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Las relaciones Rusia-Estados Unidos en un nuevo contexto estratégico nuclear
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Global Research, marzo 19, 2018

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El discurso nacionalista de Trump

Cuando Donald Trump llegó al poder en enero de 2017, fue notorio que su discurso de toma de posesión pretendía romper con el stablishment político y militar de los Estados Unidos, al focalizar su agenda presidencial en los temas prioritarios para los estadounidenses, principalmente en la esfera económica y de desarrollo.

A partir de ese momento era previsible un contexto de lucha y conflicto al interior de las cúpulas políticas, económicas y militares de Washington, ya que las dinámicas de contradicción entre una estructura económica nacionalista y proteccionista con tintes hamiltonianos estaría en directa contradicción con la postura globalista y altamente belicista implementada por el gobierno demócrata de Barack Obama, ya que su presidencia se caracterizó por tener el mayor número de ataques militares con drones en el exterior, así como por apoyar y equipar en el terreno a los grupos de oposición al gobierno de Bashar Al-Asad en Siria, mismos que de acuerdo con Joe Biden vicepresidente de Obama resultaron ser grupos terroristas.

Asimismo la estrategia militar del gobierno de Obama proyectó como momento álgido una eventual confrontación militar entre Rusia y los Estados Unidos en Siria, luego de que se rompieran los canales de comunicación diplomáticos entre las dos potencias militares hacia finales de 2016, justo en la recta final de la elección presidencial.

Este contexto estableció una serie de factores de inestabilidad desde que Trump llegó al poder, toda vez que el discurso nacionalista, casi rayando en el aislacionismo, se sumó a la estrategia de Trump de retirar a Estados Unidos de sus acuerdos comerciales estratégicos como el Acuerdo Trans Pacífico (TTP, por sus siglas en inglés) y el Acuerdo de Inversión Trans Atlántico (TTIP, por sus siglas en inglés) así como la implantación de una directriz política orientada hacia una disminución de la intervención financiera de Estados Unidos en la OTAN, lo cual generó grandes cuestionamientos en los aliados europeos de Washington, mismos que empezaron a ver con escepticismo la postura diplomática del nuevo presidente hacia la alianza militar.

En este contexto de turbulencia geopolítica, Trump seleccionó a un “outsider” para ser su secretario de Estado, nombramiento que recayó en la figura del ex director ejecutivo de Exxon-Mobil Rex Tillerson, el cual había forjado su encumbramiento hacia el máximo cargo de esta empresa petrolera por medio del desarrollo de complejos petroleros en Rusia, inicialmente en el complejo Shakalin y posteriormente por medio de excelentes negociaciones llevadas a cabo en el año 2012 con el Kremlin para que éste accedería a que las reservas petroleras de tres bloques del Mar de Kara ubicado en la costa ártica de Rusia fuesen contabilizadas como reservas de Exxon-Mobil.

A cambio el gobierno ruso exigía que Exxon-Mobil cedería bloques petroleros en el Golfo de México así como un proceso de transferencia de tecnología en materia de hidrofracturación, la cual es muy necesaria para el sector petrolero de Rusia, toda vez que posee una de las principales cuencas de petróleo shale del mundo conocida como Bazenhof.

Este marco de negociaciones empresariales y de beneficios mutuos entre Exxon-Mobil y el gobierno ruso se vino abajo en 2014 con la imposición de sanciones económicas hacia Moscú como consecuencia de la “anexión” (o reunificación para el gobierno ruso) de la península de Crimea.

Rex Tillerson, antes ejecutivo de Exxon-Mobil, fue elegido como el titular del Departamento de Estado bajo el Gobierno de Trump

El surgimiento del Russiagate

Con la llegada de Trump al poder y la selección de Tillerson como Secretario de Estado era posible un escenario de reconciliación entre Washington y Moscú, lo cual en una primera impresión pareció como una repetición de la estrategia (pero a la inversa) de la década de los 70 en la administración Nixon, cuando el entonces Secretario de Estado Henry Kissinger por medio de una serie de visitas secretas logró que China comunista virara hacia Washington, logrando acentuar las diferencias entre la URSS Y Pekin, con lo cual el bloque comunista se debilitó notablemente, siendo incluso factible asegurar que con esta jugada geopolítica Estados Unidos logró ganar la Guerra Fría, ya que a pesar de haber sido derrotado en Vietnam, su contraparte soviética no logró capitalizar dicho momento a su favor.

El inicial acercamiento con Rusia realizado por el Presidente Trump, se vio materializado por el presente diplomático a Vladimir Putin al nombrar a Tillerson como Secretario de Estado. Este “regalo”, parecía estar enfocado en debilitar la asociación estratégica entre Rusia y China, la cual se ha fortalecido especialmente desde la imposición de las sanciones económicas a Moscú, toda vez que Rusia encontró en Beijing a un aliado estratégico que le puede proveer de nuevos mercados para las cruciales exportaciones de hidrocarburos rusos, al tiempo que el gobierno ruso tiene acceso a los activos financieros que le han servido de gran ayuda en el marco del desplome del precio del petróleo que tomó lugar en el segundo semestre de 2014.

Sin embargo la reciente salida de Tillerson como Secretario de Estado y su sustitución por el ex director de la CIA Mike Pompeo vislumbra un escenario de alta complejidad en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, toda vez que Pompeo favorece una política de mayor agresividad hacia el medio oriente, especialmente con relación a Irán y un posible ataque a las instalaciones nucleares iraníes, lo cual impactará de forma notable en la relación con Rusia.

Con la llegada de Donald Trump al poder surgió el Russiagate, el cual de acuerdo con las tres agencias de inteligencia estadounidenses (CIA, FBI y la NSA) se apunta que el gobierno ruso llevó a cabo una intervención deliberada por medio de un ciberataque en el proceso electoral de 2016, con el objetivo de favorecer a Donald Trump y debilitar la imagen política de la entonces candidata Hillary Clinton.

A partir de ese momento las relaciones bilaterales entre Rusia y Estados Unidos se empezaron a descarrilar, ya que diversos funcionarios de la administración Trump han sido vinculados de una u otra forma con el gobierno ruso.

Una figura paradigmática fue la del general Michael Flynn quien después de servir por solo 24 días como asesor de Seguridad Nacional del presidente Trump, fue cesado bajo el cargo de mentir sobre sus contactos con el gobierno ruso durante el proceso de transición, previo a la toma de poder del actual presidente norteamericano.

A este proceso se fueron sumando una serie de acusaciones y señalamientos sobre diversos miembros del equipo político de Trump, acusados de tener acercamientos o contactos con emisarios del gobierno ruso. Este escenario para las agencias estadounidenses de inteligencia es una intervención rusa, la cual de acuerdo con información vertida por el entonces director de la CIA John O. Brennan planteó un escenario en el que Rusia había implementado un plan para ayudar a que ganara Trump, simultáneamente en encuentros al interior del congreso estadounidense la misma CIA formuló que tenía información proveniente de fuentes al interior del gobierno ruso que apuntaban a que el Kremlin se encontraba profundamente involucrado en descarrilar la campaña presidencial de Hillary Clinton.

Sin embargo resultó profundamente contradictorio que el informe de la CIA de diciembre de 2016 apuntaba que no obstante la intervención cibernética de Rusia, el análisis de inteligencia llevado a cabo por dicha agencia planteaba que la supuesta intervención no alteraba el resultado de la elección.

El proceso de investigación sigue en curso mientras se han sumado numerosos miembros del equipo de Trump que han sido acusados de tener acercamientos o acuerdos con contrapartes rusas. No obstante dentro del gran volumen de documentos que plantean las investigaciones estadounidenses se puede destacar el documento conocido como “Trump-Russia dossier”, el cual es un documento de inteligencia escrito por Christopher Steele un anterior miembro de la inteligencia británica perteneciente al MI6.

Dicho documento plantea los acercamientos entre la inteligencia rusa y el equipo de Trump. Un elemento realmente crucial con este documento tiene que ver con la filtración que afirma que el propio FBI basa su investigación en la información proveniente del Dossier, lo cual provoca a la reflexión sobre el papel que desempeña la inteligencia británica en el descarrilamiento de las relaciones entre Rusia y los Estados Unidos.

Misiles y nuevas armas estratégicas nucleares: La reacción desde Moscú

En diversas entrevistas con medios occidentales el presidente Vladimir Putin ha sido enfático sobre la negativa de una intervención deliberada de parte de su gobierno en el proceso electoral que llevó a Trump a la silla presidencial. Sin embargo la presión en los medios de comunicación occidentales se ha enfocado en enfatizar el papel de la intervención rusa no solo en las elecciones en Estados Unidos sino en otros procesos políticos como el Brexit, Cataluña, e incluso en los próximos comicios en México.

Sin embargo a esta lógica de conflicto se sumó un marco de gran rivalidad estratégica producto del retiro por parte de Estados Unidos del Tratado Antibalístico (ABM, por sus siglas en inglés) de 1972, el cual fue abandonado de manera unilateral en 2002. Consecuentemente Washington inició una campaña orientada hacia el despliegue del sistema de defensa antibalístico que le podría proveer a Estados Unidos de una ventaja en un hipotético conflicto nuclear contra Rusia, ya que el escudo antimisiles busca romper con la capacidad de segunda respuesta por parte de Moscú, eliminando así su capacidad estratégica nuclear.

Esta situación se mantuvo así durante casi 16 años, donde Rusia por medio de sus diversos esfuerzos diplomáticos buscó que Estados Unidos desistiera de su programa de defensa antimisiles, el cual desde Moscú ha sido considerado como una amenaza especialmente porque su ubicación se localiza en las naciones de Europa del este. A este complejo misilístico terrestre se suma el vector naval, el cual puede desplazar misiles en las aguas del mar del Norte, así como del mar Negro.

El presidente de la Federación rusa, Vladímir Putin

Resulta relevante recordar el discurso de Vladimir Putin en febrero de 2007 en Munich Alemania en el marco de la conferencia internacional en seguridad en la que arremetió contra el uso de la fuerza militar en las relaciones internacionales al tiempo que enfatizó sobre la creciente peligrosidad internacional de llevar a cabo una escalada militar dado el marco de proyección misilística estadounidense que tenía previsto para el presente año 2018 ya tener listo el escudo antimisiles.

Consecuentemente, el presidente Vladimir Putin durante su discurso ante la asamblea federal el pasado primero de marzo expresó: “a lo largo de estos años hemos trabajado intensamente en el desarrollo de equipos y armas que nos permiten innovaciones en nuevos modelos estratégicos”. A continuación el presidente ruso procedió a mostrar en animaciones digitales las armas de tipo hipersónicas que se suman al arsenal nuclear estratégico de la Federación Rusa.

Algunas de estas armas son el misil intercontinental Sarmat que se caracteriza por contener múltiples cabezas nucleares, dicha tecnología ya había sido desarrollada desde los años de la guerra fría, pero fue desactivada debido a los acuerdos internacionales SALT I Y II. Esta tecnología es especialmente estratégica ya que le permite a Rusia poder golpear cualquier punto del planeta por medio de las cabezas nucleares orbitales, lo cual no rompe los tratados internacionales que prohíben la nuclearización del espacio ultraterrestre ya que dichos tratados prohíben estacionar las armas nucleares en el espacio, en contraparte el sistema Sarmat solo pone las cabezas nucleares mientras se encuentran en trayectoria hacia su objetivo.

Otro misil estratégico mostrado por Putin es el conocido como Kinzhal el cual se lanza desde un avión caza y es capaz de alcanzar velocidades hipersónicas, superiores en 5 veces a la velocidad del sonido, lo cual la convierte en prácticamente interceptable. Este misil se comporta como un misil de crucero propulsado por un motor nuclear miniatura lo que le otorga una autonomía de vuelo casi infinita.

A estas armas se sumó el proyectil Avangard el cual también es hipersónico, pero cuenta con la capacidad de modificar su trayectoria de vuelo, evadiendo cualquier tipo de sistema de defensa antimisiles. Simultáneamente Putin también mostró un nuevo torpedo con propulsión nuclear, el cual le puede brindar superioridad estratégica en los mares. Esta última arma a pesar de no ser tan espectacular como sus contrapartes aeroespaciales, puede desempeñar un papel mucho más importante en materia de disuasión con respecto a la armada estadounidense, que confía en los grandes grupos de portaaviones para garantizar su superioridad naval en el mundo.

Resulta interesante que en las diversas entrevistas que le llevó a cabo el cineasta estadounidense Oliver Stone a Vladimir Putin entre julio de 2015 y febrero de 2017, cuando abordaron el tema del sistema de defensa antimisiles, el presidente Putin expresó: “ todas estas acciones serán adecuadamente contestadas por Rusia y esto solo significa que habrá un nuevo ciclo de carrera armamentística y nuestra respuesta será mucho más barata que el sistema de defensa antimisiles….por su puesto, nuestra respuesta puede ser más tosca, no tan sofisticada, pero los sistemas que vamos a construir van a ser eficientes y vamos a preservar la paridad estratégica, que haya equilibrio es de suma importancia”.

Putin cumplió con sus palabras al hacer patentes las nuevas armas estratégicas rusas el pasado primero de marzo, sus palabras han sido tomadas con escepticismo en occidente, pero no se puede pasar por alto que históricamente Rusia ha logrado vencer a grandes y ejércitos mejor pertrechados, por lo que la estrategia militar rusa nunca ha sido igual que la de occidente, recurrir al argumento de que Estados Unidos posee un presupuesto militar ocho veces superior al ruso, no es un argumento de peso en el marco de la “gran estrategia” del Estado ruso, toda vez que las guerras se ganan con estrategia, comprendiendo los cambios tecnológicos que dan superioridad en el campo de batalla.

Desde Estados Unidos el presidente Trump no mostró una respuesta habitual, es decir no salió con tweets agresivos ni declaraciones fuertes sobre las nuevas capacidades rusas, lo cual es posible de interpretar como una aceptación de la superioridad misilística y nuclear de Rusia, que por el momento tiene capacidad de vulnerar el sistema de defensa antimisiles estadounidense, lo cual le compra tiempo al presidente Putin para centrarse en los temas económicos y desarrollo interno de Rusia, luego de haber ganado el 18 de marzo los comicios presidenciales para iniciar su cuarto mandato como presidente de la Federación Rusa.

Abner Munguía Gaspar

Abner Munguía Gaspar: Doctorante en Relaciones Internacionales, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México.

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