Argentina: La ultraderecha avanza

El anarco-liberalismo muestra sus colmillos

La consolidación del voto a la derecha institucionalizada y el ascenso de una derecha ultraliberal conservadora encendió las alarmas y pululan los análisis tendientes a desentrañar este fenómeno inesperado.

En las recientes PASO la abstención y el voto en blanco dominaron el escenario donde el Frente de Todos perdió volumen de votos mientras que Juntos por el Cambio no creció. A la vera de estas dos coaliciones se destacan la presencia de una izquierda anticapitalista (FIT-U) que aún limitada logra posicionarse como tercera fuerza a nivel nacional y la fantasmal aparición de una derecha ultraliberal y antipolítica.

Ordenando el cuadro

En la medida que el régimen de la democracia liberal (delegativa) se ha ido institucionalizando se ha impuesto un artilugio más que superficial: a la derecha se la ubica en el centro (en el mejor de los casos en el centro derecha) y al centro en el centro izquierda (cuando no en la izquierda directamente). Conviene entonces desarmar esta configuración para precisar el análisis.

JxC (o Juntos según el distrito) es claramente una coalición homogéneamente de derecha, con un ala más política pero no menos derechista. Claro que se trata de una derecha culposa, que no se identifica como tal. El mercado como mejor asignador de recursos, como la medida de valor de todos los valores, la meritocracia y un republicanismo vacío son los ejes que la definen. Por el contrario el FdT es una coalición centrista, mucho más heterogénea que combina derecha, centro derecha y centro izquierda, y cada uno de estos componentes juega, no sin contradicciones, según el momento y la magnitud de la crisis. Intervencionismo estatal, distribucionismo, neodesarrollismo y nuevos derechos sociales son sus coordenadas principales.

Iberoamérica, el objetivo

La Libertad Avanza y Avanza Libertad son los sellos electorales con que estas nuevas derechas se presentaron en CABA y en Provincia de Buenos Aires. Su presencia no es un fenómeno político solo local, sino que forma parte de una oleada derechista global, que ha tenido hasta ahora mayor presencia en EEUU y en Europa pero que se está extendiendo a nuestra región. Desde el 2008 se están sucediendo reuniones y foros que buscan primero establecer una coordinación de los partidos de derecha y luego virar a una Internacional Iberoamericana, en casi todas estas reuniones está presente el escritor Mario Vargas Llosa, una suerte de gurú de la tribu.
Más allá de las diferencias que tienen entre sí, los reúne el antiprogresismo. Han impuesto la noción de «marxismo cultural» al que acusan de toda la degradación de los valores occidentales y de imponer la ideología de género. En ese sentido son también respuestas a la ola verde que recorre varios continentes. Todas estas actividades son convocadas por una red de fundaciones para la libertad que reconocen como su centro a la Red Atlas (Atlas Network en inglés) fundada para «ayudar a la creación de economías de mercado en los países en vías de desarrollo», entre ellos los de América latina.  A esta red está integrada la Atlas Economic Research Foundation con sede en EEUU que, se dice, dirige un argentino que estaría vinculado al Departamento de Estado.

Estas ultraderechas son la contrapartida de la decadencia social impuesta por décadas de neoliberalismo -concentración de la riqueza y expansión de la pobreza- en el mundo, que han impuesto la idea de que no hay salida. Estas derechas no tienen temores ni culpa alguna en que las identifiquen como lo que realmente son. Se proponen cambiar el mundo y se nutren de parte de la rebeldía juvenil creciente ante la falta de alternativas. Se plantan como referentes políticos a través de las redes y los foros de internet hasta que una vez lograda cierta masa crítica pasan a disputar poder dentro de las instituciones de la democracia liberal que cuestionan.

El caso argentino

En las últimas décadas ninguna de las fracciones burguesas de nuestro país ha logrado desarrollar las fuerzas productivas con una perspectiva de futuro (en 50 años el crecimiento del PBI promedió 2,5% anual mientras que el mundial era del 5%), nuestra decadencia -pobreza, indigencia, crisis de los servicios públicos, falta de proyectos nacionales- es más que visible. Para peor el macrismo expropió el futuro y el actual gobierno no ha podido reponer la esperanza. Este contexto es terreno fértil para la crítica a las «elites», a la «casta política», incluso al «sistema» (de la democracia liberal, no al de dominación).

Entre nosotros este fenómeno -mezcla del Vox español y el bolsonarismo brasilero- se está consumando a través de un personaje casi bufonesco, muy mediático. Sus intervenciones suelen ser provocadoras y disruptivas, siempre con énfasis en la defensa de «la libertad amenazada» y en contra «el comunismo que nos acecha». Se trata de un economista formado en la Escuela Austríaca, basada en el individualismo metodológico y en el subjetivismo, frente a la Teoría del Valor Trabajo opone la del Valor Subjetivo. Esta corriente de pensamiento es fuertemente crítica del keynesianismo, del neoclasicismo y del marxismo. Se inscribe además en el «libertalismo» una tendencia mundial profundamente antiestado que promueve el individualismo filosófico (tradición hasta ahora inexistente entre nosotros) que como dice el economista y jefe de redacción de «Nueva Sociedad», Pablo Stefanoni, «ha registrado que una franja de la sociedad quiere una oferta de derecha más ideológica y menos culposa, alejada del discurso de gestión y post-ideológico que enuncia la derecha más tradicional». Así combina ultraliberalismo económico y conservadurismo social (se proclama libertario pero no tiene empacho en llevar como segunda en su lista a una defensora de la dictadura militar del ’76).

Desafíos

Los votos que obtuvieron ambas formaciones en las PASO suman a nivel nacional 7,5% (unos 600.000 votos) pero solo se presentaron en dos distritos, puede que el alcance sea mayor y los argumentos derechistas a ultranza estén llegando a sectores antes impensados. No hay dudas de que la expansión de la pobreza, la carestía de la vida, el temor a perder el empleo, la ausencia de un proyecto de futuro y el individualismo que este vacío conlleva alimentan estas alternativas antisociales.

Constituye entonces un nuevo desafío para la izquierda anticapitalista y los sectores progresistas, que no pareciera puedan resolverse con descalificaciones o críticas superficiales. Por el contrario conocer sus argumentos y demostrar que su puesta en práctica solo profundizará las condiciones actuales, mientras se revaloriza la esperanza en un futuro que tenga como centro protagónico a los trabajadores y los sectores populares, será un buen punto de partida.

Eduardo Lucita

Eduardo Lucita: Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).

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