Brexit: Sombras y ¿Luces?

Los fuertes acontecimientos en América Latina, en cierta medida y solo mediáticamente,  relegaron otros hechos sobresalientes que atañen a más de país, o, como opinan los técnicos, influyen sobre los quebradizos equilibrios económicos -quizás políticos, además- del achacoso  funcionamiento mundial de estos días y su frágil articulación.

Hace dos meses se registró un sismo en el Reino Unido. El suceso llevó a suspender las perforaciones que se venían  haciendo en Preston New Road, un proyecto ya avanzado para obtener gas de esquisto a través de la litigada fracturación hidráulica, sistema que requiere de grandes cantidades de agua, químicos y arena, para sacar energéticos de las rocas o sedimentos botuvinosos. Se acusa al método del contagiar suelos y recursos hídricos.

La advertencia previa de ecologistas y científicos frenó anteriormente operaciones de esta naturaleza, pero se reanudaron  en el 2012, buscando, sobre todo, obtener la lutita y evitar la importación de gas noruego o qatarí. Pero a reserva del influjo a partir de angustias medioambientalistas, el reciente  repliegue oficial parece estar vinculado a la compleja situación provocada por el brexit, germen esencial en la etapa de redefiniciones a realizarse con elecciones anticipadas. Evitar nuevos problemas, reveladores de flaquezas, se impone.

La batalla por salir o quedarse dentro de la Unión Europea o la fórmula para el divorcio, ocuparon buena parte de la existencia y el quehacer de los últimos 3 años, pero da la impresión,  de que las discrepancias, no exentas de forcejeo interesado, nada proactivas, tomaron un camino de mayor sensatez al proponerse comicios para la primera quincena de diciembre. La campaña previa, muy corta, ya comenzó.

Boris Johnson, por lo tories conservadores, cambia de estrategia en su empeño como aspirante a quedarse en calidad de primer ministro. De las insultantes amenazas de salir  de la UE a lo bruto, sin acuerdo, pasó a soltar lastre para ganar espacios copados por el disgusto ciudadano,  ante la larga peripecia de la separación, la inestabilidad económica y el miedo a grandes estropicios al dejar el Pacto Comunitario. No se olvide el rechazo de señaladas figuras de su propia formación, opuestas a conducir el asunto de forma tan agresiva y sin el adecuado soporte.

Su principal oponente en la lid electiva es Jeremy Corbyn. El jefe del laborismo parece haber vencido las diferencias internas de su partido y presenta, como la solución al actual dilema, someter el brexit a otro referéndum y dejar que los ciudadanos decidan cómo proceder.

El socialdemócrata no se limita al tema clave del divorcio. Ofrece una «agenda radical de cambios sociales» donde destaca la restauración del sistema sanitario que, según denunció, pasaría a manos de empresas extranjeras, particularmente las norteamericanas si hacen un pacto comercial con Estados Unidos en desventaja.

Algo de eso existe. El presidente norteamericano, provocó escozor y alarma durante su última visita a Reino Unido, al afirmar que  el Sistema de Salud Pública entraría dentro de la futura negociación entre los dos países. Se reafirma lo alegado, que ahora niega el norteamericano, a través de sus críticas a Boris Johnson , en cuanto supo que este posponía la separación de sus socios  europeos, al pedirle  otro plazo a la UE, buscando estabilizar  emociones y mal encaradas circunstancias nacionales de mayor terrenidad.

Esa parte del tema queda pendiente pero no cerrada, pese a la enfática respuesta del gobierno Johnson a la crítica trumpiana: “En virtud de este nuevo acuerdo, todo el Reino Unido saldrá de la unión aduanera de la UE, lo que significa que podremos alcanzar nuestros propios acuerdos comerciales en el mundo, de los que cada región del Reino Unido se beneficiará». Así reza la riposta oficial de Downing Street, pese a las afinidades y reductos políticos existentes entre Washington y Londres.

En este enmarañado contexto, Corbyn aparece con promesas de alto calibre. Dígase modificar asuntos como el de las matrículas universitarias que tantas protestas generaron entre los estudiantes y darle gratuidad a ese sector, convencido  de lo imprescindible de preparar bien el relevo laboral. Al presentar sus promesas si llega a la jefatura de gobierno, dijo que está sopesando nacionalizar de nuevo los servicios esenciales (trenes de cercanía, correos, etc.) privatizados en periodos anteriores, particularmente durante mandato de David Cameron, bajo el toldo de la austeridad.

El plan de Corbyn es demasiado progresista. Choca frontalmente con las preferencias neoliberales de sus competidores, de momento tranquilos, debido a los 10 puntos de diferencia, en favor de Johnson, registrados en las encuestas. Que Johnson  recién anunciara un proyecto para aumentar el gasto del estado en asuntos sociales (construir hospitales, mayor presupuesto para las escuelas) indica necesidades semiocultas, pero vivas.

Y como nunca falta un roto dentro del descocido, el extremista, Nigel Farageexigió a Johnson contraer un pacto electoral entre la derecha hoy al mando y esa ultraderecha de pronósticos caóticos. Si bien la posibilidad es notable, en dependencia de las cifras en la intención de voto, Johnson opta por la cautela, teniendo en cuenta el malestar provocado por  el propio Trump, tan carente de ética como para dictarle pautas  al premier, instándolo a darle pie a «una fuerza imparable», aliándose con Farage.

No deja de ser una gran tentación para el actual gobierno y fatal posibilidad en perspectiva para el país. Farage tuvo una desataca participación, en el peor sentido, sobre los resultados del referéndum de hace 3 años y una vez consumado, tuvo un momentáneo retiro de la escena pública, pero volvió a la agitación política, al darle categoría de peligro a los índices ciudadanos favorables a mantenerse dentro de la UE. No acepta una ruptura civilizada y cree  inadmisible pactar cualquier cosa  con los otros 27 de la UE.

El proceso de salida conserva  riesgos y contingencias múltiples. Europa pierde su segunda economía y una de las dos potencias nucleares. El Reino, en tanto, acerca situaciones poco felices. Escocia –se ha dicho y hay evidencias de ello- tiene una alta tendencia a separase si las actuales coordenadas  anti UE se mantienen.

Parecido, dentro de sus propias fatalidades, está el enclave de Irlanda del Norte, encallado en zona de excepcionalidad para evitar el regreso a situaciones no curadas. Ambos sitios fueron muy favorecidos por la pertenencia a beneficios dados por la UE. Eso explica el desacuerdo entre el centro administrativo y esta periferia con peso suficiente para reconfigurar el después si no hay prudencia y luz larga.

En otra escala, pero a tener muy a la vista, están los diferentes grados de desarrollo interno dentro del Reino Unido. Se afirma que las áreas al norte, han sido poco favorecidas por las inversiones en infraestructuras y otros frentes. El reflejo en el desarrollo personal y de las localidades, se supone influya en decisiones como aquella a tomar el 12 de diciembre, durante la anunciada cita a urnas de ese día.

De mantenerse las actuales propensiones para esa área, o a través de un salto al vacío con la salida abrupta de la UE, las fluctuaciones, acomodos y anomalías que el paso trae,   pueden dilatar el adelanto de ellas y darle volumen a sus perjudiciales diferencias. Si tal ocurre, se vaticina haya un arrastre nocivo en el desarrollo global de la segunda potencia económica del Viejo Continente.

No menos importante resulta que los jóvenes – se ve en las protestas y algunos sondeos- son mayoría en el deseo de quedarse en la sociedad europea que les permite figurar  con mayor impacto en los hechos del mundo, pero, sobre todo, por las garantías que les tributa, incluso con sus insuficiencias, el ser parte de un grupo que aporta fortalezas. Si no se atiende esa aspiración generacional, habrá agrias consecuencias.

Existe apenas un mes para cerrar o darle hondura a heridas bastante notables y a una circunstanciada irregularidad, en sí misma muy comprometida.

Elsa Claro

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