La ministra fue más lejos al decir que “no podemos subestimar el mal”. “A diferencia de nosotros, ellos juegan sucio. A diferencia de nosotros, que nos motiva la fraternidad, la paz, la prosperidad y familias seguras, ellos tienen otras motivaciones. Una de ellas es llenarse el bolso con dinero”.En el mismo encuentro, el ministro de Educación, Abraham Weintraub, comparó a los expresidentes Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva con el sida y la tuberculosis, y a la filósofa Marilena Chauí con los ideólogos nazis.
También fue demasiado lejos cuando definió quiénes son los enemigos del Gobierno, apuntando contra un sector del empresariado: “Enfrentamos una alianza de familias oligarcas con tiranos demagogos. Pocas familias que controlan sectores enteros de la economía están umbilicalmente unidas con movimientos totalitarios de izquierda”.
El canciller Ernesto Araújo se pronunció en términos similares, mostrando una completa intolerancia hacia sus adversarios electorales. Según la revista Piauí, del grupo editorial Folha de Sao Paulo, estos discursos se emparentan con las afirmaciones de Bolsonaro antes de las elecciones, en las que llamó a una “limpieza” y amenazó con desterrar a sus oponentes, a los que llamó “marginales rojos”.
El diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, elevó la temperatura al acusar a la izquierda de agredir a los miembros de su partido, colocándose en el papel de víctima, y culpar a la prensa de los ataques al Gobierno, mientras periodistas de GloboNews y Folha fueron impedidos de formular preguntas e insultados en una rueda de prensa.
Protestas masivas contra las políticas del gobierno
Eso sucede en medio de una agria disputa en el seno del PSL, con ataques cruzados entre sus dirigentes. En gran medida, es responsabilidad del propio presidente, que “sabe cómo fabricar crisis, pero sabe cómo deshacerlas”, según el analista Josias de Souza, estimando que la ardua disputa en el partido de Gobierno puede ser el Waterloo del presidente.
Los discursos ultras e intransigentes son responsables del creciente aislamiento internacional del país. Primero fueron las críticas en todo el mundo por la quema de la selva amazónica, ante la pasividad y permisividad del presidente. Luego llegó una fuerte crítica de Human Rights Watch (HRW), asegurando que Bolsonaro está “atacando frontalmente” los derechos humanos por las políticas de seguridad y ambientales de su Gobierno.
En septiembre pasado la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, alertó sobre “una reducción del espacio democrático” en Brasil. La agria disputa con las ONG hizo peligrar la permanencia de la nación latinoamericana en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Pero el lado que más puede afectar la estabilidad del Gobierno de Bolsonaro es la economía. Como resultado de su política ambiental, Francia se ha negado a suscribir el acuerdo firmado entre la Unión Europea y el Mercosur, que prevé inversiones y abre mercados a productos de la región.
“No podemos firmar un acuerdo comercial con un país que no cumple el tratado climático de París ni respeta los bosques de la Amazonía, Francia no puede firmar un tratado con Mercosur en esas condiciones”, dijo la ministra de Medio Ambiente gala, Élisabeth Borne.
Por otro lado, se avecina una crisis con los productores de soja. Importantes agricultores piensan que Bolsonaro está pasado de rosca. Blairo Maggi, uno de los mayores productores y exportadores de soja, declaró: “Cuando exporto soja o maíz, los importadores quieren saber el origen de la certificación de mi producto. Si plantamos en áreas deforestadas, no lo compran”.
El problema es que el presidente agrava la situación con declaraciones agresivas, al estilo de Donald Trump. “Tengo un mensaje para la querida Angela Merkel: tome su dinero y reforeste Alemania. Lo necesitan mucho más allí que aquí”, dijo en respuesta a la negativa alemana a seguir apoyando el Fondo Amazonia, mecanismo de cooperación internacional para reducir la deforestación.
Lo más reciente es que la mala imagen del país está afectando el comercio y el turismo. La empresa de moda H&M informó en septiembre que deja de comprar cuero brasileño, y el grupo francés Terre Voyages, que desde hace 25 años organiza paquetes de turismo a Brasil, difundió la noticia de que para la temporada de 2020 solo consiguió colocar la ruta de navegación por el río Tapajós entre sus clientes.
“Las ventas que en años normales, como 2018, llegaron a comercializar paquetes turísticos por medio millón de euros, están cercanas a cero”, señala esa empresa, algo que puede extenderse a todo el sector turístico. Una situación similar está sucediendo, según el informe de Piauí, entre las universidades europeas, que están perdiendo interés en intercambios académicos con sus pares brasileñas.