerra”, que proporcionó la base para la planificación de las guerras y atrocidades contemporáneas, incluyendo la construcción de cámaras de tortura, campamentos de concentración y el uso extenso de armas prohibidas contra civiles.
Bajo Obama, esta agenda se ha convertido cada vez más cohesionada, con la legalización de ejecuciones extrajudiciales de ciudadanos estadounidenses bajo la legislación antiterrorista, el uso extenso de ataques con aviones no tripulados (drones) contra civiles, y masacres ordenadas por la alianza Estados Unidos-OTAN-Israel dirigidos contra civiles sirios e iraquíes.
Desde Corea, Vietnam y Afganistán hasta los golpes militares apoyados por la CIA en América Latina y el Sudeste de Asia, el objetivo ha sido siempre el de asegurar la hegemonía militar de EE.UU. y la dominación económica global, como se formuló inicialmente bajo la Doctrina Truman.
A pesar de las profundas diferencias políticas entre ellos, los sucesivos gobiernos de demócratas y republicanos, desde Harry Truman a Obama, han llevado a cabo esta agenda militar global.
Todo este “período de posguerra” se caracteriza por crímenes de guerra que provocaron la muerte de más de veinte millones de personas. Esta cifra no incluye a los que murieron como consecuencia de la pobreza, el hambre y las enfermedades.
La naturaleza criminal de la política exterior de Estados Unidos
Aquí estamos tratando nada menos que con la agenda criminal de política exterior de EE.UU. La propaganda mediática ha servido para ofuscar las cosas. El intervencionismo de EE.UU. es invariablemente defendido como una labor humanitaria. Mientras tanto, la así llamada “izquierda progresista” y los “activistas antiguerra” reciben el apoyo de fundaciones corporativas y también argumentan motivos humanitarias en apoyo a esta política (véase el capítulo XI).
Su naturaleza criminal no atañe solo a uno o varios jefes de Estado. Forma parte intrínseca de todo el sistema estatal, sus distintas instituciones civiles y militares, así como los poderosos intereses corporativos detrás de la formulación de la política exterior de EE.UU., los institutos de investigación en Washington y las instituciones acreedoras que financian la maquinaria militar.
Los crímenes de guerra son el resultado de la naturaleza criminal del Estado de EE.UU. y su aparato de política exterior. No se trata solo de criminales de guerra individuales, sino de todo un proceso que involucra a tomadores de decisiones que actúan a distintos niveles, con el mandato de llevar a cabo crímenes de guerra, según pautas y procedimientos establecidos.
Lo que distingue a las administraciones de Bush y Obama con relación al registro histórico de los crímenes y atrocidades perpetrados por EE.UU., es que los campos de concentración, los asesinatos selectivos y las cámaras de tortura son ahora consideradas abiertamente como formas legítimas de intervención que apoyan la “guerra global contra el terrorismo” y promueven la difusión de la democracia occidental.
EE.UU. apoyó la “guerra sucia” en América Latina
El Secretario de Estado Henry Kissinger desempeñó un papel importante tras bambalinas en el golpe militar en Argentina, así como en la formulación de la Operación Cóndor, que consistió en una campaña llevada a cabo con la colaboración de los gobiernos militares en los diferentes países de América Latina durante la década de los años setenta y ochenta para perseguir, torturar y asesinar a decenas de miles de opositores a estos regímenes.
El lugarteniente de Kissinger en América Latina, William Rogers, le dijo dos días después del golpe que:
En Argentina debemos esperar dentro de poco cierta represión y probablemente una buena cantidad de sangre.24
Las guerras del siglo 21: de la Guerra Fría a la “guerra global contra el terrorismo”
El presunto autor intelectual de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington fue Osama bin Laden, de origen saudita, quien irónicamente fue reclutado por la CIA durante la guerra afgano-soviética “para luchar contra los invasores soviéticos”.
Desde el comienzo de la guerra en Afganistán a principios de la década de 1980, el aparato de inteligencia de EE.UU. ha apoyado la formación de “brigadas islámicas”.
La teoría de la guerra justa
La teoría de la “guerra justa” (jus ad bellum) tiene una larga tradición. Ha sido utilizada a lo largo de la historia para mantener el orden social dominante y justificar sus guerras. Asimismo, ha servido para camuflar la naturaleza de la política exterior de EE.UU., al mismo tiempo que brinda un “rostro humano” al país invasor.
En el caso de Afganistán, los ataques del 9 de septiembre tuvieron un papel importantísimo al ser utilizados para justificar la invasión. Las guerras lideradas por la OTAN en Yugoslavia, Afganistán y Libia son presentadas como “guerras justas” libradas por motivos humanitarios según la Doctrina de Responsabilidad de Proteger (R2P) adoptada por la Alianza Atlántica.
Los ataques del 11 de septiembre de 2001 y la invasión de Afganistán
Los ataques del 11-S ofrecieron una justificación para hacer una guerra sin fronteras. La agenda de Washington consiste en extender las fronteras del American Empire con el fin de facilitar el control corporativo absoluto de EE.UU. y al mismo tiempo instalar las instituciones del Estado de Seguridad Nacional en el país.
Los ataques de 11-S 2001 también han desempeñado un papel crucial en la formulación de la doctrina militar de EE.UU., específicamente para sustentar la leyenda de que Al Qaeda es un enemigo del mundo occidental, cuando en realidad es un constructo de los servicios de inteligencia de EE.UU. que se utiliza no sólo como pretexto para hacer la guerra por motivos humanitarias sino también como un instrumento de guerra no convencional.
El 12 de septiembre de 2001, la OTAN invocó por primera vez en su historia el artículo 5 del Tratado de Washington, su cláusula de defensa colectiva, y declaró que los ataques del 11-S al WTC y el Pentágono constituían “un ataque a todos los miembros de la OTAN”.
Sin una pisca de evidencia y antes siquiera de que se llevara a cabo una investigación al respecto, Afganistán fue declarado como el “Estado patrocinador” de los ataques. La invasión de Afganistán a inicios de octubre de 2001 fue presentada como una operación contraterrorista dirigida contra los autores de los ataques y sus patrocinadores estatales.
Los sindicatos, organizaciones no gubernamentales (ONG) y muchos intelectuales progresistas apoyaron la invasión encabezada por EE.UU. y la OTAN. Los eventos del 11-S fueron de fundamental importancia para lograr el apoyo de varios sectores de la sociedad estadounidense, incluyendo a opositores y críticos de la política exterior del gobierno de Bush.
La guerra en contra de Afganistán ya estaba planificada mucho antes del 11-S. Las preparaciones ya estaban en un avanzado estado de disposición. En menos de 24 horas después de los ataques, se dio luz verde para que Estados Unidos y la OTAN atacaran Afganistán.
Los informes de prensa jamás revelaron un hecho que es conocido y reconocido por los analistas militares: es imposible, en cualquier circunstancia, planificar y poner en práctica un elaborado escenario de guerra en apenas cuatro o cinco semanas.
El argumento jurídico utilizado por Washington y la OTAN para invadir Afganistán a principios de octubre de 2001 fue que los ataques del 11-S constituyeron un “ataque armado” no declarado “desde el exterior” por una potencia extranjera no nombrada y que, en consecuencia, eran aplicables “las leyes de la guerra”, que permiten a una nación bajo ataque contraatacar en nombre de la “defensa propia”.
La “guerra global contra el terrorismo” fue lanzada oficialmente por el gobierno de Bush el mismo 11 de septiembre de 2001. A la mañana siguiente, el Consejo del Atlántico Norte de la OTAN en Bruselas adoptó el siguiente acuerdo:
“Si se determina que el ataque del 11 de septiembre 2001 en contra de Estados Unidos fue dirigido desde el extranjero [Afganistán] en contra de la región del Atlántico Norte, será considerado como una acción contemplada en el artículo 5 del Tratado de Washington”.25
Afganistán fue invadido el 7 de octubre de 2001, de acuerdo con la doctrina de seguridad colectiva de la OTAN: un ataque a uno de los miembros de la Alianza Atlántica es considerado un ataque a todos sus miembros. Esta premisa supone que en este caso EE.UU. había sido atacado por Afganistán el 11 de septiembre de 2001, una propuesta absurda.
Es decir que para defender la patria se requiere de una guerra preventiva dirigida contra los “terroristas islámicos”. Las realidades se invierten: Estados Unidos y el mundo occidental son los que están bajo ataque.
A raíz de los ataques del 11-S, la creación de este “enemigo exterior” sirvió para ocultar los verdaderos objetivos económicos y estratégicos detrás de las guerras encabezadas por Estados Unidos en Medio Oriente y Asia Central, que abarcan países donde se concentra más del sesenta por ciento de las reservas de petróleo y gas.
Librada por supuestos motivos de defensa propia, la guerra preventiva se presenta al mundo como una “guerra justa” con un mandato humanitario.
La propaganda pretende borrar la historia de Al Qaeda, una creación de la CIA, ahogar la verdad y “matar la evidencia” de cómo este “enemigo exterior” fue primero inventado y luego transformado en el “enemigo número uno”.
Lo que los medios nunca mencionan es que los terroristas son en esencia asesinos a sueldo que actúan con el apoyo de EE.UU., la OTAN e Israel.
Guerra no convencional: el uso de los rebeldes de Al Qaeda como soldados de infantería de la alianza militar occidental
La estrategia de utilizar los rebeldes de Al Qaeda como soldados de infantería de las fuerzas armadas de Occidente es de crucial importancia. Ha caracterizado las intervenciones de Estados Unidos y de la OTAN en Yugoslavia, Afganistán, Libia y Siria. Actualmente forma parte de una agenda encubierta para desestabilizar Irak al apoyar al Estado Islámico en Irak y al-Sham (EIIS).
El Estado islámico
Mientras Washington acusa a varios países de “albergar a terroristas”, Estados Unidos es el principal “patrocinador estatal del terrorismo”: el Estado Islámico de Irak y al-Sham (EIIS) – que opera tanto en Siria como en Irak – recibe de manera encubierta el apoyo y financiamiento de EE.UU., y entre sus aliados se cuentan Turquía, Arabia Saudita y Qatar. Además, el proyecto de EIIS de establecer un califato sunita coincide con la agenda de larga data que ha tenido EE.UU. de repartir Irak y Siria en diferentes territorios separados: un Califato Islámico Sunita, una República Árabe Chiíta, una República de Kurdistán, entre otros.
Brigadas terroristas de Al Qaeda patrocinadas por EE.UU. (y apoyadas de manera encubierta por la inteligencia occidental) también se han desplegado en Malí, Níger, Nigeria, la República Centroafricana, Somalia y Yemen.
El objetivo es crear tantas divisiones sectarias y étnicas como sea posible, con miras a desestabilizar o fracturar países soberanos, según el modelo exitoso utilizado en la antigua Yugoslavia.
El plan de ataque global de EE.UU.: el papel del Comando Estratégico (U.S.STRATCOM)
La guerra global moderna requiere una estructura de mando centralizada y unificada.
Las operaciones militares globales después del 11-S son coordinadas desde la sede del Comando Estratégico de EE.UU. (U.S.STRATCOM), ubicada en la base aérea de Offutt en el estado de Nebraska, en colaboración con los comandos combatientes unificados (COCOM), así como con las unidades de mando de la coalición estacionadas en Israel, Turquía, el Golfo Pérsico y la base militar en la isla de Diego García en el Océano Índico.
La planificación y toma de decisiones militares a nivel de país por los aliados individuales de EE.UU.-OTAN, así como las “naciones socias” están plenamente integradas a un diseño militar global que abarca también la militarización del espacio.
Bajo su nuevo mandato, U.S. STRATCOM tiene la responsabilidad de “supervisar un plan de ataque global” que consiste en armas convencionales y nucleares. En la jerga militar, está programado para desempeñar el papel de integrador global encargado de las misiones de operaciones espaciales; operaciones de información; defensa integral antimisiles; comando y control global; inteligencia, vigilancia y reconocimiento; ataque global; y disuasión estratégica… 26
Las responsabilidades de U.S. STRATCOM abarcan “liderar, planificar y ejecutar operaciones de disuasión estratégica” a escala global, “la sincronización de planes de combate regionales”, “la sincronización de planes de combate regionales” y así por el estilo. U.S.STRATCOM es la agencia líder para la coordinación de la guerra moderna.27
Por otra parte, U.S. STRATCOM se encuentra en coordinación permanente con la sede regional del sistema de mando de combate unificado, el que consiste en seis “áreas de responsabilidad”. Los mandos regionales están encabezados por generales de cuatro estrellas que tienen el mandato de poner en práctica los planes de guerra de EE.UU. dentro de su área geográfica de responsabilidad. El Mando Europeo de EE.UU. (U.S. EUCOM) es responsable de operaciones militares en Europa, Rusia y Turquía. El Mando Central (US CENTCOM) coordina las operaciones militares en el Oriente Medio y Asia Central. La jurisdicción del Mando Pacífico de EE.UU. incluye Asia del Sur, el Sudeste de Asia, China, Japón, Corea y Australia.
El escenario de guerra contemporáneo: ¿hacia una Tercera Guerra Mundial?
En 2005, al inicio del despliegue y escalada militar dirigido contra Irán, U.S. STRATCOM fue identificado como “el mando combatiente para la integración y sincronización de todos los esfuerzos realizados el Departamento de Defensa para combatir las armas de destrucción masiva” (véase el capítulo 3, abajo).28 El papel central de U.S. STRATCOM es aplicable a Irán y el Oriente Medio amplio, así como a China, Rusia y Corea del Norte.
De forma simultánea con el despliegue de sus fuerzas en Oriente Medio, dirigido contra Siria e Irán, EE.UU.-OTAN han aumentado su arsenal y presencia en Polonia y la frontera occidental de Rusia (Kaliningrado). El despliegue de fuerzas de EE.UU. en Polonia empezó en julio de 2010 (a 40 millas de la frontera), con vistas a capacitar a las fuerzas polacas en el uso de misiles estadounidenses Patriot.28En agosto de 2014, el Pentágono anunció el despliegue de tropas estadounidenses y las fuerzas de la Guardia Nacional en Ucrania. Asimismo, EE.UU.-OTAN planean despliegues adicionales de fuerzas terrestres en Polonia, Letonia, Estonia, Lituania, Georgia y Azerbaiyán, en la frontera sur de Rusia.
Estos despliegues militares, que ya estaban previstos desde el borrador del texto de la Ley de Prevención contra la Agresión Rusa (RAPA) (S.2277 – Congreso 113 (2013-2014)) también forman parte de la estrategia “defensiva” de la OTAN en el caso de una “invasión rusa”.
El despliegue en la frontera sur de Rusia deberá ser coordinada por medio de un acuerdo entre tres países firmado en agosto de 2014 por Turquía, Georgia y Azerbaiyán:
Luego de la reunión trilateral de los ministros de defensa de Turquía, Georgia y Azerbaiyán, Tiflis anunció que los tres países están interesados en trabajar en un plan para fortalecer sus capacidades defensivas.
“Los representantes de los gobiernos de estos tres países han empezado a pensar en un plan para fortalecer sus capacidades defensivas”, dijo [el Ministro de Defensa de Georgia Irakli] Alasania, y añadió que conviene a los intereses de Europa y de la OTAN, “puesto que esta ruta de tránsito [Baku-Tiflis-Kars] es utilizada para transportar los cargamentos de la alianza a Afganistán”.
Alasania también hizo notar que estas acciones no van dirigidas en contra de nadie.29
Rusia y el “giro hacia Asia” de Obama
Desde una perspectiva militar el “giro hacia Asia” consiste en expandir los despliegues militares de EE.UU. en Asia-Pacífico, así como aprovechar la participación de los aliados de Washington en la región, como son Japón, Corea de Sur y Australia. La preparación militar para el giro hacia Asia supone una amenaza para China, Rusia y Corea del Norte.
Los primeros han firmado acuerdos bilaterales de cooperación militar con Washington. Como aliados de Estados Unidos forman parte de los planes de guerra del Pentágono que van dirigidos contra Rusia, China y Corea del Norte.
Además, Japón y Corea del Sur forman parte del gran proyecto militar estadounidense de estacionar sistemas de misiles y tropas de despliegue rápido a escala global, como se avizoró durante el gobierno de Reagan.30
En agosto de 2014, EE.UU. y Australia firmaron un acuerdo militar, luego del despliegue de tropas estadounidenses en Australia. Este acuerdo forma parte del giro hacia Asia de Obama.
La estrategia del Pentágono de cercar militarmente a China y Rusia requiere tanto la toma de decisiones militares centralizada (Pentágono, U.S. STRATCOM) como la coordinación con la OTAN y los varios mandos regionales de EE.UU.
La Federación Rusa es el país más grande del mundo, con fronteras marítimas en los océanos Pacífico y Ártico. Los planes de guerra de EE.UU. referentes a Rusia son coordinados desde la Sede del Mando Estratégico (U.S. STRATCOM) en Omaha, Nebraska, el cual a su vez se coordina con el Mando Europeo de EE.UU. (U.S. EUCOM), así como con los otros cinco mandos de combate geográficamente distribuidos por todo el planeta.
Aunque formalmente Rusia se encuentra dentro de la “jurisdicción” del Mando Europeo, en caso de guerra participarían los tres mandos de combate regionales (Europa, del Pacífico y del Norte). En la práctica, el Comando Norte de Estados Unidos (U.S. NORTHCOM) es una extensión del Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial (NORAD). A su vez, las diferentes estructuras se encuentran en coordinación permanente con la sede de la OTAN en Bruselas.
Los peligros de una Tercera Guerra Mundial
Si bien esta renovada confrontación este-oeste ha sido etiquetada de manera equivocada como una “nueva Guerra Fría”, no se cuenta con ninguna de las salvaguardas que existían durante la Guerra Fría.
La diplomacia internacional ha colapsado. Rusia ha sido excluida del Grupo de 8 Naciones (G-8), que ha vuelto a ser el G-7. No hay un diálogo este-oeste como sí lo hubo durante la Guerra Fría entre las superpotencias rivales y que tenía como objetivo evitar la confrontación bélica. A esto se suma que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se ha vuelto un portavoz de facto del Departamento de Estado de EE.UU.
No obstante, EE.UU.-OTAN no podrán ganar una guerra convencional contra Rusia, lo cual encierra el peligro de que una confrontación militar pudiera desembocar en una guerra nuclear.
Sin embargo, en la época después de la Guerra Fría, las armas nucleares ya no son consideradas un “arma de último recurso”, como sucedió con la doctrina de “Destrucción Mutua Asegurada”. Por el contrario, las armas nucleares son ahora proclamadas por el Pentágono como “inocuas para las poblaciones civiles circundantes, debido a que la explosión es subterránea”. En 2002, el Senado de EE.UU. dio luz verde al uso de armas nucleares en un escenario de guerra convencional. Las bombas nucleares son hoy día parte de la “caja de herramientas militares” utilizadas a la par de armas convencionales.
El mundo está al revés cuando se llama paz a la guerra. Es irónico que Washington defienda ahora las armas nucleares como “instrumentos de paz”.
El público desconoce en gran medida las graves implicaciones que tienen estos planes de guerra. Además, la tecnología militar del siglo veintiuno combina un despliegue de armas sofisticadas cuyo poder destructivo supera con mucho los holocaustos nucleares de Hiroshima y Nagasaki. No olvidemos que Estados Unidos es el único país del mundo que ha utilizado armas nucleares contra poblaciones civiles.
El peligro de que estalle una Tercera Guerra Mundial no es noticia de primera plana. Los grandes medios de comunicación han excluido un análisis a fondo y siguen obviando el debate sobre las implicaciones que acarrean estos planes de guerra.
Notas
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