Ahora, la memoria histórica
A pesar de que es una exigencia reiterada la de prevenir, perseguir y establecer criterios para castigar con dureza estos delitos, así como proteger y asistir a los familiares de las víctimas y a los testigos oculares de los ilícitos.
A pesar de que desde el 2015 se reformó “estructuralmente”, but of course, el artículo 73 Constitucional que demanda urgentemente una legislación adecuada, todo ha desaparecido del panorama, junto con las víctimas de Ayotzinapa, Tanhuato, Tlatlaya, Reynosa, Apatzingán y anexas. Es una vergüenza nacional.
A pesar de que, haya miles y miles de desaparecidos y se hayan gastado varios billones de pesos del presupuesto nacional para “hacer respetar los derechos humanos”. La distancia inmensa sigue creciendo y no sabemos hasta dónde nos puede llevar.
Memoria histórica: reconciliación con nuestro pasado inmediato
La memoria histórica debe formar parte del trasunto de la Nación, de ese “plebiscito cotidiano” que llamó Ernest Renan, que siempre nos ha unido en la frágil victoria y en la eterna frustración. No conocemos otra forma de mantener la presencia de los masacrados entre nosotros.
Son materias en las que no se debe dar el borrón y cuenta nueva. Así como se va a perseguir el robo y la prevaricación en el aparato administrativo, deben tomarse medidas urgentes para castigar los delitos de lesa humanidad en que incurrieron los rapiñosos.
Por ello urge la compactación definitiva de equipos sólidos cuando menos en tres áreas del nuevo régimen entrante: Gobernación, Salud y Seguridad. Son pilares indispensables para ejecutar una política de Estado en estas materias y en la consolidación de la memoria histórica que definitivamente nos reconcilie con nuestro pasado inmediato.
Basta de gente menor en esas prioridades. No podemos aceptar que arriben oportunistas e improvisados en ninguna de ellas. Ni oficiosas de la Corte, con un pasado de extorsiones en la judicatura, ni desconocedores del tema vital de la seguridad, ni improvisados en el sector salud. Deben primar ases de estos renglones.
La percepción ciudadana es básica para la confianza y el éxito posterior. La percepción hace al gobierno. No dejemos pasar esta oportunidad de oro para reconciliarnos con nosotros mismos, aunque el costo sea enjuiciar y castigar a los culpables, a los irreconciliables hasta consigo mismos.
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