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Una verdad incómoda: El cambio climático
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Global Research, septiembre 21, 2017
Rebelión 21 September, 2017
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Irma, el gran huracán que azotó el Caribe y la Florida, trae a la memoria -de nuevo- una verdad incómoda: el cambio climático, inocultable más allá de los discursos elaborados desde el poder y la ignorancia. Fenómenos naturales cada vez mayores y más destructivos sacuden al mundo. Inundaciones y sequias, fríos y calores extremos, tanto como los recientes huracanes, son noticia cotidiana en todas las esquinas del planeta.

Según afirma una gran mayoría de científicos, esos fenómenos naturales -cual jinetes climáticos del apocalipsis- son la consecuencia global del aumento de las temperaturas y de las variaciones climáticas extremas. Y esto recién empieza… La razón nos dice que esta cadena de catástrofes causadas por desórdenes climáticos severos debería demoler las posiciones negacionistas. Pero el tema no es fácil. El poder no suele regirse a la razón, peor a aquella de quienes imaginamos un mundo en paz y fraternidad. Más común es que la razón se atrofie a gusto y placer del poder.

Solo pensemos en posiciones como las de Donald Trump, para quien el cambio climático es un “cuento inventado por los chinos”. Semejantes lecturas, a ratos rayando en ridículas, en el fondo esconden los compromisos adquiridos con poderosos intereses . Y en este perverso mundo donde la postverdad es hija de la modernidad capitalista pura y dura, no faltan los “científicos” que encuentran otras explicaciones a estos fenómenos naturales. Tampoco faltan quienes están convencidos que los problemas se resuelven desde la tecnología y la técnica, ni quienes hacen ya números de las utilidades a obtener remediando lo destruido o construyendo obras para afrontar los próximos e inevitables y cada vez más dantescos fenómenos climáticos. Sin minimizar para nada la búsqueda de respuestas científicas al problema, es hora de politizarlo globalmente. No basta con que unos días los grandes medios prioricen la cobertura periodística de lo que está sucediendo. Para colmo su fugaz interés suele combinarse con reportajes sesgados. Además, repetir una y otra vez que “ya sabemos lo que se nos viene” es fútil.

Urge ir más allá y revisar todos esos hechos para establecer las correspondientes interrelaciones, sus causas y sus responsables, que sí los hay. No hay duda de que vamos a enfrentar nuevas tragedias. Debemos prepararnos, pero eso no basta. Cabe conocer los orígenes y alcances de estos complejos fenómenos, al tiempo que debatimos las políticas de la crisis que acabábamos de presenciar y también aquellas políticas radicales que necesitamos para prevenir -o al menos para minimizar- los impactos de nuevas crisis. Y, sobre todo, hay que nombrar a los orígenes y a los causantes de estos problemas con transparencia y conectando sus principales nodos: extractivismos voraces, consumismo desbordado, contaminación imparable, desperdicios hasta programados, subsidios a combustibles fósiles, racismo ambiental, inequidades socioeconómicas…

Notemos, por igual, que los recursos presupuestarios disponibles para enfrentar esta avalancha en ciernes son exiguos al compararse, por ejemplo, con los enormes, dañinos e insultantes gastos en armas y seguridad represiva, causantes -a su vez- de graves problemas sociales, políticos e inclusive ambientales. En un línea similar estarían los multimillonarios recursos destinados a los salvatajes bancarios. Aprovechemos el momento para proponer soluciones globales profundas. Hay que impulsar medidas que reduzcan dramáticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, algo factible si disminuye el consumo y la extracción de cada vez más petróleo, carbón y gas; apoyando iniciativas como la propuesta -desde el Ecuador- para dejar en el subsuelo el crudo en el Yasuní. Requerimos repensar íntegramente nuestras ciudades y sus sistemas de transporte.

Igualmente necesitamos repensar el campo como proveedor crucial del alimento con el cual las sociedades sobreviven. Los patrones de consumo deben cambiar profundamente. En suma, la organización de las sociedades no puede seguir como hasta ahora: con grupos relativamente reducidos de población que consumen sobre sus capacidades -e incluso sobre sus necesidades- mientras el resto -casi la totalidad de habitantes del planeta- vive tratando de emular a los privilegiados, en un trajinar condenado a la frustración permanente.

Llamar las cosas por su nombre nos obliga a superar conceptos flacos de contenido, como aquello de antropoceno, una trampa nada casual. Hablemos sin rodeo de capitaloceno. No negamos que la Humanidad provoca los tremendos desajustes que hoy vive la Tierra, pero la responsable no es cualquier Humanidad, es la Humanidad del capitalismo. Una civilización que sofoca la vida tanto de los seres humanos como de la Naturaleza a fin de alimentar al poder que conocemos con el nombre de capital. Y en ese empeño de llamar las cosas como son, cabría renombrar a los monstruosos huracanes y fenómenos extremos por sus verdaderos nombres: Chevron-Texaco en vez de Irma, British Petroleum en vez de Harvey, Exxon en vez de María…

¡Solo la verdad servirá para construir nuestra emancipación!

Alberto Acosta

Alberto Acosta: Economista y político ecuatoriano. Nació en Quito el 21 de julio de 1948. Profesor en varias universidades; hasta fines del 2016 fue profesor-investigador de FLACSO-Ecuador.  A lo largo de su vida ha mantenido un perfil intelectual de izquierda y de compromiso activo con los movimientos indígena, sindical y popular. Fue candidato a la Asamblea Constituyente de 1997-98, por parte del movimiento Pachakutik. Fue uno de los fundadores y uno de los redactores del plan de gobierno de Alianza PAIS, en la campaña electoral que llevó a la presidencia a Rafael Correa. Fue Ministro de Energía y Minas al inicio del gobierno de Correa, desde donde impulso la Iniciativa Yasuni ITT, surgida mucho antes en la sociedad civil. Posteriormente fue presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Montecristi (2007-08), desde allí promovió importantes transformaciones de alcance civilizatorio como el reconocimiento de los Derechos de la Naturaleza, el Buen Vivir – sumak kawsay, el agua como un Derecho Humano fundamental, entre otros muchos avances. Se transformó en opositor al correismo, desde que éste empezó a amenazar la propia Constitución de Montecristi y la misma democracia, al tiempo que se alejaba de las propuestas revolucionarias con las que llegó al Poder. Fue candidato a la Presidencia de la República por la Coordinadora Plurinacional de las Izquierdas. Milita en el movimiento Montecristi Vive. Es autor de una gran cantidad de libros y artículos publicados en diversos países y en diversos idiomas, como lo es el libro “Bem Viver – Uma oportunidade para imaginar outros mundos”, publicado en Brasil.

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