Bolsonaro, mentiroso compulsivo

Luego de estar cuatro días internado para un tratamiento de una obstrucción intestinal, el ultraderechista presidente brasileño Jair Bolsonaro recibió el alta médica. Y rompió una medida adoptada hace más de año y medio: habló por poco más de media hora con periodistas que lo esperaban a la puerta del hospital. 

En las ocasiones anteriores fueron actos inevitables, y Bolsonaro habló siempre por pocos minutos que, a su vez, fueron de puras agresiones a la prensa. Pues en sus declaraciones de este domingo mantuvo una tradición que se reveló como una de las principales y reiteradas características de su conducta personal: mintió de manera compulsiva.

Dijo, por ejemplo, respetar con fidelidad absoluta la Constitución brasileña, olvidándose que el Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de justicia en el país, ya anuló varios de sus decretos precisamente por violar la leyAseguró actuar con transparencia, en otra violación de la verdad: extinguió decenas de Consejos que, amparados legalmente, promovían el control y la transparencia de políticas públicas. En algunos casos, principalmente los relacionados al medioambiente, aumentó el número de participantes indicados por el gobierno y disminuyó los representantes de la sociedad civil.

Miente cuando dice que el voto en urna electrónica (así fue eligido cuatro veces diputado nacional) no es auditable. Desde su implantación, hace 27 años, no hubo un único y solitario caso de fraude por ese sistema de votación.

Con relación a la votación de 2018, que lo llevó al despacho presidencial, dice reiteradamente que hubo fraude y que en realidad ganó en la primera vuelta. Aseguró tener pruebas, que nunca presentó. Ahora fue instado por la Corte Suprema a presentar esas pruebas. Tendrá que hacerlo en agosto, y sabemos todos que no tendrá cómo.

Dijo que las vacunas son experimentales, lo que no es cierto: fueron analizadas y aprobadas por las autoridades correspondientes. Enemigo radical de la vacunación y defensor de la criminal “inmunidad de rebaño”, Bolsonaro ahora surge con un nuevo medicamento que, según él, es eficaz contra la covid-19: proxalutamida, cuyo uso fue rechazado contra casos de oncología..

Los únicos estudios realizados hasta ahora revelan expectativas en ese sentido, pero no hay ninguna revisión y análisis de su contenido. No fue aprobado por ninguna agencia sanitaria de algún país.

Las mentiras siguen, en otro desfile impactante, y abarcan un sinfín de temas y situaciones.

Bolsonaro enfrenta una etapa especialmente difícil: más que indicios, existen evidencias de alta corrupción en su gobierno, más allá de la practicada por sus hijos. La militarización generalizada tuvo en el ministerio de Salud un epicentro: un sargento, siete coroneles reformados y un general en activo retirados son blanco de investigaciones en el Senado.

Su hasta hace poco ministro de Medioambiente renunció al ser denunciado por autoridades europeas y de Estados Unidos por sus vínculos con el contrabando de manera extraída de manera ilegal.

La popularidad del presidente se desplomó y su imagen se derrite cada día. Los sondeos relacionados a las elecciones presidenciales del año que viene muestran que Lula da Silva tiene condiciones de derrotarlo ya en la primera vuelta. Hay inflación y 14 millones de brasileños desempleados, mientras otros 34 tienen trabajos precarios o esporádicos. Más de 46 millones sufren carencia alimentaria, y unos 8 millones tienen directamente hambre.

Frente a ese cuadro, Bolsonaro defiende que, pese a los problemas, el país bajo su conducción avanza.

Y eso sí es verdad: avanza rumbo a un precipicio catastrófico.

Eric Nepomuceno

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