“Rusia no debe ganar esta guerra” fue la afirmación inicial de los Estados Unidos, entonces podía sonar retórica, pero ahora se va desvelando que es la consigna que sustenta la entrega progresiva de armamento a quienes mandan en Ucrania.
Podemos mirar hacia otro lado, como si lo que acontece no fuera con nosotros, una vez aceptada la pérdida de poder adquisitivo por vía inflacionaria. Podemos hacer ver que las noticias que nos suministran los medios de comunicación dominantes nos las creemos, descontando un tantico de su veracidad, al modo que nos tienen acostumbrados ya, sin analizar y tomando el titular por el contenido, sobre todo si no viene a mostrarnos nada inesperado o indeseado, que no rompa con la Virtud Social Conveniente instituida. Efectivamente hay algo, lejano, a lo que unos llaman de una manera y a otros conviene llamar guerra, donde dicen morir algunos (nadie conocido por nosotros) y que no nos interesa gran cosa salvo cuando nos dicen que por su culpa pagamos más caras las vituallas y la energía que consumimos. La conciencia crítica social de las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, se ha desleído en el consumo y en las preocupaciones de cada cuál según su sexo, género, religión, vestimenta, tatuaje, etc. La segmentación del mercado se ha impuesto con la ayuda de la tecnología y la convicción de la hermosura propia.
La guerra en que ha metido Estados Unidos a los países enriquecidos, primero asociando a sus más cercanos anglosajones (primer círculo), luego a los países de la Unión Europea y OTAN, y a los temerosos de China en Asia, todos contra Rusia, primera estación para luego alcanzar a China, con esa política simiesca de erizar sus pelos (armamento, sanciones) para aparentar una fortaleza y agresividad mayor de lo que es en realidad y obligar a pagar los costes, sacando él tajada. Nada nuevo entre chimpancés. Dando a entender a esa población que mira a otra parte, que controla la situación y su evolución, la escalada guerrera, pero alimentándola, de manera que no nos daremos cuenta y tendremos ante nosotros masacres innombrables. Eso sí, toda la prensa dominante, vocera del poder estadounidense dirá que la culpa es de Rusia.
“Rusia no debe ganar esta guerra” fue la afirmación inicial de los Estados Unidos, entonces podía sonar retórica, pero ahora se va desvelando que es la consigna que sustenta la entrega progresiva de armamento a quienes mandan en Ucrania y mandan a morir a un pueblo con un nivel de renta per cápita de los más bajos en Europa, al que le vendrían mejor unos zapatos de cuero que unas botas militares; la construcción de algún hospital y escuela que no la entrega de tanques. “Hasta el último ucraniano”. Pobres desgraciados, a los que alistan para la destrucción y la muerte por un pedazo de tierra que no lo vale, como no lo vale el matar a sus propios conciudadanos del Donbás. Y ahora los que mandan quieren aviones, para mayor destrucción, y se los proporcionarán, pues de lo que se trata es de que “Rusia no debe ganar esta guerra”, cueste lo que cueste en vidas ucranianas (y rusas, pero a estas no se las menciona, no fuera a excitar sentimientos compasivos entre la población europea y a debilitar la mentira de distinguir entre los nuestros y los otros).
Esta lógica siniestra, diabólica, creada por los Estados Unidos y sus intereses de potencia imperial que quiere someter a todos, sea por la obediencia ciega del vasallo europeo, sea imponiendo la miseria si no cumplen las sanciones, que tiene a Rusia rodeada de misiles y hace ver a quienes prefieren no mirar de frente, que es Rusia la mala, merecedora del infierno, esa lógica nos conduce a un holocausto. ¿Acaso esto revitalizaría las conciencias? No, como se ha visto en un Japón capaz de acoger al verdugo que les bombardeó con bombas atómicas, destrozando a cientos de miles de japonenses. ¿Nadie se revelará ante el cinismo de Estados Unidos de ni siquiera pedir perdón? Japón ha perdido la dignidad, sus ciudadanos han quedado reducidos a la miseria moral.
Contra Rusia no lucha Ucrania sola, está toda la OTAN detrás, con su armamento, con sus satélites, con su personal no sólo adiestrando, sino también apuntando el arma y pidiendo al pobrecito ucraniano que aprete el gatillo, que corra por delante y se enfrente al tanque ruso, que muera con el orgullo maltrecho de estar disparando en una guerra fratricida, matando a su hermano, pariente, amigo, a sus hijos de aquella otra región, el Donbás, y todo por la decadencia del imperio estadounidense.
Un paso atrás económico en los países europeos y en su bienestar, que conlleva trabajar más, una capacidad de compra menor y una jubilación postergada; un retroceso moral enorme que se ha ido fraguando y que ahora es patente; el menoscabo de la libertad de expresión que tanto costó conseguir. En suma, una vida paupérrima sustentada en la decadencia.
Estados Unidos teme el poder ascendente de China (https://rebelion.org/el-punto-de-inflexion-del-relevo-entre-china-y-estados-unidos/). Estados Unidos es el verdadero peligro para nosotros, ciudadanos de una nación europea que no tenía ningún conflicto con Rusia y que nos beneficiábamos del intercambio económico (https://rebelion.org/el-peligro-proviene-de-estados-unidos-mas-que-de-rusia/). El descrédito de los Estados Unidos es evidente a los ojos de quienes vemos la malignidad de su política queriendo imponer sus intereses (https://rebelion.org/estados-unidos-desacreditado-por-la-guerra-de-ucrania-y-las-sanciones-a-rusia/).
Una sociedad que no sabe elegir entre malo y peor, que no sabe deducir el tanto de culpa de cada quien, que no es capaz de exigir a sus gobernantes que persigan el acuerdo en lugar del conflicto, es una sociedad condenada a su propia desgracia.
Fernando G. Jaén Coll
Fernando G. Jaén Coll: Doctor en Ciencia Económica. Profesor Titular de Universidad.