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La desobediencia civil y el coronavirus: Cómo actuar frente a una crisis orquestada
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Global Research, junio 11, 2020

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La crisis del coronavirus (al menos así se presenta) está ocasionando una debacle social, económica y política en el mundo. Mientras la mayoría de los gobiernos se empecinan en insistir que hacen lo mejor para cuidarnos, vemos como nuestro salario, negocio y privacidad se ven mermadas por un virus de apenas unos milímetros.

Que el coronavirus es contagioso, nadie lo cuestiona, que ha muerto gente, tampoco. Pero lo que sí marca el punto de crítica es la enorme y gigantesca red de miedo que se ha tejido sobre este virus cuando las tasas de muerte por covid-19 son bajas.

Evitar enfermarnos y enfermar a los demás siempre es una actitud loable, pero condenar a la miseria y al hambre, sólo ha sido digno de los peores regímenes autoritarios. Frente a la avanzada de la nueva normalidad Post-coronavirus, en la que lentamente podemos vislumbrar que se trata de un mundo con mayor control estatal, con utilización de las nuevas tecnologías, un exorbitante aumento de la pobreza, la sumisión de la población a manos del estado y las grandes corporaciones. Algo sin duda, digno de la prosa de George Orwell y Aldous Huxley. ¿Cómo debemos actuar entonces frente a semejante crisis? Henry David Thoreau (1817 – 1862) tiene algo para decirnos.

Thoreau fue profesor, filosofo, naturista y literato. Su obra más conocida es Desobediencia civil. Un ensayo que se dictó como conferencia en 1848 con el nombre “Los derechos y obligaciones del individuo con el gobierno”.

La relación que debía tener el individuo con el estado no era, por supuesto, ni la sumisión ni la obediencia a ciegas. Era, más bien, una propuesta de autonomía donde el criterio moral jugaba el rol principal, debido a que al ser ejercido permitía cuestionar al Estado si sus leyes o decisiones eran evaluadas como injustas y, por lo tanto, tomar medidas contra estas. Aunque jamás pretendió abolir al Estado, consideraba ideal la ausencia de éste. Sin embargo, en principio buscaba la forma de que el ciudadano se permitiera rebelarse contra él, cuando lo juzgara necesario.

En este momento podríamos decir “hay formas legales para cambiar un gobierno como la votación o la utilización de recursos legales para cuestionarlo”. Thoreau es claro, no lo considera una opción por el tiempo que requiere para ser ejercido. Por encima de la legislación se encuentra la conciencia, “Creo que deberíamos ser hombres primero y después súbditos. Lo deseable no es que se cultive el respeto a la ley, sino a la justicia”. Porque la ley no es siempre justa.

El autor reconocía, a su vez, que las personas no tenemos el deber de dedicarnos a la erradicación de las injusticias, por más viles que sean, pero al menos, tampoco debemos concederle lugar y apoyo en los hechos. Debemos asegurarnos que no se está pisando a otros mientras perseguimos nuestros propios objetivos. “Si la injusticia (…) es de tal naturaleza que nos exige convertirnos en agentes de la injusticia para otros, entonces yo digo: incumplamos la ley”.

Frente a esta crisis, donde solo unos pocos ganan, debe surgir irremediablemente la desobediencia civil y el apoyo mutuo. Si tu negocio está a punto de quebrar, ábrelo, procura cuidar a todos, pero no dejes que tu fuente de alimentos y bienestar se vaya por la borda sin poder hacer nada. Si tu gobierno está sumido en la corrupción, no lo financies, evadí todos tus impuestos, puede que siendo tú solo quien evada termines preso, pero bajo un gobierno que encarcela injustamente ¿No es acaso el verdadero lugar de las personas justas? Ante medidas injustas, desobedece.

Nicolas Martinez

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