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El caso Khashoggi
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Global Research, octubre 13, 2018

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La captura, desaparición y, hasta el momento, conforme a informes altamente serios y veraces, muerte del periodista Jamal Khashoggi, están contextualizadas en la nueva orientación geopolítica del reino saudí, bajo la dirección hegemónica política de Mohammed bin Salman que está directamente fusionado con los halcones sionistas y con personajes que quieren introducirse en el sistema del poder de Washington para ascender hasta transformarse en núcleo, como es el caso de Jared Kushner.

En vista de ello, desde hace tiempo que se produce en Arabia Saudita el conflicto entre grupos de poder y una purga organizada y metódica de individuos, asociaciones y estructuras disidentes y competidoras  del príncipe heredero. La depuración, la eliminación de sus rivales y la apropiación holística del poder por parte de Mohammed bin Salman se expresan mediante el hostigamiento persistente, la restricción de la libertad, la confiscación económica, el menoscabo de la influencia política y, lisa y llanamente, la supresión mortal de sus antagonistas, algunos de los cuales son unidades del Estado Profundo, entidad adversaria de Trump.

Khashoggi, antigua pieza del dispositivo de la inteligencia de Arabia Saudita, ineludiblemente era un objetivo para la planeación de la élite dominante en Riad por ser un crítico -pero nunca fue el más duro- del príncipe heredero y de su padre, el Rey Salman bin Abdulaziz Al Saud, y que, además, al momento de su desaparición, ostentaba nexos y vinculaciones con personas de prestigio y corporaciones mediáticas de magnitudes regionales y mundiales, factores que están pidiendo la sustitución de Mohammed bin Salman por otro candidato.

De confirmarse finalmente que Khashoggi fue apresado, torturado y asesinado por órganos oficiales saudíes,  todo de manera arbitraria e ilegal, significará una operación de flagrante violación al código penal turco, pudiendo damnificar el futuro de las relaciones turco-sauditas, dejando al gobierno de Ankara en condiciones de disponer de una batería  de medidas para hacer respetar su país frente a la actitud de Arabia Saudita o, sin llegar a un grado de endurecimiento hostil,  percibir de la Casa de Al Saud y su Monarquía ventajas económicas y políticas. Inclusive, se arruinará la construcción de la imagen de una Arabia Saudita moderada que Mohammed bin Salman labra forzosamente para Occidente, situando a Donald Trump en una encrucijada en la que el presidente norteamericano deberá optar entre acompañar el intento infructuoso de ciertos estamentos de su Administración -y de los sionistas- de limpiar la figura de su socio saudí o librarse de ser deteriorado por la actuación de los saudíes en el caso Khashoggi.

Por otra parte, el mando iraní subrayará que no estuvo equivocado al denunciar la condición verdadera del bando prevalente en la pirámide del poder saudí y las autoridades qataríes querrán explotar lo máximo posible la culpabilidad de su ex socio saudí.

Si el caso Khashoggi muta en un terremoto y su tratamiento llega a los foros de discusión de temas mundiales, también supondrá una pequeña,  pero no menos importante, complicación  para Rusia y China ya que los gobiernos de ambos países tendrán que unirse a la reprobación internacional por el crimen con el factible socavamiento fragmentario de sus conexiones con Riad. Lo inesperado puede generar cambios bruscos pero el círculo de Mohammed bin Salman, con el patrocinio del gobierno de Israel, garantiza dar pelea hasta el final.

Diego Pappalardo

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