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¿Se atreverá Trump a abandonar el TLCAN? México, en la cuerda floja
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Global Research, agosto 16, 2017
RT 16 August, 2017
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Este 16 de agosto es un día histórico: comienza en la ciudad de Washington la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Será la primera de siete rondas con vistas a concluir antes de que termine el año en curso para, de esta manera, buscar su ratificación en los Congresos de los tres países en 2018. México está en la cuerda floja. Expuestos a los reflectores de los medios de comunicación, los integrantes del Gobierno de Enrique Peña Nieto lucen optimistas; pero tras bambalinas hay angustia, saben bien que habrá momentos de gran tensión.

No vale descartar la posibilidad de que Donald Trump se decida a abandonar el acuerdo comercial de un momento a otro. Hay que recordar que ya en abril de este año se filtró la noticia de que Estados Unidos iba a salirse del TLCAN; entonces, el peso mexicano se desplomó dramáticamente hasta que el magnate de Nueva York salió a aclarar que al menos por el momento, no pensaba hacerlo. Sin embargo, dejó claro que si no observaba “grandes cambios” durante la renegociación no tendría otra alternativa que abandonar “el peor acuerdo comercial” firmado por Estados Unidos. Si EE.UU. sale del TLCAN de forma súbita, las consecuencias serán desastrosas para la economía mexicana. El Gobierno de Peña Nieto enfrentaría una crisis de inmensas proporciones.

En el corto plazo, ningún otro país estaría en capacidad de cubrir el boquete dejado eventualmente por Washington. Los especuladores realizarían grandes apuestas en contra del peso, mientras las calificadoras de riesgo degradarían la nota de la deuda pública. México puso todas sus esperanzas en su vecino del Norte y por eso ahora el grado de vulnerabilidad es tan alto, mucho mayor en comparación con Canadá. Durante más de dos décadas, la economía mexicana se ha integrado (de manera subordinada) como ningún otro país a EE.UU.

No solamente es que más del 80% de nuestras exportaciones tengan como destino el mercado estadounidense. Sino que los sectores de la economía mexicana que presumen haber resultado los grandes ganadores con el TLCAN, como la industria automotriz, son en su mayoría de propiedad estadounidense y la exportación de sus mercancías depende, paradójicamente, de la importación de componentes provenientes de países de Asia-Pacífico (en especial de China). Tristemente, México terminó por convertirse en una nación ensambladora con el TLCAN; en una plataforma de exportación que es aprovechada por las empresas multinacionales a raíz de sus bajos salarios y la desregulación del medio ambiente.

Antes de convertirse en presidente de Estados, Donald Trump visitó México en agosto de 2016 en calidad de candidato por el Partido Republicano

Las prioridades para México                                     

Sin importar los costos, el Gobierno de Peña Nieto se niega a abandonar la política económica neoliberal. Da lo mismo que tras haber implementado durante más de tres décadas los 10 postulados del ‘Consenso de Washington’ (‘Washington Consensus’), la economía mexicana no crezca y, mucho menos, genere desarrollo a favor de la sociedad. Apoyados desde el exterior por los distintos inquilinos de la Casa Blanca (da lo mismo si son demócratas o republicanos) y las grandes corporaciones, los Gobiernos mexicanos en turno han implantado a rajatabla un modelo económico que ha terminado perjudicando las condiciones de vida de la mayoría de la población.

No hay marcha atrás en la política económica que se ha demostrado tantas veces, ha sido perjudicial para los mexicanos, y solamente ha empoderado a unas cuantas familias. Peña Nieto no quiere dejar a un lado la apertura indiscriminada de la economía, sino profundizarla. En un breve documento publicado el pasado 2 de agosto bajo el título “Prioridades de México en las negociaciones para la modernización del TLCAN”, se detallan los cuatro objetivos del Gobierno de Peña Nieto y el Consejo Consultivo Estratégico de Negociaciones Internacionales (CCENI) con los que se sientan en la mesa de negociaciones con Canadá y EE.UU. a partir del día de hoy: 1) fortalecer la competitividad de América del Norte, 2) avanzar hacia un comercio regional inclusivo y responsable, 3) aprovechar las oportunidades de la economía del siglo XXI y, finalmente, 4) promover la certidumbre del comercio y las inversiones en América del Norte.

Lo que más llama la atención del documento es que en ninguna parte se realiza un balance crítico de la situación actual. En los primeros párrafos del documento dado a conocer por la Secretaría de Economía se lee con claridad: “La modernización del TLCAN brinda la oportunidad de ampliar su éxito”. Con esta afirmación, es evidente que, en la opinión del Gobierno de Peña Nieto, a 23 años de que el acuerdo comercial entró en vigor, únicamente ha producido buenos resultados.

Para los funcionarios que van a renegociar el acuerdo durante los próximos meses, el TLCAN constituye un hito histórico en materia de integración comercial, pues consiguió aumentar el volumen de las exportaciones mexicanas hacia el Norte, catapultar a la industria automotriz a las grandes ligas, generar enormes beneficios para las empresas multinacionales, entre otros grandes logros. Así, en el documento se apunta que, es necesario explorar nuevas “áreas de oportunidad en las que podamos trabajar para fortalecer el tratado, sin poner en riesgo el libre comercio, la integración regional y, sobre todo, los empleos de millones de personas en los tres países”.

Palabras más, palabras menos, el Gobierno de Peña Nieto propone seguir promoviendo la libre movilidad de mercancías y capitales en alianza con sus socios norteamericanos para, según argumenta, seguir posicionando a México como uno de los países emergentes líderes en la economía global. Se sugiere repetidas veces que hay que echar mano de las reformas estructurales aprobadas, por ejemplo, sacar ventaja de los cambios constitucionales en materia energética: explotar los yacimientos de gas de lutitas (‘shale’) y de petróleo de arenas bituminosas. Se propone también propiciar una mayor integración de la infraestructura de telecomunicaciones, promover el comercio electrónico, impulsar la provisión de servicios financieros, avanzar en la protección de la propiedad intelectual, entre otras cosas.

Los temores de Peña Nieto

El Gobierno de Trump estableció, un par de semanas antes que México, su lista de objetivos en la renegociación del TLCAN. Las hojas de ruta de ambos países tienen semejanzas. Es que a diferencia de cuando apenas había tomado posesión, esta vez el gabinete económico de Trump está dispuesto a sentarse a negociar. Sin embargo, no está muy claro hasta qué punto el Gobierno estadounidense buscará imponerse sobre la administración de Peña Nieto de forma arrolladora.

Pero así como hay puntos de coincidencia, también hay diferencias notables. Una de las principales preocupaciones del secretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo, es el asunto de la balanza comercial (diferencia entre exportaciones e importaciones). Repetidamente, el presidente Trump ha acusado a México de haber explotado los mayores beneficios del TLCAN (en su opinión, la industria manufacturera mexicana sería en este caso, uno de los sectores más favorecidos por el acuerdo) en perjuicio de las empresas de origen estadounidense que, además de haber visto disminuida su competitividad en comparación con sus pares asiáticas, se vieron obligadas a eliminar muchos puestos de trabajo en la Unión Americana.

Según los datos proporcionados por la Oficina del Censo de Estados Unidos, el comercio bilateral entre México y EE.UU. ha crecido de forma explosiva: entre 1994 y 2016, pasó de 100.000 millones a más de 520.000 millones de dólares, es decir, registró un incremento de más de 500% en poco más de dos décadas. Durante este mismo período, el déficit comercial de EE.UU. respecto a México pasó de 1,350 millones a más de 64.000 millones de dólares, esto es, se multiplicó más de 47 veces. Estas cifras son las que llevaron a Trump a acusar a México insistentemente de explotar el TLCAN en perjuicio de EE.UU.

No obstante, esta conclusión a la que llega Trump es totalmente equivocada. Pues muchas de las mercancías exportadas de México hacia EE.UU. son elaboradas previamente con componentes que se importan de terceros países (especialmente de Asia). Así las cosas, las empresas chinas (muchas de ellas con una elevada participación de capital estadounidense) venden una gran cantidad de piezas para ensamblar, automóviles por ejemplo, en plantas (también en su mayoría de capital estadounidense) asentadas en México.

De esta manera, el superávit comercial que México registra con EE.UU., tiene como contrapartida el enorme déficit que México país mantiene con China y muchos otros países del Continente asiático. Lo que el Consejo de Asesores en materia de comercio de la Casa Blanca no dice a Trump es que muchas empresas estadounidenses localizadas en Asia-Pacífico venden a México diariamente miles de componentes electrónicos, autopartes, piezas de maquinaria, etc.

Bajo esta misma perspectiva, Trump quiere también actualizar las reglas de origen: con el pretexto de que es necesario promover la producción regional de mercancías, en la renegociación Washington buscará exigir a las empresas mexicanas elaborar productos con un mayor porcentaje de componentes importados de EE.UU. Por lo tanto, México se vería obligado a disminuir sus compras a China y a otros países asiáticos. A raíz de la renegociación del TLCAN, México se ha terminado convirtiendo en uno de los espacios económicos más disputados por China y EE.UU. en su lucha por conquistar el liderazgo del comercio global.

Otra preocupación del Gobierno mexicano es la pretensión de Trump de eliminar el Capítulo 19 de la nueva versión del TLCAN. Es que Trump quiere que las controversias comerciales entre los tres países dejen de resolverse a través de los paneles binacionales independientes para que, ahora, sea en tribunales estadounidenses donde se resuelvan las disputas cuando empresas canadienses y mexicanas busquen ser reparadas por Estados Unidos, situación que a la postre, volvería los procesos de alegato más largos y costosos.

Finalmente, basta mencionar que varios de los objetivos trazados por la administración Trump rayan en la ridiculez. Por ejemplo, se propone proteger el medio ambiente en el marco del TLCAN, cuando hace un tiempo Trump se negó a suscribir el Acuerdo de París sobre el cambio climático. Se insiste en combatir la corrupción en los tres países cuando México es el ejemplo más claro de que EE.UU. deja de ser un país de tolerancia cero con Gobiernos afines a su política exterior. Se menciona que se buscará evitar la manipulación del tipo de cambio, cuando México tiene desregulado su sector financiero y aplica una política monetaria que, a la par de generar ganancias exorbitantes para los bancos estadounidenses, fortalece la hegemonía del billete verde a través de la acumulación masiva de reservas internacionales (en dólares).

En repetidas ocasiones, Trump ha acusado a la manufactura mexicana de haber provocado la pérdida de miles de empleos en la Unión Americana

A modo de conclusión

A mi juicio la decisión de Donald Trump de abandonar el TLCAN de forma repentina, no estará guiada por una lógica económica, sino estrictamente política. Para Trump, se trata de congraciarse con sus bases de apoyo, con todos aquellos que votaron por él en las elecciones de noviembre del año pasado. A lo largo de toda su campaña electoral, Trump no hizo otra cosa que inventar “chivos expiatorios” para explicar la precariedad económica que padecen a diario millones de estadounidenses.

Bien sea China espiando los derechos de propiedad intelectual y manipulando el tipo de cambio, bien sea México sacando ventaja de Estados Unidos a través del TLCAN, las causas de los principales problemas económicos de EE.UU. siempre hay que buscarlos en el resto del mundo. Lo cierto, es que no es México el responsable de la pérdida de empleos en la Unión Americana, sino la estrategia de deslocalización productiva seguida por la mayoría de las grandes corporaciones estadounidenses durante las últimas décadas.

En México están instaladas las corporaciones estadounidenses porque el Gobierno les perdona el pago de impuestos; es en países como México donde las reformas estructurales sentaron las bases para la obtención de gigantescas ganancias a favor de las trasnacionales; es justo aquí donde, mediante sobornos, las autoridades estatales avalan la explotación intensiva de los recursos naturales.

La expansión de los procesos de automatización a lo largo de toda la cadena de producción también ha hecho su parte. En EE.UU., cientos de miles de trabajadores se han vuelto innecesarios por la puesta en operación de máquinas y robots en muchas de las cadenas productivas. A pesar de las bravatas de Trump, es en países como México donde los empresarios estadounidenses siguen obteniendo inmensas ventajas gracias a los bajos salarios que se pagan a los empleados de la industria manufacturera, muchos de ellos, laborando jornadas de más de ocho horas.

Hay que reconocer que EE.UU. ha conseguido en no menor medida mantenerse como uno de los grandes productores de mercancías en escala mundial por obra de México. Las empresas estadounidenses han requerido de un flujo constante de mano de obra barata y bien disciplinada: los mexicanos que cruzan la frontera. Por esta razón varios de los empresarios de EE.UU. se han rebelado contra el presidente Trump: el TLCAN ha significado para ellos una herramienta que les ha permitido incrementar sus dividendos.

Pero como lo apunté líneas más arriba, tampoco podemos descartar que en un arranque de ira, Trump se decida a abandonar el TLCAN. Recordemos que durante los primeros días de su mandato, Trump firmó un decreto para que Estados Unidos saliera del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). Además, sigue teniendo muchas reservas para apoyar la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés), las negociaciones entre EE.UU. y Europa están detenidas en estos momentos.

Paradójicamente, el TPP y el TTIP no son sino herramientas para favorecer los intereses de las multinacionales y, en especial, de las corporaciones estadounidenses. Si el presidente Trump terminó pulverizando dos de los máximos tratados comerciales y de inversión de este nuevo siglo, incluso en contra de la voluntad de los grupos empresariales de su propio país, está claro que en cualquier momento puede hacer lo mismo con un acuerdo de ligas menores como el TLCAN.

Ariel Noyola Rodríguez

Ariel Noyola Rodríguez: Economista egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Corresponsal del Centro de Investigación sobre la Globalización (Global Research) en América Latina. Forma parte de varios Grupos de Trabajo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). El Club de Periodistas de México lo ha galardonado en dos ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de Mejor Análisis Económico y Financiero.

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