Bienvenido a Nazaret

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Hasta hace pocos años la única carretera desde el centro de Israel al norte en dirección a Nazaret subía por los fértiles campos del Valle de Jezreel para encaminarse abruptamente hacia la cara escarpada de una montaña en la cadena de la Baja Galilea, siguiendo lo que una vez debió de haber sido un camino de cabras.

El lento ascenso, a menudo detrás de un autobús turístico o de un camión, permitía admirar el afloramiento de una roca llamada Monte Precipicio, el lugar en el que, según la tradición cristiana, los vecinos de la antigua Nazaret trataron de arrojar al joven Jesús a la muerte después de que se autoproclamara el hijo de Dios. Los habitantes del lugar llaman a este sitio en árabe “Jebel Kufze” o “Colina del Salto”, en alusión a lo que posiblemente fue el primer milagro de Jesús. Se dice que saltó a un lugar seguro cuando fue arrojado al precipicio.

Jebel Kufze ocultó un secreto durante milenios. A sus pies, cerca de donde a Jesús podía haberse estrellado contra las rocas de no haber “saltado”, los monjes franciscanos descubrieron una cueva en la década de 1960. Las excavaciones realizadas en la siguiente década identificaron restos humanos que posiblemente databan de hace 100.000 años. En aquel momento el llamado Hombre de Kufze era nuestro más antiguo antecesor descubierto hasta el momento.

Pero ni siquiera Jebel Kufze, tan rico en significado humano y religioso, tenía defensa alguna ante las necesidades de un Estado moderno y menos de uno cuyos altos cargos tenían poca o ninguna simpatía por el Cristianismo. Poco después de que me trasladara a vivir a Nazaret en 2001 aparecieron los bulldózeres y excavadoras para arrancar el flanco inferior sur del Monte del Precipicio y la profunda herida se detuvo finalmente un poco antes de la Cueva Kufze. Se construyó un puente sobre pilotes desde el Valle de Jezreel hasta lo que quedaba de la ladera más baja de la montaña y ahí los ingenieros volaron la roca con dinamita para horadar un túnel.

El antiguo “camino de cabras” se convirtió en una poco frecuentada carretera con vistas a Nazaret. Mientras tanto, el puente y el túnel, que se inauguraron en 2008, necesitaban un nombre. La lista de candidatos debería haber sido mayor. Podría haber hecho referencia a los antepasados de la humanidad que estaban enterrados cerca o al milagro que impidió la muerte prematura de un hombre en cuyo nombre se fundó una religión global, o a cualquiera de los nazarenos posteriores que dejaron una huella más limitada en su ciudad y en Galilea, como Tawfik Ziyad, un alcalde durante las décadas de 1970 y 1980 cuya “poesía de protesta” continúa inspirando a los palestinos. Pero ninguno de ellos resultó elegido.

En vez de ello, los altos cargos del gobierno mantuvieron discusiones a puerta cerrada. Lo primero que supimos los habitantes de Nazaret fue cuando apareció una señal a poca distancia antes del túnel que nombraba la nueva carretera “Puente Rafael Eitan”, del nombre del famoso general. No se consultó a los nazarenos por una buena razón: era seguro que se iba a oponer vehementemente.

La endeble justificación para el nombre de la carretera era que Eitan había nacido en el Valle del Jezreel Valley, en un kibbutz (cooperativa agrícola) llamado Tel Adashim. Pero la fama de Eitan no provenía de su relación con la Baja Galilea o con Nazaret, que es hoy la mayor ciudad árabe en Israel y la capital real del los 1.400.000 palestinos que tienen ciudadanía israelí dentro del Estado de Israel.

Empezó a ser conocido como militar de la línea dura como jefe del Estado Mayor y después como político siempre dispuesto a airear su odio visceral por los palestinos y los árabes. A principios de la década de 1980 estableció un partido de extrema derecha, Tzomet (un precursor ideológico del partido Yisrael Beiteinu del actual ministro de Exteriores Avigdor Lieberman) y defendió con entusiasmo la construcción de colonias. Por lo que es más conocido es por haber declarado: “Cuando hayamos colonizado la tierra, lo único que podrán hacer los árabes al respecto será corretear de un lado para otro como cucarachas drogadas en una botella”.

Los observadores exteriores han asumido que Eitan estaba dando una receta política para los territorios ocupados. Sin embargo, los palestinos de dentro de Israel, que conocen desde hace tiempo y mucho mejor la política sionista, entendieron que esta declaración se refería a los palestinos de cualquier lugar en el que estuvieran, incluida Galilea. En otra ocasión Eitan puso de relieve el programa de su partido. “Declaramos abiertamente que los árabes no tienen derecho a asentarse ni siguiera en un centímetro de Eretz Israel. […] La fuerza es lo único que entienden o entenderán nunca. Usaremos la máxima fuerza hasta que los palestinos vengan hasta nosotros arrastrándose a cuatro patas”.

Sería difícil encontrar una exposición más sucinta de la lógica de un eje central de la política sionista conocido con el nombre de “judaización”. Mucho antes de que Israel empezara a construir colonias en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental sus planificadores estratégicos estaban ideando métodos similares para contener, fragmentar y controlar las docenas de comunidades palestinas a cuyos habitantes no había expulsado el nuevo Estado en 1948. El objetivo era convertir estos pueblos y ciudades en “botellas” metafóricas y a sus habitantes (una quinta parte de la población) en “cucarachas drogadas” que aceptaran dócilmente su estatus inferior en un autoproclamado Estado judío.

Judaizar Nazaret 

Nazaret fue uno de los objetivos de la judaización. A diferencia de otras comunidades palestinas, esta ciudad había salido relativamente ilesa del derramamiento de sangre a lo largo de todo un año durante la guerra de 1948. Al recién declarado Estado de Israel, que estaba todavía en espera de ser reconocido por las Naciones Unidas, le preocupaba una fuerte reacción en contra por parte de la comunidad internacional y especialmente del Vaticano si se atacaba duramente a Nazaret, así que se dejó a la ciudad en paz mientras las fuerzas armadas israelíes arrasaba hacia el norte, hacia las fronteras libanesa y siria.

Para cuando acabó la guerra se habían destruido cientos de pueblos palestinos, la abrumadora mayoría de ellos, y se había expulsado a sus habitantes, unas 750.000 personas. Solo se quedaron 150.000 palestinos. Las que habían sido las grandes ciudades de Palestina y habían quedado dentro de las nuevas fronteras, como Jaffa, Haifa y Lod, fueron prácticamente vaciadas de sus habitantes originarios y después denominadas engañosamente “ciudades mixtas”: ciudades de inmigrantes judíos que albergaban un gueto adjunto de trabajadores eventuales palestinos para construir las casas de las oleadas de recién llegados.

Nazaret se encontró transformada dos veces por la guerra. Su población de 13.000 habitantes se duplicó con creces en unos pocos meses ya que 15.000 refugiados de los pueblos vecinos acudieron a ella tratando de refugiarse del ejército israelí. Y como las demás ciudades palestinas dentro del nuevo Estado de Israel habían sido derrotadas, Nazaret se encontró inesperadamente con que era el único espacio palestino que había sobrevivido.

Repleta de refugiados y en condiciones de convertirse en la capital política y cultural de los palestinos de Israel, la ciudad atrajo continuamente la atención de los dirigentes militares y políticos de Israel.

Como todos los ciudadanos palestinos dentro de Israel después de 1948, los nazarenos vivieron durante dos décadas bajo dominio militar. Para dejar la ciudad por motivos laborales o para asistir a una boda o a un funeral, o simplemente para ir a sus tierras, los nazarenos tenían que solicitar un permiso al gobernador militar, del mismo modo que muchos palestinos de Cisjordania tiene hoy su vida controlada por gobernantes militares israelíes denominados Administración Civil. Como en los territorios ocupados, estos permisos se concedían a un alto precio que exigía a los palestinos informar y colaborar a cambio del privilegio de la libertad de movimientos.

En esas circunstancias, en 1953 al gobierno israelí le resultó fácil confiscar 1.900 dunams (un dunam es un cuarto de acre) de la tierra agrícola de Nazaret al oeste de la ciudad, que servía a los nazarenos tanto de medio de vida como de reserva de terreno para el futuro desarrollo y expansión de la ciudad.

Estas expropiaciones se iban a convertir en un ingrediente básico de la vida durante las tres décadas siguientes ya que el Estado nacionalizó más del 70% de la tierra perteneciente a las comunidades palestinas en Israel a beneficio no de sus ciudadanos, sino de los judíos de todo el mundo. El Estado de Israel posee hoy el 93% de la tierra y solo el 2% se ha dejado bajo control de los ayuntamientos árabes.

Oficialmente, la tierra de Nazaret se nacionalizó con “fines públicos”, en este caso, construir las nuevas oficinas del gobierno para Galilea. Pero no se pudo persuadir a los habitantes de la ciudad de que las autoridades necesitaban esta vasta cantidad de tierra para construir edificios nuevos. Cuando se extendieron los rumores de que el gobierno estaba planeando construir ahí un barrio residencial de casas judías, Nazaret solicitó al Tribunal Supremo que se devolviera la tierra.

Los jueces emitieron un veredicto en 1955 aceptando la demanda del gobierno. Al año siguiente empezaron las obras no solo en el complejo del gobierno sino también en una zona residencial. Inicialmente estas casas se caracterizaron simplemente como “barrio judío” de Nazaret. El barrio creció tan deprisa que para 1960 el gobierno pudo volver a trazar sus límites y declararlo una nueva ciudad llamada Nazaret Ilit. “Ilit” expresa en hebreo tanto una elevación física (más alto) como superioridad moral (mejor).

Después de viajar por el norte de Israel a principios de la década de 1950 David Ben Gurion, la primera persona nombrada primer ministro de Israel, decidió que era necesario un Nazaret Alto, así como las otras dos ciudades de “judaización” cerca de ella, Karmiel y Migdal Haemek. Poco después del viaje se informó de que había declarado con preocupación: “Cualquiera que viaje por Galilea tiene la sensación de que no forma parte de Israel”.

Las Naciones Unidas habían asignado Galilea al Estado árabe según el Plan de Partición de 1947 y a Ben Gurion le molestaba que continuara habiendo una sólida mayoría árabe en Galilea. Más específicamente, le preocupaba que la conquista por parte de Israel de la región del norte pudiera ser revocada por medio de una alianza de elementos subversivos dentro de la población local palestina y los Estados árabes vecinos.

Según un historiador británico, Geremy Forman, el director de urbanismo del ejército, Yuval Ne’eman, creía que la nueva ciudad judía enviaría un mensaje a los palestinos del norte en general, “pondría de relieve y salvaguardaría el carácter judío de Galilea como conjunto y […] demostraría la soberanía del Estado a la población árabe más que cualquier otra operación de colonización”.

El gobernador militar del norte, Mikhael Mikhael, admitió que Nazaret Alto también tenía un objetivo más específico. Estaba diseñado para “tragarse” Nazaret por medio del “crecimiento de la población judía en torno a un grupo incondicional” y garantizar así el “traslado del centro de gravedad de la vida desde Nazaret” a Nazaret Alto.

En otras palabras, la visión de los dirigentes de Israel era convertir el Nazaret árabe en un barrio del Nazaret Alto judío, siguiendo las pautas de las ciudades mixtas. Desde entonces a los planificadores tanto militares como civiles les ha preocupado cómo hacerlo.

La primera tarea era frenar el desarrollo de Nazaret. La ciudad había sido la capital administrativa de Galilea durante el Mandato Británico, pero los altos cargos israelíes trabajaron rápida y sistemáticamente para debilitar Nazaret en relación a su pequeño y arribista barrio. Empezaron por transferir a Nazaret Alto el complejo de las oficinas del gobierno y un tribunal del distrito.

El edificio del tribunal con aspecto de fortaleza también tuvo un objetivo simbólico: suspendido en una roca justo encima de Nazaret, era visible desde toda la ciudad, lo que le daba el aspecto de una torre de vigilancia que espiaba a la población árabe situada debajo. El efecto era más amenazante de noche, cuando estaba iluminado (la observación y control de las poblaciones palestinas es fundamental en la idea de la colonización sionista, tanto en Cisjordania como en Galilea, donde las casas están situadas en lo alto de colinas. Michas de estas localidades en Galilea se conocen como “mitzpim” o atalayas).

Los altos cargos israelíes utilizaron a continuación el urbanismo como arma para dejar a la ciudad sin tierras y sin medios de vida. Sesenta y cuatro años después del establecimiento del Estado de Israel, Nazaret tiene el mismo espacio para desarrollarse que en 1948: 14.000 dunams. Con una población que en este tiempo ha llegado a los 80.000 habitantes, se ha privado a la ciudad de tierras para construir viviendas, industria y espacios recreativos. Nazaret Alto, en cambio, ha ido expandiendo constantemente sus límites municipales, siempre a expensas de Nazaret y de los pueblos palestinos vecinos.

La periodista israelí Amira Hass explicaba recientemente el carácter del control de Israel sobre la ocupada Cisjordania: “Dominamos la extensión de terreno […], desarrollamos planes generales para los judíos y prohibiciones de construcción para los palestinos. La combinación de las colonias [judías] con la discriminación han creado esas manchas dispersas en el mapa que se conocen como enclaves palestinos (bantustanes, en otra lengua). […] Para los palestinos hay separación, aislamiento, concentración y dominación”.

Nazaret Alto fue el modelo para esas colonias. Los mapas aéreos muestran cómo se retuercen y dan vueltas los límites de la ciudad judía mientras se abren paso para zonas de viviendas, zonas industriales, reservas naturales y un cinturón verde. Se han creado una serie de tentáculos que han envuelto Nazaret y los pueblos árabes que la rodeaban, además de limitar su expansión y desarrollo, y de aislar cada comunidad árabe de las demás.

Si no se hubiera construido Nazaret Alto, el urbanismo y la lógica demográfica habrían exigido que Nazaret se convirtiera en el centro de una conurbación que hubiera incorporado a una media docena de pueblos adyacentes (Yafa, Reine, Kana, Mashhad, Ein Mahel y Iksal) y comprendería aproximadamente a 200.000 ciudadanos palestinos.

Esto habría transformado Nazaret en la verdadera capital de la minoría palestina de Israel, en un centro de su vida política, intelectual, de negocios y cultural. En vez de ello Nazaret se ha convertido en “el mayor pueblo árabe de Israel” (como me dijo un vecino poco antes de trasladarme a la ciudad), desconectada de todos los demás pueblos más pequeños de los alrededores.

Mientras tanto Nazaret Alto no dejaba de crecer. Hoy tienen una población de 42.000 habitantes y una enorme área municipal de 48.000 dunams. En otras palabras, Nazaret Alto tiene un poco más de la mitad de la población de Nazaret pero casi cuatro veces más tierra.

Esta tierra de más se ha dedicado a un buen uso. Nazaret Alto tiene una extensa zona industrial que no solo proporciona empleo sino que genera un importante ritmo de negocios a la ciudad. Nazaret, en cambio, solo cuenta con dos diminutas zonas industriales: una docena de carpinterías privadas en la Ciudad Vieja y una “zona de talleres” de reparación de coches.

Dicho esto, Nazaret tiene unos pocos privilegios que no se le han concedido a ninguna otra comunidad árabe en Israel, la mayoría de los cuales se deben a su importancia histórica. A consecuencia de ello, ha emergido una clase media palestina que hace alarde de su riqueza (la no menos importante de la cual es su elección de coches de lujo que circulan por el centro de la ciudad) que a menudo oculta a los visitantes la terrible pobreza de sus barrios periféricos.

Para empezar, tiene los únicos hospitales (tres de ellos) de un escenario árabe, todos ellos financiados con fondos privados procedentes de organizaciones benéficas médicas religiosas extranjeras anteriores a la creación del Estado de Israel. Especialistas médicos y abogados también han establecido sus despachos en Nazaret, y ofrecen sus servicios a la población palestina de Galilea.

La ciudad también alberga la única compañía árabe importante de Israel, Nazarene Tours, que paradójicamente se ha beneficiado del mismo racismo que tenía la finalidad de mantener separados a los ciudadanos árabes y judíos. Esta compañía de transportes prosperó después de 1948 solo porque Israel necesitaba un servicio de autobuses diferentes [para judíos y árabes] que comunicara las comunidades árabes en Galilea. De este modo, la compañía de transportes estatal, Egged, podía ignorar tranquilamente estas ciudades y pueblos mientras se limitaba a comunicar las comunidades judías.

A lo largo de las dos últimas décadas, mientras la economía de Israel se globalizaba parcialmente, Nazarene Tours ha ido lanzando nuevas divisiones entre las que se incluyen una agencia internacional de viajes, hoteles y el desarrollo de una tecnología de transportes. También ganó a rivales internacionales varias ofertas públicas cuando Israel sacó a concurso algunas de las rutas de Egged.

En el ámbito de la educación superior se ha logrado un éxito reciente aunque menor. Durante décadas Nazaret ha estado presionando para albergar una universidad. Es indiscutible que hay una demanda de una universidad que enseñe en árabe en vez de en hebreo. Los estudiantes árabes están extremadamente infrarrepresentados en la educación superior y unas cifras recientes escandalosas demuestran que una tercera parte de los alumnos [árabes] que están actualmente en la universidad viajan a Jordania para estudiar, lo que es un reflejo de los muchos obstáculos que Israel les pone para estudiar.

Aunque Nazaret sigue careciendo de universidad, en 2009 se dio un primer paso titubeante cuando el Consejo de Educación Superior de Israel reconoció a regañadientes un más limitado “Instituto Académico” en la ciudad, que cada año concede títulos de química y comunicaciones a una pequeña cantidad de estudiantes.

Este Instituto es una burda imitación de la universidad con la que durante tanto tiempo ha soñado Nazaret. Su reconocimiento ha dependido del hecho de que se ha promovido a sí misma como una “institución de coexistencia”: gran parte de los cursos se imparten en hebreo, casi la mitad de su personal son judíos israelíes, lo mismo que muchos de los miembros del consejo director, y se exige a los alumnos asistir obligatoriamente a un curso de “estudios sobre la paz”. Es de suponer que todo esto tiene la finalidad de contrarrestar cualquier impulso nacionalista que se pudiera fomentar al estudiar en una ciudad árabe.

El Consejo de Educación Superior accedió a reconocer el Instituto sólo si este se comprometía a no buscar financiación pública. Hasta el momento Israel se ha negado a revocar esta decisión a pesar de las presiones de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), un club de las naciones más ricas del mundo al que Israel accedió en 2010. Tras una reunión de la OCDE en la que se planteó esta cuestión, Raed Mualem, vice-presidente del Instituto, afirmó: “Los participantes […] no podían entender cómo seis facultades de la zona [Galilea] tenían apoyo estatal mientras que el único Instituto que no tenía apoyo estatal era el establecido en la mayor ciudad árabe”.

Nazaret también se va a beneficiar pronto de un nuevo parque industrial de alta tecnología, obra del industrial multimillonario Stef Wertheimer. Al parecer, Wertheimer, que ya ha lestablecido media docena de estos parques industriales en comunidades judías, ha hecho caso a los altos cargos de la OCDE que han recriminado a exclusión por parte de Israel durante mucho tiempo de ciudadanos palestinos cualificados de la mayor parte de la economía. Una encuesta hecha en 2010 mostraba que el 83% de los negocios israelíes de las principales profesiones admitían oponerse a contratar titulados árabes. Esto explica por qué 15.000 de ellos están en paro o hacen trabajos poco cualificados.

Según parece, Wertheimer espera utilizar esta enorme reserva de talentos sin explotar. Yossi Cohen, director de un programa de formación de alta tecnología en Nazaret, declaró recientemente a los medios israelíes que de los 84.000 empleos en las industrias de alta tecnología de Israel solo 500 habían sido cubiertos por árabes. En vena familiar, Wertheimer ha enmarcado la empresa como una iniciativa de coexistencia que une a judíos y árabes. Pero el multimillonario ha luchado para ocultar sus propios prejuicios. Justificando la filosofía de coexistencia que hay detrás de su parque tecnológico, afirmó: “Cuando las personas trabajan juntas no tienen tiempo para tonterías. Por la noche están demasiado cansadas para cometer actos terroristas”.

A pesar de estas bienvenidas iniciativas privadas, la influencia del gobernador ha sido sistemática y cínicamente maligna. Los altos cargos israelíes ya no hablan de “judaización”, ya que el término suena demasiado racista. Ahora hablan de “desarrollar el Negev y Galilea”, las dos regiones con una gran cantidad de población palestina. Incluso existe un ministerio para el Desarrollo del Negev y Galilea.

Pero en caso de que haya algún malentendido acerca de qué entiende el ministerio por “desarrollo”, hay que ver cuáles son sus prioridades. Un estudio publicado en marzo de 2012 concluía que de un presupuesto anual de 45 millones de dólares no se ha destinado un solo céntimo a la población árabe. En cambio, la mayoría de los fondos se dedican a un programa iniciado por el gobierno en 2009 de atraer a 600.000 judíos a estas dos regiones para el año 2020. Se les ofrecerán vacaciones fiscales y tierra extremadamente rebajada al tiempo que ofrecerán inventivos a las empresas para que se instalen ahí.

Cada ayuntamiento de Israel tienen tres fuentes potenciales de ingresos: una tasa local a los residentes, negocios y tasas comerciales, además de una subvención proporcional del gobierno central. Ninguna comunidad puede contar únicamente con los ingresos de sus residentes y menos aún las ciudades y pueblos árabes donde los índices de pobreza son tres veces más altos que en las zonas judías.

Un estudio de 2009 de la universidad Ben Gurion en Beersheva revelaba que, medido como un porcentaje de los ingresos, las familias de las comunidades árabes pagaban una tasa local que era un 50% más alta que la de las familias de las comunidades judías. La razón era tanto que las familias árabes eran mucho mas pobres como que sus ayuntamientos tenía muy pocos ingresos diferentes con los que contar debido a que carecían de tierras para zonas industriales y comerciales.

Nada es esto es ni por lo más remoto accidental. Por ejemplo, dentro de Nazaret se han construido varias instituciones estatales y, a pesar de ello, los ingresos de estas, que equivalen a muchos cientos de miles de dólares al año, acaban en las arcas de Nazaret Alto. ¿Cómo es esto posible?

Funciona de la siguiente manera: el gobierno simplemente transfirió a Nazaret Alto un complejo de edificios situados dentro de los límites municipales de Nazaret que incluye la oficina local del ministerio de Interior y el tribunal del distrito. De forma similar, una base militar ahora desaparecida que cubría 100 dunams es ahora un nuevo enclave en medio de una zona residencial de Nazaret después de que fuera asignada a Nazaret Alto en la década de 1970 por “motivos de seguridad”. La base se cerró hace varios años, pero el lugar también incluye un hotel, cuyos ingresos van a Nazaret Alto. Se han ignorado repetidamente las peticiones de Nazaret de que se le devuelva la tierra para poder construir viviendas y un centro comercial.

Según un estudio hecho en 2010 por el centro de investigación de Nazaret Dirasat, este es un modelo que se repite por todo el país. El estudio concluyó que las las autoridades árabes locales recibían un minúsculo 0.2% de las tasas locales pagadas por las instituciones del gobierno. En cambio, prácticamente todo iba a las comunidades judías.

A pesar de que Nazaret Alto se beneficiaba de su propia gran zona industrial, también se le asignó a principios de la década de 1990 un importante parque industrial adicional (a cierta distancia dentro de los límites municipales) sobre 7.500 dunams confiscados a los pueblos árabes de Mashhad y Kana.

La zona industrial de Tzipporit incluye algunas de las industrias más contaminantes del país, cerca de las casas de los pueblos. Tras años de hacer campañas finalmente en 2010 los residentes consiguieron que se cerrara una fábrica de aluminio cercana. Un habitante de Mashhad, donde se ha informado de que los índices de cáncer han aumentado drásticamente, observó: “Nosotros nos quedamos con toda la contaminación mientras que Nazaret Alto se que da con todos los beneficios financieros”.

Otro estudio concluye que un municipio judío medio recibe casi cinco veces más en tasas urbanas que un municipio árabe. Este fuerte desequilibrio debería ser subsanado por una subvención proporcional del gobierno central, que se supone que garantiza que las autoridades locales más pobres pueden seguir proporcionado servicios esenciales. Pero el estudio también muestra que a pesar de que los ayuntamientos árabes son mucho más pobres que los judíos (de hecho, dos terceras partes de ellos están efectivamente en bancarrota) habitualmente reciben solo una tercera parte de la subvención que reciben los ayuntamientos judíos.

Los peregrinos hacen rápidos progresos

En 2009 Nazaret albergó al peregrino posiblemente más famoso del mundo. Durante su gira por Tierra Santa el Papa Benedicto XVI decidió que ofrecería su misa principal en el Monte del Precipicio y sería transmitida en directo a una audiencia global. Se ofició en un anfiteatro al aire libre que se había programado para la visita de su predecesor, Juan Pablo II, en la Pascua de 2000, pero esta al final no se realizó.

El plan original había sido utilizar el anfiteatro no solo para Juan Pablo II sino también como escenario para famosos grupos de rock que darían la bienvenida al milenio en la ciudad de la Anunciación donde, como dicen los eslóganes oficiales de Nazaret, “empezó todo”: la revelación del Arcángel Gabriel a María de que portaba al hijo de Dios inició 2.000 años de historia. Se esperaba que unos acuerdos televisivos asegurarían que los ojos del mundo de dirigían a Nazaret la víspera del año 2000.

Surcando un mar de beneplácito internacional en torno a los Acuerdos de Oslo a principios de la década de 1990, el primer ministro israelí Yitzhak Rabin accedió a conceder un gran cantidad de fondos a Nazaret por primera vez en la historia del país. El proyecto “Nazaret 2000” incluía dinero para el anfiteatro, la renovación de la Ciudad Antigua donde se sitúan varias iglesias, incluida la Basílica de la Anunciación, y la recalificación de la ciudad como “Zona A de desarrollo”, un estatuto prioritario para fomentar nuevas inversiones, especialmente en hoteles.

Los altos cargos de turismo de Nazaret recuerdan que este repentino cambio radical de la política del gobierno estaba motivado fundamentalmente por el temor de que la continua cobertura mediática del milenio y la visita del Papa pocos meses después pudieran poner de relieve el desastroso estado en el que se encontraba la ciudad.

Las personas que nunca han visitado Nazaret podrían considerar que es una de las grandes ciudades turísticas y que se beneficia de los ingresos generados por tantos turistas. Sin embargo, podrían estar equivocados. Es indudable que Nazaret atrae a gran cantidad de visitantes cada año, pero muy pocos de ellos pasan tiempo en la ciudad o gastan dinero en ella. La razón es que el turismo en Nazaret, igual que en los Santos Lugares cristianos ocupados en Jerusalén Oriental y Belén, han estado controlados casi exclusivamente durante décadas por agencias turísticas y tour operadores judíos israelíes.

Este control se extiende incluso a los guías de las excursiones turísticas. El ministerio israelí de Turismo concede todos los permisos a los guías y estos pueden ser revocados por cuestiones “políticas”, lo que es la razón de que tantos turistas y peregrinos abandonen la región sin oír siquiera pronunciar la palabra “ocupación”.

Hace unos años el parlamento israelí trató de aprobar una ley que prohibiera los palestinos trabajar como guías si daban una mala imagen de Israel. Pero, en realidad, la ley era completamente innecesaria. Se ha intimidado a los guías turísticos para que permanezcan en silencio en relación a asuntos “políticos” ya que son plenamente conscientes de que si sus comentarios llegan a oídos de los organizadores de las excursiones perderán su trabajo.

He experimentado esto de primera mano en más de una ocasión. Por ejemplo, recuerdo haber acompañado a un grupo de estudiantes daneses en su autobús en una salida fuera de Nazaret para visitar el destruido pueblo palestino de Saffuriya en los alrededores de la ciudad y hoy convertido en una comunidad rural judía rebautizada con el nombre de Tzippori. Los miles de habitantes del pueblo palestino fueron obligados a irse en 1948 ya que Israel utilizó por primera vez su recién creada fuerza aérea para bombardear las casas de Saffuriya. Hoy las ruinas están cubiertas por un bosque plantado por una organización benéfica sionista internacional, el Fondo Nacional Judío.

Pedí al conductor del autobús, un judío israelí, que nos llevara por un barrio de Nazaret conocido como Safafra, establecido en al década de 1950 por los habitantes de Saffuriya que huyeron a Nazaret en vez de ir a Líbano y Siria. Hoy sigue pareciendo un campo de refugiados. Mientras yo estaba explicando la historia de Safafra a través el micrófono, el conductor me interrumpió para preguntarme: “¿Cuál es el número de su documento de identidad”. Pensando que yo era un guía turístico registrado y pretendía que me quitaran el permiso.

Este asfixiante control del turismo en Tierra Santa significa que Nazaret es casi completamente marginado del típico programa de peregrino. Aquellos que llegan en una excursión organizada, como llegan la mayoría, son llevados a Mizra, una comunidad judía en el valle de Jezreel, donde comen en una cantina. Después se les suelta cerca de la Basílica de Nazaret y se les dice que sigan al guía directamente a la iglesia. Viendo la expresión de preocupación de sus caras se diría que se les ha advertido que no hablen con los nativos. A continuación vuelven al autobús que les está esperando y los llevan directamente a Tiberiades. La gran mayoría de ellos está en la ciudad menos de una hora y raramente compran siquiera una botella de agua.

¿Por que la mayoría de ellos están alojados en Tiberiades, en el Mar de Galilea, donde a diferencia de Nazaret, se padece una incómoda y fuerte humedad durante gran parte del año? Porque en la década de 1950 Israel concedió a esta ciudad judía el estatus de “Zona A de desarrollo”. Los inversores destinaron dinero a la construcción de hoteles, mientras que Nazaret, a la que se le negó este estatus, solo cuenta con unos pocos establecimientos para peregrinos. Más tarde, en la década de 1970, Nazaret Alto obtuvo el estatus de “Zona A”. A consecuencia de ello, se construyó el Plaza, el primer hotel moderno para los turistas de Nazaret, pero no se construyó en la ciudad santa sino dentro de Nazaret Alto.

Con todo, Rabin aceptó que no se podía seguir descuidando indefinidamente a Nazaret. Empezaron las obras para construir el anfiteatro, se cerró la Ciudad Vieja para las obras de renovación, incluyendo el animado zoco [mercado] de Nazaret, y las promotoras inmobiliarias empezaron a levantar unos cuantos grandes hoteles.

A mediados de la década de 1990 los nazarenos creyeron que finalmente había algún cambio en las relaciones judío-árabes. Esto explica por qué en el documental de Ula Tabari que abarca este periodo, “Private Investigation” [Investigación privada], se puede ver a algunos nazarenos agitando con entusiasmo la bandera israelí (con la excluyente Estrella de David en el centro) el día que los israelíes llaman su Día de la Independencia y los palestinos la Nakba o la “catástrofe” de su desposesión en 1948.

Sin embargo, este estado de ánimo optimista pronto se agrió. Rabin fue asesinado en 1995 y las elecciones que se celebraron un año después llevaron al poder a la derecha de Benjamin Netanyahu, que inmediatamente canceló el anfiteatro, al perecer preocupado porque Israel estuviera representado por una ciudad no judía en las conmemoraciones del milenio.

Las obras de renovación de la Ciudad Vieja continuaron, aunque con un presupuesto reducido. Al cabo de todos esos años los comerciantes del mercado viejo no tenían nada bueno que decir del proyecto. Gran parte de la Ciudad Vieja se convirtió en una zona prohibida durante varios años mientras se pavimentaban los estrechos callejones, se instalaban cañerías para detener las inundaciones de invierno que provocaban que las aguas residuales corrieran por las calles y se arrancaban las fachadas de las tiendas para poder sustituirlas por contraventanas verdes estándar.

Se eliminó casi por completo todo lo que el mercado tenía de encanto antiguo, aunque permaneció gran parte de la destartalada infraestructura de la Ciudad Vieja, incluyendo el adefesio de docenas de cables de electricidad y teléfono entrecruzados atravesando cada callejón.

Pero lo peor para los comerciantes fue el largo tiempo que permaneció cerrada la Ciudad Vieja. El mercado solía atraer no solo a los nazarenos sino también a compradores de toda Galilea, incluyendo a muchos judíos israelíes que venían el día de Sabbath, cuando las comunidades judías cerraban para el fin de semana. Todo se reubicó en un mercado “provisional” en Nazaret Alto, al lado de la carretera de circunvalación que marca la frontera entre ambas ciudades.

Cuando volvió a abrir la Ciudad Vieja su clientes no volvieron. Continuó funcionando el mercado provisional y el de Nazaret nunca se recuperó. El ayuntamiento perdió aún más de sus ya exiguos ingresos debido a la reubicación de los negocios locales.

Cristianos frente a musulmanes

La frustrada visita del Papa Juan Pablo II tuvo otra consecuencia negativa para Nazaret, que se ha hecho sentir hasta el día de hoy. Mientras la ciudad se preparaba para las celebraciones, algunos de sus habitantes empezaron a sentirse agraviados.

Se considera erróneamente que Nazaret es una ciudad con una mayoría cristiana pero, de hecho, dos terceras partes de su población son musulmanes. Esto es en parte un legado del desplazamiento demográfico generalizado de 1948, cuando los refugiados afluyeron de los pueblos árabes vecinos. Pero Nazaret también tiene desde hace mucho tiempo una comunidad musulmana que ha vivido pacíficamente junto a sus vecinos cristianos durante cientos de años.

El proyecto Nazaret 2000 ignoraba completamente a los musulmanes de la ciudad. Cuanto más se preparaban los cristianos locales para las celebraciones y más fondos del Estado se dedicaban a ellos, más se ponía de relieve para algunos musulmanes la injusticia histórica que su propio Estado había perpetrado contra ellos.

Como ya hemos mencionado, Israel había temido tener en su contra la opinión mundial si atacaba Nazaret durante la guerra de 948. Después de la guerra dejó sin tocar las iglesias de la ciudad y sus extensas propiedades. La comunidad musulmana recibió un trato muy diferente.

Antes de la creación del Estado de Israel los musulmanes piadosos solían legar parte de sus propiedades, ya fueran tierra o riquezas, a un legado islámico llamado el Waqf. Este se utilizaba a beneficio de la comunidad: para construir y mantener las mezquitas, escuelas, orfanatos, cementerios, centros comunitarios, etc. Aunque el Waqf se administraba localmente, durante cientos de años había sido supervisado nominalmente por los gobernantes otomanos e islámicos de la región.

Asumiendo el mando otomano, Israel se asignó no solo la soberanía sobre todas las tierras y propiedades Waqf sino también el derecho a confiscar la mayor parte de estas con “fines públicos”, lo que, como ya hemos visto antes, quería decir a beneficio de la comunidad judía. Se dejó de hecho a los musulmanes con poco más que las mezquitas y cementerios que estaban en uso en 1948 en las ciudades y pueblos que habían sobrevivido a la oleada de destrucción. Todo lo demás se perdió.

Todavía continúa abierta la herida de ese ataque a sus derechos. Y para algunos el proyecto Nazaret 2000 era un flagrante intento de añadir aún más sal a la herida.

La respuesta no tardó en llegar. Cuando a mediados de la década de 1990 el ayuntamiento demolió una escuela en desuso enfrente de la Basílica para crear una plaza turística, un pequeño grupo de musulmanes ocupó el solar vacío y lo declaró terreno Waqf. Basaba su reclamación en el hecho de que una pequeña tumba cercana al lugar estaba dedicada a Shihab a-Din, un sobrino de Saladino, el azote de los cruzados. Propusieron construir una gran mezquita en el lugar, una que hiciera sombra a la Basílica y sirviera de desafío simbólico al dominio de la Iglesia y, por extensión, de los cristianos locales.

Los ánimos se enardecieron rápidamente. Los musulmanes señalaron que ellos eran mayoría pero, a diferencia de los cristianos, carecían de terreno en Nazaret para construir lugares de culto. Los dirigentes de la ciudad y la comunidad cristiana consideraban la mezquita de Shihab a-Din, como empezó a ser conocida, un apenas velado intento de sabotear Nazaret 2000 y de exacerbar las divisiones sectarias.

El gobierno israelí intervino estableciendo dos comités ministeriales para investigar las demandas rivales. Extrañamente, por primera vez los comités se pusieron de parte de la comunidad musulmana y su reclamación del terreno Waqf. El gobierno apoyó la creación de una nueva mezquita, aunque exigió que fuera más pequeña. En la Pascua 1999 estallaron los enfrentamientos entre grupos de cristianos y de musulmanes.

Los enfrentamientos callejeros recibieron una amplia cobertura de los medios de comunicación internacionales. Los dirigentes religiosos de la ciudad de los dos bandos religiosos compartían la opinión de que Israel estaba provocando a ambos bandos intencionadamente. Uno me dijo: “Israel tiene muchísimos intereses en provocar una contienda. Esto sugeriría al mundo que cristianos y musulmanes no pueden vivir juntos y que solo Israel puede garantizar la paz. Si se acepta este mensaje, entonces Israel reafirma su reivindicación de ser el guardián de los santos lugares y del más importante de todos, Jerusalén. De eso es de lo que trata todo este asunto”.

Llegué a Nazaret un año después de la visita del Papa Juan Pablo II en la primavera de 2000. Otras acontecimientos, a los que nos referiremos enseguida, habían suavizado la disputa de Shihab a-Din. Un contingente permanente de musulmanes había tomado la plaza y esparcido esterillas para orar por todo el lugar. Los cristianos se habían resignado completamente a la construcción de una mezquita modesta en el lugar.

En en una regresión a su forma original de ser, el gobierno israelí anduvo con rodeos a la hora de conceder el permiso de construcción. Los fieles musulmanes que guardaban el lugar se impacientaron y a principios de 2003 empezaron a construir los cimientos de la mezquita sin permiso.

Durante varios meses no ocurrió nada. Pero un amanecer de un día de julio me sacó lentamente del sueño un zumbido insistente que, en mi estado de somnolencia, confundí con una mosca revoloteando a mi alrededor. Pero poco a poco me di cuenta de que el ruido emanaba de los helicópteros que volaban en círculos a baja altura por encima de mi cabeza. Me vestí y seguí a las demás personas fuera de la Ciudad Vieja, hacia la Basílica.

Allí me encontré con cientos de policías, algunos fuertemente armados, estacionados en todas las calles en torno a la iglesia. El centro de la ciudad estaba sitiado. Si previo aviso los bulldózeres se habían dirigido a la plaza para demoler las primeras obras de la mezquita. La operación duró varias horas, aunque la policía armada acordonó la zona durante varios días más.

Más tarde los medios de comunicación israelíes informaron de la cadena de acontecimientos que había llevado a la destrucción. Cuando el Papa supo que se habían construido los cimientos de la mezquita, se quejó al presidente de Estados Unidos, George W Bush, el cual, a su vez, pidió a Ariel Sharon que ordenara arrasar lo que se había construido.

Con todo, la historia no acabó ahí. Se cerró la plaza con planchas de hierro onduladas ya que el ministerio de Vivienda estaba haciendo obras para hacer un parque público en ella. Cuando se descubrieron estas obras en 2006, los nazarenos se quedaron asombrados al ver que en el centro de ella había el armazón de metal de una mezquita pequeña rematada por una cúpula y pintada de verde, el color del Islam.

Al cabo de unos días un grupo de activistas Shihab a-Din se congregó bajo la cúpula y extendió sus esterillas de orar en el suelo. La policía los desalojó, pero al cabo de unas semanas de jugar al ratón y al gato se llegó a un compromiso oficioso según el cual se permitía al grupo utilizar la plaza para celebrar el principal sermón de la semana cada viernes a mediodía.

No obstante, una enorme amargura creció en un grupo de activistas. Según algunos altos cargos de Nazaret, los servicios de seguridad israelíes, especialmente el tristemente célebre Shin Bet que opera tanto en Israel como en los territorios ocupados, habían cultivado asiduamente las relaciones con los activistas del Shihab a-Din en la década de 1990, cuando el proyecto de la mezquita tenía el respaldo del gobierno. Parecía que seguía habiendo cierto apoyo. Los musulmanes instalaron grandes estandartes provocativos en la plaza que hacían frente a los turistas cuando estos se dirigían desde los autobuses a la Basílica. Uno advirtió: “Y quienquiera que busque una religión que no sea el Islam, esta nunca le acogerá y en el más allá será uno de los perdedores”.

Tres años después los estandartes siguen ahí a pesar de que es ilegal izarlos en un lugar público sin autorización de la policía.

Los estandartes aparecieron por primera vez unas semanas antes de la llegada del Papa Benedicto XVI en mayo de 2009. Su predecesor, Juan Pablo II, se había ganado los corazones de muchos nazarenos con una lenta procesión por la calle principal en su Papamóvil estrechando las manos de los habitantes de la ciudad, lo mismo que en el camino a la Basílica. La ciudad asumió que Benedicto XVI haría lo mismo. Miles de ciudadanos, tanto cristianos como musulmanes, flanqueaban el mismo camino para saludarle después de la misa que celebró en el Monte del Precipicio.

Pero después de horas de espera, la policía acabó instando a la gente a que se fuera a casa. El Papa había entrado antes a escondidas en la iglesia dentro de un mercedes con las ventanillas ahumadas. El Shin Bet le había avisado que no sería seguro el contacto con los residentes locales.

Para los nazarenos ese momento condensó la amplitud del control de Israel sobre su ciudad. Aconsejado por Israel, el Papa había evitado encontrarse con ellos, exactamente igual que les rehuían los cientos de miles de peregrinos que visitaban la ciudad cada año. El Papa había preferido confiar su seguridad a Israel en vez de a sus propios feligreses de Nazaret. Esto se consideró la última traición.

Casi inevitablemente, la intromisión de Israel en el caso Shihab a-Din dio como resultado lo que a los expertos en seguridad les gusta denominar un “efecto inesperado”. En 2010 una pequeña célula de musulmanes relacionados con la mezquita fue acusada de asesinar a un taxista judío y aparecieron pruebas de que algunos de ellos se habían adiestrado en un campo de al-Qaeda en Somalia. En abril de 2012 se acusó al jeque de la mezquita Nazem Abu Salim de “incitación al terrorismo” y de apoyar a una organización terrorista.

El “enemigo” de la puerta de al lado 

El túnel que se abría camino al pie del Monte del Precipicio se construyó por una razón que no tenía nada que ver con acortar el tiempo de los viajes a Nazaret, tanto para los habitantes de la ciudad como para los turistas.

El plan de hacer la carretera del túnel surgió inmediatamente después de lo que se conoció como los acontecimientos de octubre de 2000 en los que 12 ciudadanos palestinos y un trabajador de Gaza murieron por disparos de la policía en Galilea al principio de la Segunda Intifada. Otros cientos de palestinos resultaron gravemente heridos.

En Nazaret, donde murieron tres personas durante el transcurso de estos acontecimientos, la policía inició la violencia lanzando balas recubiertas de goma contra los participantes en una manifestación pacífica por la calle principal desde la mezquita Salam. Protestaban por el asesinato el día anterior de Mohammad al-Durra, un niño de 12 años cuya muerte bajo una lluvia de balas en Gaza se había visto varias veces en los canales de televisión satélite árabes.

Los jóvenes levantaron barricadas en el centro de Nazaret y arrojaron piedras a la policía. Esta respondió con fuego real y mató a un joven e hirió a docenas de personas. En otras zonas los jóvenes palestinos quemaron neumáticos en las carreteras para mostrar su ira por la gran cantidad de muertes. Al cabo de dos días de enfrentamientos, la ferocidad del ataque de la policía acabó sometiendo a los palestinos de Galilea.

Una noche varios días después los nazarenos del barrio oriental, en la ladera bajo Nazaret Alto, oyeron una llamada desde los altavoces de la mezquita local a defender la ciudad de un ataque de los residentes en la ciudad judía vecina.

Un gran multitud de personas procedentes de Nazaret Alto, en la que se incluían policías fuera de servicio armados, había atravesado la carretera de circunvalación y se dirigía a Nazaret. Siguió un tenso pulso mientras policías de servicio establecían una barrera entre ambos bandos. Un participante señaló: “Era evidente dónde estaba la simpatía de la policía. Se nos estaba atacando y, sin embargo, la policía se ponía de frente a nosotros y daba la espalda a los invasores de Nazaret Alto”.

Tras largas negociaciones la multitud de Nazaret accedió a irse primero. Mientras se dirigían colina abajo fueron acribillados con fuego real. Dos nazarenos murieron por disparos en la parte de atrás de la cabeza. Después se supo que los policías que habían disparado estaban situados en el patio alto de un edificio que domina Nazaret.

Poco tiempo después me trasladé a Nazareth desde mi trabajo como periodista en Londres para investigar estos acontecimientos y escribir un libro sobre ellos, que acabé en 2005 con el título de Blood and Religion [Sangre y religión]. Para mí estaba claro que había habido una política de tirar a matar, una conclusión que fue parcialmente confirmada por una comisión judicial de investigación, Esta concluía que institucionalmente la policía consideraba a la minoría palestina del país como “un enemigo”.

A pesar de las alarmantes conclusiones de la comisión, los judíos israelíes, incluidos los políticos y la policía, estaba entusiasmados con esta concepción racista de sus compatriotas palestinos. Los altos cargos sacaron una conclusión paranoica de los acontecimientos de octubre de 2000: las comunidades judías en Nazaret Alto de Galilea nunca deben volver a ser tan vulnerables al “enemigo interno palestino”.

Como señala Mohammad Zeidan, presidente de la Asociación de Derechos Humanos de Nazaret, la carretera del túnel se construyó fundamentalmente para evitar en la medida de lo posible Nazaret, dado lo accidentado del terreno. La nueva carretera ofrecía una conexión más segura entre la ciudad judía y el Valle de Jezreel, y el resto de Israel. Una lógica similar era la base de un plan similar, del que se informó en julio de 2012, de construir una carretera especial para Nazaret Alto de manera que sus habitantes pudieran evitar conducir a través de los pueblos árabes vecinos. El alcalde de la ciudad judía, Shimon Gapso, describió la necesidad de la carretera como una “cuestión existencial” que garantizara que la ciudad no podía ser “sitiada” como había ocurrido en octubre de 2000. Mientras tanto, Rassem Ghamaisi, un geógrafo de la cercana Universidad de Haifa, describió el plan como la creación de “carreteras de apartheid”. Entendido de esta manera, el nombre de Rafael Eitan no podía haber sido más apropiado para la carretera del túnel.

Pero si el objetivo era convertir a los palestinos en “cucarachas drogadas”, atrapadas dentro de sus “botellas”, la campaña de judaización de Nazaret no se podía considerar un completo éxito.

Como hemos visto, Nazaret Alto logró contener la expansión y desarrollo de Nazaret y de los pueblos árabes que estaban a su alrededor por medio de varios robos de tierras. Y el gobierno desvió con éxito la riqueza de la zona desde las comunidades árabes hacia la ciudad judía. Pero a los altos cargos les resultó mucho más difícil “transferir el centro de gravedad de la vida” a Nazaret Alto. Parte de su fracaso se puede atribuir a un desarrollo a largo plazo que aparentemente no había previsto los planificadores israelíes. Mientras Nazaret Alto iba estrangulando progresivamente las comunidades árabes, muchos de sus habitantes sacaron la conclusión obvia: tenía que trasladarse a la ciudad judía.

En la mayor parte de Israel esto habría sido imposible. Más de 700 comunidades rurales, que controlan el 80% del territorio de Israel, hacen respetar una estricta forma de apartheid en la vivienda. Excluyen a los ciudadanos palestinos mediante comités de admisión diseñados para descartar a los solicitantes “indeseables”. Una nueva ley de 2011 que establecía la legalidad de los comités de admisión obstaculizó definitivamente los intentos de las familias palestinas de pedir a los tribunales que obligaran a estas comunidades a aceptarlos.

Pero el acceso a las casas en las ciudades israelíes está gobernado por el libre mercado. En las ciudades del centro del país, como Tel Aviv, los palestinos simplemente no pueden encontrar a alguien que quiera venderles la casa. La demandad de compradores judíos es alta y el estigma social de vender a un no judío es aún más grande.

Pero Nazaret Alto es diferente. A lo largo de su historia la mayoría de quienes fueron asentados ahí por las autoridades eran inmigrantes recientes, hoy la mayoría de ellos de Rusia y Etiopía. Después de llegar se dieron cuenta rápidamente de que les habían engañado y privado del sueño sionista al arrojarlos a barrios periféricos cerca de los “primitivos” palestinos.

En cuanto estos emigrantes aprendieron hebreo y reunieron suficientes ahorros, vendieron sus casas en Nazaret Alto y se encaminaron a una vida mejor en el centro del país. Pero al no haber fuentes principales de inmigración desde el colapso de la Unión Soviética hace veinte años, hay muy pocos judíos a quienes vender las casas. En cambio, las familias palestinas de Nazaret, desesperadas por un sitio donde vivir, están dispuestas a pagar más de la cuenta. Muchas familias judías han vendido a palestinos con lo que han invertido el proceso de judaización.

Aunque los altos cargos israelíes son herméticos acerca del alcance de este fenómeno, se sabe que para 2005 el gobierno había empezado a clasificar Nazaret Alto como ciudad mixta. Según la mayoría de los cálculos, al menos una quinta parte de la población de Nazaret Alto es ahora palestina.

No tardó en llegar una reacción violenta. En las elecciones municipales de 2009 fue elegido alcalde un independiente, Shimon Gapso, conocido por ser cercano a Avigdor Lieberman.

Gapso fue rápidamente objeto de titulares, al prohibir los árboles cristianos de Navidad en los edificios públicos, prometer bloquear cualquier intento de construir una mezquita o escuela árabe en Nazaret Alto y hacer presión por una prohibición nacional de los altavoces de las mezquitas (una política adoptada por Netanyahu en 2011), y afirmando repetidamente que la ciudad era “solo para judíos”.

En 2011 se desveló que su ayuntamiento había cometido desacato a la autoridad por ignorar una norma existente desde hacía una década que exigía a la ciudad sustituir las señales de carretera para incluyeran él árabe además del hebreo. El ayuntamiento fue acusado de no implementar esta decisión ni siquiera en las señales nuevas que había puesto.

Gapso también dirige una oleada racista, que solo es demasiado evidente para las familias palestinas de la ciudad.

Mi mujer, que es de Nazaret, tiene un familiar de Nazaret Alto. Hace unos años acudí a la fiesta por el nacimiento de su hija menor un sábado por la tarde. Los niños empezaron jugando a los juegos de siempre en el jardín, pero al cabo de unos minutos alguien aporreó la puerta. Había tres policías con un aspecto muy serio. Nos dijeron que había que quitar la música inmediatamente o si no tendrían que interrumpir la fiesta y hacer detenciones si fuera necesario. La música no estaba alta y Nazaret Alto es considerada una de las ciudades judías más laicas, así que no habíamos ofendido ninguna sensibilidad religiosa. Simplemente, los vecinos no querían escuchar música árabe y la policía estaba totalmente preparada para hacer respetar sus prejuicios.

Me hice una idea del ánimo en Nazaret Alto en torno a esa época cuando fui a entrevistar a un concejal, Zeev Hartman, que en la década de 1980 pertenecía al partido Tzomet de Rafael Eitan. Había aparecido en los titulares de los periódicos locales por promover un plan de pagar a los palestinos que vivían en Nazaret Alto por abandonar no solo la ciudad sino el país. Se enorgullecía ante un periodista de haber ayudado a un árabe a trasladar a su joven familia a Alemania para que él pudiera estudiar.

Hartman se volvió mucho más evasivo acerca de su plan cuando se dio cuenta de que yo pensaba escribir un artículo para un medio extranjero.

Sin embargo, no oculta sus puntos de vista a las audiencias locales. En 2009 él y otros concejales de Nazaret Alto grabaron un mensaje de vídeo por el Día de la Independencia de Israel expresando su deseo para el año siguiente. Era que “desaparecieran todos los árabes”.

Parece que sus ideas están ganando terreno rápidamente. En junio de 2012 se reveló que el partido Yisrael Beiteinu de Nazaret Alto había ideado un plan de comprar las casas de los palestinos de la ciudad y pagarles 10.000 dólares a cambio de la promesa de no volver nunca. Gapso alabó la iniciativa, pero añadió que no podía apoyarla oficialmente por “razones legales”.

Sin embargo, Gapso tienen sus propios planes para empujar a las familias palestinas fuera de Nazaret Alto.

Poco después de ser elegido se informó de que había llegado a un acuerdo con el ministro de Vivienda, Ariel Attias, miembro de partido fundamentalista religioso Shas. El gobierno construiría todo un nuevo barrio en Nazaret Alto para los haredim, los judíos ultrarreligiosos vestidos de negro, sobre tierra confiscada a varios pueblos árabes en la década de 1970.

Para Gapso la ventaja es que los haredim tienen familias enormes, a menudo con nueve o diez hijos. Si todo va como está planificado y las primeras ofertas a concurso para las casas se publican en junio de 2012, la 3.000 viviendas casi doblarán la población judía de la ciudad en una generación.

Gapso también está planeando establecer un hesder yeshiva, un seminario religioso que combina los estudios de la Biblia con el servicio militar, para atraer a familias ultranacionalistas, incluyendo a algunos de los colonos obligados a irse de Gaza durante la llamada desconexión de 2005. Ha obtenido el apoyo del Dov Lior, rabino de los colonos extremistas (y a menudo violentos) en Kiryat Arbacerca de Hebron, en Cisjordania.

En 2009 Gapso afirmó: “Como hombre del Gran Israel, creo que es más importante colonizar Galilea que Judea y Samaria [Cisjordania], donde el crecimiento natural es alto y ya viven suficientes colonos. Insto a los colonos a venir aquí”.

El objetivo de Gapso no es simplemente cambiar el equilibrio demográfico de Nazaret Alto por medio de unos índices de natalidad más altos entre los judíos, sino también hacer la vida tan insoportable a sus residentes palestinos que decidan marcharse. En Israel los haredim son conocidos por su intolerancia salvaje hacia aquellas personas que no observan estrictamente las leyes religiosas judías. En las ciudades en las que los haredim viven junto a judíos laicos se suele informar regularmente de ataques a “mujeres poco recatadas”, de que se arrojan piedras contra coches que circulan en Sabbath y de ataques a tiendas que venden productos que no son kosher.

Mohammed Zeidan, de la Asociación de Derechos Humanos, afirma que Gapso está tan decidido a librar su ciudad de familias palestinas que está dispuesto arriesgarse a que haya enfrentamientos entre los haredim y los inmigrantes rusos laicos de la ciudad, que son sus votantes naturales: “Como todos los otros altos cargos antes que él que convirtieron la judaización en su santo grial, está tan cegado por su racismo que, según parece, este fin justifica todos los medios”.

Y no hay garantías de que, en última instancia, Nazaret no acabe también sumido en esta agitación.

En la ciudad mixta de Acre, a la que empezaron a afluir extremistas religiosos y colonos hace una década, empezaron los conflictos en 2008 a raíz de que un residente palestino condujera por un barrio judío en un día de fiesta oyendo música en su coche. Los grupos judíos y palestinos lucharon en las calles durante varios días y se prendió fuego a varias casas árabes.

Una suerte similar puede estar esperando a la vuelta de la esquina a Nazaret y su gemela judía.

 

Jonathan Cook es escritor y periodista residente en Nazaret. Jonathan Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son: Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books). Su página web es www.jkcook.net

Texto original: http://www.ameu.org/Current-Issue/Current-Issue/2012—Volume-45/Welcome-to-Nazareth.aspx

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

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