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Entre la propaganda y las falacias del progresismo ecuatoriano
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Global Research, mayo 08, 2017

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El economista, político, profesor universitario, investigador y activista ecuatoriano en favor de los movimientos indígena, sindical y popular Alberto Acosta, comenta en la siguiente entrevista la victoria del oficialista Lenín Moreno sobre el banquero Guillermo Lasso. Moreno promete seguir con las políticas de su antecesor, el saliente presidente Rafael Correa.

Acosta, fundador y redactor del plan de gobierno que vino a ser conocido como Revolución Ciudadana en Ecuador, además de candidato a la Presidencia de su país en 2013 con un proyecto que, según él, retomaría la originalidad de dicha revolución, detalla lo que dice ser una falacia hoy en Ecuador: el supuesto progresismo del gobierno de Correa.  Para el entrevistado, la Revolución Ciudadana se quedó el en papel nomás pues, dice Acosta, hace mucho no está de acuerdo con la Constitución de Montecristi de 2007.

A continuación, el Centro de Investigación sobre la Globalización (Global Research) tiene el agrado de compartir con sus lectores la entrevista completa que Edu Montesanti realizó al renombrado intelectual latino-americano Alberto Acosta. 

Edu Montesanti (EM): ¿Cómo usted analiza el desempeño de los grandes medios ecuatorianos en las elecciones presidenciales de este año en Ecuador?

Alberto Acosta (AAc): Todos los medios de comunicación –privados y gubernamentales- se embarcaron en un proceso electoral en el que muy poco se discutió las cuestiones de fondo. Prácticamente existió un distanciamiento entre lo que se comunicaba y los verdaderos problemas de la población, sobre todo en términos económicos. Entre otras razones ese distanciamiento de la realidad explica la enorme apatía que reinó en la campaña electoral, particularmente en la primera vuelta.

EM: El gobierno Correa suele decir que gran parte de los medios están en manos privadas, y fuertemente opositoras al actual gobierno ecuatoriano – la minoría es estatal, y con gran participación ciudadana, ¿Esto es cierto?

AAc: Eso es falso. Así bien todavía existen importantes medios privados en el país, en términos de conglomerados mediáticos, quien gana la partida en la actualidad es el Gobierno. Nunca antes en la historia del Ecuador ha existido un grupo oligopólico en este ámbito tan fuerte y con tanta cobertura, aunque mayormente con un mediocre nivel periodístico. Además, en este país el término “medios públicos” es una falacia: no hay medios de comunicación públicos, es decir controlados por la sociedad. Tales son medios gubernamentales, controlados en realidad por el partido oficialista. Llegamos al extremo de que hasta los noticieros transmitidos en esos medios se empeñaron más en hacer campaña favor del candidato oficialista y en contra del candidato opositor, que en informar sobre los acontecimientos del país.

Aquí podríamos mencionar, por ejemplo, la escasa o ninguna información difundida en esos medios sobre la oleada de denuncias de corrupción que ahogan al correismo, incluyendo los casos de Odebrecht y Petrobras. Recordemos que el presidente Correa expulsó a Odebrecht en el año 2008, por ser una empresa “corrupta y corruptora”, pero, un par de años después, luego de una reunión con el presidente Lula la recibió nuevamente entregándole multimillonarios contratos sin licitación; simultáneamente los dos mandatarios también acordaron en dicha reunión la salida protegida de Petrobras, una empresa involucrada en varios manejos dolosos en el Ecuador y que representan varias centenas o quizás miles de millones de dólares de perdida para este pequeño país andino. Y, por último, en Ecuador hasta la fecha no se conocen los nombres de los funcionarios del actual y de otros gobiernos que recibieron coimas de Odebrecht, algo que ya se transparentó en casi todos los países.

Rafael Correa, presidente de Ecuador desde 2007

¿Cómo llegamos a este punto? Pues el Estado asumió y adquirió, de diversas maneras, una serie de medios de comunicación que le han resultado útiles al correísmo para transmitir a la población la imagen de un Ecuador “que ya cambió” o que “la patria ya es de todos”. Basta mencionar que el Estado posee 11 medios audiovisuales, incluyendo 6 canales de televisión, situación que contrasta con el 2007 cuando el Estado solo tenía una radiodifusora. Y sigue ampliando su órbita de influencia directa e indirecta a través de un mañoso concurso de frecuencias radioeléctricas, el cual amenaza con el cierre de varios medios de línea contraria al régimen.

Como resultado del despliegue de todo este aparataje, el correísmo impuso una imagen de “izquierda” en gran parte del imaginario colectivo, sobre todo en los estratos populares. Así, tanto la imagen del caudillo “revolucionario” como la de un gobierno de “izquierda” es, en el fondo, solo una construcción mediática. Construcción fundada en múltiples frentes, incluyendo: relieve del consumismo exacerbado gracias a los enormes ingresos petrolero; oportunismo disfrazado de “devoción” por parte de varios asalariados del poder; uso de propaganda donde el “culto a la personalidad” de Correa se ha vuelto cotidiana; difusión internacional de mensajes falsos como esa tontería del “milagro ecuatoriano” apenas meses antes de que reviente la crisis en el país; el uso de cientos de personas encargadas de perseguir a los opositores en redes sociales; y hasta el cierre o bloqueo de páginas web con contenido comprometedor contra el correísmo.

Semejante resultado le permitió al correísmo vaciar de contenido y deslegitimar al discurso de los grupos verdaderamente de izquierda y populares, e incluso hostigarlos permanentemente. Adjetivos como izquierdistas, indigenistas o ecologistas “infantiles”, “izquierda boba”, “ponchos dorados”, “emplumados”, “disfrazados de ancestrales” y otros emitidos por Correa, se volvieron cotidianos y fueron expandidos por los medios en manos del correísmo. Y, por otro lado, esta poderosa maquinaria mediática es utilizada para vampirizar conceptos revolucionarios, como el Buen Vivir, transformado en un dispositivo para disciplinar la sociedad y aumentar el poder del presidente.

Es cierto que existen medios privados grandes vinculados a grupos de poder, pero todos esos medios e incluso los pequeños están atemorizados por un marco jurídico represivo impuesto en estos años de correísmo. Así, mientras el número de medios controlados por el Estado ha ido aumentando, también ha crecido el control y hasta el cierre violento de medios no estatales, particularmente medios comunitarios. La Superintendencia de Comunicación (Supercom) cumple el papel del “ministerio de la verdad”, como narraba George Orwell en su novela “1984”. Por medio de la Supercom el correísmo ha impuesto sanciones desmedidas: desde 2013 al 2016 se han abierto más de 600 procesos contra periodistas y medios de comunicación, con 462 sancionados y de los cuales más del 97% son sanciones a medios privados. Se ha perseguido inclusive a caricaturistas, tal como acontece en la Turquía de Erdogan.

Y eso de que hay una gran participación ciudadana en los medios gubernamentales es totalmente falso; son medios controlados directamente por el Gobierno, no por la sociedad.

Así, la disputa electoral nos ha aclarado un panorama que -muchas veces- no suele ser reconocido explícitamente por la izquierda: no presenciamos la lucha entre medios que representan a los intereses de grandes grupos económicos y medios que representan al pueblo. No. Solo presenciamos la lucha mediática de distintas facciones del poder de las propias clases dominantes. En medio de esa lucha, las clases subordinadas son meras espectadoras…

EM: ¿Cuánto los medios han influenciado en la presente polarización, odio y hechos de violencia entre sectores políticos, y en la sociedad ecuatoriana en general? ¿Cómo normalizar esa situación?

AAc: En la medida que los medios de comunicación -tanto privados como gobiernistas- obviaron los temas de fondo, se facilitó una campaña dominada por ataques personales y desinformación, particularmente en la segunda vuelta. Nunca estuvo en la agenda realmente discutir la crisis desde múltiples enfoques, lo único que importaba era apostarle a un caballo para que gane en medio de una carrera caótica que parece llevarnos a un colapso.

Por el lado del Gobierno se buscó sistemáticamente llevar la discusión a cuestiones que obviaban los problemas actuales. Su candidato, el licenciado Lenín Moreno rehuyó los debates. Y con “justa razón” pues era notoria la falta de preparación del candidato. En ese contexto los medios de comunicación gubernamentales desplegaron una gran campaña de ataques frontales en contra de los candidatos opositores. Hicieron gala con la manipulación de la información.

Cabe destacar también que la acción mediática del Gobierno en todos estos años se ha caracterizado por la intolerancia y la violencia verbal; basta escuchar las “sabatinas” presidenciales. Para colmo, en los últimos años ni siquiera se veía a un Correa enfrentándose a los grandes grupos de poder económico… que lucran del correismo –incluyendo la propia gran banca- sino que hemos visto a un Correa ejerciendo violencia verbal en contra de la propia izquierda que le dio la posibilidad de ser presidente.

Así vemos que fue el propio correísmo el que ha ido incrementado en extremo los vientos que provocan la violencia: en una sociedad ya de por si violenta debido a la explotación inmisericorde de los trabajadores y de los sectores populares en general, así como de la Naturaleza.

En este punto se puede destacar que, lejos de los planteamientos democratizadores de la Constitución de Montecristi, la del 2008, el correísmo ha recurrido a la criminalización, la represión y la persecución de los líderes populares, sobre todo de quienes defienden de los Derechos Humanos y de la Naturaleza. Incluso las proporciones parecen ser mayores a aquellas de la “larga noche neoliberal”: más de 800 personas han sido reprimidas con dureza en 90 casos de criminalización a la protesta social entre 2007-2017, de los cuales alrededor de 20 casos poseen la forma de “terrorismo”: inexistente en el país.

Por el lado de los medios privados tampoco hubo un intento serio por profundizar el debate. Y las pocas veces que tales medios han abordado temas cruciales como la crisis económica, cada vez toma más fuerza el discurso neoliberal de la “vieja escuela”, que ha vuelto a cobrar fuerza gracias al fracaso en el manejo económico del correismo.

Además, como los medios están atemorizados y enfrentan hechos claros como la censura, tampoco se han atrevido a ser actores de primera línea para desplegar una oposición frontal al candidato oficialista. Es más, a cuenta de buscar el equilibrio informativo en los medios privados -algo que no intentaron para nada los medios gubernamentales-, no se consiguió balancear en términos globales el ámbito de la comunicación durante este proceso electoral y menos aún abrir la puerta a un debate democrático en serio.

Por lo tanto, reiteremos, el Ecuador sí vive hoy una polarización exacerbada entre diferentes facciones de las clases dominantes: la vieja derecha neoliberal y una nueva derecha correísta. Quizá la mejor forma de responder ante semejante situación polarizada, e incluso reconstruir un nuevo tejido social más justo y equitativo ante los embates que vendrán cuando cualquiera de esas dos derechas apliquen sus programas de ajuste ante la crisis, es aclarar a la población que ninguno de los dos caminos es la salida.

Hay que pensar en una tercera opción que realmente se sincronice, desde abajo y por la izquierda y con la Pachamama y los intereses populares. Con eso, buscar desarmar tanto al correísmo como a la -reanimada- vieja derecha asoma como una tarea urgente.

EM: Hay quienes defiendan la idea que ciertas medidas más duras, la intolerancia y represión mencionada por usted arriba, son necesarias para protegerse de los saboteos e intentos de golpes y asesinatos imperiales (como en Cuba). Visto que Ecuador está constantemente en la mira de EEUU, y que el presidente Corre fue víctima en 2010 de un intento de magnicidio, ¿Usted cree que eso justifica medidas más duras del gobierno ecuatoriano? O si no se está de acuerdo con tales medidas, ¿sería eso lo que estaría en la mente del presidente Correa y de sus partidarios?

AAc: Para empezar, la democracia se defiende siempre con más democracia, nunca con menos. Y un proceso revolucionario se defiende profundizando la revolución. De ninguna manera se pueden justificar medidas represivas y menos aún en contra de los sectores populares, como sucede en el Ecuador del presidente Correa. En este país andino, en donde por mandato constitucional está garantizado el derecho a la resistencia –artículo 98 de la Constitución del 2008-, como ya lo dijimos, hay más de ochocientas (800) personas perseguidas y criminalizadas, muchas de ellas incluso encarceladas.

Sobre los deplorables sucesos del 30 de septiembre del 2010 hay mucho que analizar aún, y eso de afirmar que “fue un intento de magnicidio” todavía merece análisis, sin negar que al final de la violenta jornada se disparó en contra del vehículo presidencial. Falta transparencia para esclarecer un hecho repudiable, en el que fallecieron varias personas y en donde se combatió frente a un hospital. Sin embargo, lo que sí es claro es que no hubo un golpe de Estado. No se dieron acciones tendientes a un cambio de Gobierno. En cambio, lo que sí podemos asegurar es que ese día se dio un golpe al Estado Constitucional de Derechos.

El Estado, por la sublevación policial y militar que planteaba varios reclamos vinculados a sus ingresos, se paralizó. El presidente, vejado y en una situación de vulnerabilidad extrema, quedó como rehén en un recinto policial, limitado en sus funciones; eso sí, no hay duda que fue temeraria e innecesaria la presencia del presidente en ese cuartel policial. El puso en riesgo la propia institucionalidad del país por un problema que pudo resolverse a través del diálogo. Pero esa ha sido precisamente una de las fallas mayores del correísmo: querer resolver todo a la fuerza. Y ojalá esa fuerza al menos se usara contra los grandes grupos de poder, pero no, sino que se usa en función del capricho del caudillo sobre todo en contra de los grupos populares y los movimientos sociales.

Tan desmedido fue el accionar de la policía ese día que hasta las actividades públicas y privadas se vieron interrumpidas de forma violenta. La ciudadanía quedó en indefensión. La cúpula gubernamental no atinó respuestas adecuadas. La incapacidad de la Asamblea Nacional fue manifiesta. Hasta la escasa movilización de Alianza País para respaldar al presidente en las calles, a pesar de ser la principal fuerza electoral, demostró sus limitaciones en tanto fuerza política organizada.

Y para cerrar semejante escenario de caos innecesario, las Fuerzas Armadas se transformaron nuevamente en “garantes” de la democracia, una institución abolida conscientemente en la Constitución de Montecristi.

Lamentablemente, desde esa fecha, en lugar de radicalizar la democracia y la revolución, el Gobierno del presidente Correa aceleró su tránsito hacia un régimen autoritario y caudillista, al tiempo que profundizaba los extractivismos y poco más tarde retornaba a las prácticas neoliberales.

Y, por cierto, aquello de que “Ecuador está constantemente en la mira de los EEUU” me parece una exageración. No creo que este pequeño país andino le dé mayores preocupaciones al Imperio, cuyo Gobierno, justamente el de Donald Trump, fue uno de los primeros en reconocer al licenciado Lenín Moreno como futuro presidente de Ecuador, cuando aún ni siquiera se han proclamado oficialmente los resultados. Creo que la atención está, por ahora, en otros puntos de la región como Venezuela.

En conclusión, cualquier proceso revolucionario que necesite ejercer violencia sobre la propia población, en el fondo no es revolucionario. Quizá sea necesaria una acción firme y muy fuerte contra los grandes grupos de poder, pero jamás contra los estratos populares y menos aún en contra de aquellas fuerzas sociales portadoras de los gérmenes de transformación profunda, como son muchas de las organizaciones de los indígenas, los trabajadores, las mujeres, los ecologistas, los maestros, los estudiantes….

La revolución implica la transformación radical de aquellas estructuras sociales que limitan la vida de las personas, es un proceso de liberación, no lo contrario.

Si el correísmo ha necesitado ejercer violencia para imponer su proyecto político, para desplazar a poblaciones enteras a fin de promover extractivismos tales como la megaminería, para acallar a opositores con la criminalización a la lucha social, con los intentos de destruir a movimientos sociales, eso no se debe a la necesidad de defender su proyecto político. El correísmo se transformó en un proceso contra-revolucionario y modernizador del capitalismo con un claro objetivo: reconstruir la hegemonía de las clases dominantes y acallar los ímpetus de lucha de una sociedad que venía tumbando presidentes en seguidilla y, si seguía así, hasta quizá se iba en contra del propio sistema capitalista.

EM: La oposición ha denunciado fraude, sin presentar pruebas, en la primera y segunda vuelta; antes de ambas vueltas, había dicho que si pierde no acepta los resultados. Ya se hace costumbre de la derecha regional no aceptar resultados, el Estado de derecho si pierde. Cómo usted analiza eso, ¿por qué eso ha pasado? ¿Qué “fenómeno” es este, profesor Acosta?

AAc: Primero reiteremos, aquí no hay una derecha, son dos. El correísmo no es “la izquierda”. La verdadera izquierda es democrática, el correísmo no lo es. Ni siquiera lo es en términos electorales, pues la lista de atropellos a las normas establecidas es enorme: retrasos en presentación de resultados electorales aun cuando fueron ofrecidos “en cuestión de horas”; “fallas técnicas” en los sistemas de conteo tanto en la primera como en la segunda vuelta; actas electorales con inconsistencias; encuestas que daban como ganador al candidato oficialista horas antes de que terminen los comicios, incluyendo una encuesta falsa forjando el logotipo de una universidad norteamericana y difundida por un funcionario del Gobierno; conteos rápidos como el de la Escuela Politécnica Nacional, que solo sirvieron para confundir a la población, pues ni siquiera levantaron información primaria; amenazas a organizaciones de la sociedad civil como Participación Ciudadana; allanamientos a una encuestadora no afín al correísmo; etc.

Sin afirmar que haya existido un fraude el domingo 2 de abril, día de la segunda vuelta electoral, lo cierto es que en Ecuador funciona un sistema electoral fraudulento y que, con tantos problemas, no inspira ninguna confianza. Para empezar el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Contencioso Electoral están totalmente en manos del partido de Gobierno: están conformados por personas muy cercanas al Gobierno del presidente Correa o incluso han sido funcionarios de su Gobierno; por eso el correismo es responsable de los atropellos mencionados anteriormente. Y de allí en adelante, como sucedió en procesos anteriores -por ejemplo en 2013- la oposición tuvo que jugar en una cancha inclinada a favor del candidato oficialista: el licenciado Lenín Moreno.

Lo acontecido el día domingo 2 de abril puede haber sido solo un paso más en un largo trajinar para restringir los espacios de transparencia y control ciudadano en las elecciones.

A las cinco de la tarde de ese día, cuatro encuestadoras publicaron sus resultados de exit polls: tres le daban la victoria al candidato opositor, Guillermo Lasso. Entre las cinco de la tarde y ocho de la noche, el portal oficial del CNE no tuvo un funcionamiento normal: estuvo incluso fuera del aire. A las ocho, el sitio web volvió al aire ya con los resultados que daban como ganador a Lenín Moreno.

La reacción a esta diferencia entre los resultados de encuestas a boca de urna y los del CNE, y las irregularidades en todo el proceso electoral, causaron malestar en la ciudadanía y desataron varias protestas. Es comprensible entonces que la falta de confianza en el CNE haya provocado que los resultados electorales se tengan que legitimar desde la presión ciudadana en las calles. Esta acción, plenamente justificada, es sin embargo inadmisible en una República que se precie de serlo. Es una evidencia más de la profunda crisis del sistema político fomentada desde el correísmo.

Por eso, solamente a partir de la presión social se ha logrado que el propio partido de gobierno haya terminado por aceptar el reconteo de una parte de los votos solicitado por la oposición; el candidato opositor, por su parte, sigue exigiendo el recuento total y manual de todos los votos… esta cuestión sigue provocando profundas disputas. Y solo para dejar planteada la duda: si en vez de dejar que los problemas electorales se agraven, el propio Consejo Nacional Electoral hubiera dispuesto el reconteo de todos los votos desde el inicio, quizá a estas alturas ese reconteo ya hubiera terminado y ese hubiera devuelto la confianza al proceso electoral.

El saldo, de cualquier manera, es lamentable para la democracia. Y el posible gobierno del licenciado Moreno tendrá que cargar con una enorme carga de ilegitimidad por la duda de que su triunfo fue el producto del fraude, al menos para la retina de amplios segmentos de la población.

EM: ¿Cuáles puntos, políticos – incluyendo la política exterior -, económicos y sociales deberían ser puestos a la mesa, y discutidos en esa campaña a su visión, profesor Acosta?

AAc: En la reciente campaña electoral, como anoté antes, hubo muy poca discusión de los temas de fondo. Y de aquí para adelante uno de los primeros temas a debatir es la situación económica y, por cierto, la necesidad de construir una institucionalidad democrática, que parte por establecer bases de igualdad y equidad en todos los órdenes de la vida de la sociedad ecuatoriana, conjuntamente con ampliar las libertades en todo sentido. Sin igualdad y sin equidad no hay libertad; pero sin libertad tampoco habrá ni equidad, ni igualdad.

Para completar la imagen se pueden mencionar brevemente algunos puntos urgentes.

En términos económicos: cómo recuperar los puestos de empleo que se han destruido entre 2015-2016; cómo contener la caída de los ingresos laborales en los mencionados años, especialmente de los trabajadores informales; cuáles son las actividades económicas sobre las cuales se requiere tomar medidas urgentes; cómo disminuir la dependencia importadora del aparato productivo en insumos y bienes de capital, la cual encima presiona a la salida masiva de dólares del país; cómo afrontar las distorsiones que han sido provocadas por la expansión del extractivismo en la economía del país; cómo vamos a superar la modalidad de acumulación primario-exportadora; cómo vamos a transparentar las estadísticas económicas; cómo vamos a sostener el empleo; cómo desconcentramos los mercados manejados por grandes grupos económicos; cómo hacemos que sean los grandes, y no los pequeños, quienes paguen la crisis; y muchos otros aspectos que, de hecho, algunos ya vamos discutiendo desde hace un tiempo atrás. Un ejemplo es la reflexión que venimos haciendo, junto con el economista ecuatoriano John Cajas Guijarro, sobre la herencia económica del correísmo.

En términos políticos: cómo hacemos para asegurar la independencia a las distintas funciones del Estado, sobre todo a la justicia, pero sin caer en las viejas trampas de la derecha; cómo afrontaremos los severos casos de corrupción que han caído sobre el correísmo, especialmente en los últimos años; cómo reconstruimos los movimientos sociales, tan golpeados por el correísmo que hasta corren el riesgo de perder su identidad; cómo devolvemos la legitimidad del discurso de izquierda ante grandes estratos de la población que están desilusionadas, por no decir enfadadas, del accionar del correísmo; cómo desmontamos todo el aparataje represivo construido desde la legalidad del Estado…

En términos del manejo externo: cómo hacemos para que el mundo vea al verdadero Ecuador, no a aquel que vende la “revolución ciudadana”, sino a aquel en donde el salario básico es de los que menos cubren la canasta básica a nivel regional; cómo creamos una nueva opción de izquierda regional después de todo el desastre hecho por los “progresismos”; cómo re-direccionamos los procesos de integración; cómo controlamos el re-aparecimiento de la deuda externa regional (incluso desde el propio imperialismo chino)…

Es decir, los temas sobran. Lo que falta es la voluntad y los sujetos políticos que afronten los problemas.

EM: Volviendo al tema de la eficiencia del sistema electoral, profesor Acosta, observadores internacionales de las Misiones de Observadores Internacionales incluyendo la Misión de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), han dicho que las elecciones en Ecuador fueron muy democráticas, con toda la seguridad: “un proceso electoral con coordinación ejemplar”  según el jefe de esa misión y expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica. La misión de la OEA destacó que no observaron ninguna discrepancia entre los resultados del CNE y las actas que recibieron en sus recorridos. 

AAc: Respeto mucho al presidente Mujica. Admiro muchas de sus actuaciones, como fue incluso aquella de no aferrarse al poder tal como lo hacen otros caudillo en la región.

Pero de allí a aceptar como una verdad revelada su declaración sobre el reciente proceso electoral ecuatoriano hay un abismo.

Doscientos observadores desplegados en el país, llegados apenas pocos días antes de los comicios, no es suficiente. Además su trabajo es bastante superficial, casi turístico… Habría sido interesante, por ejemplo, que se impulse una auditoría internacional del sistema informático utilizado, incluso que se autorice la presencia de una comisión verificadora de la Unión Europea, cuya llegada no fue aceptada por el Consejo Nacional Electoral, totalmente en manos del correísmo. 

EM: Se comprobó aun que el candidato Lasso había comprado una encuestadora antes de  primera vuelta, exactamente la CEDATOS. Además de eso, el gobierno ecuatoriano ha alegado que si hubiera fraude bajo su influencia en los resultados electorales, no se permitiría una segunda vuelta por tan solo 0,7% que faltaron para que Lenín Moreno hubiera vencido en la primera vuelta. Y más tarde, para que venciera por un margen tan corto sobre Guillermo Lasso, en la segunda vuelta. ¿Cómo usted responde a esos hechos?, profesor Acosta.

AAc: No he escuchado aquello de la compra de CEDATOS por parte del candidato banquero. Y si acusamos de eso a los unos, ¿por qué no acusar de “compra” de encuestadoras por parte del correísmo? Volvemos a lo mismo: dos grupos que se pelean por el poder sacando a ratos lo peor de sí, y la población en medio viviendo una crisis… Lo cierto es que las encuestadoras venden su trabajo a diversos candidatos, incluso al gobierno y también que las encuestas son utilizadas como herramienta política de propaganda y distracción en campaña. Eso no es novedad. Lo novedoso, y en extremo cuestionable, es que se haya hecho el allanamiento de esa encuestadora. ¿Se pedirá algún allanamiento a las encuestadoras que daban como ganador a Lenín Moreno en primera vuelta con márgenes de votación completamente fuera de cualquier error estadísticamente aceptable? Lo dudo.

Si es cuestionable cualquier complot entre el candidato banquero, una encuestadora y algunos medios de comunicación privados en la difusión de los resultados el día de la segunda vuelta electoral, por igual es repudiable la acción desplegada por el presidente Correa, una encuestadora financiada por el gobierno y los medios de comunicación gubernamentales al proclamar como triunfador al candidato oficialista en la primera vuelta. Y en medio, las clases explotadas y subordinadas solo hacen de espectadores o carne de cañón, sea a favor de los intereses de una derecha o de la otra.

EM: El presidente Correa ha denunciado una nueva Operación Cóndor en la región. ¿Usted está de acuerdo? ¿Hay vínculos de la oposición, específicamente de Lasso con Washington, con los mismos que intentan derrocar los gobiernos progresistas en Venezuela, Bolivia y en toda la región?

AAc: El presidente Correa, en su estrategia para consolidar su poder, desde hace muchos años ha recurrido al “enemigo externo” y a prefigurar campañas desestabilizadoras diseñadas por diversas fuerzas internacionales. Sin negar para nada la existencia de determinadas fuerzas políticas, que no ven con agrado a los gobiernos progresistas, lo cierto es que tales denuncias correístas solo son una distracción para la opinión pública en Ecuador y en el exterior, en donde todavía se cree –equivocadamente- que Correa lidera un gobierno de izquierda e incluso socialista. Al interior del Ecuador hay un problema gravísimo en términos económicos, políticos y hasta institucionales cuyo principal responsable no es el exterior, es el correísmo.

A nivel internacional, también la propaganda correísta ha sido efectiva: discursos “revolucionarios” en varios espacios internacionales; documentales donde Correa es el protagonista (inclusive con patrocinio de empresas privadas como Odebrecht); campañas multimillonarias de apuntalamiento de la imagen presidencial en el exterior; e incluso académicos internacionales anunciando al mundo la idea del “milagro” económico ecuatoriano.

Con tanta propaganda interna y externa lo que se busca es construir una imagen de triunfos, que no se sostiene cuando se analiza la realidad con detenimiento: las falacias emergen por todos los lados de la gestión correísta. La propia crisis se ha encargado de mostrar las costuras económicas de un Gobierno que desaprovechó la oportunidad histórica de cambiar al país, y que ni siquiera hizo responsablemente una previsión de lo que se iba a venir desde 2015.

En realidad el presidente Correa resultó el gran modernizador del capitalismo, tarea que la asumió con una propuesta propia de profunda restauración conservadora. Desde hace ya varios años sabemos Correa no estaba para alternativas, mucho menos para revoluciones, y peor aún para utopías como las que proponen las ideas del Buen Vivir o sumak kawsay.

EM: Sobre los intereses de Estados Unidos en Ecuador, el país andino es mucho más rico en recursos naturales que por ejemplo el Paraguay, víctima de golpe parlamentario en 2011 bajo influencia de Washington; hemos visto otros golpes apoyados y hasta financiados por los gobiernos norteamericanos como contra Honduras…En el caso del Ecuador, cables WikiLeaks revelan intereses del Imperio en Ecuador, contrarios a actual gobierno, además de vínculos de Guillermo Lasso con el Departamento de Estado y de la Embajada de EEUU en Quito. 

Un cable emitido por la Embajada de EEUU en Ecuador, liberado por WikiLeaks, evidencia “estrechas relaciones entre Lasso y Viteri con la Embajada de EUU en Ecuador”. Otros cables secretos de la misma Embajada muestran, según análisis de los diplomáticos norteamericanos, “como EEUU perdió Ecuador”. En uno de estos cables, dicha Embajada temía que el gobierno de Correa excluyera al sector privado de la toma de decisiones e implementara políticas económicas que afectarían negativamente a los inversionistas estadounidenses y extranjeros en Ecuador, ¿Cuál su análisis de eso, profesor Acosta?  

AAc: No conozco los vínculos mencionados. Pero sí recuerdo que en los wikileaks también aparecieron mencionados varios funcionarios del correísmo como “amigos” de la Embajada norteamericana.

Y quedemos claros en un punto, los avances en términos de soberanía de los primeros momentos de la “revolución ciudadana” se diluyeron con el entreguismo del correísmo especialmente al capital transnacional:traspaso de grandes campos petroleros -Auca y Sacha- a la empresa francesa Schlumberger y negociaciones con la empresa china CERG: una situación que Rafael Correa, en 2005, antes de ser presidente, consideraba como una traición a la patria; imposición a “sangre y fuego” de la megaminería en favor de los capitales chinos; concesión sin licitación de los puertos de Posorja, Puerto Bolívar y Manta a capitales extranjeros, con complicidad de grupos económicos locales afines al correísmo; firma de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, cediendo en puntos medulares en el manejo soberano de la economía ecuatoriana, como la propiedad intelectual; incremento de la deuda externa con el Imperialismo chino por más de 8 mil millones de dólares; procesos privatizadores en donde hasta los proyectos hidroeléctricos podrían terminar en manos de capitales extranjeros; etc…

Sin habernos liberado de las presiones imperialistas norteamericanas y europeas, el Ecuador se encuentra cada vez más en las garras del imperialismo chino, sobre todo a través del endeudamiento con este país, que es ya el principal acreedor. De modo que, incluso si fuera verdad el distanciamiento con Washington -cosa no muy probable-, con Pekín el correísmo parece estar vendiendo hasta el alma con tal de ganar unos pocos años más de supervivencia.

EM: Explique qué es el Buen Vivir, mencionado y formulado exactamente por usted, profesor Acosta.

 AAc: El Buen Vivir sintetiza vivencias más que conceptos o teorías. Surge desde las comunidades indígenas. Se nutre de sus valores, de sus experiencias y sobre todo de sus múltiples prácticas. No proviene de la alguna universidad o de algún partido político. Y en la medida que recoge la continuidad de la vida en armonía de los seres humanos viviendo en comunidad y de éstas viviendo en armonía con la Naturaleza, desde hace cientos de años, nos ofrece una serie de lecciones de cómo se podrían imaginar otros mundos en donde quepan todos los mundos, siempre asegurando la justicia social y la justicia ecológica.

Lo que podemos considerar como la comunidad indígena, en términos amplios, tiene un proyecto colectivo de futuro con una clara continuidad desde su pasado. Una clara demostración de responsabilidad con la vida misma. Esas utopías andinas y amazónicas, emparentadas con otras formas similares de vida a lo largo y ancho del planeta, se plasman –de diversas maneras- en su discurso, en sus proyectos políticos y en sobre todo en prácticas sociales y culturales, inclusive económicas. Aquí radica una de las mayores potencialidades del Buen Vivir.

La tarea, entonces, es aprehender de las experiencias de pueblos que han sabido vivir con dignidad y armonía desde tiempos inmemoriales; eso si, sin llegar idealizar la realidad indígena. Eso no significa que se pueda hacer calco y copia de esas propuestas en todas partes. Uno de los mayores retos será pensar cómo construir el Buen Vivir en las ciudades.

EM: No se ha impulsado la reforma agraria en Ecuador. ¿Cómo está ese tema en el país?

AAc: Correa no acepta la reforma agraria. No está dispuesto a cumplir con los mandatos de la Constitución del 2008 que prohíben el acaparamiento de la tierra, así como el acaparamiento y la privatización del agua. Ha llegado incluso a afirmar –desde su permanente búsqueda de la competitividad y productividad desarrollista- que “la pequeña propiedad rural va en contra de la eficiencia productiva y de la reducción de la pobreza […] repartir una propiedad grande en muchas pequeñas es repartir pobreza” (1 de octubre de 2011).

En concordancia con esas palabras están las propias estadísticas gobiernistas según las cuales, por ejemplo, el índice de Gini de concentración de la tierra se mantiene prácticamente intacto en toda la década correísta: sobre 0,81.

En el caso del agua hay una situación igual o hasta peor, en donde el 80% del agua destinada al riego está en manos de agroexportadores, como el propio correísmo ha afirmado.

EM: Visto que Ecuador ha logrado mayor soberanía y destaque en la región en los últimos años, diferentemente de lo que pasaba antes de la Revolución Ciudadana, ¿qué importancia tiene para el momento actual de Latinoamérica la elección de Lenín Moreno?

AAc: Es cierto que al inicio de la gestión de Correa se dieron pasos para recuperar espacios de soberanía nacional. Por ejemplo, cumpliendo el mandato constitucional que prohíbe la presencia de tropas extranjeras en territorio nacional, se expulsó a la base norteamericana de Manta. Pero eso es historia.  La soberanía, en la actualidad, solo forma parte del discurso oficial.

Correa en menos de dos años de su gestión abandonó las propuestas de cambio estructural. Como buen tecnócrata y economista neokeynesiano, con profundas raíces conservadoras, se adhirió pronto al desarrollismo, a la eficacia tecnocrática, a la provisión de infraestructura y al incremento del consumo. Y valga decir que ni siquiera en términos tecnocráticos el correísmo ha sido capaz de cumplir con sus propias propuestas, basta mencionar el rotundo fracaso que ha significado el cumplimiento de metas respecto a la “transformación de la matriz productiva” incluido como objetivo 10 del Plan Nacional del Buen Vivir…

Retomando el tema de la soberanía, el Gobierno correísta terminó firmando el TLC con la Unión Europea, en contra de sus compromisos iniciales. Ha privatizado, sin licitación, los grandes campos petroleros, así como los cuatro puertos más grandes del país; anuncia inclusive la venta de varias represas hidroeléctricas construidas durante su Gobierno por el Estado.

Es el mayor promotor de la megaminería en favor de capitales chinos, especialmente. Ha hipotecado las exportaciones petroleras que, dicho sea de paso, han servido para el enriquecimiento ilícito de varios exfuncionarios del régimen.

Está embarcado en un proceso agresivo de endeudamiento externo. Pignoró más de la mitad de la reserva de oro físico a cambio de un crédito con Goldman Sachs en una operación que, en términos microeconómicos, se habría denominado “chulco”. Retornó al redil del FMI y está desarrollando varias políticas de corte neoliberal; a más de las anteriormente enunciadas, podemos destacar, a modo de ejemplo, la flexibilización laboral y las limitaciones a la sindicalización pública.

La recuperación del Estado devino en desmedro del fortalecimiento de la sociedad, sirvió para dar paso a una profunda restauración conservadora. Así, Correa profundizó los rasgos clientelares de control y disciplinamiento de la sociedad. A tal extremo hemos llegado que incluso impuso sanciones a un par de asambleístas de su partido por atreverse a proponer la discusión sobre el aborto por violación en el parlamento.

Y así el Estado fortalecido le sirvió al presidente Correa para imponer su autoridad, su disciplina y su orden en nombre de la Patria. Todo con el fin de poder modernizar el capitalismo. En síntesis, Correa enterró pronto las propuestas de cambio iniciales, y se transformó en el caudillo del siglo XXI.

EM: ¿Cuáles son los grandes desafíos económicos, políticos y sociales de ecuador? Cuál debe ser elproyecto de Moreno visto que la realidad de ecuador no es la misma que la de hace diez años? Cuáles deben ser las prioridades?

AAc: Algunos puntos ya los mencionamos previamente en términos de lo económico, lo político y lo externo. Incluso varios sectores hemos llegado a plantear algunas ideas de qué temas deberían discutirse, especialmente para enfrentar la crisis económica.

Reiterando eso, entendamos que la elección de este 2 de abril fue entre dos opciones de la derecha: la derecha del siglo XX liderada por un banquero, Guillermo Lasso, y la derecha liderada por Rafael Correa, que tiene a uno de sus títeres como candidato presidencial: el licenciado Lenín Moreno. Se trata de una suerte de capítulo andino de “la guerra de tronos”, como ya la hemos analizado desde varios espacios.

Lenín Moreno, el candidato ganador en la pasada elección presidencial, dispuesto a dar continuidad al correísmo

Hay que ser muy ingenuo -o mal intencionado- como para plantearse que estas elecciones estuvieron en disputa dos tipos de Estado o sociedad, como versa en el propio discurso correísta.

En este sentido lamentablemente no se puede esperar que el nuevo gobierno impulse cambios estructurales. Para los sectores populares, es evidente, que continúa la lucha en las calles por la democracia, la justicia social y ecológica, la igualdad, la libertad y quizá hasta por la supervivencia material.

EM: Por favor, profesor, para terminar explique la tensa relación entre los movimientos sociales ecuatorianos y el presidente Correa: cómo se da esa tensión, como han sido reprimidos, y por qué. Una explicación del tema de los recursos naturales y los pueblos originarios también sería muy importante, profesor Acosta (detalles de dichos y hechos represivos del gobierno en contra del pueblo, serían muy importantes, profesor).

AAc: El triunfo electoral de Rafael Correa en 2006 solo se explica por la lucha popular de las décadas anteriores. La movilización permanente de indígenas, trabajadores, así como grupos de mujeres y de ecologistas, de estudiantes y de maestros, y de amplios segmentos de la población, crearon las condiciones para proponer un cambio de fondo.

Por un lado la resistencia al neoliberalismo e incluso al colonialismo, por otro la creciente construcción de propuestas alternativas conformaron las condiciones para el triunfo de la ahora mal llamada “revolución ciudadana”, que de revolución y ciudadana ya no tiene nada.

Paulatinamente, sobre todo luego de aprobada la Constitución de Montecristi, Correa y su gobierno profundizaron los extractivismos y abandonaron definitivamente los compromisos iniciales. De la mano de dichos extractivismos –petrolero, megaminero, agrario, pesquero, forestal- se profundizaron aún más los rasgos coloniales de la sociedad y la economía.

Así, en el Ecuador de Correa se impuso la megaminería, se amplió la frontera petrolera, se favoreció a los monocultivos… y todo esto –como se anotó- consolidó profundamente la característica primario-exportadora de la modalidad de acumulación dominante desde la época colonial.

Mención particular merece el fracaso, en manos del correísmo, de la propuesta de dejar el crudo en tierra en los campos petroleros Ishpinto-Tambococha- Tiputini (ITT) que pasan por el parque nacional Yasuní. Quizá el manejo de esa propuesta recoja de forma casi perfecta lo que realmente es el correísmo: una forma de dominación burguesa que usa la propaganda para dejar una imagen revolucionaria transformadora ante el mundo, pero que en el fondo solo le interesa ayudar a intensificar la explotación al ser humano y a la Naturaleza por parte del capital.

Al correísmo ya ni siquiera le interesa respetar la “democracia formal”, como cuando impidió que se realice una consulta popular precisamente para decidir sobre el futuro del ITT. A Correa lo de revolucionario le quedó grande.

Igualmente la megaminería, anteriormente desconocida en este país, sobre todo por la resistencia de las comunidades, la impone Correa, literalmente, a sangre y fuego. Basta ver los detalles de la represión en Tundayme, provincia de Zamora-Chinchipe, o bien en Nankints, provincia de Morona-Santiago.

Así, una vez más varias regiones del Ecuador aparecen como tierra de conquista y colonización, en un esfuerzo miserablemente justificado bajo una ilusión desarrollista. Un atrevimiento que conjura todo tipo de violencias y hasta la muerte de dirigentes antimineros.

Estas violencias no son solo materiales, son también simbólicas. Surgen cuando se destruye culturalmente pueblos enteros o se presiona psicológicamente a individuos aislados u organizados, criminalizándolos o persiguiéndolos como fundamentalistas, tachándolos de ecologistas infantiles o de “ancestrales disfrazados”.

Todas estas violencias, desplegadas en nombre de la ley y el orden, cobijadas por el credo del progreso y del “desarrollo”, no son una mera consecuencia de la megaminería o de las actividades petroleras.

Estas violencias son una condición necesaria para ejecutar tales extractivismos. Desde sus orígenes coloniales estas violencias han sido indispensables para sostener los procesos de acumulación en el capitalismo periférico.

Y desde esa perspectiva el presidente Correa ha asumido sobre todo los intereses chinos como propios y ha convertido al Estado ecuatoriano en policía de las transnacionales de ese país. Hasta parecería que la arremetida imperialista china ha sido mucho más potente que la arremetida imperialista norteamericana de décadas anteriores.

Desde que el gobierno de la “revolución ciudadana” abrió las puertas a la megaminería – completando la tarea emprendida por los gobiernos de “la larga noche neoliberal”- las acciones represivas y violentas desplegadas desde el Estado para acceder a los recursos minerales han aumentado.

Frente a esta realidad los movimientos sociales, los grupos más golpeados por el Gobierno de Correa, resisten. Y esa resistencia se da en condiciones muy adversas: el correísmo, ejecutando una conocida partitura totalitaria, no solo reprime a dichas fuerzas populares, sino que ha construido organizaciones paraestatales de trabajadores, de indígenas, de maestros, de estudiantes, de mujeres. Si alguien ha sabido aplicar ese criterio de “divide y vencerás”, ese ha sido el gobierno de Correa.

EM: Usted ha sido muy claro, en la presente entrevista, en cuanto a sus divergencias con el correísmo; pero, ¿Cuáles puntos, exactamente, le llevaron a romper con el AP, y a renunciar a su cargo de asembleísta en 2008?

AAc: Nunca renuncié a mi condición de asambleísta constituyente. Permanecí en la Asamblea de Montecristi hasta la aprobación final de la nueva Constitución. Eso sí, a un mes de concluir las sesiones, por razones que explico más adelante, renuncié a la Presidencia de la Asamblea Constituyente.

Como a los cinco meses de sesiones me di cuenta, en mi calidad de presidente de la Asamblea Constituyente, que el tiempo se venía estrecho. Por eso comenzamos a preparar la ampliación de dos meses prevista en el estatuto de convocatoria de la Asamblea. Lo conseguimos. Pero los ocho meses asomaban también insuficientes.

A los siete meses de iniciado el trabajo me reuní con el buró político de Alianza País y en forma directa con el presidente de la República. Allí solicité más tiempo para concluir la Asamblea Constituyente, concretamente un mes más.

Con un mes más podíamos concluir el debate constituyente con calma al interior de la Asamblea, sin disminuir el ritmo del debate en la sociedad. Incluso la comisión de redacción de la nueva Constitución habría contado con seis semanas para trabajar con tranquilidad y no en nueves días, que son los que a la postre tuvo para esa compleja tarea.

El buró político se puso nervioso, el presidente también. Para esta Constituyente se introdujo una disposición inexistente en otros procesos constituyentes. Terminada la Constituyente en Montecristi, el pueblo, en un referéndum, debía aprobar o rechazar la Constitución.

Por estas razones el buró político me pidió que cambiara el ritmo. El presidente públicamente ya me había acusado de que yo era demasiado demócrata, que le daba la palabra a todo el mundo. Para mí es un punto de partida de la democracia escuchar a todos. Respetar la opinión de todos. Procesar las propuestas de todos. Yo respondí que no cambiaría ni de estilo, ni de ritmo, que si continuaba como presidente, la Asamblea duraba un mes más, a lo sumo.

Entonces me pidieron que me hiciera a un lado. No tuve ningún inconveniente en dar un paso a un costado y seguir caminando en el proceso. No fui a la Asamblea para lucirme personalmente, sino para apoyar el proceso.

En síntesis, más allá de varias diferencias de fondo con el presidente Correa, me retiré de la Presidencia cuando se decidió dar prioridad al cumplimiento del plazo, sacrificando la calidad del debate y la calidad misma del texto constitucional. En el último mes de la Asamblea se perdió mucho en la calidad del debate, e inclusive en la participación ciudadana.

Poco después, luego de que el pueblo aprobó en las urnas la nueva Constitución el 28 de septiembre del 2008, sobre todo en 2009, el Gobierno de Correa comenzó a distanciarse de las propuestas de transformación estructural iniciales.

En enero de dicho año impuso una ley de minería, inconstitucional y contraria al espíritu de transformaciones de Montecristi. Y con un ritmo cada vez más acelerado y violento se fue instaurando un régimen autoritario y caudillista, con el que se trata de disciplinar a la sociedad con el fin de modernizar el capitalismo. Es decir empezamos a presenciar el ocaso y muerte de una revolución que al parecer nunca nació y que, lamentablemente, nos condujo a una década desperdiciada en donde los únicos ganadores fueron los grandes grupos económicos del país.

La lección de todos estos años es muy precisa. La construcción de una sociedad democrática no puede conducir a la instalación de nuevas formas de dominación. No podemos cambiar un caudillo por otro. Eso implica, al contrario, la necesidad de ampliar las libertades y los derechos a partir de más equidades e igualdades en todos los órdenes de la vida.

La sociedad, especialmente desde lo comunitario, no desde el Estado, diseñará y aplicará sus propios programas, sin aceptar imposiciones o normas emanadas de “expertos”, de caudillos o de líderes supuestamente iluminados.

La democracia sigue siendo la tarea insustituible. No una democracia con adjetivos, sino una democracia en su sentido esencial; es decir, otorgarle a la sociedad el poder de decisión, la capacidad de definir autónomamente su proyecto de vida, sobre bases de justicia e igualdad. Las alternativas deben construir un proyecto de vida desde la base comunitaria, desde la contra-hegemonía de los sectores subalternos.

Desde la diversidad propia de cada sociedad se irá construyendo la libertad, la igualdad, la equidad y la felicidad para todos y todas. Eso demanda mucha coherencia y sobre todo hay que tener siempre en cuenta que sin democracia no hay revolución y sin revolución no hay democracia.

Alberto Acosta

Edu Montesanti

Alberto Acosta: Economista y político ecuatoriano. Nació en Quito el 21 de julio de 1948. Profesor en varias universidades; hasta fines del 2016 fue profesor-investigador de FLACSO-Ecuador.  A lo largo de su vida ha mantenido un perfil intelectual de izquierda y de compromiso activo con los movimientos indígena, sindical y popular. Fue candidato a la Asamblea Constituyente de 1997-98, por parte del movimiento Pachakutik. Fue uno de los fundadores y uno de los redactores del plan de gobierno de Alianza PAIS, en la campaña electoral que llevó a la presidencia a Rafael Correa. Fue Ministro de Energía y Minas al inicio del gobierno de Correa, desde donde impulso la Iniciativa Yasuni ITT, surgida mucho antes en la sociedad civil. Posteriormente fue presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Montecristi (2007-08), desde allí promovió importantes transformaciones de alcance civilizatorio como el reconocimiento de los Derechos de la Naturaleza, el Buen Vivir – sumak kawsay, el agua como un Derecho Humano fundamental, entre otros muchos avances. Se transformó en opositor al correismo, desde que éste empezó a amenazar la propia Constitución de Montecristi y la misma democracia, al tiempo que se alejaba de las propuestas revolucionarias con las que llegó al Poder. Fue candidato a la Presidencia de la República por la Coordinadora Plurinacional de las Izquierdas. Milita en el movimiento Montecristi Vive. Es autor de una gran cantidad de libros y artículos publicados en diversos países y en diversos idiomas, como lo es el libro “Bem Viver – Uma oportunidade para imaginar outros mundos”, publicado en Brasil.

Edu Montesanti: Autor de Mentiras e Crimes da ‘Guerra ao Terror’ (Brasil, 2012), escribe para la revista brasileña Caros Amigos, Pravda Brasil, y Pravda Report (Rusia). Traductor del sitio de las Abuelas de Plaza de Mayo (Argentina), y de Revolutionary Association of the Women of Afghanistan.

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