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El eterno llanto de Argentina
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Global Research, septiembre 21, 2019
alainet.org 19 September, 2019
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Decía Einstein que la mejor definición de locura es repetir el mismo procedimiento y creer que el resultado será distinto. Esa observación es aplicable a las políticas económicas que se repiten en Argentina.

Desde los albores del siglo XIX los banqueros británicos que ya entonces dictaban la política británica y que patrocinaron a David Ricardo- abuelo del neoliberalismo- han querido apropiarse de Argentina. Cuando en 1812 el Virrey Cisneros denunció la violación por los ingleses de los términos en que había permitido el trueque de productos ingleses por productos argentinos; un comercio que excluía metales preciosos que se transaba con los barcos ingleses anclados frente a Buenos Aires.

Al percatarse Cisneros de que los ingleses estaban exigiendo el pago en plata interrumpió ese comercio. Luego, ante la insistencia de los comerciantes porteños, permitió su continuación por un plazo de 30 días. Ese plazo fue aprovechado por los ingleses para mandar a bordo de la fragata George Canning a José de San Martin y Carlos de Alvear quienes, junto con otros próceres, de la independencia argentina desembarcaron el 12 de enero de 1812. Estos próceres, en pocos días orquestaron el derrocamiento del Virrey Cisneros y la reapertura irrestricta del comercio con los ingleses.

El instrumento institucional utilizado para ese golpe de Estado fue el Ayuntamiento de Buenos Aires, igual que sucedió con el Capitán General Emparam en Caracas. Esa manipulación de un cuerpo legislativo para derrocar a un jefe de gobierno que incomoda a los intereses de la oligarquía anglosajona, se repite en tiempos más recientes, tal como sucedió con Zelaya en Honduras, con Lugo en Paraguay y con Dilma en Brasil. No hay nada nuevo bajo el sol imperial anglosajón.

Argentina es un país al que le tengo un grande y particular afecto; por su folklore, su paisaje, sus costumbres y su extensa cultura. Es una patria que conozco bien porque viví allí 6 años. Cuando llegué allí, en 1976, poco después del derrocamiento de Isabelita, el peso Ley (como llamaban al peso argentino de aquel momento) estaba a 250$ x US$. Después de 4 años de políticas neoliberales adoptadas por Martínez de Hoz, para 1980, el billete verde (US$) norteamericano ya equivalía a 83 mil pesos argentinos.

El endeudamiento exterior era sideral y la inflación galopante. Ese desastre económico, fue determinante para que el gobierno militar que había arruinado al país, obedeciendo al FMI, intentara mejorar su popularidad con una aventura patriotera improvisada: la invasión de las Malvinas. Después de la derrota militar se regresó a un gobierno civil. Raúl Alfonsín encontró a un país en quiebra y como las presiones financieras no dejaban ningún espacio para maniobras políticas, Alfonsín prefirió entregar la presidencia antes de terminar su periodo.

Lo sucedió Menem, el hombre de las relaciones carnales (subalternas) con Washington, cuyo Ministro Cavallo repitió las recetas de Política Económica que el FMI ya le dictara a Martínez de Hoz, con idéntico desastroso resultado. A Menem le sucedió De la Rúa quien asumió en medio de un desastre financiero tan grave que debió escapar en helicóptero del furor popular. La presidencia quedó vacante y solo el peronista Duhalde tuvo el coraje de tomar el timón de una Argentina que estaba, literalmente, a la deriva. Duhalde tuvo el acierto de entregar el manejo del grave problema financiero a Roberto Lavagna, uno de los pocos Hombres de Estado que tiene la Argentina.

Lavagna comprende que la economía argentina y su aparato productor están íntegros y sanos. Que el problema en realidad es el excesivo endeudamiento externo que la cartilla del FMI y del Consenso de Washington recomiendan siempre para solucionar problemas simples de balanza de pagos.

Lavagna, que cuando Néstor Kirchner ganó las elecciones continuó como su Ministro de Economía, recordó un principio financiero bien conocido: cuando la deuda es muy grande quien está en un grave problema no es el deudor sino el acreedor. Partiendo de ese concepto elemental, Lavagna renegoció muy ventajosamente la deuda externa de Argentina. Murió Néstor Kirchner, pero después de haber pagado la mayor parte de la deuda externa argentina y de haber sacado al FMI de los asuntos financieros de Argentina. Una vez cumplida su misión, Lavagna fue relevado como Ministro de Economía. Cristina Kirchner, la viuda de Néstor, se entregó a una política económica indescifrable que influyó en que el triunfo electoral fuera de Mauricio Macri, cuya única agenda en política económica consistió en repetir las recetas del FMI que inspiraron los fracasos de Martínez de Hoz y de Cavallo. Un mismo procedimiento con idénticos resultados; tal como a Einstein le hubiese parecido previsible.

Argentina es el único país latinoamericano que ha sido social y culturalmente un país desarrollado. Un país muy similar en clima y paisajes a Europa. Desde hace ya varios lustros los sucesivos desastres financieros facilitan su captura a buen precio por bancos y oligarcas extranjeros. Desde 1806, los intentos de la oligarquía anglosajona por avasallarla se repiten. ¿Es que esa eterna secuencia de crisis previsibles que permiten a extranjeros adquirir control de la Argentina a bajo precio son acaso un empecinamiento casual o el producto de una larga y añeja conspiración?

Umberto Mazzei

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