Chile – Piñera camina solo

Luego de declararle la guerra al pueblo en octubre de 2019 Piñera quebró cualquier posibilidad de seguir jugando en los márgenes de la democracia, tal y como se venía desarrollado en los últimos 30 años. En cualquier sociedad occidental del sigo XXI, la salida natural a la conflictividad que siguió al 19 de octubre habría pasado por la renuncia del Presidente, y la búsqueda de nuevos equilibrios que le permitieran a los partidos políticos sistémicos tranquilizar las aguas, y lograr así que el país siguiera produciendo.

Pero eso no pasó. Piñera siguió a la cabeza de un gobierno sin base social, ni electoral, con un escaso apoyo de los partidos de su alianza y cargando con una mochila de repetidas violaciones a los derechos humanos que, bien sabe, en algún momento caerá sobre su cabeza. La continuidad de su gobierno solo fue posible gracias al apoyo oportunista de la socialdemocracia, quienes prefierieron que Piñera terminase su período antes que verse involucrados en una escenario electoral caótico en el que hasta podrían tener que asumir la presidencia.

Más por resignación que por ambición, durante el último año y medio, Piñera asumió un gobierno que no tenía futuro. Su continuidad como presidente solo le permitió mantenerse temporalmente a salvo de las acusaciones en tribunales. Pero esa protección, bien lo sabe, pronto llega a su fin. El gobierno, como un barco a la deriva, se dejó llevar por las corrientes parlamentarias, sin nunca poder tomar la iniciativa.

La Pandemia, que para muchos gobiernos del mundo ha traído caos y malas evaluaciones, en Chile tiene el efecto contrario. Con una aprobación ya por los suelos en 2020, el manejo torpe del Minsal logra ser vendido comunicacionalmente como el único éxito de la gestión de Piñera (aunque solo sea por unos pocos meses). Lo anterior, es complementado con la salida de  militares para permitir que la calma vuelva a las calles y que el miedo apague las barricadas. Sin embargo, la vacunación y el ciclo natural de la pandemia asoman, lentamente, el posible fin de este momento crítico y con ello se vislumbra también el final del Estado de Excepción y la inevitable aparición de una crisis económica de una profundidad aún insospechada.

Cuando ya faltan solo 6 meses para que pierda la inmunidad que le da su cargo de presidente, y ad portas de un intenso ciclo electoral, el presidente millonario sorprende a todos impulsando una nueva medida antipopular: negar el 3er 10% de retiro de AFP apelando a un difunta Constitución y  a un grupo de antipáticos jueces de un políticamente insignificante Tribunal Constitucional

Desde su trono Piñera juega sus últimas cartas y decide hacerlo solo. Cuando faltan semanas para el inicio del publicitado ciclo de renovación de los rostros de la política chilena (alcaldes, gobernadores, constituyentes y luego diputados, ministros y presidentes), Piñera provoca la rabia del pueblo y obliga a pronunciarse a los cobardes candidatos, jefes de partidos y parlamentarios.

Es Piñera contra el mundo diciendo: yo no voy a pagar sólo los costos de salvar a este sistema económico. Pero no se trata de un gesto de rabia o locura. En un gesto político que devela un quiebre con los sectores económicos y políticos socialdemócratas (sobretodo los de la derecha) que no le dan ninguna seguridad de lo que pasará con él, una vez que pasen las elecciones presidenciales. De reojo mira a Bolivia en donde Añez pasará una temporada en la cárcel a pesar de contar con el apoyo de la OEA y el grupo de Lima. O el triste final de Guaidó quién sigue buscando su presidencia imaginaria.

Piñera como el animal de supervivencia que es, sabe que cuenta con los recursos económicos que le permitirán luchar contra sus enemigos futuros. Pero, para mejorar las posibilidades de mantener su posición sin riesgos, necesita de un contexto político que le sea favorable. Para ello se cuadra con los grupos económicos y políticos más “duros”. Esos grupos que durante este último año han ido avanzando en visibilizar un camino que no pasa por las “malditas elecciones”. Anclados de forma transversal en la sociedad chilena, lo que en algún momento se denominó como  “pinochetismo”, hoy sigue vivo en importantes grupos empresariales, religiosos, militares e incluso en una parte del pueblo. Son una parte de la sociedad chilena que nunca creyó en la democracia y su carga de elecciones y que hoy, como ayer, siempre están dispuestos a buscar otros caminos que pasen por la expresión directa de la fuerza. Saben que la historia les da la razón pues su visión de la sociedad es la base de lo que ellos reconocen como los 30 años del exitoso modelo chileno. Un modelo basado en la competencia individual, y que reconoce como legítimos los privilegios que da el dinero.

La apuesta del millonario presidente podría funcionar, sobretodo porque la cobarde clase política chilena ha dejado claro que le teme más al propio pueblo y a su rabia que ha cualquier otra cosa. La derecha o la izquierda podrán ganar o perder las próximas elecciones, podrán cambiar gran parte de todos los rostros que hoy vemos en la política, pero lo que no cambiará en ningún caso en los próximos años es que el modelo económico capitalista seguirá guiando los destinos del país, y Piñera sabe que en ese juego el siempre sale ganador.

Cristián Cepeda

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