Biden, la ONU y Darth Vader

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Las Naciones Unidas no fueron creadas para llevarnos al cielo, sino para salvarnos del infierno (Dag Hammarskjöld)

Darth Vader es un malvado personaje de ficción, es todo lo opuesto a la bondad. Su pasado como jedi y su leyenda de corrupción guiaron sus pasos en el camino de la maldad –el lado oscuro–.  La historia de su travesía entre el bien y el mal es central en la narrativa de la Guerra de las Galaxias. La Estrella de la Muerte es la estación espacial imperial de los malditos, donde habita, medita y proyecta sus actos de ferocidad Darth Vader. Este universo de ficción sería un lugar muy parecido al salón de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Si el oscuro y emblemático representante de la crueldad apareciera en esta estancia de dimensiones desproporcionadas empuñando una espada laser, ni siquiera lograría que alguno de los miembros le recordara que, la palabra es más poderosa que la espada, sólo podría ocasionar, imagino, la retirada de algunos invitados por falta de interés.

Sin duda, la ONU no sólo sufre de problemas arquitectónicos, padece además de lo que llamaríamos tensiones geopolíticas, algo así como que numerosos estados miembros tienen intereses contrapuestos, lo que es lógico y siempre sucedió en este ámbito de debate, pero ahora, más allá de los desatinos, un grupo de países desafían el orden internacional. Es revelador que el Presidente de la Asamblea General, Dennis Francis, haya elegido como tema del septuagésimo octavo período de sesiones: “Reconstruir la confianza y reavivar la solidaridad mundial”.

Los discursos hicieron poco para reavivar el respaldo y la camaradería mundial. Muy poco de ella dejó entrever en su discurso Joe Biden ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. El discurso fue un desastre en oratoria, dejando de lado las palabras confusas e inentendibles del presidente, a pesar de, el mensaje fue claro, no habrá ningún compromiso en lo que respecta a Ucrania. Al decir que Estados Unidos “no permitirá que Ucrania sea dividida”, Biden afirma que no puede haber ningún compromiso territorial con respecto a Ucrania. O sea, olvídense de la paz.

Prácticamente todos los planes de paz presentados por numerosas interesados han previsto un compromiso territorial como la única manera de encontrar una solución. Incluso los Acuerdos de Minsk, que Ucrania firmó en 2014, y nuevamente en 2015, permitieron llegar a acuerdos territoriales. Descartar un compromiso de este tipo conlleva a una guerra sin fin. En la práctica, no hay ninguna posibilidad de que Ucrania tenga capacidad alguna para recuperar una parte significativa de estas áreas anexadas. Casi todos los combates a lo largo de la línea de contacto, especialmente desde el inicio de la contraofensiva de Ucrania, han girado en torno a un intento ucraniano de romper la primera línea de defensa de Rusia que protege estos territorios. Hoy existe un consenso de que la contraofensiva no ha logrado ningún resultado significativo, aparte de matar a decenas de miles de ucranianos y consumir miles de millones de dólares de asistencia militar occidental. ¿Biden no tenía nada que decir sobre la membresía de Ucrania y la OTAN en la ONU?

El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky pronunció su primer discurso en persona ante la Asamblea General de la ONU desde que Rusia invadió su país. Varios de los principales líderes mundiales faltaron a la reunión este año, incluido el presidente Vladimir Putin de Rusia, de hecho, de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido), Biden es el único que asistió. El cada vez más disfuncional Consejo de Seguridad es el abismo ideológico entre los cinco miembros permanentes con poder de veto, que generalmente enfrentan a Rusia y China por un lado y a Estados Unidos, el Reino Unido y Francia por el otro. Una y otra vez, el Consejo de Seguridad no ha tomado ninguna medida en relación con Irak, Afganistán, Siria, Libia, Palestina, Ucrania, Israel, Sudán y muchas otras crisis, porque uno o más miembros bloquean las cosas. Parece un diálogo de sordos, un libreto ya escrito.

Hablando antes de Biden, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva lamentó que la comunidad internacional se haya «adormecido» ante su responsabilidad de cuidar a los pobres del mundo. «Debemos superar la resignación, que nos hace aceptar tal injusticia como un fenómeno natural«, a menudo «hay una falta de voluntad política por parte de quienes gobiernan el mundo para superar la desigualdad». La ONU no garantiza el fin de las guerras ni la terminación de la pobreza.

Las Naciones Unidas debería ser el lugar donde Estados Unidos y la UE pueden pulir sus relaciones con países pequeños y medianos de África, Asia y América Latina, con el Sur Global en su conjunto. Esta institución necesita desesperadamente una reforma radical. El sistema es viejo e irremediablemente obsoleto hasta en su arquitectura. Se remonta a una época lejana en la que unos pocos países, encabezados por Estados Unidos y algunos estados europeos, dirigían el espectáculo. No refleja las complejas realidades del mundo multipolar actual.

Pero los dichos y los hechos complican aún más mudar de aires, lo que sí genera es alarma. The Economist, el semanario conservador de las clases dominantes (50% del Financial Times y la Banca Rothschild) que hay que leer para saber hacia dónde piensa dirigir sus dardos el establishment, tiene una teoría. El conflicto en Ucrania ha engañado repetidamente las expectativas, y ahora lo hace otra vez. La contraofensiva que comenzó en junio estaba viva y con esperanza de que los soldados ucranianos, equipados con armas occidentales modernas y entrenados en Alemania, recuperaran suficiente territorio para brindar a sus líderes una posición segura en cualquier negociación futura.

Pero este plan no funcionó. Con todos los esfuerzos, Ucrania recuperó menos del 0,25% del territorio ocupado por Rusia. La línea del frente, que se extiende a lo largo de mil kilómetros, prácticamente no se ha movido. Entonces, qué hacer. Según el semanario inglés mencionado, todos siguen centrados en la contraofensiva y eso es un error. Es hora de que reconsideren tanto la estrategia militar de Ucrania como su economía. En lugar de una “victoria” seguida de una restauración, Ucrania debería esforzarse por lograr resiliencia ante una confrontación prolongada y prosperar a pesar de ello.

¿Qué sería esto? Pues si bien el escrito habla de recalibración bélica, lo importante sería la recalibración económica. Esto significa menos planes napoleónicos para una mayor reconstrucción y más atención al aumento de la producción y los gastos de capital en la actualidad. La economía del país se ha «hundido» un tercio y casi la mitad del presupuesto está financiado por Occidente. Dado que alrededor de un millón de ucranianos han tomado las armas, y millones más han huido del país, existe una grave escasez de mano de obra.

Si Trump gana en 2024, podría reducir el apoyo militar estadounidense. Incluso si pierde, Europa eventualmente tendrá que soportar una carga aún mayor. Esto, a su vez, implica fortalecer la industria de defensa y reformar el sistema de toma de decisiones en la UE para absorber nuevos miembros. Con demasiada frecuencia, cuando hablamos de Ucrania, nos referimos al “fin del conflicto”. Es hora de poner fin a esto. Oren por una victoria rápida, pero prepárense para una lucha larga, para que Ucrania, pase lo que pase, sobreviva y florezca. Es decir, invierta en un agujero negro que permite evasión sin control, lavado de dinero sin temor, explotación laboral sin condición. Todo esto en medio de la guerra.

Uno podría pensar que esto es descabellado, pero nuestro amigo Zelensky pasó de la ONU a negociar con Biden y esta vez el recibimiento fue dispar, no se le permitió hablar en el congreso, los republicanos están más cerca de la teoría de Trump que ha prometido poner fin a la guerra en 24 horas si gana las elecciones presidenciales de 2024. Durante el anterior viaje a Washington del presidente de Ucrania, se le rindió homenaje a su lucha y se la comparó a la de Winston Churchill contra el nazismo en tiempos de guerra. Para recordar al nazismo, para asombro del mundo, tuvo que llegar a Canadá.

Justin Trudeau quedó en ridículo al pretender homenajear al presidente ucraniano invitando al ucraniano Yaroslav Hunk, que combatió en la Segunda Guerra Mundial contra el Ejército ruso… pero a las órdenes del Ejército nazi, en la 14 división del Waffen SS, una organización paramilitar acusada del exterminio de judíos ucranianos y diferentes crímenes de guerra. Pese a esto, el Parlamento canadiense aplaudió de pie al nazi de 98 años. Muy al estilo del experimento de los perros de Pávlov, que sirvió para definir la ley del reflejo condicional, esto pasa con Zelensky, aparece el presidente ucraniano y hay que aplaudir, no importa quién sea invitado, no importa qué diga, aunque sea un asesino nazi, que lloraba por no entender qué le paso al mundo para que fuera ovacionado.

Como sucede en Canadá, el presidente del Parlamento, Anthony Rota, renunció tras el escándalo provocado por su homenaje al veterano ucraniano que combatió en la unidad nazi en la Segunda Guerra Mundial, lo que dio a entender al mundo que se trató de un simple malentendido. La viceprimera ministra de Canadá, Chrystia Freeland, fue vista en la Cámara de los Comunes aplaudiendo al referido veterano nazi de origen ucraniano, junto con el primer ministro, Justin Trudeau, la canciller, Melanie Joly, el presidente ucraniano, Vladímir Zelenski, su esposa y los legisladores.

Freeland es nieta de inmigrantes ucranianos en Canadá. Hace varios años, medios canadienses reportaron que su abuelo fue un colaborador nazi y editaba Krakivski Visti, un diario de propaganda nazi altamente antisemita que se publicó primero en Cracovia (Polonia, tomada por los nazis) y luego en Viena durante la Segunda Guerra Mundial. En 2017, siendo ministra de Asuntos Exteriores, sabía desde hacía más de dos décadas que su abuelo materno ucraniano era el editor jefe de un periódico nazi en la Polonia ocupada, según el periódico canadiense The Global and Mail. Es decir, todos los que estaban en el parlamento sabían lo que estaba pasando, no había error.

Y quizás esta idea es la que estremece, porque al igual que en las Naciones Unidas, en Canadá se vitorea al nazismo, no se discuten problemas importantes, no se detiene ni se debate sobre detener la guerra, no se invierte en los Objetivos del Desarrollo Sostenible de los que habla Lula. En el 2030 pasarán muchas cosas en la agenda del milenio, pero en la actualidad, la operatividad y la utilidad de las Naciones Unidas sólo está para filmar otra saga de la Guerra de las Galaxias.

Alejandro Marcó del Pont

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