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Empujando hacia el pleno empleo: ¿Una bonificación de Trump?
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Global Research, diciembre 20, 2016
Truthout 12 December, 2016
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Los economistas no son muy buenos en Economía. Permanentemente se nos recuerda este hecho cuando vemos a la economía actuar de forma que coge a la mayor parte de la profesión por completa sorpresa.

El ejemplo más obvio es el de la burbuja inmobiliaria, cuyo colapso nos trajo la crisis financiera y la Gran Recesión. Casi ningún economista vio la burbuja o los potenciales peligros planteados por su estallido. Pero esto es solo el principio de lo que los economistas se equivocaron en los últimos años.

No solo la burbuja y su colapso les cogieron por sorpresa, la recuperación acabó siendo mucho más débil de lo que casi todos predijeron. En parte, esto se debió a las políticas de austeridad reclamadas por el Congreso, pero incluso teniendo en cuenta estas políticas, no vimos el crecimiento rápido previsto por la Oficina Presupuestaria Congresual (CBO) y otros analistas. En 2010, la CBO proyectó un crecimiento medio del PIB del 4,4 por ciento para los años que van entre 2012 y 2014. El número real fue menor que la mitad de esta cantidad.

La burbuja inmobiliaria no fue la primera burbuja que la CBO y otros analistas fallaron en ver. El colapso de la burbuja bursátil, que nos trajo la recesión de 2001, también cogió a casi todos los analistas económicos por sorpresa. En resumen, la habilidad de los economistas para predecir la futura situación de la economía, o entender su estado actual, es realmente pobre.

Esta historia es relevante a la hora de evaluar los planes de Donald Trump sobre infraestructuras y bajadas de impuestos porque mucho de lo que los economistas afirman acerca de estos planes es probable que esté equivocado. Solo para ser claros, de todo lo que hemos escuchado hasta la fecha, tanto los planes de infraestructuras como los planes fiscales parecen ante todo diseñados para hacer más ricos a los ricos amigos de Trump.

Un plan de infraestructuras centrado en una desgravación fiscal del 82 por ciento suena a una manera elegante de decir “robar a los contribuyentes.” El plan de bajadas de impuestos, que entregará la abrumadora mayoría de los beneficios a las personas más ricas del país, convertirá la desigualdad en mucho peor. Éstas no son políticas bien diseñadas si el propósito de ellas es promover el crecimiento económico y ayudar a aquellos con quienes no se ha compartido el crecimiento económico de las últimas cuatro décadas.

Pero un argumento que es probable que escuchemos contra estos planes no es verdad: que no podemos pagarlos. Si bien el tamaño de las bajadas de impuestos y el gasto adicional pueden situar realmente a la economía más allá de su nivel de pleno empleo de salida, no necesitamos preocuparnos de que empuje al Gobierno al borde de la bancarrota.

El resultado del déficit excesivo sería algo de inflación más alta, que presumiblemente estimularía a la Reserva Federal a subir los tipos de interés. Una inflación y unos tipos de interés más altos son indeseables, pero son un riesgo que merece la pena correr.

A pesar del hecho de que la tasa de desempleo es de un 4,6 por ciento, una tasa relativamente baja, la tasa de ocupación de los trabajadores de entre 25 y 54 años de edad está aún dos puntos porcentuales más baja que en su pico más alto pre-recesión. Es más baja por casi cuatro puntos porcentuales que en su punto álgido en 2000.

Esto se corresponde a más de 2,5 millones de personas menos trabajando hoy que si tuviésemos la misma tasa de actividad que teníamos en el punto álgido de 2007 y casi 5 millones menos que si la comparamos con el punto más alto de 2000. Estos trabajadores adicionales serían negros y latinos desproporcionadamente, así como personas con menor nivel de estudios. Además, el endurecimiento del mercado laboral incrementaría enormemente el poder negociador de estos grupos relativamente desventajados, permitiendo a grandes segmentos de la fuerza de trabajo ver auténticas subidas salariales.

La mayoría de los economistas han aceptado, por alguna razón, que la caída de la tasa de actividad que hemos visto desde 2007, y especialmente desde 2000, es irreversible. Incluso aunque casi ninguno había esperado que la tasa de ocupación en la población de entre 25 y 54 años cayese en aquél momento (ninguna de las previsiones oficiales predijo estas caídas), los economistas están sobre todo felices de ratificar estas caídas tras ser un hecho y afirmar que no puede hacerse nada. Esto significa, por ejemplo, que el Consejo de Gobierno de la Reserva Federal incrementaría las tasas de interés, como hará esta semana, para ralentizar la economía y evitar que la tasa de ocupación mencionada crezca más.

Ya que los argumentos económicos están determinados ante todo por la autoridad más que por la prueba, sería virtualmente imposible ganar un argumento sobre que debería permitirse a la economía crecer lo más rápidamente posible para hacer a la tasa de ocupación crecer más rápido contra la corriente principal de la profesión.

Sin embargo, si el impulso a la demanda de un programa de infraestructuras permite un crecimiento más alto de la tasa de ocupación, entonces tendremos hechos sobre la tabla que serán innegables. Si la tasa de ocupación de las personas entre 25 y 54 años crece realmente de uno a dos puntos porcentuales, o incluso más, de tres a cuatro puntos, entonces será imposible negar que de hecho, podríamos regresar a los niveles de pre-recesión de 2000. Esto podría marcar un nuevo punto de referencia para una política para una década o más allá.

Vimos exactamente este proceso en funcionamiento en los años 90. En aquél momento, casi todos los economistas serios insistían en que no podríamos alcanzar una tasa de desempleo menor al seis por ciento sin activar una espiral inflacionista. Afortunadamente, el entonces presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, no era un economista convencional. No aceptó este argumento.

Más allá de incrementar las tasas de interés y ahogar la recuperación, permitió que la tasa de desempleo cayese al 4 por ciento de promedio anual en 2000. Esto dio a millones de trabajadores empleos e incrementos salariales a decenas de millones. Además descendió permanentemente los objetivos de desempleo utilizados para establecer la política fiscal y monetaria.

Trump puede lograr el mismo truco con sus políticas. Los republicanos están aterrorizados por el déficit cuando un demócrata está en la Casa Blanca, pero se encuentran a gusto con él cuando tienen a un republicano como presidente. Aunque debemos combatir muchas políticas horribles de la agenda de Trump, en realidad puede haber una enorme bonificación si tiene éxito en empujar la economía hacia el pleno empleo. Esto puede beneficiar a los trabajadores, y especialmente a los trabajadores menos aventajados, por muchos años.

Dean Baker

Dean Baker: Economista estadounidense, cofundador y codirector del Center for Economic and Policy Research.

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