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Psicótico bypass neoconservador en Ucrania
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Global Research, septiembre 04, 2023
El Tábano Economista 3 septiembre, 2023
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El argumento establecido para la guerra de Ucrania comenzó a modificar su rumbo desde diciembre del 2022 con exóticas intenciones de eventuales conversaciones de paz. Algunas alertas fueron más notorias que otras, yo diría que los papeles del Pentágono llenan el concepto de inverosímil.

La cumbre de la OTAN en Lituania mostró un retrato de los medios occidentales acerca de “la soledad del presidente ucraniano Volodímir Zelenski”, todo un titular tendenciosamente ilustrativo, más aun cuando éste se debatía tratando de poner el valor a los soldados caídos en combate. Una retorcida y sombría negociación, de toma y dame, dentro de una perturbada distribución de roles donde los muertos los pone Ucrania a cambio de financiamiento y suministro bélico. ¿Cuánto vale cada muerto? Dependiendo de la cuenta, entre 100.000 y 150.000 dólares.

Unos días después, Stian Jenssen, jefe de gabinete y hombre de confianza de Jens Stoltenberg (actual Secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN), aseguraba en un evento en Noruega que una solución para poner fin a los 18 meses de guerra podría ser que «Ucrania ceda territorio y recibir a cambio la entrada en la OTAN«, algo así como una instantánea de la actualidad.

Es verdad que los objetivos de la crónica occidental cambiaron, lo que sorprende no es su giro, sino que discusiones antes ocultas al público sean expuestas sin diplomacia, como una simple ecuación de costo-beneficio, la cual, como argumento, no deja de ser espantosamente innegable. El Center for European Policy Analysis (CEPA) y el senador por Utah, y antiguo candidato republicano a la presidencia estadounidense, Mitt Romney, afirmaron, en diferentes periodos de tiempo, que la cantidad gastada por Estados Unidos para financiar el régimen de Kiev, desde una perspectiva de rentabilidad, con aproximadamente el 5.6% de todo el presupuesto de defensa del país, es la mejor inversión en defensa estadounidense en toda su historia.

El senador amplió la lógica de su razonamiento detallando algunos puntos que son el pensamiento de gran parte del establishment político–militar de su país. La guerra no se libra cerca de la frontera estadounidense, se lleva a cabo a 9.156 kilómetros de distancia, en otro continente. Muertos, heridos, refugiados, ciudades y pueblos desbastados, no son americanos. En total, la administración Biden recibió la aprobación del Congreso para 40.000 millones de dólares en ayuda para Ucrania en 2022 y ha solicitado una ampliación de otros 37.700 millones de dólares para 2023 con un presupuesto total de defensa de 860.000 millones.

Estas sumas resultan insignificantes cuando se comparan con un presupuesto total de defensa de Estados Unidos, unos 715.000 millones de dólares para 2022. La asistencia representa el 5,6% de su gasto total de defensa. Rusia es el principal adversario de Estados Unidos, un rival de primer nivel, no muy lejos de China, su principal rival estratégico. En términos fríos y geopolíticos, según los neoconservadores, esta guerra brinda una excelente oportunidad para que Estados Unidos erosione y degrade la capacidad de defensa convencional de Rusia, sin tropas sobre el terreno y con poco riesgo para las vidas estadounidenses.

Las fuerzas armadas ucranianas ya han matado o herido a más de 100.000 soldados rusos, la mitad de su fuerza de combate original. Pérdidas confirmadas de vehículos blindados, incluidos miles de tanques, piezas de artillería,  aviones y helicópteros y algún buque de guerra. El gasto estadounidense del 5,6% de su presupuesto de defensa para destruir una parte de la capacidad militar convencional de Rusia parece una inversión absolutamente increíble, aunque los datos no sean del todo exactos, el razonamiento sigue siendo válido.

Si dividimos el presupuesto de defensa de Estados Unidos en función de las amenazas que enfrenta, a Rusia tal vez se le debería dedicar un gasto del orden de 100.000 a 150.000 millones de dólares. Es razonable que el ejército estadounidense desee que Rusia siga desplegando fuerzas militares para que Ucrania las destruya. Mientras tanto, reemplazar el equipo destruido y mantenerse al día con la nueva carrera armamentista que ahora ha desencadenado con Occidente seguramente terminará llevando a la economía rusa a la quiebra; especialmente una economía sujeta a agresivas sanciones occidentales.

Ninguna de estas reflexiones sucedió, las municiones y suministros de la OTAN colapsaron, el gobierno de Putin está cada vez más firme, la ofensiva ucraniana es una ironía que comienza a manifestarse en una serie de datos poco gratos para Occidente. Los muertos ucranianos son 400.000 en una población de tenía 43.8 millones de personas y que hoy no alcanza los 25 millones. De seguir así, al finalizar la guerra será un estado fallido, donde faltarán brazos para su reconstrucción, financiamiento para transformarlo y atractivo para invertir. Del lado americano, se olvidaron de un detalle no menor, las primarias en 2024.

El apoyo a la guerra de Ucrania por parte del público estadounidense ha caído drásticamente. La mayoría de los estadounidenses se oponen a que el Congreso autorice fondos adicionales para apoyar a dicha nación en su guerra con Rusia, según una nueva encuesta de CNN, realizada el 4 de agosto. En comparación, otro sondeo, llevado a cabo en los primeros días de la invasión rusa, a finales de febrero de 2022, encontró que un 62% sentía que Estados Unidos debería haber hecho más. En la actual, el 55% dice que el Congreso de Estados Unidos no debería autorizar financiación adicional para apoyar a Ucrania, mientras que el 51% dice que Estados Unidos ya ha hecho lo suficiente para ayudar a Ucrania.

Una muestra a futuro fue el debate en Milwaukee de los candidatos republicanos, al que Trump, el candidato con mayor intención de votos, no se presentó. La idea que rondaba en los medios tenía que ver con las preguntas del debate con respecto a Ucrania y qué actitud tomarían los candidatos hacia el apoyo de Estados Unidos. Algunos pidieron la eliminación o reducción de la ayuda estadounidense, mientras que otros hablaron enérgicamente a favor de ampliarlo. Lo cierto es que un panorama de estas características no es bueno ni para Europa ni para Ucrania. Menos aún para los demócratas, cuyas primarias pueden resultar atadas a los vaivenes de una guerra.

Según el Financial Times, la financiación de la Unión Europea para apuntalar a Ucrania también está en problemas por desacuerdos entre los estados miembros, con preocupaciones sobre presupuestos nacionales con costos crecientes que amenazan el flujo de apoyo financiero a Kiev. La disputa prepara el escenario para lo que se espera sea una de las negociaciones de la UE más tensas en lo que queda de este año.

En junio, la comisión europea estableció un complemento de 66.000 millones de euros para el presupuesto 2021-2027, que fue financiado por los estados miembros. Bruselas ha propuesto por separado 20.000 millones de euros para el suministro de armas a Ucrania. Es decir, la solicitud es de un paquete de 86.600 millones, donde se dediquen 19.000 millones de euros para cubrir costos de intereses inesperadamente altos sobre el endeudamiento conjunto de la UE, alrededor de 2.000 millones de euros para aumentos de costos administrativos, incluidos aumentos salariales para los funcionarios, 15.000 millones de euros para gastos relacionados con el aumento de la migración y la financiación para países externos, y 10.000 millones de euros para iniciativas.

«Todos queremos ayudar a Ucrania, no hay renuencia a hacer lo que se nos pide, o incluso a hacer más si es necesario«, dijo un alto diplomático de la UE. Extraña frase. Como si el problema del financiamiento fuera poco, el controvertido presentador estadounidense Tucker Carlson viajó a Budapest para entrevistar al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, para su programa Tucker on X. La guerra en Ucrania fue uno de los temas principales de la entrevista de media hora. Una de las preguntas fue sobre su reacción ante la destrucción del gasoducto Nord Stream: “Nosotros, los húngaros, dejamos claro de inmediato que hay otro gasoducto, no el Nord Stream, sino el South Stream, a través del cual fluye gas desde Rusia a lo largo del corredor sur: Turquía, Bulgaria, Serbia, Hungría.”

Junto con el Primer Ministro de Serbia, hemos dejado muy claro que si alguien quiere hacer con el corredor sur lo mismo que se hizo con el corredor norte, lo consideraremos un casus belli, un ataque terrorista, y lo haremos responder inmediatamente.”  El primer ministro húngaro afirmó que ya se ha perdido la oportunidad de incluir a Ucrania en la OTAN: “Esta ventana de oportunidad ya se ha cerrado. No podemos hacer esto. No podemos permitirnos el lujo de tener una frontera tan larga entre Rusia y Ucrania bajo el control de la OTAN. Esto significará una amenaza internacional para todos nosotros, incluso para Washington.»

Bajo esta amenaza poco velada se hallan Ucrania y sus circunstancias que se prepara para el nuevo ejercicio financiero. El Gabinete de Ministros debe presentar el proyecto de presupuesto estatal para 2024 a su Parlamento antes del 15 de septiembre. Esto sabiendo que, desde hace casi dos años, los donantes occidentales financian su presupuesto, mientras que el país gasta todos los impuestos recaudados en necesidades militares.

Según el periódico ucraniano RCB, la necesidad mensual de Ucrania de endeudamiento externo es de 3.000 a 4.000 millones de dólares. Esta cantidad cubre todos los gastos no relacionados con la seguridad y la defensa, principalmente los gastos sociales como pensiones, ayudas, subsidios, etc. La segunda parte del presupuesto, que asciende aproximadamente a 1,6 billones de grivnas (U$S 43.000M), se destina a necesidades de defensa. El tesoro recibe estos fondos en forma de impuestos, derechos de aduana y préstamos internos.

En pocas palabras, Ucrania necesita unos 100.000 millones de dólares para funcionar y pelear, pero como algunos republicanos comprendieron rápido el inicio de las campañas presidenciales en Estados Unidos, esta es la oportunidad para criticar a Biden por el gasto excesivo en apoyo a Ucrania. Los europeos, por su parte, los más castigados de esta guerra, tienen graves problemas sociales y presupuestarios por la crisis energética, la desindustrialización y la caída del producto.

Acechado para obtener logros en la contraofensiva, con poco personal y armamentos, Ucrania tiene que soportar otro tipo de condicionamientos, no ya de las internas europeas y la carrera presidencial americana, sino del FMI y los socios europeos por los negocios futuros. Ucrania ha sido catalogada como uno de los países más corruptos del mundo y para poder hacer negocios con el gas, tierras y privatizaciones, Estados Unidos impuso una condición informal para proporcionar dinero: debe preparar un proyecto de ley para fortalecer la independencia institucional y la eficiencia de la Fiscalía Especializada Anticorrupción (SAP). El proyecto de ley sobre SAP debe estar presentado antes del 15 de septiembre, con la mayor independencia posible.

El interés por el tema anticorrupción en el extranjero no es casual. Occidente, que proporcionan a Ucrania grandes paquetes de ayuda para necesidades humanitarias y militares, quiere estar seguro de que esos fondos se utilicen para los fines previstos. «En conversaciones privadas nuestros socios dicen en broma que los ucranianos no han robado ni un solo dólar a los contribuyentes estadounidenses. En Occidente hay dudas sobre nuestras adquisiciones estatales y proyectos de recuperación. La administración vendrá de BlackRock.

Zelensky recogió el guante y comenzó a preparar a Ucrania para congelar el conflicto, una de las alternativas barajadas. El presidente dijo que considera posible «lograr la desmilitarización de Rusia» en Crimea por medios políticos. Es decir, olvidémonos poco a poco del regreso de Crimea por la fuerza militar y, por supuesto, olvidemos la promesa de Zelensky de febrero: «Este verano alimentaré a los peces en el muelle de Crimea». La idea de que el conflicto se “congele”, y parte de Ucrania siga siendo un Estado separado, sería exactamente la misma situación que se puede observar entre Israel y Palestina.

La guerra de Ucrania es la culminación de un proyecto de 30 años de duración del movimiento neoconservador estadounidense. La administración Biden está repleta de los mismos neocons que defendieron las guerras como una elección de EE.UU. en Serbia (1999), Afganistán (2001), Irak (2003), Siria (2011) y Libia (2011) y que tanto han hecho por provocar la invasión de Ucrania por parte de Rusia. A lo largo de su historia, el movimiento ha producido absolutos desastres y, sin embargo, Biden ha llenado su equipo de neoconservadores. En consecuencia, el presidente estadounidense está llevando a Ucrania, EE.UU. y la Unión Europea a una nueva debacle geopolítica. Si Europa es mínimamente perspicaz, debería alejarse de estos desastres de la política exterior estadounidense.

Uno podría entender que el Instituto para el Estudio de la Guerra, un think-tank neoconservador dirigido por Kimberley Allen Kagan (y apoyado por una serie de contratistas en materia de defensa como el General Dynamics y Raytheon) esposo de Victoria Nuland, la Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de los Estados Unidos, juegan al negocio de la guerra. Cuando en 2013 estallaron en la capital ucraniana las protestas contra el Gobierno, la corrupción y la precariedad, EE.UU. entró en juego en favor de la oposición. Varios integrantes de la administración demócrata del presidente Barack Obama y el vicepresidente Joe Biden visitaron en la céntrica plaza Maidan a los manifestantes donde Victoria Nuland repartía sándwiches contribuyendo al golpe contra el presidente prorruso Víktor Yanukovich, quien terminó huyendo del país y dejando en una conversación telefónica la mítica frase de Nuland Fuck the EU!

La lógica neoconservadora se basa en una premisa falsa: que la superioridad militar, financiera, tecnológica y económica de Estados Unidos permite a dicho país imponer condiciones a cualquier región del mundo. Mientras su marido escribe teoría acerca del mundo unipolar, su esposa se encarga, ya sea desde la presidencia de George W. Bush hijo como embajadora de Estados Unidos ante la OTAN, desde la Secretaría de Estado adjunta de Asuntos Europeos y Euroasiáticos de 2013 a 2017 con Barack Obama, hasta la Subsecretaría de Estado para Asuntos Políticos en la actualidad, de promover sus hipótesis.

El dilema actual es que, si bien no le ha ido para nada mal a la Subsecretaría ni a los neoconservadores en general, tanto en la expansión de su teoría como en la ocupación de cargos, podrían perder la presidencia con los Republicanos o para seguir en la competencia deberían desaparecer o congelar momentáneamente la guerra en Ucrania, hasta enfocarse en la región del indo-pacifico. El baipás podría ser un riesgo imprudente o audaz, pero siempre será para un mundo más comprometido, arriesgado y perverso.

Alejandro Marcó del Pont

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