Por más esfuerzos que se hagan para encontrar en los medios de comunicación datos duros que prefiguren una próxima crisis económica en México, la tarea resulta infructuosa. Los únicos datos presentes en ese sentido son opiniones, impresiones y especulaciones provenientes de personas y entidades de notoria filiación neoliberal.
Los datos duros, en cambio, brillan por su ausencia. La inflación está contenida y se mantiene estable el tipo de cambio. Y lo mismo puede afirmarse del desempleo que, alto o bajo, se encuentra en sus niveles históricos.
La recaudación fiscal es alta y creciente sin que haya habido necesidad de crear nuevos impuestos o de incrementar los existentes. Y desde el inicio del nuevo gobierno no ha habido nuevos aumentos en los precios de las gasolinas. Y, como le consta a cualquier ciudadano, incluso han bajado las tarifas eléctricas.
Esta relativa bonanza fiscal es fruto de una mejor administración de los recursos públicos y de los inmensos ahorros como resultado de la disminución del robo de los bienes propiedad de la nación.
¿Compras de pánico? ¿Escasez de productos de primera necesidad? ¿Desabasto en los mercados populares o en los grandes centros comerciales? ¿Acaparamiento de alimentos en previsión de futuras escaseces? ¿Colas?
¿Alguien ha notado síntomas de la temida fuga de capitales, rasgo esencial de pretéritas crisis económicas? ¿Escasez de crédito? ¡Al contrario!: ofertas de préstamos por doquier. ¿Caída en el mercado inmobiliario? Más bien a la inversa: un boom en la construcción de nuevas viviendas, oficinas y naves industriales.
La inversión extranjera no ha caído ni hay datos que prefiguren una futura contracción. Los organismos financieros internacionales mantienen sus programas y ofrecimientos de asistencia crediticia. Y bancos y grandes empresas nacionales y trasnacionales incluso alardean de sus multimillonarias utilidades en cada cierre de ejercicio.
¿Dónde están las señales de un mal manejo de la economía por cuenta del gobierno del presidente López Obrador? Por lo que se ve sólo en las mentes calenturientas de los voceros del antiobradorismo.
Es cierto que esos voceros son influyentes en la opinión pública. Y también es verdad que suman millones las personas que piensan como ellos. Pero las opiniones y especulaciones sin bases reales son fuegos fatuos, disparos sin pólvora. Esas posturas van en un sentido y la realidad económica va por otro.
Miguel Ángel Ferrer
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