Quizás por eso tanto el Foro Económico Mundial en Davos como la Conferencia de Seguridad de Múnich 2023 dieron muestras de estar frenéticamente obsesionados con los peligros de su propio pesimismo en cuanto a la integración global, misma que ha existido hasta ahora, pero que se encuentra en una posición terriblemente precaria. El conflicto en Ucrania ha mostrado las formas en que la guerra puede romper repentinamente los lazos en las relaciones económicas sobre los cuales se han construido y desmontado los pilares de la globalización.
La 59ª Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada del 17 al 19 de febrero de este año, a la que asistieron más de 150 altos funcionarios, incluidos más de 40 jefes de Estado y organizaciones internacionales, se centró en tres temas principales: la guerra en Ucrania, la necesidad de enfrentar a China y Rusia, y la importancia del Sur Globalen la lucha entre las grandes potencias.
El informe de la Conferencia detalló que “los países del Sur Global pueden convertirse en Estados indecisos cruciales. «Pueden inclinar la balanza entre competidores sistémicos y, por lo tanto, determinar el destino del orden internacional basado en reglas”. O sea, los países del sur global pueden atentar contra la administración y la potestad occidental de fijar las reglas al no adherir o abstenerse en las votaciones que condenan, lo que Occidente quiere condenar.
“Estados influyentes como India, Turquía o Arabia Saudita, están cubriendo sus apuestas de manera bastante activa en el enfrentamiento geopolítico actual, tanto en lo que respecta a Ucrania como en muchos otros temas políticos. En lugar de guiarse por sentimientos profundos sobre el orden internacional, sus respuestas a la guerra en Ucrania y sus posiciones en la contienda internacional más amplia sobre el orden internacional parecen estar guiadas por un razonamiento mucho más pragmático”. Resulta extraño que una conferencia financiada por la OTAN crea que hacer negocios es una razón excesivamente pragmática para tomar decisiones.
Muchos países de África, Asia y América Latina han perdido la fe en la legitimidad y la equidad de un sistema internacional que no les ha otorgado una voz en los asuntos mundiales ni ha abordado sus preocupaciones fundamentales, léase: pobreza, desarrollo y deuda. Para muchos Estados, estos fracasos están profundamente ligados a Occidente. Encuentran que el orden dirigido por el Oeste se ha caracterizado por la dominación poscolonial, la doble vara y el descuido de las preocupaciones esenciales de los países en desarrollo.
El problema es que más países, especialmente aquellos en desarrollo y las nuevas economías emergentes, están cada vez más preocupados y desencantados por el intento de los EE.UU. y algunos países occidentales de secuestrar las reuniones internacionales para ventilar sus quejas sobre el conflicto Rusia-Ucrania y utilizar varias plataformas para presionar a otras naciones a que se unan a sus amplias sanciones económicas contra Rusia, mientras que el mundo necesita desesperadamente una solución política al conflicto, ya que enfrenta los efectos secundarios de la crisis y muchos otros desafíos apremiantes.
El nuevo orden mundial ya no es solo una frase de moda para algunos oídos. Uno no puede dejar de preguntarse quién le dará forma y de qué manera: económica, financiera y políticamente. ¿Hará el Colectivo Occidente todo lo posible para evitar que eso suceda recurriendo a lo que siempre ha hecho? No lo sabemos, pero sí que la disputa por la alineación del sur global comenzó, de eso no hay duda.
Como dijimos, el conflicto en Ucrania ha producido una reacción unánime de la Unión Europea, los Estados Unidos y los aliados más estrechos de la gran potencia norteamericana contra la Operación Militar Especial de la Federación Rusa. Sin embargo, en el resto del mundo la actitud ha sido distinta. Esta circunstancia está generando una fractura entre Occidente y lo que se ha denominado el “Sur Global”
El 2 de marzo de 2022, cuando la Asamblea General de la ONU se reunió en una sesión especial de emergencia para votar una resolución de condena de la invasión rusa a Ucrania, de los 193 países que la conforman, 141 votaron a favor de la condena por su agresión, cinco lo hicieron en contra (Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea, Siria y la propia Federación Rusa) y 35 se abstuvieron, entre los que se encontraban algunos de los principales miembros del Sur Global, como China, India, Sudáfrica y Senegal, Pakistán, Irán, Sudán, Irak, etc.
El 7 de abril de 2022, cuando la Asamblea General se reunió nuevamente para votar una resolución con el fin de expulsar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la unidad internacional sobre las acciones de Moscú se había debilitado. Las abstenciones aumentaron esta vez de 35 a 58, e incluyeron a Brasil. Con ello, todos los países del bloque BRICS, formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, se abstuvieron, es decir, las tres cuartas partes de la población mundial no apoyo la expulsión de Rusia.
Las razones que empujan a actuar de esta manera a los países del Sur Global son una combinación de intereses particulares, de búsqueda de mayor autonomía y de rechazo a Occidente como referente de un orden y un comportamiento planetario, todo ello con un importante componente de antipatía hacia las potencias occidentales, tanto por los excesos del imperialismo en la época colonialista como por su empeño por imponer sus valores como universales, según el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE).
Los deseos de revancha o de desconfianza es cierto que no han dado nunca como resultado nada positivo, pero existe una responsabilidad derivada de los abusos y los atropellos de los países del primer mundo a dichos sentimientos. Los actos tienen consecuencias, y los excesos cometidos por las potencias imperialistas desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad están pasando la factura que las entonces y actuales víctimas, por una debilidad relativa, no pudieron presentar. El caso de China y las guerras del opio son muy ilustrativas y está sirviendo a Pekín para cerrar filas y reforzar su nacionalismo apelando al “siglo de las humillaciones”.
Así, desde otras regiones del mundo se acusa de hipocresía a unas potencias que descalifican por actitudes decimonónicas, que a ellas mismas las llevaron a su posición de bienestar y de poder actual, más aún cuando las naciones occidentales se presentan en muchas ocasiones como jueces de los comportamientos ajenos. De hecho, lo que el primer mundo ha instalado en los países del sur es, lo que podríamos denominar un enfoque distorsionado. En muchos casos le han hecho creer a los ciudadanos del Sur Global que no pueden culpar a los Estados occidentales de sus propios fracasos. Al parecer el arrasar con los recursos naturales, dominar la política interior, configurar el sistema de producción, privatizar empresas, desarmar Estados, ya sea por el consenso de Washington o el brutal endeudamiento externo, son sólo errores económicos. Sin estas condicionalidades, ¿cuantos votos creen que habrían tenido?
La disputa o el malestar del Sur Global requerirán un cambio fundamental en las actitudes y políticas hacia estos países, que históricamente han sido vistos como objetos de saqueo y ayuda en lugar de socios iguales en una relación mutuamente beneficiosa. El legado colonialista de Occidente continúa proyectando una larga sombra sobre sus relaciones con el Sur Global. Saquear la riqueza, interferir en las políticas interna de los Estados y que quienes no se adhieren a los dictados occidentales sean sujetos de sanciones siniestras o presiones económicas extremas.
Las guerras en Afganistán e Irak, el apoyo a regímenes autoritarios y golpes de Estado, el torniquete de banco económico sobre países como Líbano y Venezuela, fondos buitres y el FMI sobre Argentina y varios países del mundo, o la distribución desigual de vacunas durante la pandemia de COVID-19, son solo algunos ejemplos de las formas en que las potencias occidentales actuaron en contra de los intereses y el bienestar de los países del Sur Global. Y ahora no entienden su reacción.
A río revuelto, y en términos económicos, ganancia de pescadores. Rusia se está beneficiando de la política decidida en Nueva Delhi, Beijín, Riad o los desaciertos de Occidente. El 5 de octubre, mientras Europa se preparaba para un invierno frío y costoso sin los combustibles fósiles rusos, Arabia Saudí se unió a otros miembros de la OPEP para recortar la producción de petróleo, lo que hizo subir los precios de la energía en favor de Moscú. La decisión se produjo a pesar de la polémica visita del presidente estadounidense Joe Biden al reino petrolero para intentar convencer a aquellos de que aumentaran la producción de petróleo.
Esto ha permitido a algunos de los mayores importadores de petróleo del Sur Global comprar crudo ruso cada vez más barato. Con el recorte de los precios del petróleo y el gas por parte de Rusia, algunos de los mayores beneficiarios han sido las naciones más grandes del Sur Global. China importó niveles récord de petróleo ruso desde que comenzó la guerra, e India hizo lo propio, importando en diciembre 33 veces más que un año antes.
A la India, que siempre se ha mantenido fiel a su alianza, se le está facilitando petróleo a precios muy rebajados —las importaciones de Rusia han aumentado de un 1% a un 20%— y es el mayor socio de Nueva Delhi en materia militar. Aunque la India esté diversificando sus fuentes de importación de armamento —sus principales proveedores de armas durante 2016-2020 fueron Rusia (49%), Francia (18%) e Israel (13%)— sigue dependiendo de Moscú para el sostenimiento de sus fuerzas armadas.
En Oriente Medio y el norte de África se mezclan intereses del ámbito de la energía, pues la participación de Moscú en la OPEP+ sigue siendo clave para el mantenimiento de unos precios altos del petróleo, y existe una dependencia de las importaciones de cereales rusos y ucranianos. La región MENA (Medio Oriente y el Norte de África) es simultáneamente la mayor exportadora del mundo de hidrocarburos y la mayor importadora de cereales.
Ya sea por conveniencia política, para tener una idea, África tiene 54 países, o sea, 54 votos en las Naciones Unidas. Desde el punto de vista económico el continente africano está compuesto, en gran parte, por países pobres y en desarrollo que trabajan activamente para unir sus Estados en una sola potencia, similar a la Unión Europea. África posee el 90% de las reservas mundiales de platino, el 50% de las reservas de oro y diamantes, el 33% de las reservas mundiales de uranio y enormes reservas de petróleo, gas, manganeso, cromita y bauxita, todos los cuales son esenciales para la industria de cada país. Tiene una alta tasa de crecimiento poblacional, con un promedio de 28 nacimientos por cada 1000 personas, y su población se proyecta que alcanzará los 2.4 mil millones en 30 años.
Los tres países BRICS presidirán el G20 en los próximos tres años: India en 2023, Sudáfrica en 2024 y Brasil en 2025. Como resultado, se puede crear una plataforma para acuerdos de integración regional, bancos regionales de desarrollo y mecanismos financieros, que unirá la asociación regional de los Estados miembros del G20, ampliando así la gama de países que participan en los esfuerzos contra la crisis y otras iniciativas de coordinación.
La Unión Europea es el unico miembro con voto en el G20, ha acogido y apoyado públicamente la inclusión de la Unión Africana en esta organización. Rusia ha apoyado públicamente la solicitud de la India para que se le conceda el asiento continuo en el Consejo de Seguridad de la ONU. En El Cairo, después de una reunión con los funcionarios de la Liga Árabe, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de China, Qin Gang dijo: “Hemos acordado trabajar juntos para crear el nuevo orden mundial basado en el estado de derecho y la igualdad de toda la humanidad, la dedicación a los valores humanos de toda la civilización junto con su firme negativa a politizar las cuestiones de derechos humanos y utilizarlo como una mera estratagema política para interferir en los asuntos internos de países soberanos individuales”.
A decir verdad, los signos claros del nuevo orden mundial no Occidental están proliferando rápidamente. No solo que el 85% de la humanidad no se ha adherido a las sanciones del “Colectivo Biden” contra Rusia, sino que hay cada vez más un claro desacuerdo del Sur Global con las políticas de un mundo basado en leyes americanas. El Sur Global tiene cada vez más exposición y fuerza, la forma en la que Occidente lo está tratando, como lo ha hecho históricamente, lo pone cada vez más cerca de la acera de enfrente.
Alejandro Marcó del Pont