China y EE.UU. rebajan su hostilidad, pero el deshielo no llega

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Estados Unidos y China rebajaron su hostilidad con la visita de Antony Blinken a Beijing , la primera en cinco años de un jefe de la diplomacia estadounidense, aunque persisten brechas insalvables sobre Taiwán, la guerra de Ucrania o su rivalidad tecnológica que pueden incidir en las elecciones presidenciales del año próximo en Estados Unidos.

Después de ver a los máximos funcionarios de la política exterior china, el ministro Qin Gang y el jefe de la diplomacia del Partido Comunista, Wang Yi, Blinken presentó sus parabienes al presidente Xi Jinping, en una cita que, aunque pendió de un hilo hasta el último momento, ha sido el broche de esta apuesta por una «moderada» distensión.

En Europa esperaban rispideces tras suspender Blinken la visita programada para febrero pasado, y ahora se preguntan si ese gran paso ha sido para reducir realmente distancias con el mayor rival de Estados Unidos o para pisotear los últimos reductos de entendimiento de ambas superpotencias. La diplomacia china prefiere dar esperanzas y también dar largas. Si algo no tiene que llegar a buen puerto, simplemente se dejará pudrir en el camino.

Las relaciones entre los dos países deben apoyarse «en el respeto mutuo y la sinceridad», dijo Xi, y le indicó a Blinken su esperanza de que esta visita pueda hacer «contribuciones positivas para estabilizar las relaciones» entre los dos países, pues, agregó, el mundo necesita esa estabilidad.

Fue en la cumbre del G-20 en Bali, en noviembre de 2022, cuando Xi y Biden decidieron avanzar hacia una distensión en Asia que no repitiera los errores que se estaban produciendo en Europa tras la invasión rusa de Ucrania. Pero en febrero, un dudoso episodio que involucró el derribo de un supuesto globo espía chino que habría sobrevolado territorio de Estados Unidos, impidió el programado viaje del secretario de Estado.

Blinken tuvo que escuchar duros reproches del canciller anfitrión, Qin Gang, quien advirtió que las relaciones bilaterales pasan por su peor momento desde su establecimiento, en 1979. Le reclamó el injerencismo de Washington en el diferendo entre China y Taiwán y lamentó que el estado actual del vínculo no se corresponde con los intereses de ambos pueblos ni con las expectativas de la comunidad internacional. Asimismo, demandó a Estados Unidos calma, profesionalismo y racionalidad en su percepción de China.

La administración Biden ha intensificado su presencia militar alrededor del territorio chino, le ha impuesto injustificadas sanciones diplomáticas y militares con los más diversos pretextos –desde diferendos tecnológicos y comerciales hasta la historia de los globos espías- y ha presionado a Beijing a alinearse con Occidente y contra Rusia en el escenario bélico de Ucrania.

Asimismo, Estados Unidos y sus principales aliados han buscado reducir sus lazos comerciales con China, en lo que constituye una política destinada al fracaso: a fin de cuentas, sigue siendo el mayor centro fabril del mundo, el más grande mercado planetario de bienes de consumo y el principal destino de inversiones estadounidenses, europeas y japonesas. Washington es consciente de que una interrupción de las relaciones industriales, comerciales y tecnológicas con China sería una catástrofe para las economías de Occidente.

Tras la pandemia de la Covid, han viajado al país asiático magnates como Elon Musk (propietario de Tesla y Space X), Tim Cook (director de Apple Inc.) y Bill Gates (fundador de Microsoft), con el único fin de aumentar sus oportunidades de negocio.

Para esos y otros grandes empresarios y sus corporaciones, es alarmante el hecho paradójico de que, mientras los intercambios sino-estadunidenses alcanzaron una cifra récord de 690 mil millones de dólares el año pasado, las exportaciones de Estados Unidos a China experimentaron una caída como consecuencia de las políticas de la Casa Blanca de bloquear las exportaciones a ese país de semiconductores avanzados.

Esta visita de Blinken ha sido muy importante, esperanzadora, pero no suficiente. Las expectativas eran muchas, pero las relaciones entre los dos países «se encuentran en su punto más bajo desde el establecimiento de relaciones diplomáticas» le recordó Qin Gang. El simbolismo del encuentro de Blinken con Xi permite aventurar una nueva cumbre del líder chino con Biden, quizás en el marco de la Cumbre de los Líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, que se celebrará en noviembre en San Francisco.

La disputa en torno a la isla de Taiwán, cuya soberanía reclama China y a la que Estados Unidos ha prometido defender militarmente, sigue siendo un escollo insalvable que además marcará en los próximos tiempos la pugna entre los dos países por la hegemonía económica y militar en el este de Asia y el Pacífico Occidental.

A la carrera armamentística en la región, se suman dos aliados de Washington en Asia (Corea del Sur y Japón). Ninguno de ellos tiene ejército oficial, pero sus fuerzas armadas «de autodefensa» son puntales de la estrategia militar estadounidense en el Pacífico.

Taiwán, los chips, el Pacífico

Sobre Taiwán, Blinken lanzó una velada advertencia que, no por ser ya conocida, tenía menos carga. EEUU está comprometido con el Gobierno de Taipéi para que la isla disponga de «los medios para defenderse». Wang Yi fue tajante al respecto y exigió a Washington que «respete la soberanía e integridad territorial de China» y que rechace la independencia de Taiwán.

La participación de Rusia en algunas de esas maniobras militares chinas ha elevado el nivel de sospecha y animadversión de los estadounidenses. Beijing no ha condenado la invasión rusa de Ucrania y se ha postulado como intermediario para buscar un acuerdo político que ponga fin a la guerra.

La «guerra de los semiconductores», con las prohibiciones para su importación por China, y que EEUU está utilizando para castigar a la industria tecnológica y al comercio del país asiático, es otra espina permanente en las relaciones entre los dos países, que además afecta a todos los socios comerciales de Beijing, incluso los aliados más cercanos de Washington en Asia y Europa. EEUU explica que no quiere sus chips en las armas de última generación chinas y, de rebote, rusas. No es del interés de Estados Unidos, «proporcionar tecnología a China que podría utilizarse contra nosotros», afirmó Blinken en Pekín.

Pero, en realidad, por encima del interés militar, está la apuesta por convertirse en el número uno tecnológico mundial para llevarse todo el pastel del comercio en telefonía, instrumentos digitales y computadoras… y también los lanzamisiles y sistemas aeroespaciales.

Los analistas europeos le temen a los diplomáticos chinos de línea dura, paladines de la estrategia exterior de Xi Jinping, que se oponen a que EEUU limite la expansión económica china en todo el planeta y que siga tratando a China como el tramposo de la película, el falsificador de tecnologías o el invasor sin escrúpulos de mercados del planeta, mientras EEUU ha logrado lo mismo durante el último siglo de mano de su presencia militar o de la imposición de gobiernos afines.

Un telón de acero  podría implantarse entre Occidente y China si se imponen las posturas de los halcones. Wang Yi reconvino a Blinken por las percepciones erróneas que su país tiene de China, una de las causas de las tensiones existentes y que han llevado, según los dirigentes chinos, al cerco tecnológico y a las sanciones económicas estadounidenses.

Y el presidente Xi Jinping manifestó la postura china al respecto: ninguna de las partes debe «moldear a la otra» y menos aún «privarla de su legítimo derecho al desarrollo».

Pensando en el 2024

Las elecciones de noviembre de 2024 en Estados Unidos marcarán desde principios de año el discurso internacional de la Casa Blanca para atraer al electorado. Y China será “el lobo feroz” sobre todo si las proclamas belicistas en torno a Ucrania se van difuminando.

Para los analistas estadounidenses, pesará sobre la opinión pública estadounidense la competición global con China y los pasos que se den para dejar atrás al gigante asiático. Por eso parece importante una cumbre a fines de este año entre Biden y Xi, para progresar en la desescalada de tensión entre ambos países y evitar que la confrontación -no solo económica-, con China se convierta en una peligrosa moneda electoral.

Pese a las expresiones gubernamentales de hostilidad, los intercambios EEUU-China siguen siendo muy vastos y constituyen un factor de disuasión para los sectores políticos de Washington que querrían conducir el lazo bilateral a una confrontación en toda la regla, a una ruptura e incluso a la guerra, por demencial que esto parezca, señala un editorial del diario mexicano La Jornada.

Su nexo económico con Beijing deja a la Casa Blanca sin ninguna autoridad moral para reprochar a otras naciones –sobre todo las latinoamericanas– el que busquen incrementar sus intercambios con el gigante asiático, añade.

Álvaro Verzi Rangel

Álvaro Verzi Rangel: Sociólogo  y analista internacionalcodirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la).

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