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México – El 68 y los reconocimientos
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Global Research, agosto 01, 2018
alainet.org 1 August, 2018
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El movimiento estudiantil-popular de 1968 es más conocido aquí y en otras latitudes por su desembocadura represiva y sanguinaria del 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas, suceso agraviante como ninguno a lo largo de julio-diciembre. Y mucho menos por su riquísima trayectoria en la movilización social y ciudadana, ante todo juvenil, y el intenso y masivo activismo de las brigadas estudiantiles.

Con alguna frecuencia escucho la queja respecto a que entre las nuevas generaciones es desconocido el 68 y hace días Gilberto Guevara Niebla reclamaba que los dirigentes no recibieron el reconocimiento que, sin duda, merecen de parte de la sociedad.

Hace medio siglo y mucho tiempo después, de diversas maneras fueron respaldados los dirigentes para ocupar cargos de elección popular y en las dirigencias del Revolucionario Institucional, Comunista Mexicano, Socialista de los Trabajadores, Mexicano de los Trabajadores, Revolucionario de los Trabajadores, Socialista Unificado de México, Mexicano Socialista, De la Revolución Democrática y en el Movimiento Regeneración Nacional. Además de que se desempeñaron como dirigentes sociales y directivos de publicaciones nuevas y antiguas, lo que implicó un alto grado de reconocimiento, e incluso cargos gubernamentales.

En todo caso el amplio e intenso programa de actividades para rememorar el 68 cinco décadas después, para debatir y hacer los análisis y balances pendientes desde el movimiento, la academia y los medios, será ocasión oportuna para reconocer a Marcelino Perelló Vals y Raúl Álvarez Garín, Eduardo Valle Espinoza y Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Florencio López Osuna y Luis González de Alba, entre muchos otros, la mayoría ya fallecidos.

La Universidad Nacional Autónoma de México, sus autoridades, escogieron el 30 de julio como punto de arranque de la conmemoración del medio siglo del 68 mexicano, porque fue global (de Tokio a Praga y de París a Bonn), debido a que a pesar de que hubo acontecimientos que sucedieron antes, el 30 de julio ocurrió el bazucazo que derribó la enorme puerta colonial de San Ildefonso, que en ese entonces albergaba a la Escuela Nacional Preparatoria 1, y con ello se inició una sistemática represión de libertades y una serie de acciones contra la autonomía de nuestras principales casas de estudios, como bien apuntó Enrique Graue.

Y a partir de aquel acto de barbarie del gobierno de Gustavo Días Ordaz, además de la toma de cuatro escuelas y la detención de 180 estudiantes, estalla la huelga general estudiantil. Al día siguiente el rector Javier Barros Sierra encabeza una manifestación de 100 mil estudiantes y profesores.

 El 4 de agosto es publicado el Programa de los Seis Puntos y el día 8 queda constituido el Consejo Nacional de Huelga, también la Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior Pro Libertades Democráticas, en la que militaba el maestro Jorge Maksabedián.

Sería dable esperar que en las reflexiones que con motive del cincuentenario del 68 mexicano, los padres de los estudiantes capitalinos y del país –el movimiento fue nacional y tampoco son para subestimarse las expresiones populares, como las movilizaciones campesinas realizadas en el norte de Tamaulipas–, sean reconocidos porque sin su anuencia voluntaria, a regañadientes u obligada, los jóvenes no hubiesen dispuesto de techo, alimentos y gastos. Y en este elemental reconocimiento a los que financiaron a los muchos miles de paristas, manifestantes y activistas no cabe, a mi parecer, el argumento, válido y respetable, de que también buscábamos “liberarnos del autoritarismo de nuestros padres”, como recuerda Arturo Robles Aparicio. En todo caso aquél era derivado del estatal que asfixiaba a los universitarios y al país.

Eduardo Ibarra Aguirre

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