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Por la Libertad de Expresión y el Derecho a la Información
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Global Research, febrero 08, 2018
Voces del Periodista 7 February, 2018
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Por supuesto, en la condición actor de interés en el tema, no nos es dado dictar modelos de política editorial en tanto defensores de la Libertad de Expresión.

Sin embargo, como en la contraparte esté el Derecho a la Información como garantía tutelada por el Estado, nuestra preocupación es encontrar el equilibrio en el ejercicio de dos nobles prerrogativas fundamentales para la concreción de la aspiración democrática que anima a la sociedad mexicana.

Ambos elementos, básicos de los derechos civiles y las libertades políticas, están en el centro de gravedad en los momentos de destino que nos impone la sucesión presidencial de 2018.

La primera inquietud que nos conmueve en estas horas, son los espectros de la propaganda negra y la guerra sucia que se ciernen sobre el imperativo de unas elecciones que todos deseamos pacificas y civilizatorias como demostración de que, de veras, hemos tomado en serio el supuesto de la transición democrática.

Con independencia de que son los árbitros electorales constitucionales los responsables directos de ejercer sus facultades de vigilancia y sancionatorias de las conductas de los beligerantes en campaña, consideramos menester una toma de conciencia sobre los riesgos de que en los espacios de opinión se tome partido en la contienda y se haga no pocas veces sirviendo de eco a expresiones insidiosas y sin fundamentos, según el móvil de los intereses en pugna.

La graciosa oferta de asesoría del señor Tillerson

Las precampañas de los aspirantes presidenciales en México, en las que está de por medio la soberana voluntad de los votantes nacionales, han sido infiltradas por hipótesis no documentadas de la supuesta intromisión de agentes extranjeros en el proceso de sucesión presidencial.

De esa suerte, la disputa por la Presidencia se ha polarizado entre quienes lanzan acusaciones temerarias a sus adversarios; y éstos, tratando de desmentirlas. Así, las propuestas de gobierno, de por si precarias, pasan a segundo plano.

Aunque el fenómeno no es nuevo -data desde 2006-, se potenció en grado y medida en las últimas semanas y cobró una curva indeseable con la reciente visita a nuestro país del jefe del Departamento de Estado (USA), Rex Tillerson, quien, no oficiosamente por cierto, ofreció su asesoría al gobierno mexicano para prevenir la injerencia rusa en la política interior.

La insolencia del enviado de la Casa Blanca no ha sido adecuadamente respondida por los responsables de garantizar a los mexicanos unas elecciones libres.

Tampoco esas arrogantes expresiones injerencistas son nuevas: Siempre con los recursos de la desinformación como práctica imperial, se aluden procesos electorales en el Reino Unido y España;  en Brasil o Venezuela, para afirmar que políticos mexicanos buscan asideros foráneos para implantar en México modelos políticos extralógicos.

También sobre el tejado periodístico caen piedras

Libertad de Expresión y Derecho a la Información son principios que subrayamos a la entrada de estas notas. Los aludimos porque, como en el proceso electoral interno, algunas piedras están cayendo en los tejados de nuestra actividad.

Al arrancar enero, en edición de un magazine internacional de The New York Times, bajo el título de Gasta México en grande en domar a medios, se publicó un artículo en el que se afirma que “operar un medio noticioso en México normalmente significa depender de un solo cliente que gasta cantidades exorbitantes en publicidad con una simple advertencia: No te pago para que me critiques…”.

En el texto se asegura que, pese a la promesa de regular la publicidad gubernamental, Enrique Peña Nieto y los líderes de todos los partidos se gastan millones de dólares en medios favoritos. Los jefes de prensa, agrega el artículo, antes de firmar un contrato publicitario, exigen cobertura positiva a la agenda de gobierno.

No hubo reacción a esas imputaciones no obstante que, según el autor, 68 por ciento de los periodistas señaló que se autocensura no solo par evitar ser asesinados, sino también por presión de los anunciantes… (El principal, a tenor de la nota, es el gobierno.)

El domingo pasado, en ocasión del estreno en México de la película Te Post, el ex editor en jefe del diario Te Washington Post, Leonard Downie Jr. relató la experiencia por la que pasó la planta ejecutiva de esa publicación, dirigida por señora Katherine Graham, frente al acoso de la presidencia de los Estados Unidos, tratando de evitar la divulgación de los llamados Pentágono Papers sobre la guerra de Vietnam y la posición de Washington de que se podía ganar.

Lo relevante de esa historia es que, contra la orden judicial obtenida por Richard Nixon para impedir la publicación de aquellos papeles, finalmente por una votación de 6 contra 3, los jueces de la Corte Suprema de Justicia dieron la razón a las empresas editoriales que revelaron el contenido de siete mil fojas del informe secreto, cuya divulgación culminó con la defenestración del Presidente.

Downie hace la siguiente afirmación: En  otros países, como en México, demasiados medios prefieren mantener buenas relaciones con quienes ostentan el poder, en vez de servir al público, exigiendo de los gobernantes transparencia y un rendimiento de cuentas.

Acicates para una reflexión autocrítica

Son, ese tipo de escrutinios foráneos, elementos de reflexión para valorar críticamente en donde estamos parados en México en asignaturas tan graves como la Libertad de Expresión y el Derecho a la Información, y si estamos para servir a la sociedad o a los poderes, sean constitucionales o fácticos.

Sea cual fuere el resultado de la sucesión presidencial de 2018, es imperioso recordar que los poderes políticos son transitorios. El servicio del periodismo no está sujeto al sistema métrico sexenal y debe responder a los perennes intereses de una sociedad que pretende ser democrática. Vale.

Mouris Salloum George

Mouris Sallum George: Director del Club de Periodistas de México A.C.     

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