Bolsonaro le tendió una mano a la Conmebol

Jair Bolsonaro vio luz y entró. Le tendió una mano amiga a una Conmebol conmovida por el retiro de la Argentina (y antes de Colombia) como sede de la inminente Copa América. Y Conmebol aceptó el convite. 

Brasil será sede improvisada del torneo sólo porque su presidente apuesta una vez más a que la gran pasión del fútbol le salve su gobierno, jaqueado por la pandemia y por una crisis social, económica y política de dimensiones gigantescas. Y porque el organismo continental está acorralado por el tiempo escaso, los compromisos comerciales y los intereses de todo tipo.

Si era una frivolidad inaceptable jugar en la Argentina en medio de la segunda ola del coronavirus que la ha instalado como el país de Sudamerica con más casos por cantidad de habitantes y el décimo en contagios en todo el mundo, resulta increíble que se haya elegido trasladar la competencia a un país como Brasil en una situación sanitaria aún peor, con 60.000 casos y 900 muertes diarias (es el tercero del mundo en cantidad de contagios y el segundo de América por detras los Estados Unidos). Siguen primando los cálculos mezquinos, la voluntad de querer llevarse todo por delante y que la pelota no se pare cuando en realidad, la única decisión razonable es cancelar la Copa América y jugarla en 2023, luego del Mundial de Qatar. Se lo debería haber resuelto mucho antes y todavía se está a tiempo de hacerlo.

Pero el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, y los titulares de las diez asociaciones miembro, no quieren dar el brazo a torcer. No desean dar de baja la Copa al mismo tiempo que la Eurocopa habrá de jugarse normalmente e incluso, con público en las tribunas. Y tampoco quieren frustrar un negocio que le permite recaudar a la entidad 200 millones de dólares en concepto de derechos de televisión y sponsoreo. Gran parte de ese dinero ya ha sido cobrado y distribuido a cada una de las asociaciones y eso es lo que le quita margen de maniobra a cualquier resolución en contrario. Al igual que la Libertadores y la Sudamericana, la decisión es que la Copa América se juegue a como dé lugar. Sin que importe la racionalidad sanitaria o la deportiva, sólo la económica.

Y es tan así, que se menciona como probable sede a la ciudad de Manaos, origen de la variante más contagiosa y letal de todas cuantas pululan por Sudamérica. Si bien el promedio de casos de la última semana trepó a 512, muy lejos de los 15 mil que se registraban a mediados de febrero, no parece razonable llevar la Copa hasta allí habiendo otras ciudades con infraestructura para albergarla. Es más un desafío, un gesto de poder y de sentirse más allá de todo. Con esa lógica, Bolsonaro viene gobernando Brasil. Con esa misma lógica, rescata a Conmebol de su encierro y otra vez recurre al fútbol para tapar todo lo feo, lo sucio y lo malo que ocurre en su país.

Daniel Guiñazú

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