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El balance energético estadounidense
By
Global Research, noviembre 15, 2020
La Jornada
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Realmente impresiona, para decir lo menos, el balance de energía de nuestros vecinos. Casi la tercera parte de su consumo final de energía se destina al transporte. Y lo complejo de esta situación es que ese volumen de energía depende, sustancialmente, del petróleo.

Sí, efectivamente, más de 90 por ciento de la energía consumida en el transporte proviene del petróleo. Por eso, nuestros complicados y divididos vecinos tienen capacidad de refinar casi 20 millones de barriles diarios de gasolina, capacidad que en los momentos del llamado pico de consumo resulta insuficiente.

De ahí que las políticas de almacenamiento de combustibles líquidos formen parte sustancial de su estrategia energética. También forman parte los lineamientos de sustitución de gasolinas en el transporte. No sólo por el alto dispendio que representa la baja eficiencia de los motores a combustión interna, sino también por las altas emisiones que representa, precisamente, el consumo de petrolíferos.

De ahí que se ha impulsado la utilización de combustibles alternos, incluido el gas natural comprimido, pero la verdadera sustitución de combustibles en el transporte exige una radical transformación.

¿Hacia dónde? Evidentemente hacia la electrificación de los procesos de movimiento de personas, mercancías y bienes.

¿Qué hacer frente a esa incapacidad –o desinterés– que han mostrado nuestros vecinos para modificar radicalmente el balance de energía en su sector transporte?

La única salida en el futuro inmediato es, sin duda, alentar la electrificación. Ganar en eficiencia por los motores eléctricos y en abatimiento de emisiones de gases de efecto invernadero por la sustitución de combustibles en la generación de electricidad.

Se ganaría poco, realmente muy poco, contar con un transporte electrificado si el fluido eléctrico que lo alimenta proviene de la combustión de combustibles fósiles altamente contaminantes.

Y ahí las interrogantes son difíciles y complejas, pues la pregunta sobre la estructura final de consumo de energía nos remite de manera inmediata a la estructura de las fuentes primarias de energía. Si en verdad se pretende, como muchos especialistas estadounidenses lo han señalado, que nuestros vecinos se electrifiquen crecientemente, deben resolver de manera eficiente la incorporación de energías limpias y renovables, su intermitencia, su respaldo, su costo… su todo.

Algunos de estos especialistas indican que el vecino país no debiera tener menos de 40 por ciento de electricidad para satisfacer sus requerimientos de energía final en los sectores residencial, comercial, industrial y, sobre todo, transporte. La enorme división que se ha manifestado en las recientes elecciones en dicho país también tiene que ver –sin duda– con esta problemática tan compleja y delicada, pero tan importante. De veras.

José Antonio Rojas Nieto

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