Las sanciones se vienen aplicando como castigo desde hace tiempo, desde la agresión de la OTAN contra Irak. Aquella famosa vez que Maddeline Abright respondió que las sanciones contra Irak que habían matado medio millón de niños iraquíes habían cumplido su función. Estados Unidos viene aplicando sanciones desde hace mucho tiempo creyendo que sacrificando a la población van a obtener un cambio de gobierno. Pero nunca han funcionado así, siempre han fracasado. Y nunca funcionan durante mucho tiempo. Su gran propósito, incitar a un cambio de régimen, nunca funciona.
Bashar Al- Assad, el líder de Siria, es quizás la persona más sancionadaas del mundo. Igual sigue vivo y en el poder después de años de esta política absurda y criminal contra Siria, a la que los Estados Unidos roba su petróleo.
También son sancionados inútilmente los líderes de Rusia, Venezuela, Irán y otros. Si la definición de locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente, en Washington están locos. Parece que insistir en la política de sanciones del Tío Sam debería llevarlo al manicomio y esta vez parece que eso está por suceder. ¿Qué éxito puede mostrar después de sancionar al 29 por ciento de la economía global? Ninguno, aparte de haber hecho aún más pobres a los pobres de países remotos que se saltan las comidas y a los diabéticos que racionan su insulina y niños enfermos sin medicinas.
Parece que esas perversiones están encontrando una respuesta en la misma especie de medida.
China respondió a las sanciones que querían privarla de desarrollar su propia industria de chips con algo devastador para la industria informática de Estados Unidos.
Lo único que han logrado las sanciones y de lo que puede jactarse la mayor democracia del mundo y el imperio mas violento que haya existido en la historia humana es de hacer mas penosa la vida de las personas indefensas e indigentes. Estados Unidos hace siempre eso, como todo el mundo sabe. Lo hace en casa y lo hace en el exterior. Pero ahora, con China, encontró la horma de su zapato. China es el principal productor mundial de dos minerales de tierras raras indispensables para para la industria informática de Estados Unidos: el galio y el germanio. Veremos si la reciprocidad le gusta al gigante imperial.
El día 3 de julio Estados Unidos tuvo un rudo despertar. Esa mañana China anunció que imponía controles a la exportación de esos dos minerales de tierras raras vitales para el sector estratégico más importante de la industria norteamericana, porque golpea la producción de paneles solares que son esenciales en los proyectos de sustitución de las energías fósiles y la producción de armas teledirigidas en un momento crucial para la política internacional de Estados Unidos. Lo grave para Washington es que no tiene otra opción que agachar la cabeza y quitar sus sanciones a China porque esto es solo el principio de una retaliación. Sucede que China controla el 60% del comercio de minerales extraídos de tierras raras. El otro 40% está en lugares inaccesibles porque está bajo el régimen de sanciones de Estados Unidos.
Los minerales de tierras raras son vitales para las nuevas industrias que Estados Unidos quiere desarrollar. Toda la tecnología de los paneles solares y de vehículos eléctricos requieren galio y germanio, que también son indispensables en la industria de microchips que usan en el armamento norteamericano mas moderno.
Los directivos de Intel, Nvidia, Raytheon y Lockheed Martin están muy preocupados por este movimiento de China y han ido a implorar a Biden que suspenda las sanciones tecnológicas contra China.
Porque la situación puede empeorar. De acuerdo con las últimas noticias de la prensa china, el viceministro de Comercio de China, Wei Jianguo, dijo a la prensa que los controles a la exportación de galio y germanio eran solo el principio de una política de restringir la exportación de minerales de tierras raras. Porque la intención era paralizar la industria norteamericana que depende de microchips. Es probable que por esa razón el presidente chino, Xi Jingpiao, advirtió el pasado 21 de julio a las fuerzas armadas de China que debían prepararse para una guerra inevitable con Estados Unidos.
Umberto Mazzei