Colapso hegemónico y neo-extractivismo en la era del militarismo privado

Las intervenciones armadas que ha llevado acabo Estados Unidos a partir de 2001, han definido las bases político-militares y económico-financieras de Washington en el presente siglo, orientadas hacia la consolidación de un dominio de “espectro completo” que busca establecer el control sobre los espacios terrestres, marítimos, aéreos, espaciales y del ciberespacio, todo como parte de una agenda que permita a las fuerzas estadounidenses extender el ejercicio del poder proyectado en el siglo XX y hacerlo extensivo durante la presente centuria.

Sin embargo, es relevante que en la actual coyuntura en la que la otrora potencia mundial atraviesa por una serie de crisis económicas, falta de liderazgo político, y de una sobre extensión militar que incluso lleva a los estrategas del Departamento de Defensa a plantear recientemente que Estados Unidos ya no es la principal potencia mundial, tal como queda plasmado en el documento titulado: “At our own Peril: DoD Risk Assesment in a Post Primacy World”, en el cual se establece que Washington ya no posee las capacidades intrínsecas para ejercer un dominio abierto sobre el mundo, lo cual plantea la posibilidad del surgimiento de “potencias revisionistas” como es el caso de Rusia y China, al tiempo que el levantamiento de movimientos sociales de diversas índoles se desplazan por todo el orbe planetario, lo cual continuará poniendo en jaque a las autoridades estatales de diversas regiones del mundo.

Lo anterior cobra relevancia, debido no solo a la cada vez más clara falta de liderazgo y capacidad política que se proyecta desde el poder ejecutivo norteamericano, sino también porque el orden internacional surgido de la Segunda Guerra Mundial se encuentra en franca decadencia, por lo cual el marco institucional, los regímenes internacionales que surgieron de este conflicto, así como el orden político de la segunda posguerra, ya no son operantes en un entorno socio-político y principalmente económico que ya no responde al esquema de statu quo instaurado por Washington.

No obstante, la defensa del statu quo, es lo único que le queda al establishment estadounidense, ya que no tiene un pasado civilizatorio, al ser una nación derivada de la modernidad, y en donde este proyecto de origen europeo logró consolidarse y “realizarse” como nunca hubiera sido en Europa. Estados Unidos no tiene salida y tampoco tiene herramientas sociales y civilizatorias para plantear una nueva realidad de organización social; por lo anterior, tal como lo plantea el documento previamente citado del Pentágono, se torna claro que Washington, a través del Departamento de Defensa, requiere hacer un uso intensivo de la fuerza militar para mantener un posicionamiento cada vez más debilitado y cuestionado por su propia población, por lo cual se ve obligado a manifestar un uso profundo del aparato de Estado, principalmente del espionaje cibernético para hacer valer su posición mediática y de percepción hacia los contribuyentes estadounidenses.

Bajo esta lógica, las principales características que definen el nuevo entorno de vulnerabilidad mundial, de acuerdo con el Pentágono son: 1) Hiperconectvidad y militarización de la información, desinformación y descontento; 2)Rápida fractura del status quo de posguerra; 3)Proliferación, diversificación y atomización de una efectiva contraresistencia americana; 4)Resurgimiento y transformación de la competencia de grandes potencias; y 5)Violenta disolución disruptiva de la identidad y la cohesión política.

Para los planificadores militares estadounidenses, estas características en combinación o por separado, establecen el conjunto de retos que debe enfrentar Estados Unidos, especialmente para consolidar dos objetivos particulares: 1) Asegurar el territorio, la población, la infraestructura y la propiedad: y 2)Asegurar el acceso a los “bienes globales” o global commons, así como a regiones estratégicas, mercados y recursos.

Resultan de gran importancia estos dos últimos puntos, ya que el acceso a los bienes globales, tales como los océanos, la atmósfera, el espacio ultraterrestre y el ciberespacio definen las nuevas zonas de confrontación y batalla en las nuevas “guerras híbridas”, que no se limitan por un escenario de guerra convencional, sino por una combinación de escenarios orientados hacia la guerra no convencional y donde el control de la información se vuelve un capital fundamental para ganar en la guerra moderna.

Fuerzas Armadas de EE.UU.

Sin embargo, el acceso a estos espacios requiere que el dominio sea total, ya que eso permite especialmente el control de lo que en el segundo punto se plantea como el acceso a regiones estratégicas, mercados y recursos, ya que éstos siguen siendo fundamentales para el sostenimiento del sistema capitalista, por lo cual el mantenimiento y la apertura de rutas de navegación y espacios continentales poseedores de minerales y energéticos estratégicos y críticos, continua definiendo la planificación geopolítica del Pentágono en el siglo XXI.

De forma paralela a los planteamientos del Departamento de Defensa, se resaltan las propuestas llevadas a cabo por el CEO de Academi, anteriormente conocida como “Black Water”, la principal contratista militar proveedora de servicios de seguridad y mercenarios del gobierno de Estados Unidos, que de acuerdo con Bloomberg, Eric Prince, Director en Jefe de la contratista militar, sirvió de enlace entre la administración Trump y el gobierno ruso, al tiempo que ha sido uno de los principales asesores en materia de seguridad del actual mandatario norteamericano. Cabe mencionar que esta empresa se ha manifestado como un símbolo de la privatización de la guerra en el siglo XXI.

Eric Prince, CEO de Academi, economista de formación y con un antecedente militar como ex Navy Seal, recientemente llevó a cabo una serie de declaraciones y recomendaciones en materia de seguridad al círculo interno del Presidente Donald Trump, especialmente en lo relativo al manejo de la guerra en Afganistán, en la cual el empresario del sector de la seguridad militar realizó paralelismos históricos con la forma en que su empresa de seguridad puede y debe operar en Afganistán a la usanza del Imperio Británico, cuando éste utilizaba a la Compañía de las Indias Orientales no solo como un antecedente de lo que posteriormente serían las empresas multinacionales o trasnacionales, sino al mismo tiempo como una empresa que llevaba a cabo operaciones militares in situ, lo cual le permitió controlar espacios territoriales de una forma más efectiva que la que podía realizar el aparato estatal británico.

Bajo esta lógica, Eric Prince plantea que de la misma forma en que el Imperio Británico llevó a cabo la ocupación de la India por más de 250 años, Estados Unidos puede nombrar una especie de “Virrey” con poderes ilimitados para conducir operaciones militares que estén orientadas en hacer “autosustentable” dichas operaciones por medio del aseguramiento y la subsecuente extracción de las reservas minerales de Afganistán que de acuerdo con las declaraciones de Prince, ascienden a un trillón (miles de millones) de dólares.

Esta estructura de pensamiento y razonamiento estratégico planteado por Prince, lleva a la reflexión sobre la solidez de las estructuras del capitalismo contemporáneo, el cual parece al menos en occidente estar estancado en las estrategias del viejo capitalismo decimonónico anclado en la extracción de recursos minerales, que en el caso de Afganistán de acuerdo con estudios del U.S. Geological Survey, se caracteriza por la abundancia de minerales que son críticos como base material del sistema de producción, especialmente cobre, mercurio y tierras raras, estas últimas son clave en cualquier esquema de transición energética hacia la era posterior al petróleo.

Finalmente, se torna claro que los esquemas neo-extractivistas desempeñan un papel principal en el diseño de los esquemas geopolíticos y de mantenimiento del statu quo planteado por el Pentágono, sin embargo, el surgimiento de movimientos de contra-resistencia con amplio sentido de la espacialidad y la territorialidad, también parecen consolidarse en todas las regiones del mundo. Un escenario de conflicto sobre el control territorial definirá el futuro no solo del capitalismo occidental que se encuentra desintegrándose y que en el proceso tal como un tiburón herido, dará de coletazos tratando de no morir; una gran turbulencia geopolítica se avizora en el alba.

Abner Munguía Gaspar

Abner Munguía Gaspar: Doctorante en Relaciones Internacionales, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México.

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