Brasil, el Caribe y la Doctrina Monroe

El encuentro mantenido en marzo entre el presidente Jair Bolsonaro y su homólogo Donald Trump ha supuesto la culminación de las propuestas ministeriales realizadas para sus primeros cien días de gobierno carioca:

  1. reunirse con Trump en la Casa Blanca para sentar las bases del Acuerdo de Asociación de Brasil-EEUU, especialmente en materia de defensa y la crisis en Venezuela.
  2. visita oficial a Israel, aún pendiente, enrarecida tras el anuncio de trasladar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén.
  3. dar inicio a un proceso de revisión del Mercosur para flexibilizar sus reglas favoreciendo los intereses ideológicos y económicos de los gobiernos conservadores en la región y sobre todo abrir cauces legales para una negociación bilateral con EEUU.
  4. aplicar la exención de visados a ciudadanos norteamericanos y canadienses que luego sería ampliado a Japón y Australia, un acuerdo que no es recíproco.

La cita de los dos mandatarios destacó por los acuerdos alcanzados en tecnología y seguridad. El país amazónico dio garantías del uso no militar del centro de Alcántara, en Maranhão, para el lanzamiento de satélites y cohetes a las empresas estadounidenses. En materia de defensa la sorpresa fue el anuncio por parte de Trump que Brasil será reconocido como un aliado de la OTAN. La reacción de los socios de la organización fue rechazar su ingreso, Alemania recordó que sólo países europeos pueden ingresar en el Tratado de Washington y meses antes el presidente francés había sugerido que el nuevo ejecutivo de extrema derecha pone en riesgo los acuerdos entre Mercosur y la Unión Europea.

Trump puede reconocer al país carioca como “un aliado no OTAN”, esta condición permitiría al ejecutivo de Brasilia acceder con preferencia a la compra de material bélico de EEUU y recibir formación militar. Colombia ya es “socio global” desde que el expresidente Santos anunciara su ingreso el año pasado, también Argentina fue nominada en 1998 por Bill Clinton. La adhesión de estos países está permitiendo a EEUU controlar, cuando no dominar, amplios territorios y sus recursos. El presidente argentino, Mauricio Macri, ha autorizado, sin el permiso explícito del Congreso, la ubicación de varias bases militares norteamericanas en zonas ricas en hidrocarburos y recursos acuíferos. La derecha en América Latina y el Caribe parece decidida a participar en un imperio no territorial cuya capital sea Washington.

Antes del encuentro público entre los dos presidentes de gobierno el Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Ernesto Araujo, mantuvo una reunión con el almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur de EEUU, donde trataron sobre la futura cooperación en materia de defensa, iniciando una nueva etapa de alianzas bilaterales que pone fin al actual sistema de relaciones basado en la paz regional.

El Comando Sur se creó al abrigo de la doctrina Monroe expresada en su máxima “’América para los americanos”. Esta declaración de principios que en el siglo XIX denunciaba al colonialismo europeo intentó después situar a todo un continente bajo el área de influencia de EEUU. La nueva relación asimétrica norte-sur fue el factor esencial para la aparición de la Doctrina de Seguridad Nacional, Washington se otorgó así el derecho de conservar el orden económico y político regional durante la guerra fría gracias a las dictaduras militares. Hoy EEUU, como líder de la OTAN, defiende su hegemonía geopolítica enfrentada a los intereses de China por una nueva gobernanza donde los norteamericanos prefieren la alienación del resto de naciones propia del proceso de globalización y el gigante asiático dice respetar la soberanía interna de cada país y la construcción de sus propios sistemas económicos.

La doctrina Monroe amenaza a Venezuela, Cuba y Nicaragua con una nueva etapa de la guerra fría. El anticomunismo como arma esgrimida por el golpista Guaidó, encumbrado a la presidencia desde el despacho oval de la Casa Blanca contra el gobierno progresista de Nicolás Maduro o el discurso de extrema derecha de Bolsonaro afirmando: “Venezuela no puede continuar de la manera en la que se encuentra. Aquel pueblo tiene que ser liberado y creemos y contamos, obviamente, con el apoyo norteamericano para que ese objetivo sea alcanzado”.

A Cuba se la amenaza con una inminente activación del título III de la ley Helms-Burton desde Washington. La norma prevé denunciar ante tribunales estadounidenses a aquellas empresas que inviertan en inmuebles o terrenos en la isla caribeña que hayan sido expropiados durante la revolución castrista a ciudadanos de EEUU o que posteriormente hayan adquirido la nacionalidad. Está norma fue aprobada por el demócrata Bill Clinton en 1996 y gracias a ella se refuerzan los principios más genuinos de la doctrina Monroe: el nacionalismo económico y el proteccionismo reaccionario. Trump defiende con vehemencia todas estas medidas por “la interferencia de naciones extranjeras en este hemisferio y en nuestros asuntos. Estados Unidos recientemente fortaleció sus leyes para someter a un mejor escrutinio a las inversiones extranjeras por razones de defensa ante las amenazas de seguridad”.

Los auténticos perjudicados con la implementación de la ley Helms-Burton serán Cuba y la Unión Europea, ya que muchas empresas europeas están utilizando bienes expropiados que fueron legalmente adquiridos. Desde el viejo continente se advierte que en caso de prosperar la normativa se abriría una disputa ante la Organización Mundial del Comercio y se activarán en las cortes europeas reglamentos de bloqueo contra las sentencias estadounidenses.

Francesc Casadó

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