Carlos Marx el perpetuo comunista

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El 5 de mayo de 1818 en Tréveris, Prusia (Alemania) nació Carlos Marx, han transcurrido 200 años. La humanidad no imaginaba la ruptura histórica a favor de los humildes explotados de la tierra que traería el hijo de Henrietta y Heinrich.

Su teoría revolucionaria edificó los aportes esenciales para sentar las bases de la transición del capitalismo al comunismo. La carta de Marx a Weydemeyer del día 5 de marzo de 1952, es relevadora: “Lo que yo aporté de nuevo fue demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases.” Ahí su consagración humanista para luchar por la erradicación de la explotación del hombre por el hombre con el materialismo histórico y sus experiencias dialéctica como filósofo, economista, sociólogo, periodista, intelectual y revolucionario.

Marx descubre la causa que reproduce el capitalismo: “La cultura capitalista ha creado la gran producción, fábricas, ferrocarriles, el correo y el teléfono, etc., y sobre esta base, una enorme mayoría de las funciones del antiguo “Poder del Estado” (…) la causa social más importante de los excesos, consistentes en la infracción de las reglas de convivencia, es la explotación de las masas, la penuria y la miseria de éstas. Al suprimirse esta causa fundamental, los excesos comenzarán inevitablemente a “extinguirse”. No sabemos con qué rapidez y gradación, pero sabemos que se extinguirán. Y, con ellos, se extinguirá también el Estado.”

El compromiso revolucionario lo une con Federico Engels en la coautoría del Manifiesto Comunista (1848); la Primera Internacional (1864) y en el primer tomo de El capital (1867); donde asientan dialécticamente la ideología comunista derivada de las luchas del movimiento obrero europeo. El fantasma que recorre al viejo continente tiene como tarea estratégica organizar y politizar a los ¡Trabajadores del mundo, uníos! para derrotar a la clase dominante capitalista.

La defensa que hacen del trabajo humano que sólo produce valor, descifra la confrontación antagónica entre los explotadores que se han apropiado -robo- de la plusvalía de la riqueza generada por el trabajo de los explotados. Igualmente, la represión de los capitalistas; así como la confrontación con los anarquistas y reformistas no les impidió la labor incansable por la organización de la lucha política del proletariado en Europa y de su proyección en los países del mundo.

Las guerras civiles y nacionales propias de la sustitución inevitable del absolutismo y de la fuerza que adquiría la lucha de clases en el desarrollo del capitalismo monopolista convino los estatutos de la Primera Internacional para unir a los trabajadores a fin de erradicar el trabajo explotador de los obreros y campesinos, el trabajo infantil inhumano y la discriminación de la mujer. Lo reivindicativo fue lo sustantivo para organizar y movilizar a los trabajadores por el poder del pueblo.

Marx alcanza dialécticamente en el año 1872 el aporte esencial para dejar atrás sus interrogantes ¿Cómo destruir la máquina represiva, parásito y burocrática del Estado burgués? ¿Cómo profundizar la democracia de la sociedad? y ¿Cómo socializar los medios de producción, a fin de distribuir y satisfacer las necesidades de la población? A través de la experiencia y decisión de lucha de los comuneros de Paris, que tomaron el cielo por asalto, como la única corrección que le hace al Manifiesto Comunista. Dándole el papel protagónico a la unidad obrero campesino para suprimir el ejército por el pueblo armado y eliminar la amovilidad de los funcionarios por la democracia directa y revocable; aunado la responsabilidad y el trabajo en el desempeño de los cargos públicos y de la producción.

La liberación de las fuerzas productivas en el nuevo Estado popular la identifica en “La comuna era en esencia el gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política, descubierta, al fin, bajo la cual podría llevarse a cabo la emancipación económica del trabajo…”.

El sustrato de la extinción del Estado queda plasmado en la Crítica del Programa de Gotha “… en la fase superior de la sociedad comunista cuando haya desparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, por tanto, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad de la vida; cuando, con el desarrollo múltiple de los individuos, crezcan también las fuerzas productivas y fluyan con todo su caudal los manantiales de la riqueza colectiva; sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas de cada uno, según su capacidad; a cada uno, según sus necesidades.” Renegar a Marx es vetusto. Siempre será más enriquecedor preferir el compromiso de la utopía concreta tan grande y hermosa de su legado, muy necesaria hoy para la libertad, igualdad y justicia de la humanidad.

Edgardo Ramírez

Edgardo Ramírez: Político y diplomático venezolano. Fue embajador de la República Bolivariana de Venezuela en Cuba.

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