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Trump y el terrorismo contra Cuba (II)
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Global Research, diciembre 11, 2020
La Jornada 10 December, 2020
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El sábado 27 de noviembre grupos de jóvenes de composición heterogénea se presentaron a las puertas del Ministerio de Cultura (Mincult) en La Habana, lo que se ha prestado a las más mendaces versiones de los medios hegemónicos, convencionales y digitales.

Investigadores de las redes digitales han encontrado el uso de estímulos dirigidos a activar reflejos condicionados previamente fabricados y a la creación de comunidades emocionales transitorias, proceso en el que está ausente la racionalidad y el discernimiento entre los hechos reales y los fabricados. La huelga de hambre fake del espurio Movimiento San Isidro, de presuntos artistas, y la supuestamente arbitraria condena a prisión de un dizque rapero, recibió un inusitado apoyo en las redes desde Miami basado en la mayor desinformación.

Miami, centro de operaciones de la guerra de cuarta generación del gobierno de Estados Unidos contra Cuba, parte fundamental de la cual es el golpe blando, no tan blando, pues vimos en la entrega anterior el papel primordial del terrorismo. Las decisiones principales sobre la subversión contra la revolución cubana se han tomado en Washington siempre, pero por razones prácticas el caldo se cuece en la ciudad floridana. En esta época, estamos hablando, entre otras armas, de una ciberguerra, concepto tan crucial que el Pentágono le dedica un comando especializado, así como los tiene para áreas geográficas. Y estamos hablando de una inversión multimillonaria en la creación de numerosos medios e influencers digitales, con sus ejércitos de bots que trasmiten contra la isla desde Estados Unidos.

Estoy de acuerdo con el escritor cubano Abel Prieto cuando afirma que la mayoría de los que llegaron ante el Mincult fueron impulsados a hacerlo por el ambiente creado en las redes. Muy poco o nada conocían del San Isidro y sobre los hechos allí ocurridos. Creo, como Abel, que esos jóvenes fueron honestamente a buscar el diálogo con las autoridades culturales. También coincido con él en que una minoría “participaba con total conciencia en un plan contra la revolución… Sabía que estaba contribuyendo a justificar con mentiras las políticas de Trump contra su país. Sólo le interesaba el ‘diálogo’ para convertirlo en noticia, en show, y anotárselo como una victoria”. El diálogo, en efecto, se dio esa misma jornada con una representación de los congregados ante el Mincult. Pero la minoría que menciona Abel demostró no sólo no estar interesada en continuar el diálogo, sino su enorme interés en hacerlo trizas cuando horas antes de la nueva cita acordada presentó, con inaudita prepotencia, una serie de demandas no negociables como condición para continuar las pláticas, entre ellas la presencia del presidente de la república y ¡la de reconocidos asalariados de Estados Unidos! Es sabido que Cuba revolucionaria nunca ha aceptado condiciones de nadie.

Hay –pienso yo–, una falla de información del lado revolucionario, que recién inicia su aprendizaje para desenvolverse con la celeridad y la contundencia imprescindible en la ciberguerra. No obstante, tiene las potencialidades y la creatividad política para hacerlo y la prueba es la contraofensiva desencadenada desde el 27 de noviembre, en los medios cubanos, y también en las calles, que han desarmado sicológicamente a la contrarrevolución, al punto que sus voceros comienzan a culpar al pueblo de dejarse apabullar por la dictadura, justo en el momento en que, arguyen, era posible derrocarla. Esperaban un muerto el 27 de noviembre y, claro, la intervención yanqui, pero se quedaron con las ganas. Se trata de un gravísimo error de juicio del imperialismo y sus asalariados en Cuba y en Miami, que no son capaces de concebir la arcilla revolucionaria de que está hecha la mayor parte del pueblo cubano, incluyendo sus nuevas generaciones. No debe olvidarse que el grito yo soy Fidel surgió de un sector de la multitud colmado de jóvenes, en la ceremonia luctuosa por la muerte del líder histórico de la revolución cubana. De manera espontánea, un contingente de jóvenes proclamó su fidelidad a la revolución el 28 de noviembre en el Parque Trillo, adonde llegó el presidente Díaz-Canel.

La buena voluntad de la mayoría de quienes acudieron a la sede del Mincult el 27 de noviembre se demostró en el diálogo celebrado con el ministro de cultura, el poeta Alpidio Alonso, una semana después, en el que participaron varios de ellos y así se palpa en entrevistas y comentarios. Hay problemas de comunicación y de no atención o solución expedita a problemas que afectan a la creación artística. Hay errores como en toda obra humana y es deber de las instituciones rectificarlos. Es obvio que se necesitan más, y más sistemáticos espacios de diálogo y debate como han señalado tanto artistas y escritores como dirigentes de la cultura (con frecuencia también artistas).

Lo que es inadmisible es la exageración y, peor, el invento de deficiencias y errores inexistentes de las instituciones y de una inexistente represión para servir a la agenda imperialista de cambio de régimen en Cuba.

Ángel Guerra Cabrera

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