Brasil – ¿Diez millones menos?
En este artículo la autora analiza la situación demográfica de la población brasileña y se pregunta por algunas de las causas que pueden explicar el hecho de que hoy en Brasil hay 10 millones menos de personas de las esperadas.
Brasil, el país más poblado de América Latina, tenía 203,1 millones de habitantes en 2022, unos 10 millones menos que lo estimado, según datos del último censo difundidos por el instituto estadístico oficial (IBGE). La cifra supone 10,2 millones menos que los 213,3 millones de habitantes estimados en 2021 en base a cálculos del IBGE sobre residentes en los 5.570 municipios brasileños.
Los primeros resultados del Censo Demográfico 2022 dejaron atónito a Brasil. Para 2021, el IBGE estimó la población brasileña en poco más de 213 millones de personas. Pero en 2022, el Censo ‘encontró’ 10 millones de personas menos en Brasil. La discrepancia fue tal que muchos la tomaron como un indicador de la baja confiabilidad del sistema estadístico.
La población nacional creció solo 0,52% al año en los últimos 12 años, contra 1,17% en la primera década del siglo. Hubo una brusca reducción de la tasa de natalidad. Los cerca de 700 mil muertos por covid-19 contribuyeron poco a la tendencia. En cambio, la cantidad de domicilios aumentó 34% y alcanzó 90,7 millones en 2022. El promedio de habitantes por cada residencia cayó de 3,31 en 2010 para 2,79 ahora, lo que confirma que las familias achicaron y se dividieron.
Otro estudio del IBGE, también de 2022, apuntó 10,8 millones de domicilios con una sola personas, 43,7% más que los 7,5 millones de 10 años antes. El mayor crecimiento poblacional entre los dos censos ocurrió en la región Centro-oeste donde predomina la agricultura exportadora (soja, maíz y algodón), donde la tasa anual fue de 1,23%, seguida por el Norte amazónico con 0,75%. Son las nuevas fronteras agrícolas del país, pero el aumento de su población se desaceleró en relación a décadas anteriores.
La población brasileña se multiplicó por 20 en los 150 años de censos hechos a cada década. De 9,9 millones de habitantes en el primer censo, de 1872, el país alcanzó 203,1 millones en 2022, aunque esa cifra tuvo la sorpresa de ser 10 millones menos de las proyecciones establecidas.
La distribución de los brasileños por el territorio sigue muy desigual. El Sudeste, la región más rica e industrializada, concentra 84,8 millones de habitantes, 41,8% del total nacional, seguido del Nordeste con respectivamente 54,6 millones y 26,9%.
Tres de los 26 estados brasileños, todos en la Amazonia, tienen menos de un millón de habitantes, mientras São Paulo, el estado más poblado y rico, suma 44,4 millones. Tres municipios tienen menos de mil habitantes y 44,8% de los 5 570 municipios del país no alcanzan 10 000 personas.
Pero son las grandes ciudades las que mejor reflejan los desplazamientos de la población en Brasil. Manaus, la capital del estado de Amazonas, encabezó el crecimiento, con 14,5%. Su población aumento de 1,8 millones en 2010 a 2,06 millones en 2022. Brasilia, la capital, atractiva por la centralidad política y de los mejores empleos públicos, creció 9,6%, de 2,57 a 2,82 millones de habitantes.
Mientras Río de Janeiro, en decadencia económica desde que dejó de ser la capital brasileña en 1960, perdió 1,7% de habitantes, con los 6,2 millones de 2022. Salvador, capital de Bahía (-9,6% y 2,4 millones de habitantes ahora), y Recife, capital de Pernambuco (-3,2% y 1,49 millones) son las capitales del Nordeste más afectadas por la crisis económica iniciada en 2015.
Brasil, que concentra cerca de la mitad de la población sudamericana, hace censos nacionales desde 1872 con periodicidad de una década, incumplida algunas veces, como ocurrió ahora. El de 2020 se hizo dos años más tarde a causa de la pandemia de covid. Además, el IBGE enfrentó limitaciones presupuestarias para hacerlo en el año siguiente y otras dificultades que retardaron el censo de 2022, que debería haberse concluido en noviembre y cuyos resultados solo ahora empiezan a divulgarse.
Cerca de un millón de domicilios no pudieron ser visitados por los 216 mil empadronadores que trabajaron en esos 10 meses. Esa parte de la población que no contestó a los cuestionarios se incluyeron en el censo por inferencia según los promedios locales.
La población brasileña creció principalmente entre 1950 y 1980, con tasas anuales superiores a 2,4% al año. Desde 1980 esa tasa es inferior a 2% y cayó de forma permanente hasta el 0,52% de la década pasada. El crecimiento poblacional se está desacelerando: la tasa anual fue de 0,52%, la mitad de la registrada en 2010 y la menor desde el primer censo en 1872. El sudeste del territorio concentra la mayor cantidad de población, con casi 85 millones, o 41,8% del total.
Allí se encuentran los estados más habitados: São Paulo, Minas Gerais y Rio de Janeiro. São Paulo, la mayor de América Latina, tiene 11,5 millones de habitantes. Le siguen de lejos Rio de Janeiro (6,2 millones) y Brasilia (2,8 millones).
Una ‘idea errónea’ de 10 millones de habitantes no es nada, pero suministra razones para la crítica. El IBGE vivió malos momentos a lo largo de los (tristes) años del (des)gobierno de Bolsonaro. Sufrió recortes presupuestarios, cambios abruptos de gestión, cambios en el cuestionario del Censo.
Pero, sobre todo, pasó por el gran desafío que representó la pandemia, que impuso cambios en el calendario; además de afectar todo el sistema de estimación de población por el aumento abrupto e inesperado del número de muertes en 2020 y 2021. Parte de la discrepancia entre la población estimada en 2021 y la población censada en 2022 proviene precisamente de la pandemia.
Como el IBGE estima la población en cada año antes de la consolidación de los registros de defunción, la agencia proyectó el impacto de la covid-19 en Brasil utilizando como referencia la morbilidad media mundial. Pero el IBGE parece no haber proyectado que las cifras de Brasil fueran muy superiores a la media en términos de morbilidad. Además, el IBGE también subestimó el crecimiento de la emigración en los últimos años.
En 2020, en el punto álgido de la pandemia, la migración de brasileños al exterior se redujo drásticamente, pero al año siguiente la emigración tuvo un crecimiento astronómico, que más que compensó la caída del año anterior.
Para Carlos Águedo, doctor en economía y profesor de la maestría en desarrollo, los censos siempre subestiman la población real, porque las casas visitadas más de tres veces sin que se encuentre a nadie se consideran vacías, aunque, en realidad, la ausencia de domicilio sea meramente casual.
La dinámica demográfica y sus diferencias
Es para destacar la extraordinaria diferencia entre la dinámica demográfica de Rio Grande do Sul (RS) y Santa Catarina (SC) en los últimos 12 años. Durante mucho tiempo, RS ha sido el estado con la menor tasa de crecimiento demográfico de Brasil. Entre 1970 y 2022, la población de Brasil creció el 115% y la de RS sólo el 63,5%, mientras que SC creció por encima de la media brasileña en el período: 159,7%.
Son muchos los demógrafos, economistas y sociólogos que buscan explicar las diferencias (así como las convergencias) de la dinámica demográfica a partir de dos determinaciones básicas: la estructura etaria y los referentes culturales que orientan la planificación familiar. La capacidad de reproducción humana está limitada a un determinado período de vida; desde la adolescencia hasta el climaterio.
Pero la dinámica demográfica no puede reducirse a estas dos determinaciones, abstrayendo la dimensión económica, que es fundamental para entender la demografía, reduciéndola, por un lado, a su dimensión biológica (estar o no en edad de procrear) y, por otro, a la ‘actividad cultural’. En esta reducción, señala Águedo, se pierde la capacidad de entender la dinámica demográfica como expresión privilegiada de un elemento central en la dinámica económica: la capacidad de inclusión de la población a través del trabajo que genera un ingreso mínimamente satisfactorio.
El punto central a entender es que los procesos migratorios son tan relevantes para la dinámica demográfica de los territorios como el crecimiento vegetativo de la población. Y los flujos migratorios están determinados principalmente por la búsqueda de mejores condiciones para la reproducción material.
Los países y regiones que no ofrecen oportunidades de trabajo e ingresos para sus jóvenes en términos acordes a sus expectativas tienden a ser abandonados por ellos. Estos procesos migratorios son la verdadera raíz del envejecimiento relativo de la población. Es muy común las regiones que expulsan a sus jóvenes presenten, en un primer momento, un aumento en el porcentaje de ancianos y niños, porque los padres se van a otras regiones dejando a sus hijos pequeños con los abuelos.
Entre 1970 y 1980, la población brasileña aumentó en 26,6 millones de habitantes, lo que implicó una expansión del 28,19%. En 1970, São Paulo (SP) tenía el 19% de la población total del país, pero con el 22% de la población entre 40 y 60 años y (casualmente) el 22% de la población mayor de 60 años; es decir: la edad media de los paulistas era superior a la de Brasil.
Sin embargo, en 1980 São Paulo pasó a tener el 21% de la población del país. Entre 1970 y 1980, la población de São Paulo creció el 41,3%, o sea, 13 puntos por encima de la media brasileña. Sin embargo, su tasa de crecimiento demográfico fue la más baja de todo Brasil en diez años (10,75%).
En 1980, Paraná tenía sólo el 6,4% de la población del país: había perdido 1,1 puntos porcentuales en participación. A pesar de su estructura etaria ‘prometedora’ a principios de la década de 1970, la crisis de la economía cafetalera paranaense a mediados de la década y el alto dinamismo de la industria paulista le pasaron factura, apalancando las tasas de inmigración de Paraná hacia São Paulo.
A pesar de algunas oscilaciones significativas y ‘booms’ ocasionales, la tasa de crecimiento vegetativo de la población de los países capitalistas desarrollados ha ido disminuyendo. La pregunta es ¿en qué medida este fenómeno resulta de un cambio cultural asociado a la exacerbación del hedonismo y el individualismo en el capitalismo avanzado, en detrimento de las costumbres culturales del siglo XIX, en las que la familia y la Iglesia eran el centro de sociabilidad y la descendencia era la primera expresión de realización personal?
Y, también, ¿en qué medida este fenómeno se deriva de la inseguridad económica de las parejas jóvenes en estos días? ¿Cuál es el papel del individualismo y cuál es el papel de las expectativas en cuanto a la calidad de vida y condiciones de trabajo de sus hijos en el futuro?
Juraima Almeida
Juraima Almeida: Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la).
Comentario sobre artículos de Globalización en nuestra página de Facebook
Conviértase en miembro de Globalización