Este jueves, noche de brujas por más señas, era la fecha fijada para la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), pero una vez más, los llamados ‘Brexiteers’ se quedaron con las ganas.

Ni siquiera el primer ministro Boris Johnson, quien en julio pasado relevó en el cargo a la dimitente Theresa May con la promesa de concretar el Brexit el 31 de octubre, ‘sin excusa ni pretextos’, pudo lograrlo.

El gobernante conservador amenazó, insultó y presionó hasta lo indecible a sus correligionarios y detractores, y hasta llegó a decir que prefería estar muerto en una zanja antes de volver a solicitar una nueva prórroga a la UE.

Pero al igual que su antecesora, el primer ministro tampoco pudo franquear el valladar de la Cámara de los Comunes, aunque hay que reconocerle que, esta vez, su acuerdo del Brexit logró el respaldo de los diputados, quienes se rehusaron, sin embargo, a aprobarlo con el carácter urgente que él exigía.

Johnson debió entonces tragarse su orgullo, y viajar a Bruselas a mediados de octubre para informar a sus pares europeos que aunque el refrán señala que ‘a la tercera va la vencida’, esta vez tampoco habría divorcio, el cual quedó pospuesto luego para el 31 de enero de 2020.

En un intento por salvar la cara, el político conservador, cuyo partido perdió la mayoría parlamentaria como resultado de las divisiones internas provocadas por el Brexit, vio en el adelanto de las elecciones generales su tabla de salvación.

Tras vencer la reticencia del opositor Partido Laborista con la promesa de que no intentará sacar al Reino Unido del bloque sin un acuerdo previo, la Cámara Baja finalmente accedió a celebrar el 12 de diciembre de este año unos comicios inicialmente previstos para mayo de 2022.

Será la tercera vez que los británicos tendrán que ir a las urnas después del referendo de 2016, cuando el 51,2 por ciento del electorado votó a favor de la ruptura con la UE.

La campaña electoral ya está en marcha, con Johnson y el líder laborista, Jeremy Corbyn, como antagonistas principales, aunque la jefa del Partido Liberal Demócrata, Jo Swinson; y el populista Nigel Farage, fundador del Partido del Brexit, también se lanzaron al ruedo, junto a otras organizaciones como los Unionistas de Irlanda del Norte y los nacionalistas escoceses.

Como es usual, cada fuerza política tiene un programa de Gobierno con el cual pretenden atraer a los votantes, pero los analistas coinciden en que el común denominador de la batalla por el número 10 de la calle Downing y el control del parlamento será la salida de la alianza europea.

Johnson, por ejemplo, afirma que la concreción del Brexit, además de cumplir con la voluntad expresada por la mayoría de los británicos en el referendo de 2016, servirá para restañar las heridas y sacar adelante al país.

De su lado, Corbyn promete resolver el problema en seis meses, que es el tiempo que necesita para negociar un nuevo acuerdo con la UE, que garantice los derechos laborales y medioambientales, y la permanencia del Reino Unido dentro del mercado común europeo.

Según el líder laborista, ese eventual pacto sería sometido a un nuevo referendo en el cual los británicos podrán votar también por seguir dentro del bloque, que es la opción que defienden los liberales demócratas y el Partido Nacional Escocés.

Nestor Marin