A 30 años del Mercosur: “La integración regional tiene el potencial para enfrentar los grandes problemas América Latina”

El Mercado Común del Sur (Mercosur) cumple 30 años de su lanzamiento, en medio de avances y retrocesos, y uno de los momentos más críticos para las economías latinoamericanas a raíz de las restricciones impuestas por la pandemia de la COVID-19.

Si bien el bloque regional ha logrado disminuir aranceles para facilitar los intercambios entre sus miembros, parece incapaz de dar un nuevo salto, no consigue encontrar una nueva senda de desarrollo para fortalecer su integración.

En entrevista exclusiva con el Centro de Investigación sobre Globalización (Global Research) para el Boletín “Integración regional. Una mirada crítica”, Jorge Marchini, integrante del Grupo de Trabajo “Integración regional y unidad latinoamericana” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), destaca que, si bien el Mercosur ha materializado algunas de sus metas, muchos de sus proyectos o bien han quedado en el tintero, o no se han impulsado lo suficiente.

Para relanzar la integración de este bloque regional, Marchini sugiere, por una parte, repensar el papel a desempeñar por América Latina en la economía mundial y, en paralelo, su propio modelo productivo y de desarrollo, hasta la fecha incapaz de satisfacer las necesidades de sus sociedades.

La integración regional puede, en este sentido, contribuir a lograr ese objetivo. Articular una nueva estrategia de integración, comenta el economista argentino, deberá realizarse a través de un análisis detallado, que tome en cuenta las áreas de oportunidad entre los diversos sectores de las economías, a fin de lograr una mayor complementariedad. 


¿Cuál es tu balance del Mercosur a 30 años de su nacimiento? ¿Consideras que ha logrado fomentar la integración de sus países miembros?

Hay que ubicar la evolución histórica de la región para poder hacer un balance, el punto de partida y el punto de llegada.

Recordemos que el Mercosur tenía por objetivo, por un lado, promover la integración a través de un mercado común, aunque en realidad nunca llegó a convertirse en un mercado común, sino una unión aduanera, a través del establecimiento de un arancel externo común y la eliminación de aranceles en el comercio al interior del bloque.

El Mercosur lo logró en un principio en la década de 1990, pero en el marco de lo que se denominó el “regionalismo abierto”, en el contexto de la transnacionalización de las economías. El Mercosur consigue cierta complementación en algunos sectores, como el automotriz y el de la petroquímica.

Uno de los problemas del Mercosur es que el sur toma como referencia de su integración, su objetivo de convertirse en mercado común, a la Unión Europea, que lleva un proceso de integración por etapas. En aquel momento el modelo europeo parecía funcionar.

Hoy el Mercosur es relevante. Tomando en cuenta que sus miembros establecieron un arancel externo común, se negocia de manera común, por ejemplo, en el tema de los acuerdos comerciales.

Con visiones distintas por supuesto claro, pero con el entendido de que para que un cambio sea aprobado, los países que integran el bloque deben estar de acuerdo. No es casual que el Mercosur no tenga muchos acuerdos comerciales con terceros países.

En cuanto a sus problemáticas, observo tres principalmente. La primera tiene que ver con la brecha entre lo que aspira y finalmente se logra. Hay expectativas, buenos discursos e ideas, pero a veces no se consiguen materializar. Es cierto que no se ha logrado mucho en cuanto a armonía y complementación.

Ha habido algunos logros, como un pasaporte Mercosur, para facilitar el tránsito de personas. Se logró también homogeneizar y homologar las normas para facilitar los intercambios comerciales. Pero hay mucho por hacer todavía.

La segunda gran problemática que observo tiene que ver con las asimetrías, principalmente entre las economías de países grandes (Argentina y Brasil) y países chicos (Paraguay y Uruguay).

Y finalmente, el tercer problema tiene que ver con el ingreso de nuevos países. Ha habido el intento de ampliar el Mercosur a través del ingreso de Bolivia, por ejemplo. O el ingreso de Venezuela, que luego fue suspendida tras cambios políticos.

De cualquier manera, Mercosur marca una referencia, tomando otra referencia a la vez, que fue la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), que no toma propiamente temas de tipo comercial, sino que aborda una agenda más amplia que no llegó nunca a asumir el Mercosur. Temas relacionados con la defensa, la educación, ciencia y tecnología, salud, etc.

El gran tema de la integración latinoamericana es la falta de una visión común de desarrollo y complementación. No es posible pensar que el mercado será el único capaz de resolver los problemas de la región. Se requieren políticas públicas, coordinación y compensación entre un país y otro.

Hay una visión que afirma que la falta de avance del Mercosur se debe a que se ha “politizado”. Es decir, que el bloque regional ha operado bajo una lógica política, más que tomando en cuenta criterios económicos ¿Coincides con este punto de vista?

El Mercosur tuvo logros, sin duda, pero no ha logrado encontrar una nueva etapa. No ha conseguido promover un nuevo modelo de desarrollo, aun cuando sus países miembros tengan visiones económicas distintas.

En los primeros años de este siglo tuvimos auge en el precio de las materias primas (‘commodities’), las ideas en cuanto complejizar la matriz productiva de los países del Mercosur quedaron de lado, en buena medida porque se consideraban muy competitivos en la economía mundial dados los altos precios de las materias primas (‘commodities’).

Esta visión dejó de lado varios de los temas de la integración regional, por ejemplo, promover la complementariedad entre aparatos productivos, así como reducir las asimetrías entre países. Tampoco se avanzó en áreas como la educación, la migración de personas o la mejora de las condiciones de los mercados de trabajo.

En varios sentidos, hay que reconocerlo, los discursos de los dirigentes del Mercosur resaltaron mucho más que los logros mismos. Quedaron muchos proyectos pendientes de materializar. No se pasó de los discursos a acciones concretas orientadas a fortalecer la integración.

Con todo, no creo que el principal problema del Mercosur sea de tipo político. No es que el Mercosur no avance más porque se “politizó”. Más bien enfrenta hoy grandes dificultades porque no ha logrado encontrar un horizonte, no ha logrado estar a la altura de las expectativas. Incluso hay que destacar que, a pesar de los últimos cambios de gobierno, no ha logrado encontrar una nueva vía.

Hoy la lógica del Mercosur está orientada hacia el “regionalismo abierto”, cuya idea consiste básicamente en liberalizar los intercambios entre los integrantes del bloque, pero también liberalizar los intercambios con terceros países, aunque a un ritmo menor con estos últimos.

Hay gobiernos que apoyan una mayor apertura. Lo vemos por ejemplo en el caso de Uruguay, que insiste en que los países que integran el Mercosur negocien acuerdos comerciales con terceros países, cada uno por su cuenta.

Sin embargo, me gustaría destacar que aun con gobiernos con visiones distintas, es posible hacer avanzar los procesos de integración regional de manera importante. Pero para hacerlo posible hay que tener algo en común, no solamente un discurso ideológico. Sobre todo, tener la percepción de que, una vez alcanzados ciertos logros, se sientan las bases para nuevos logros.

Todo parece indicar que, a últimas fechas, el Mercosur está más preocupado por sus relaciones con el resto del mundo, que en su propia integración. Se tienden puentes con la Alianza del Pacífico o con la Unión Europea, pareciera que para los integrantes del Mercosur esa es la forma de fortalecer su propia integración…

Bueno, es que hay dificultades en el entramado complementario real y dinámico y de alguna manera, compensatorio, entre países grandes y países chicos. De repente surgen también problemas en el comercio, por ejemplo, a través de devaluaciones competitivas, que provocan cambios en los precios relativos. O los cambios políticos, todos estos factores han incidido mucho en el Mercosur.

La otra cuestión tiene que ver con la visión que se tiene desde nuestra región. Es decir, cómo nos posicionamos como región respecto a la economía mundial. A veces se caricaturiza a nuestra región, presentándola como una región que busca aislarse del mundo. Y lo mismo sucede en el Mercosur.

Pero no se trata de eso, el Mercosur debe tener relaciones con el mundo. Ante las condiciones actuales de la economía mundial se requiere tener cierta complementación, siempre buscando claro, relaciones mutuamente favorables. No es el Mercosur contra el mundo. Lo que pasa es que el mundo también ha ido cambiando.

Más bien la gran pregunta es cómo ubicarse ante el mundo a raíz de los últimos cambios geopolíticos. Históricamente, América Latina asumió el rol de “patio trasero” de Estados Unidos, pero eso ha cambiado, principalmente a raíz de la irrupción de China, que ahora es el gran mercado a donde muchos de nuestros países exportan materias primas (‘commodities’).

Pienso que hay que elegir una referencia, un eje geopolítico digamos, un eje que nos permita mayores posibilidades de complementación. Hay que explorar nuevas posibilidades de encuentro entre las economías y las sociedades. América Latina se encuentra en una encrucijada. Estamos ante un momento muy complejo.

Desde América Latina tenemos que poner sobre la mesa, y a partir de estos temas establecer alianzas con el resto del mundo. En este sentido, la integración regional está llamada a jugar un rol muy importante. Lo que la región no puede permitirse, es quedarse solamente en el discurso.

Tenemos que hacer un esfuerzo muy grande para identificar nuestras dificultades y, a partir de ahí, crear generar políticas públicas que respondan a estas problemáticas.

Doy un ejemplo, el Mercosur está en estos momentos en condiciones de tener una política común en cuanto a la producción de mercancías relacionadas con la atención a la salud. Todos nuestros países tienen un problema común, de balanza de pagos: dificultades para conseguir divisas para poder comprar esos productos.

Pero también tenemos fortalezas, contamos con un potencial humano muy importante y también empresas. Dadas las necesidades en este momento, por la pandemia de la COVID-19, es más urgente que nunca a establecer una visión común con vistas a lograr resultados en materia de salud.

También hay que tener cuidado en no generalizar. Es decir, tenemos que hacer un análisis sector por sector. No es lo mismo el sector automotriz que el sector vitivinícola, o el sojero, por ejemplo. Se trata de diferentes actores, diferentes niveles de competitividad, etc. Estos elementos inciden mucho en las condiciones propias que hay que tomar en cuenta para poder establecer una visión común en la región.

¿Qué sigue para el Mercosur? ¿Qué elementos hay que poner sobre la mesa para su relanzamiento? ¿Cómo fortalecer la integración regional?

Hay qué pensar qué lugar nos corresponde en el mundo, pero desde una perspectiva realista. El mundo es testigo de grandes cambios y en varios sentidos. Hay transformaciones en curso en el área de la producción, cada vez más centrada en Asia-Pacífico. Cambios también en las condiciones financieras de la economía mundial. Hay diferencias de ritmo entre distintas áreas de la economía global.

Pensar sobre estas cuestiones puede hacerse individualmente, con base en las condiciones de cada país. Pero me parece que una de las fuerzas mayores de la integración regional es estar unidos, pues abre la posibilidad de complementar y asentar mayores vínculos.

El punto de partida tiene que ser nuestra relación con el mundo. El segundo gran tema a considerar es el cambio de modelo productivo. Hoy está cada vez más claro que hemos sido relegados a la producción de materias primas (‘commodities’), pero esto no alcanza para atender las necesidades de nuestras sociedades.

Sociedades cada vez más urbanizadas, ya no campesinas. Y los Estados tienen grandes presiones para cumplir con estas necesidades. A mi entender hay dos posibilidades, o atacamos estos problemas juntos, o entramos en un círculo vicioso de “sálvese quien pueda”. Si optamos por este último camino las tensiones se van a incrementar, generando nuevas dificultades.

Tenemos que tener decisión para abrir horizontes nuevos. Tenemos que trabajar codo a codo, entre diferentes sectores, el académico, el privado y el público. Siembre buscando insertarnos en cuestiones concretas. Hay que dejar de hablar mucho y buscar hacer más, para finalmente hacer realidad un sueño que tiene el potencial para enfrentar nuestros grandes problemas: la integración regional.


Sobre el entrevistador:

Ariel Noyola Rodríguez: Corresponsal del Centro de Investigación Sobre Globalización (Global Research) en América Latina y el Caribe en exclusiva para el Boletín «Integración regional. Una mirada crítica».

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