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Rusia-EE.UU.: ¿Quién amenaza a quién?
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Global Research, enero 30, 2022
Rebelión 29 January, 2022
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Si uno se deja llevar por la alharaca de los medios hegemónicos imperialistas, llega a la conclusión de que las tropas rusas están a punto de ocupar Ucrania y plantar en el corazón de Kiev la bandera de las franjas blanca, azul y roja.

Y hasta puede imaginar, que como ocurrió con la Alemania nazi ante el contragolpe soviético, sus divisiones motorizadas estén calentando los motores para repetir lo mismo en Europa. Si hace años podíamos hablar con rigor de una histeria anticomunista, hoy podemos hacerlo por igual de una rusofobia, que considera al Kremlin como una grave amenaza para la “civilización occidental”. A ese extremo ha llegado la catarata de mentiras, calumnias y especulaciones, casi siempre sin fundamento, que se tejen sobre la política exterior e interna de la Federación Rusa. En efecto, todo indica que Moscú ha concentrado un fuerte dispositivo militar en la frontera con Ucrania, pero a la vez no se ha cansado de asegurar, por boca del propio presidente Vladimir Putin, del canciller Serguei Lavrov y de otros diplomáticos importantes que no se propone invadir Ucrania. En otras palabras, las unidades militares de la potencia eslava están en la frontera entre los dos países con otros objetivos. No es difícil suponer que constituyen una baza negociadora ante Estados Unidos en vista de la constante expansión de la OTAN hacia Rusia y una herramienta de disuasión ante la agresiva presencia de tropas ucranianas en el este de ese país con asesores y armamento enviados por Estados Unidos y otros países de la OTAN en violación de los acuerdos de Minsk. Mucho más cuando entran en una etapa muy importante las negociaciones de Moscú con Washington, la OTAN y la Unión Europea sobre garantías de seguridad  para Rusia y esta busca distender la situación político-militar con los aliados occidentales.

La realidad es muy distinta del ruido mediático imperial y un examen sereno de los hechos así lo confirma.  Tras la pantalla de la OTAN, Estados Unidos no ha hecho otra cosa que extenderse militarmente hacia el este desde el derrumbe soviético(1991), incluidas agresiones militares. Contrariamente a lo prometido verbalmente por el entonces presidente de Estados Unidos George H.W. Bush y su secretario de Estado James Baker a Mijail Gorvachov, de que la OTAN no se expandiría en dirección a las fronteras de Rusia, también asegurado a este por el canciller alemán de la época Helmut Kohl. Resulta que no solo no ha parado de crecer en ese rumbo, sino que ya en 2004 incorporó a su membresía a los tres países bálticos exsoviéticos fronterizos con Rusia:  Estonia, Letonia y Lituania, donde, al igual que en Polonia, mantiene permanentemente misiones de combate.

Cuatro años después de la disolución de la URSS, Estados Unidos, con bandera de la OTAN, bombardeó las posiciones servias en Bosnia durante la guerra de Kosovo y, no conforme con ello, procedió a la secesión del enclave, de un enorme simbolismo para Rusia y los pueblos eslavos en  general. En 1995 llevó a cabo una criminal campaña aérea contra la ex Yugoslavia y cuatro años más tarde sumó como miembros a Hungría, Polonia y República Checa. A lo que siguieron los ingresos de Bulgaria, Eslovaquia y Eslovenia. En resumidas cuentas, incumpliendo la palabra dada a Gorvachov por Estados Unidos todos los países del ex campo socialista europeo, los integrantes -excepto Servia- de la  ex Yugoslavia y tres repúblicas exsoviéticas engrosaron las filas de la OTAN luego del colapso soviético. A ello deben añadirse las revoluciones de colores y provocaciones en el área exsoviética. Entre ellas, la provocación antirrusa montada por Estados Unidos e Israel en 2008 al armar y empujar a Georgia contra las tropas de paz de Moscú en Osetia del Sur, que llevó a un duro contragolpe del Kremlim. También, sumamente grave y preludio de la extraordinaria tensión existente hoy entre Rusia y Estados Unidos, el golpe de Estado, con muy activa participación de formaciones paramilitares neofascistas, contra el presidente electo de Ucrania, Víctor Yanukovich(2013), favorable a una relación amistosa con Rusia, que condujo al reintegro de Crimea a la potencia eslava. Durante el golpe y las manifestaciones del llamado Euromaidan animaban los disturbios en Kiev, la entonces y ahora subsecretaria de Estado de Estados Unidos, Victoria Nuland -una asociada de George Soros-, y el difunto senador estadounidense John MacCain.

El año pasado publiqué en estas páginas un artículo en dos partes titulado ¿Nueva guerra fría? (La Jornada, 1 y 8 de abril). Pero hoy, ante la escalada antirusa -y también, antichina- que presenciamos no me cabe duda de que procede usarlo de modo afirmativo. El informe ante los medios, tanto de los voceros rusos como estadounidenses sobre las conversaciones bilaterales sostenidas en Ginebra el 10 de enero y las declaraciones del viceministro ruso Alexander Ruskó sobre la reunión Rusia y OTAN dos días después no dan cabida por ahora al optimismo sobre un posible entendimiento.Ya hemos visto la gravedad de la amenaza que representa la constante expansión de Estados Unidos-OTAN, para la seguridad de la Federación de Rusia(FR). Pero ella comporta el peligrosísimo riesgo de conducir al estallido de una conflagración nuclear mundial y última, por ser ambas naciones las primeras potencias atómicas del orbe. El emplazamiento por Estados Unidos-OTAN, cada vez más cerca de la FR, de dispositivos de ataque nuclear que la privan de tiempo para responder en caso de un ataque sorpresivo, cuando la velocidad de los misiles portadores de cabezas nucleares ha aumentado considerablemente, cambia totalmente la ecuación estratégica mundial. Es una amenaza tan seria a la seguridad de la FR, que esta no puede tolerar, a menos que quiera suicidarse. Como ha razonado el presidente Putin hipotéticamente, ¿qué haría Estados Unidos si Rusia colocara dispositivos de esa naturaleza en las fronteras de Canadá o México con Estados Unidos? Todo esto ocurre en un contexto de profunda crisis económica, política, cultural y moral en EU, además de retroceso de su hegemonía mundial, con un liderazgo débil y cuestionado de Joe Biden, un país fragmentado y una extrema derecha que amenaza seriamente con llevar a Donald Trump a la presidencia en 2024. Para colmo, una Unión Europea atada a los caprichos de Estados Unidos. El cuadro menos favorable para prevenir una escalada del conflicto con la FR, que podría arrastrar a su aliado chino.

De ahí que sea tan importante comprender la postura netamente defensiva, pero muy enérgica y rotunda, de Moscú ante la histeria antirrusa y la cerrazón por parte de Estados Unidos a adoptar medidas de distensión, como lo confirma la negativa anunciada el 18 de enero por el secretario de Estado Anthony Blinken a otorgar a Rusia las garantías de seguridad que exige y a las que, con arreglo a la legalidad internacional tiene todo el derecho como parte agredida y amenazada. Conviene recordar, además de las ya señaladas acciones ofensivas de Estados Unidos-OTAN en el teatro europeo -todas enfiladas contra Rusia-, el horrendo historial bélico de Washington en otros escenarios, mediante la utilización de la alianza atlántica. Si solo nos remontamos a la hipócritamente llamada “guerra contra el terrorismo”, lanzada con posterioridad a los controvertidos atentados terroristas del 11/s de 2001 en Nueva York y Washington, encontramos una estela de mentiras -como las supuestas armas de destrucción masiva de Irak- para justificar criminales guerras y el arrasamiento, pisoteando el derecho internacional, de ese país, de Afganistán, Libia, Siria, Yemen y Somalia. A la vez, las cárceles y vuelos secretos de la CIA para secuestrar y torturar a cientos de los así llamados “combatientes enemigos” en violación de la Convención de Ginebra y del estado de derecho. Vivo y muy ostensible testimonio de esto es el campo de concentración de Guantánamo en territorio ilegalmente ocupado a Cuba, que recién cumplió 20 años. Buena parte de los 800 reclusos que por allí pasaron eran inocentes de los presuntos delitos que se les imputaban pero fueron sometidos a crueles torturas. Todavía quedan unos 40, la mayoría de ellos desde hace dos décadas sin cargo ni juicio. Y no hablemos de Vietnam, con sus entre 3 y 5 millones de civiles muertos, ni del extenso inventario de intervenciones militares, golpes de Estado, injerencias, chantajes y presiones del águila imperial en América Latina y el Caribe hasta hoy. ¿Se puede acusar a Rusia de algo parecido? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Puede alguien informado dudar de que la caracteriza una política exterior de paz y de respeto al derecho internacional? No es casual que la FR forme parte del recién formado grupo de países defensores de la Carta de la ONU, junto a Argelia, Cuba, Corea del Norte, Venezuela Nicaragua, China, Palestina, Lao, y otros países sometidos por Estados Unidos y sus aliados a medidas coercitivas unilaterales u otro tipo de agresiones.

Pues bien, el estribillo de que la FR va a invadir Ucrania y la gritería por el emplazamiento de tropas rusas en la frontera con ese país es exactamente igual que el de las armas de destrucción masiva de Irak. Aquella pretendía ocultar el afán gringo de apoderarse del petróleo y los recursos naturales del país árabe y también otros importantes objetivos geopolíticos. Esta persigue desviar la atención sobre la creciente expansión de la OTAN hacia Rusia y la presencia en el conflictivo este de Ucrania de cientos de instructores y crecientes alijos de armamento suministrado por Estados Unidos, Reino Unido y otros integrantes de la OTAN. La actitud de “occidente” en este caso no hace más que envalentonar a los paramilitares nazis ucranianos, cuyas formaciones forman parte del ejército de ese país, partidarios de incendiar al mundo, Y, por supuesto, tiene detrás los intereses de las industrias de guerra de Estados Unidos y sus aliados, siempre listos a lucrar con la sangre y el sufrimiento de los pueblos.

Ángel Guerra Cabrera

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