Trump, Palestina y el elefante en la cristalería

Estados Unidos es el mejor aliado de Israel, y viceversa. Todo Presidente estadounidense mira al Oriente Medio al influjo del poderoso lobby judío. Pero todos se han cuidado más o menos de guardar ciertas apariencias en el trato a los palestinos, sobre todo desde el inicio de los diálogos para una posible solución al conflicto.

Pero Donald Trump no sabe de límites ni apariencias. Como elefante en cristalería comenzó su acercamiento al conflicto ordenando el traslado de la Embajada de su país de Tel Aviv hacia Jerusalén, un paso rechazado por la inmensa mayoría de la comunidad internacional y que es una afrenta al acendrado deseo del pueblo palestino de tener su propio Estado con capital en Jerusalén Oriental. Su decisión fue una revolcada a cualquier intento de diálogo palestino – israelí en estos tiempos.

En las últimas semanas, el Departamento de Estado anunció que Estados Unidos cancelaba más de 200 millones de dólares en ayuda bilateral a los palestinos y, posteriormente, que suprimía su financiamiento a la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), lo cual tiene un significativo impacto en la vida de más de millones de palestinos.

Ahora, en una decisión efusivamente aplaudida por el premier israelí Benjamín Netanyahu, Washington ordenó cerrar la oficina de representación palestina en la capital estadounidense. La portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert, justificó la decisión afirmando que “la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) no tomó ninguna medida para permitir el inicio de negociaciones directas y significativas con Israel”

Con toda lógica, los dirigentes palestinos congelaron los contactos con el gobierno estadounidense desde fines de 2017, cuando Trump dio reconocimiento a Jerusalén como capital israelí. El inquilino de la Casa Blanca había cruzado una línea roja en el ya largo conflicto de manera inaceptable.

Para entender, en parte, la lógica trumpiana de quemar todas las naves junto a Israel, hay que recordar que el principal actor negociador de la Casa Banca entre palestinos e israelíes es el yerno del presidente, Jared Kushner. Este empresario de origen judío, asesor especial del suegro, tiene largos y sólidos vínculos económicos y políticos en Israel.

Kushner y su familia tienen relaciones personales de larga data con Netanyahu, reconocidas públicamente por el premier israelí. Además, el yerno de Trump fue codirector de una fundación familiar que donó decenas de miles de dólares para asentamientos judíos en tierras ocupadas de Cisjordania, según registran los archivos fiscales de EE.UU.

Tanto los palestinos como la mayor parte de la comunidad internacional consideran que esos asentamientos son un obstáculo grave para los esfuerzos de paz en la región.

Súmasele a ello que, Kushner tiene negocios con compañías de seguros y bancos israelíes, lo que significa un claro conflicto de intereses con su labor de “mediador”.

Cuando se cumplen 25 años de los acuerdos de Oslo, Estados Unidos parece más lejos que nunca de ser un mediador fiable para los palestinos en el proceso de paz. Sobre todo porque se pretende imponer por la fuerza el plan de migajas impulsadas por Trump.

Según Aaron David Miller, un exnegociador estadounidense en Oriente Medio y actual director de programas para esa región en el Wilson Center, EE.UU ha “comprometido, degradado y abandonado cualquier posibilidad de ser un mediador efectivo”. Y añadió: “Nunca había visto una administración que apoye tan sobrenaturalmente a Israel al mismo tiempo que sea tan hostil hacia la parte palestina de esta ecuación de paz”.

Randy Alonso Falcón

Randy Alonso Falcón: Periodista cubano, Director del portal web Cubadebate y del programa de la Televisión Cubana “Mesa Redonda”. Cursa el Doctorado en Ciencias Políticas de la Universidad de La Habana. Correo: [email protected] En Twitter: @RandyAlonsoFalc

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