Bolsonaro, cada vez más presionado e incontrolable

Celso Campilongo, el director de la muy tradicional y centenaria Facultad de Derecho de la Universidad de San Pablo, hasta hace algunos pocos días era desconocido fuera de los medios jurídicos brasileños.

Pues se hizo conocido porque en esa condición le tocó divulgar un largo manifiesto escrito en conjunto por una vasta gama de abogados, juristas y dirigentes políticos, defendiendo – en términos amplios, sin mencionar a ningún nombre, a ningún partido – las instituciones, léase, los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, con cierto énfasis en el sistema electoral y democrático nacido con la Constitución de 1988.

Campilongo admitió, al lanzar el texto, el pasado 26 de julio, que esperaba lograr unas 300 adhesiones. Tremendo equívoco: en 24 horas las firmas ya sumaban cien mil. Y este pasado fin de semana ya superaban la marca del medio millón.

Por más vagos que sean los términos – y vale reiterar: vagos intencionalmente –, el texto alcanza de pleno el hígado del desequilibrado ultraderechista presidente Jair Bolsonaro.

El mismo título del documento, escrito – acorde a los comentarios más corrientes – no en el portugués hablado en Brasil, sino en un raro y complejo idioma llamado “juridiqués”, por su tono eminentemente jurídico, es aburridamente amplio: “Carta a las brasileñas y brasileños en defensa del Estado democrático de Derecho”.

Resumiendo: “Carta en defensa de la democracia”, o sea, en contra de todo lo que intenta Bolsonaro.

Entre los subscriptores hay de banqueros a ex integrantes del Supremo Tribunal Federal, de sindicatos a la poderosísima Federación de Industrias del Estado de San Pablo, de intelectuales y artistas como Chico Buarque y Caetano Veloso a exministros de gobiernos pasados, de profesores universitarios a estudiantes, y, claro, del pueblo.

Es sabido que manifestaciones multitudinarias por escrito no surten, ni de lejos, el mismo efecto que manifestaciones callejeras, que por ahora se resumen, en Brasil, a los defensores de Bolsonaro.

Y eso, si se puede considerar que desfiles de motos reuniendo a cuatro o seis mil personas sean “manifestaciones multitudinarias”.

De la oposición no las hay, por ahora gracias al temor de la reacción de los grandes grupos de secuaces armados, los llamados “milicianos”, movilizados por Bolsonaro y sus hijos trogloditas.

Pero esa Carta tuvo efecto inmediato y contundente sobre la bizarra figura del patético y peligroso ultraderechista.

Primero, quedó claro que los dueños del dinero, abrigados bajo el paraguas de la Federación Brasileña de Bancos, ya no están con él.

Segundo, que un consistente sector del agronegocio también saltó del barco ultraderechista – no por cuestiones ideológicas y mucho menos morales, pero por puro interés en defensa de sus muy bien nutridos bolsillos.

Y tercero, y quizá más importante, queda establecido que el respaldo de partidos políticos de derecha a Bolsonaro está cada vez más oscilante, no al sabor del viento, pero de las prebendas a ser negociadas en términos de urgencia absoluta, antes de su derrota.

Crece la desesperación del ultraderechista, se acentúa su desequilibrio, y cuánto más claro se hace el panorama de su posible derrota ya en una primera vuelta más aparecen intentos de preservarlo de la Justicia cuando sea expelido del sillón presidencial.

Por esos días ganó cierta fuerza la movilización para que el Congreso, dominado – mejor dicho: literalmente alquilado, pues en Brasil ese ala se alquila a cualquiera – por Bolsonaro intente aprobar una enmienda constitucional que asegure, a todos los expresidentes, un foro específico, al nombrarlos senadores vitalicios.

Algo similar existe en Paraguay, algo igualito fue impuesto en Chile luego de la caída del muy sanguinario Augusto Pinochet.

En el caso brasileño, sin embargo, el tiro podrá salir por la culata.

Es que, sin las inmunidades, Jair Bolsonaro caerá en la muy, muchísimo lenta Justicia de Primera Instancia, lo que podría favorecerlo.

Ya con inmunidad de senador vitalicio, caerá en el Supremo Tribunal Federal, cada vez más claramente indignado no solo por sus ataques feroces y cotidianos a la democracia, pero también por la compra que él lleva a cabo para impedir que cualquiera de los 147 pedidos de deposición salga del cajón del muy corrupto presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira.

Es decir: si el futuro de mi pobre país sigue cada vez más nebuloso, el del peor y más inmundo presidente de la historia brasileña se hace cada vez más claro.

Eric Nepomuceno

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