Ahora, a esperar los penales tras las elecciones en Uruguay

Si el recuento definitivo confirma la derrota del Frente Amplio en el escrutinio provisorio, Alberto Fernández recibirá el desafío de convertir su política exterior en una lupa potente. Y paciente. Potente para identificar intereses comunes y objetivos de la Argentina con cada uno de los países de Sudamérica, y sobre todo con los limítrofes: Uruguay, Chile, Bolivia, Brasil y Paraguay.

Paciente porque ya no habrá un código político compartido. Si se confirman estos resultados, el 1° de marzo asumirá Luis Lacalle Pou (foto) y se terminarán las charlas sobre progresismo y peronismo o el trato de “compañero” entre presidentes y cancilleres. Lo mismo que ya ocurre en el resto del Cono Sur.

Si el recuento definitivo confirma el provisorio, quedará la geopolítica cruda. La necesidad de analizar en detalle qué le conviene a cada país y donde puede haber convergencias. La obligación de aprovechar las debilidades para negociar y no para humillar. La paciencia estratégica de no aislar ni condenar porque detrás de cada Estado hay un pueblo detrás y un espacio a reconstruir: Sudamérica. Aunque quienes ganan hoy provisoriamente no quieran hacerlo. Aunque por ahora estén seducidos por una inserción individual más allá de cualquier bloque, como si tuvieran el tamaño de China, India o Rusia. El reto será desideologizar las relaciones de Estado a Estado sin perder la ideología propia ni, en paralelo, las relaciones fraternales entre las fuerzas políticas como el Frente de Todos y el Frente Amplio. La meta será aumentar el comercio intrarregional por razones de supervivencia mutua. Si no hay amor, que haya matrimonio de conveniencia. El realismo y no la simpatía inspiró a Mister Thomas Hobbes (1588-1678) en su análisis de las relaciones internacionales.

Sin teorías conspirativas, si en los días que vienen se confirman los resultados del Uruguay Fernández convivirá con una coalición de derecha en Uruguay (con la ultraderecha militarista de Cabildo Abierto incluida), con Jair Bolsonaro en Brasil, con un Chile inestable entre la vocación asesina de los Carabineros y un Sebastián Piñera que parece buscar una salida que dé cauce a los millones de manifestantes, con un gobierno de facto en Bolivia y con un gobierno conservador en Paraguay dentro de una crisis por el caso Odebrecht. No estará fácil. Pero así son las cosas. Los países eligen a sus propios presidentes, no a los ajenos.

Si los resultados se confirman y Lacalle Pou termina ganando por 30 mil votos sobre un total de dos millones y medio, el Frente Amplio de Daniel Martínez quedará armado como una fuerza sólida de oposición. Y, como podría indicarlo el resultado argentino del 2015, con una derrota de Daniel Scioli por solo el 2,6 por ciento, las diferencias tenues ofrecen la chance de la reconstrucción en menos años que cuando el resultado es una paliza. En teoría, al menos.

Y, en fin, si los resultados se confirman, los uruguayos pueden llegar a experimentar lo mismo que los argentinos en los cuatro años de Mauricio Macri. Que, aun por la diferencia mínima, controlar el Poder Ejecutivo en un país presidencialista ofrece carta blanca para cometer desastres de difícil reversión social. Lacalle Pou es un ultraliberal obsesionado por el gasto público. El disminuido Partido Colorado comparte la utopía de la desrregulación. El Cabildo Abierto del ex jefe del Ejército Guido Mannini Ríos directamente usó su última proclama de campaña para dirigirse a los militares y pedirles el voto. Como si quisiera marcar agenda en su obsesión por la mano dura y ganar espacio en una eventual futura coalición de gobierno. “En Europa la derecha y el centroderecha no gobiernan con la ultraderecha”, alertó el historiador uruguayo Gerardo Caetano. El riesgo sería una extrema polarización que haría difícil incluso la pelea política normal.

Éste será el escenario si el jueves o el viernes la Corte Electoral confirma la victoria de Lacalle sobre Martínez. Pero puede no serlo. Quedan estos apuntes en borrador, entonces, para elaborar una nueva nota o para, Pilsen en mano y con una riquísima húngara de La Pasiva, hacer delete y escribir otra nota bien de bien. Ahora, a esperar la definición por penales.

Martín Granovsky

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