Rusia y EE.UU., sin pausa para el diferendo

El diferendo Rusia-Estados Unidos se refuerza con la administración de Donald Trump, y pasa tanto por aspectos geoestratégicos como en Siria y Ucrania, como por sanciones, propiedad diplomática y acoso a medios.

Podríamos decir que es un paquete completo de controversias.

La tendencia observada a finales de la administración del demócrata Barack Obama continúa ahora en los nexos de Moscú y Washington, con un camino al deterioro, para el cual no se avizora remedio alguno.

Uno de los puntos principales de ese diferendo es la rusofobia que lleva a considerar como negativo cualquier cooperación o aspecto positivo con el país euroasiático.

Ni siquiera en temas como el antiterrorismo o el control de armamentos, la no proliferación o el desarme parece haber quedado algo de consenso.

Rusia propone en todo momento una cooperación global para enfrentar al terrorismo. Washington afirma que está por esa colaboración, pero acto seguido hace todo lo contrario en Siria, como lo denunciaron los militares rusos con pruebas gráficas en la mano.

En torno lo que ocurre en Siria, Rusia afirma que con ayuda de la aviación de combate de su país, el ejército de la nación del Levante y sus aliados derrotaron a las principales fuerzas terroristas.

Por ello el presidente Vladimir Putin anunció la retirada de gran parte del contingente militar ruso en Siria, aunque deja allí una base aérea en Jmeimim y una naval en el puerto de Tartus.

Sin embargo, el Pentágono defiende otra versión: no vemos ninguna retirada de las fuerzas rusas y el Estado Islámico (EI) no está del todo derrotado, aunque desde la Casa Blanca Trump se apresuró a adjudicarse la victoria sobre el movimiento terrorista.

Washington busca cualquier justificación para permanecer en suelo sirio, incluso cuando resulta evidente que fracasaron sus planes de derrocar al gobierno de Damasco con el uso de terroristas.

Al menos eso demuestran denuncias realizadas con pruebas por el Estado Mayor ruso sobre cómo la aviación norteamericana apoyó la retirada de columnas del EI de la ciudad de Raqqa, considerada feudo principal de la citada agrupación extremista.

Los militares rusos denunciaron que las fuerzas estadounidenses desplazadas en el noreste sirio, sin el visto bueno de Damasco, permitieron el paso de miembros del EI por territorios controlados por el llamado Ejército Democrático Sirio (EDS).

El Pentágono suministra pertrechos y financia al EDS, al que presenta como la oposición moderada, aunque existen pruebas de que ese grupo armado colabora con el EI.

Rusia y Estados Unidos tampoco se acercan en sus posiciones respecto al diferendo con la República Popular Democrática de Corea (RPDC). Moscú y Beijing propusieron una hoja de ruta para una salida pacífica al diferendo en la península.

Para ello, ambos estados se pronunciaron por una moratoria simultánea de las pruebas coheteriles y ensayos nucleares de Pyongyang y de las maniobras militares en la región, realizadas por Washington y Seúl, pero la Casa Blanca ignoró la propuesta.

En Ucrania, varias reuniones del enviado estadounidense para ese país y funcionarios rusos, a fin de buscar una solución definitiva al conflicto en Donbass, carecieron de resultado palpable alguno.

Insiste Washington en cortejar las declaraciones de Kiev sobre una supuesta ocupación rusa de suelo ucraniano, en alusión a las rebeldes repúblicas de Donetsk y Lugansk, situadas en la región de Donbass.

Además, la Casa Blanca interpreta a su forma la disposición de Rusia de respaldar una misión de cascos azules de la ONU en Donbass. Putin aceptó que las fuerzas de Naciones Unidas acompañen a los observadores de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa.

Pero Estados Unidos apoya las demandas de Ucrania de, en la práctica, poner bajo control internacional todo lo que ocurra en Donbass, algo que rechaza Rusia, sobre todo porque Kiev se opone a cualquier participación de militares de esta nación en la operación bajo bandera de la ONU.

Moscú considera que cualquier solución de la confrontación en el sureste ucraniano debe incluir encuentros entre las partes enfrentadas, es decir, el gobierno de Kiev y los representantes de Donetsk y Lugansk.

Pero la confrontación se profundiza en otros planos. Estados Unidos parece aplicar como arma política y comercial su estrategia de sanciones unilaterales, para lo cual esgrime los más increíbles pretextos.

La primera ronda de sanciones contra Rusia en este año estuvo vinculada a la supuesta práctica del gobierno de este país de emplear hackers para interferir en los asuntos políticos norteamericanos, aunque nunca se presentaron pruebas concretas sobre ello.

Después, Estados Unidos presentó una ley sobre las fuerzas enemigas, en la que situó a Rusia en ese rango, a la par de la RPDC e Irán.

Por esa ley, se impusieron restricciones con afectaciones más directas al sector energético ruso, con limitaciones para las inversiones en este rubro para compañías estadounidenses y de terceros países, lo que acentuó su carácter extraterritorial, consideran expertos.

La ley fue criticada por la Unión Europea (UE) que la consideró como un golpe contra las posibilidades comerciales de ese bloque, pues con ello Estados Unidos busca que compren su caro gas licuado en el viejo continente.

Además, las nuevas restricciones buscan, abiertamente, impedir la realización del proyecto de gasoducto Torrente Norte-2 que llevaría el gas ruso de terminales en este país, a través del fondo del mar Báltico, hasta plantas concentradoras en Alemania, sin intermediarios.

En Estados Unidos se muestran ‘preocupados’ por la seguridad energética europea y presionan a la UE para que reduzca el suministro desde Rusia.

La política de sanciones también llegó al complejo militar industrial con castigos para casi todas las empresas de ese sector en Rusia, en otra acción de competencia desleal, como consideran aquí.

Moscú logró contratos para la venta de complejos S-400 con dos líderes regionales, Arabia Saudita, el mayor comprador de armamentos estadounidenses en el Medio Oriente, y Turquía, miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

La prensa especula que Washington prepara un nuevo paquete de sanciones. En esta ocasión porque considera necesario castigar a Rusia por permitir supuestos vínculos entre oligarcas nacionales y el Kremlin.

El diferendo también incluye la apropiación por parte de Estados Unidos de mansiones de descanso de la embajada rusa en ese país y el cierre de las sedes del consulado en San Francisco, California, y de las oficinas comerciales en Nueva York y Washington.

Además, la confrontación se extendió a medios de prensa acreditados en Estados Unidos como Russia Today (RT) y la agencia de noticias Sputnik, que fueron obligados a registrarse como agentes extranjeros, con las implicaciones legales de ese estatus en el país norteño.

Tanto esa medida como la de suspender la acreditación de ambos medios para acceder a los trabajos del Congreso norteamericano tuvieron medidas de respuesta en Rusia, incluida una ley para convertir a todos los órganos de prensa foráneos en potenciales agentes extranjeros.

Washington considera que cualquier crítica en su contra, denuncia de desmanes de sus tropas en Siria y de los ataques de fuerzas ucranianas contra civiles en Donbass, para poner algunos ejemplos, son propaganda del gobierno ruso.

El más reciente tema de discusión se desarrolla en torno al desarme. Estados Unidos pretende acusar a Rusia de violación de un tratado que él mismo irrespeta desde hace más de un año. Así, el presidente Vladimir Putin declaró en su conferencia de prensa anual que Washington acusa a Rusia de incumplir el Tratado de Eliminación de Cohetes de Mediano y Corto Alcance, cuando en realidad son ellos los que, a hurtadillas, lo transgreden.

Estados Unidos instala sistemas de lanzamiento Aegis para cohetes interceptores SM-3 en Rumanía y Polonia, cuando en realidad esas rampas se pueden transformar fácilmente para lanzas misiles alados Tomahawks desde posiciones en tierra, lo cual viola el tratado, denunció Putin.

Pero el jefe de la Agencia de Defensa Antimisil del Pentágono, contralmirante John Hill, se apresuró a aclarar que los complejos Aegis Ashore son incapaces de realizar el control del vuelo de los Tomahawks y ‘para nada amenazan a Rusia’.

Yuri Solomonov, ingeniero principal del Instituto Moscovita de Técnica Térmica, donde se crearon los misiles balísticos intercontinentales Vulava, Vulava-M y Yars, estima que los sistemas Aegis no solo lanzan SM-3, sino también Tomahawks y son un peligro potencial para Rusia.

La espiral de contradicciones entre Rusia y Estados Unidos tiende a incrementarse, una situación que en nada contribuye a la estabilidad y seguridad en el orbe.

Antonio Rondón García

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