China puede «apoyarse» en Rusia para contrarrestar a Japón

IMAGEN: El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y el presidente de la República Popular China, Xi Jinping.

El importante triunfo electoral del Partido Liberal Democrático y su socio de coalición, el Partido Komeito, en Japón, tuvo inmediatas repercusiones en China. El Ministerio de Relaciones Exteriores reaccionó señalando que espera que Japón tome medidas prácticas para promover la estabilidad y el desarrollo de las relaciones bilaterales.

Al haber superado los dos tercios de los votos, el gobierno japonés puede reformar la Constitución, en concreto el artículo 9 impuesto por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial que declara ilegal la guerra como medio para resolver disputas internacionales. Se trata de una Constitución pacifista que ahora, con la tensión creciente en las relaciones con Corea del Norte, parece obsoleta para la mayoría de los japoneses.

Las limitaciones para tener fuerzas armadas poderosas han llevado a que Japón dependa para su defensa de los 50.000 soldados de Estados Unidos asentados en bases militares. El primer ministro japonés Shinzo Abe se puso como meta el año 2020 para modificar la Constitución con amplio consenso entre las fuerzas políticas.

La reacción del Gobierno chino fue tajante. Un editorial de Global Times le recuerda a Tokio que existe «una fuerte oposición a una enmienda constitucional en la sociedad japonesa», pero admite que hay insatisfacción y desorientación con la situación del país.

Destaca que «la seguridad no es el desafío más crítico de Japón. Después de todo, ningún país se atreve a atacar a Japón dada su alianza con los EE. UU. Las pruebas nucleares y de misiles de Corea del Norte son una preocupación mayor para China y Corea del Sur», señala, y asegura que si el país sigue preocupado por la seguridad nacional, «habrá sido gravemente engañado y habrá juzgado erróneamente la situación en forma colectiva».

Pekín estima que la economía nipona está estancada y que sólo puede «estar a la vanguardia de las economías desarrolladas a través de la innovación tecnológica». Para ello, debe salir del embrollo estratégico actual, consistente en haber consolidado su alianza con los EEUU pero a costa de tensar las relaciones con China. «Mejorar las relaciones chino-japonesas congeladas sirve a los intereses de ambos países, pero ha sido difícil de realizar», concluye el editorial del órgano del Partido Comunista.

China enfrenta dos graves dificultades estratégicas, de cuya superación depende la consolidación como potencia global. Una consiste en asegurar el flujo de mercancías y la viabilidad de la Ruta de la Seda, cuyo recorrido está plagado de guerras y conflictos. El otro es su salida al Pacífico, donde debe sortear collares de islas y arrecifes que son reclamados por los países vecinos y donde están algunas de las más importantes bases militares de EEUU.

Con la excusa de Corea del Norte, la alianza Japón-EEUU está militarizando las aguas oceánicas, donde China ha construido una decena de instalaciones militares en el Mar del Sur. De ese modo está consiguiendo contrarrestar la creciente presencia de la flota estadounidense, que cuenta con Japón como principal base de operaciones para presionar a China.

Pekín sostiene que Abe «puede esforzarse por celebrar una cumbre trilateral con China y Corea del Sur en Tokio, creando así una atmósfera beneficiosa para el desarrollo de las relaciones entre China y Japón». Es posible que «Abe ajuste las relaciones entre China y Japón», como escribe Global Times. Pero el dragón no puede apostar sólo por esa opción, ya que las relaciones bilaterales dependen de las decisiones que tome Washington.

Por eso la salida principal del gigante asiático consiste en profundizar su alianza estratégica con Rusia, que le asegura por lo menos dos cuestiones fundamentales. Por un lado, un abastecimiento fluido e ilimitado de hidrocarburos sin sufrir los eventuales cortes que implica atravesar geografías tan complejas como el Estrecho de Malaca o el mismo Mar del Sur de China.

Por otro lado, uno de los ramales de la Ruta de la Seda (Un Cinturón Una Ruta) atraviesa territorio ruso, lo que le permite alcanzar sin mayores contratiempos a los mercadores europeos. Las demás rutas terrestres deben atravesar países donde se suceden conflictos o donde se registran situaciones de escasa previsibilidad, que suelen ser negativas para las relaciones comerciales.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, visitará Japón del 5 al 7 de noviembre y Corea del Sur del 7 al 8 de noviembre. Es posible que anuncie su política para Asia-Pacífico, momento en que se develará el futuro de la región.

En un clima de creciente tensión bélica, China observa atentamente y desea que la parte nipona respete los cuatro acuerdos establecidos y que «continúe en un camino de desarrollo pacífico para desempeñar un rol constructivo en la paz y estabilidad regionales».

Para China es imposible olvidar que en 1937 el Imperio de Japón lanzó un ataque sobre la República de China que lo llevó en los años siguientes a ocupar gran parte del país, así como también Corea, Vietnam, Myanmar, Malasia, las Filipinas, Nueva Guinea y un número importante de islas del Pacífico. Según Pekín la guerra le costó al país 35 millones de vidas. Una historia que marca a fuego las relaciones bilaterales.

Raúl Zibechi

Raúl Zibechi: Periodista e investigador uruguayo, especialista en movimientos sociales, escribe para Brecha de Uruguay, Gara del País Vasco y La Jornada de México.

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