Brasil: Collar de perlas de estupidez

Una serie de frases expelidas en los últimos días por el presidente Jair Bolsonaro (foto), por el vicepresidente, general reformado Hamilton Mourão, y el ministro de Salud, general en activo Eduardo Pazuello, dejan claro de toda claridad que la fábrica de perlas de estupidez instalada en Brasilia sigue trabajando a todo vapor.

Una vez instalado en el sillón presidencial, de inmediato el más primate presidente de la historia de la República brasileña dejó claro que no pretendía tener la exclusividad absoluta a la hora de extraer y exhibir tales perlas.

Esta perla – de estupidez y de asco – ofende no solo a la memoria de las víctimas del verdugo inmundo: ofende a la memoria del país. Y abre espacio para más tensión, si se confirma la victoria de Joe Biden: cuando vicepresidente de Obama, le tocó a él entregar a la entonces presidenta Dilma Rousseff, ella misma víctima de Ustra, un robusto conjunto de informes secretos en que el “hombre honrado” de Mourão ocupa lugar especial.

Nadie, sin embargo, es capaz de superar a Bolsonaro. El jueves por la noche – luego lo reiteró ayer por la tarde – decidió, así de la nada, atacar otra vez a Argentina, a Alberto Fernández y a Cristina Kirchner. Dijo que los argentinos tienen el gobierno “que merecen”.

Leo en los diarios porteños un ligero equívoco, cuando dicen que Bolsonaro acusó al electorado argentino de haber permitido el regreso del “zurdaje”. No, no: por “esquerdalha” hay que entender “izquierdalla”, por izquierda y canalla.

Un primor de educación, de sensibilidad y de diplomacia, típico, absolutamente típico, del aprendiz de genocida.

Lo que me pregunto es si el pueblo brasileño merece semejante bestia. O si se dejó manipular. Lo único que sé es que me indigna, me llena de vergüenza.

El collar de perlas de estupidez sofoca a mi país cada vez más y más. ¿Hasta cuándo será posible respirar?

Eric Nepomuceno

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