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Demolición de la prensa gazatí
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Global Research, mayo 25, 2021

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La semana pasada, el ejército israelí destruyó tres edificios que servían de sede a casi una veintena de medios de comunicación operando en la Franja de Gaza. Las oficinas de la cadena catarí Al-Jazeera y más de una docena de televisoras y diarios palestinos y árabes fueron reducidos a escombros; ni siquiera la prestigiosa Associated Press se salvó de los misiles.

El objetivo detrás de este descarado crimen de guerra es, naturalmente, que no se reporte nada; que el sufrimiento palestino no se sienta más allá de la alambrada.

Como era por entero previsible, el periodismo “mainstream” casi no ha informado al respecto, y solo un par de medios de alcance global han hecho eco de este vil ataque contra su oficio y colegas. Mientras los editoriales indignados brillan por su ausencia, la sesgada cobertura informativa insiste en mostrar la destrucción de Gaza y la masacre de inocentes por parte del ejército israelí como un “choque” entre fuerzas equiparables.

Luego de esta serie de ataques quirúrgicos y perfectamente calculados, la prensa in situ será incapaz de registrar la violencia que se viene cebando sobre cientos de víctimas mortales y más de mil heridos; como siempre, la inmensa mayoría es gazatí y palestina.

Apartheid blindado

A pesar de haberse reunido de emergencia hasta en tres ocasiones durante la última semana y media, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no ha logrado emitir un comunicado condenando lo ocurrido y exigiendo un cese de la violencia. En cada intento, la delegación yanqui usó su poder de veto para bloquear la iniciativa, ganándose la condena –escasamente difundida– del resto de los miembros del Consejo.

Aunque el constante blindaje norteamericano de Israel ante la ONU es ampliamente conocido y de larga data, la prensa corporativa sigue redactando titulares deshonestos sobre el rol que la superpotencia viene jugando en este conflicto. Según la gran prensa, el gobierno de Estados Unidos estaría inmensamente preocupado por ambas partes, siempre gestionando un urgente alto al fuego y llamando al diálogo.

Los recientes ataques sobre Gaza muestran muy claramente que lo contrario es realidad. Su repetido veto ante el Consejo de Seguridad ha sido fundamental en la actual escalada de violencia. Veamos: la primera resolución bloqueada fue redactada el 10 de mayo –apenas empezaron los “choques” en Jerusalén– y tenía entre sus objetivos conminar a Israel a detener los desalojos de familias palestinas en la localidad de Sheikh Jarrah, así como a “respetar el statu quo tradicional en los lugares santos”.

Naturalmente, tal resolución por parte del ONU hubiera creado las condiciones diplomáticas ideales para prevenir la escalada israelí de los días siguientes, pues la actual ronda de agresiones fue iniciada por la policía israelí con el acoso y expulsión de los palestinos que conmemoraban el Ramadán en Al-Aqsa, la milenaria mezquita situada en Jerusalén y uno de los lugares sagrados del islam. Al incidente en la ciudad santa hay que sumar el constante desalojo de palestinos de los territorios ocupados en Cisjordania, por parte de colonos israelíes provistos de resoluciones judiciales que el derecho internacional tacha de inválidos.

Derecho a defenderse

Como señaló hace unos días el diario Jerusalem Post (12/05), el régimen israelí no piensa detener la masacre hasta que “Hamas haya pagado el precio”. En otras palabras, bombardeará cuanto se le antoje y solo parará cuando la presión doméstica e internacional se vuelva intolerable o no quede ya nada por destruir.

La facilidad con la que el gobierno ultraconservador de Benjamín Netanyahu se sale con la suya es una vergüenza para el mundo civilizado. Ya mencionamos que detrás de su impunidad se encuentra Estados Unidos –que cada año dona entre 3 y 4 mil millones de dólares para la “defensa” de Israel–, pero también están sus aliados europeos. Con la violencia ya bastante recrudecida, una indolente o desinformada Angela Merkel se unió al coro occidental el pasado domingo 16, reconociéndole a Israel su “derecho a defenderse”.

Joe Biden y su gabinete ya habían dado el ejemplo al repetir sin cesar el eslogan israelí para esta temporada –eso del “derecho a defenderse”–, presentando a los palestinos como la parte ofensiva y a Hamas como capaz de infligir grandes daños sobre Israel. Como observó el ministro palestino Riyad Al-Malki, el “derecho a defenderse”, esbozado por los oficiales norteamericanos y sus pares europeos, suele ser tomado por el gobierno israelí como una invitación al bombardeo indiscriminado de civiles (Haaretz, 16/05/21).

En realidad, y como señaló recientemente Human Rights Watch, el régimen israelí es responsable de administrar un apartheid, un sistema de segregación racial basado en la violencia de Estado. La justificada resistencia palestina al régimen que desde hace más de una década dirige Benjamín Netanyahu, además, es llevada a cabo en total desventaja.

Detalle de la destrucción

Una de las pocas entidades que informó al detalle sobre la demolición de la prensa gazatí –así como de la prensa extranjera localizada en la Franja de Gaza–, fue el Comité para la Protección del Periodista (CPJ, por sus siglas en inglés).

Como explicó esta institución, el ejército israelí bombardeó los edificios de oficinas y residencias al-Yawarah y al-Shorouk, los días 11 y 12 de mayo pasados, luego de advertir a los residentes que abandonaran el inmueble. El primer bombardeado albergaba las instalaciones de Al-Araby TV, medio de origen catarí basado en Londres; también las del diario Felestin; Al Etejah TV, de origen iraquí y asociado a Hezbolá; los canales de televisión Al-Kofiya TV y Al-Mamlaka; la agencia de noticias pro-Hamas Sabq24 News Agency; el sitio web Al-Bawaba 24; la productora Watania News Agency y el Foro de Periodistas Palestinos. Este último informó al CPJ que, además, otras dos televisoras, de origen iraquí y sirio, así como una agencia fotográfica, también operaban en el edificio Al-Yawarah.

El segundo edificio bombardeado, Al-Shorouk, servía de centro de operaciones a la productora PMP, a Taiff Media, al diario afiliado a la Autoridad Palestina, Al-Hayat al-Jadida, así como a dos televisoras asociadas o simpatizantes de Hamas: Al-Quds Today y Al-Aqsa.

La destrucción de las oficinas de la Associated Press y Al-Jazeera ocurrió tres días después, el pasado 15, cuando Israel demolió la torre Al-Jalaa, también hogar de 60 familias palestinas.

En todos los casos, el régimen Netanyahu ofreció la misma justificación: la Inteligencia de Hamas tenía intereses militares en los inmuebles destruidos. Y dado que el poder no necesita mostrar evidencias, ninguna fue presentada.

“He trabajado en esta oficina por más de 10 años y jamás vi nada sospechoso”, comentó un reportero de Al-Jazeera, mientras que los representantes de AP afirmaron no tener ningún indicio de que Hamas operara en el edificio. Según varios periodistas, la azotea de la torre Al-Jalaa, sede de ambos medios, ofrecía un panorama inmejorable de Gaza.

No contento con la eliminación del periodismo en la Franja de Gaza, el ejército israelí también manipuló a los medios internacionales para engañar a Hamas. En la mañana del 14 de mayo, los israelíes informaron a la prensa de su inminente invasión de Gaza por tierra, “un escenario temido”, señaló AP, “(pues) marcaría una sangrienta escalada…”.

Solo unas horas después del aviso, los israelíes aclararon que “no había tropas dentro de Gaza”. Para entonces, sin embargo, muchos medios grandes ya habían informado sobre el ficticio ataque. La treta tenía como objetivo engañar a Hamas para que sus combatientes se dirigieran a sus posiciones defensivas subterráneas, que luego fueron bombardeadas por varias naves de combate.

“No fue mentira”, aclaró Or Heller, periodista del Canal 13 israelí, “fue manipulación. Fue inteligente y tuvo éxito… lo que vimos fue una operación muy sofisticada, con un aspecto mediático”.

Apoyo total a Palestina

Los únicos rezagados en el apoyo irrestricto de la libertad y los derechos de los palestinos es la prensa corporativa y sus representantes, quienes adolecen de una incapacidad crónica para medir a todos los actores con la misma vara.

Alan MacLeod, de Fair.org –guardián y fiscalizador del periodismo norteamericano–, reunió en su cuenta de Twitter una serie de titulares sesgados referentes a la presente masacre de palestinos. En una inversión total de la realidad, por ejemplo, el New York Post informó el 11 de mayo sobre “ataques aéreos” de Hamas –que no tiene fuerza aérea ni nada que se le parezca– que supuestamente habrían matado a 20, incluyendo 9 niños. Las muertes eran reales, pero habían sido producidas por un ataque israelí.

Informando sobre el mismo incidente, la DW alemana informó que esos 20 muertos, incluyendo a los 9 menores, habían muerto “luchando contra Israel”. En otro empleo igualmente ruin del lenguaje, el Washington Post representó los ataques y la represión contra palestinos en la mezquita de Al-Aqsa como “choques”. En el incidente resultaron heridos más de 300 palestinos que habían ido a la mezquita a orar.

“La palabra ‘choque’ es una de las favoritas del periodismo deshonesto”, comenta MacLeod, “le permite ocultar quién es realmente responsable. Todos los grandes medios están usando este truco”.

Pero tomémonos la molestia de buscar reportajes fuera del “mainstream”. Ahí veremos que, en decenas de ciudades de todo el mundo –desde Bruselas hasta Ciudad del Cabo–, cientos de miles de ciudadanos marcharon con banderas palestinas, condenando la violencia israelí y recordando el aniversario de la Nakba, la tragedia palestina que comenzó en 1948 y no tiene cuándo acabar.

Daniel Espinosa Winder

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