Argentina – La política hecha entretenimiento

El consumo es la forma básica de integración en la sociedad en la que vivimos, el acceso que tenemos a éste pretende definir el tipo de personas que somos. Ese consumo no se limita sólo a bienes materiales, desde luego también se relaciona con los productos mediáticos, como pueden ser películas, series y, por qué no, también los noticieros.

Las noticias solían ser un producto poco atractivo pero que tenía la intensión de informar, de darnos a conocer diversos aspectos de la sociedad para que, una vez contando con tal información, pudiéramos tomar mejores decisiones. Por ejemplo, cuál de las ofertas políticas existentes es la que mejor se acopla a mis intereses y necesidades.

Sin embargo, los noticieros en televisión, que son los que tienen mayor impacto en la mayoría de la sociedad, se caracterizan por revestir de “información” cualquier tipo de curiosidad. Con la explosión del internet esto se ha intensificado. Ahora es común que los noticieros muestren cualquier frivolidad, hasta el punto de convertir a los memes en parte de la noticia.

Y claro, no habría nada de malo en analizar y discutir todo tipo de fenómeno social, a final de cuentas en eso se fundan diversos estudios sociales. Pero los noticieros están lejos de promover eso, lo que promueven es simple y llano entretenimiento.

El gobierno de Donald Trump estuvo marcado por una férrea (y necesaria) crítica a la simplicidad con la que el magnate percibía el mundo y las estúpidas decisiones que de esta percepción emanaban. Sin embargo, tener cada noche una nueva sandez era fuente constante de material para todos sus detractores, por tanto, generaba mucho rating.

No es casual, que a pesar de que CNN se caracterizó por sus constantes choques con el mandatario, le hayan dado un foro repleto únicamente de sus simpatizantes el pasado mes de mayo, en el que pudo decir tantas mentiras como le fue posible sin ser sometido a ninguna prueba de hechos. Trump es odioso para ellos, pero genera dinero, y CNN es una empresa.

Hay un romance entre el público y los villanos con “desarrollo de personaje”, tal vez la película de 2019 The Joker fue el más efectivo ejemplo de ello, pero los hay en abundancia. Qué puede ser mejor que tener a un villano de carne y hueso cada día en todas las pantallas del hogar.

El nuevo energúmeno de la derecha latinoamericana que ofrece la opción de ser uno de esos “villanos favoritos” es Javier Milei, quien a la vez que le habla a una población reaccionaria por naturaleza, también se muestra como una bocanada de aire fresco en la rancia y aburrida política, esa de la que la tecnocracia nos ha desterrado desde hace décadas.

Ver a Milei, un personaje que da muestras de tener fuertes trastornos emocionales, gritar y tener arrebatos de ira en cada foro en el que se presenta, da pie a pensar que es un personaje espontáneo y original, ese que no se queda callado, pero poco se reflexiona sobre que el contenido de su discurso que se define únicamente por odio, frustración y mucha propaganda.

Los vulgares arrebatos de Milei, un personaje que en un mundo racional debería estar bajo tratamiento médico, son música para los oídos de las grandes empresas mediáticas, que ya pueden saborear los interminables pleitos y griterío que les habrá de generar el personaje de la peluca desalineada por los próximos años. Qué importa si se lleva al país al traste, igual lo harán los otros.

En México, la situación no es muy distinta si analizamos las trivialidades con las que cada mañana el presidente les da cuerda a los medios para distraerlos de otros temas más relevantes para la política nacional. Eso sí, sería mejor tener a un personaje polémico que no toque los intereses de los más acaudalados. Ahí está el detalle.

Francisco Lemus

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