Cruzada de Trump contra el mundo

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El Presidente Trump ha consolidado su liderazgo dentro del partido republicano luego de que el Consejero Especial de EEUU, Robert Mueller, ex jefe del FBI, entregara al Fiscal General, William Barr, el informe final de la investigación que desde mayo de 2017 lleva a cabo acerca de la presunta interferencia del Kremlin en el proceso electoral estadounidense de 2016 y sobre una supuesta colusión entre Trump y Putin, para que Trump sea llevado a la Casa Blanca.

El Presidente Trump no despidió a Mueller, tal como se especulaba, ni interfirió en la investigación y sólo la calificó, en numerosas ocasiones, de “cacería de brujas”. Pese a que Paúl Manafort, ex gerente de la campaña presidencial de Trump, y Roger Stone, su ex asesor, fueran declarados culpables de delitos procesales y que Mueller acusara a seis ex asesores presidenciales, a tres empresas rusas y a veintiséis ciudadanos rusos, no logró demostrar acuerdo alguno entre Trump y Putin. Tal vez se regía por una regla no escrita del Departamento de Justicia, de no acusar a un presidente en funciones. Grandes perdedores resultaron ser los medios de información masiva, que se encargaron de alimentar el bulo de la colusión, creado por la Sra. Clinton para justificar su derrota. ¡Fin de la caza de brujas!

Ahora que Trump se salió con la suya, al ser declarado libre de toda culpa, se vuelve imposible para sus enemigos, tanto demócratas como republicanos, iniciar un ‘impeachment’ en su contra; además, su inocencia le garantiza ser candidato republicano en la próxima elección presidencial, con una alta probabilidad de triunfo. Que sea o no reelecto depende, en gran medida, de lo que hagan los demócratas en los próximos dos años. Trump continuará cosechando triunfos en la cloaca, tal como él llama a la clase política de Washington, y el mundo tendrá que soportar su doble mandato, si es que los demócratas siguen jugando mal y con malas cartas, y no apoyan a Bernie Sanders, único político que podría derrotar al actual inquilino de la Casa Blanca, pues a su alrededor se aglutina la juventud estadounidense, lo mejor de esa sociedad. Esto no explica todavía por qué Trump firmó el 25 de marzo la proclama presidencial que reconoce la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, territorio sirio que fuera ocupado por Israel a partir de la guerra de los Seis Días, y no le importe que el mundo entero se le oponga ni el efecto negativo de su decisión sobre el proceso de paz en el Oriente Medio.

Opina lo contrario el rey Salman de Arabia Saudí, que expresa su “firme rechazo y condena a la declaración emitida por la administración de EEUU para reconocer la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán” y reafirma su posición de principios: “Son territorios árabes sirios ocupados, conforme a las resoluciones internacionales pertinentes… La decisión de EEUU tendrá un fuerte efecto negativo sobre el proceso de paz en Oriente Medio, la seguridad y la estabilidad en la región… por ser una clara violación de la Carta de las Naciones Unidas y los principios del derecho internacional, así como de las resoluciones internacionales pertinentes, incluidas las resoluciones 242 (1967) y 497 (1981) del Consejo de Seguridad.” Algo semejante opinan el Presidente Putin y otros mandatarios.

¿Por qué actúa, entonces, tan alocadamente el Presidente Trump? Pues porque de esta manera mata dos pájaros de un tiro; por una parte, garantiza la reelección de Netanyahu y, por otra, para que el AIPAC, agrupación judía que realiza tareas de presión en todos los ámbitos de EEUU y sobre la que Netanyahu tiene gran influencia, lo apoye en la próxima elección. Parece que el traslado de la Embajada de EEUU a Jerusalén fue insuficiente para garantizar que Netanyahu sea reelecto.

Con Rusia, la situación es compleja. Se trata de un país que pretende ser soberano, que intenta recuperar su condición de gran potencia y restablecer en sus fronteras sus áreas de influencia, para lo cual, según Trump, intenta separar a Estados Unidos de sus aliados naturales y debilitar su autoridad en el mundo, particularmente, en América Latina, que considera su patio trasero. Por eso cree que la única manera de tratar a Rusia es desde posiciones de fuerza. Pero el asunto se complicó a partir del 1 de marzo de 2018, cuando el Presidente Putin hizo mención de las nuevas armas hipersónicas rusas, cuya modernidad inhabilita todos los sistemas de mando y control de EEUU. De ahí su urgencia de modernizar el arsenal estadounidense, especialmente en el plano tecnológico, en el que la superioridad de Rusia es indiscutible.

Trump piensa que para derrotar a Rusia sólo falta que la Unión Europea renuncie ‎al gasoducto Nord Stream 2 y que Turquía haga lo mismo con el Turkish Stream. De lograr ambos objetivos, la explotación de hidrocarburos ‎mediante el método de fracturación hidráulica, en el que Estados Unidos ha hecho grades ‎inversiones, se volvería rentable y su país tomaría el control del mercado mundial de petróleo y gas.

Si a esto se añade el actual retiro del Pentágono del Medio Oriente y su despliegue a la Cuenca del Caribe, pues Estados Unidos sostiene, desde que gobernaba Obama, que Venezuela amenaza a su seguridad nacional, se explica por qué Trump enfila sus cañones contra ese país, al que considera débil y donde cree que puede derrotar a Rusia. De esta manera intenta controlar la producción de petróleo de Venezuela, lo que a su vez le permitiría dominar el mercado mundial de hidrocarburos, puesto que, por lo pronto, ha bloqueado el ‎acceso de Irán a ese mercado.

De esto se concluye que Venezuela juega un rol fundamental para que EEUU mantenga su hegemonía mundial. Por eso la prepotencia de Trump cuando le exige a Rusia que “se largue de Venezuela.” Si bien es cierto que EEUU es una gran potencia, también es cierto que Rusia también lo es, por lo que desde Moscú le contestaron a Trump: Venezuela no es un Estado de EEUU, estamos allí legalmente porque hemos firmado convenios, desde el 2001, que debemos cumplir; además, tú no tienes autoridad alguna para darnos órdenes. Así las cosas, EEUU se prepara para invadir Venezuela, algo tremebundo y difícil de ejecutar, porque una cosa es con la boca y otra cosa con las manos.

La debilidad de la política imperial se hace patente por la debilidad de los aliados de EEUU en la zona. ¿Quién es Guaidó? Un don nadie que busca ser un don todo bajo el sobaco del Presidente Trump. ¿Lo logrará? Sólo si EEUU invade Venezuela. ¿Quién es Bolsonaro? Un aliado cuyo Ministro de Defensa, Fernando Azevedo e Silva, asegura que el Gobierno brasileño aboga por una “solución pacífica de la crisis”, y cuyo Canciller, Ernesto Araújo, afirma que la administración de Bolsonaro no tiene planeado un despliegue de sus fuerzas en Venezuela, porque “nuestra intervención es simplemente diplomática y política, la intervención militar no está en nuestros planes”, o sea, no cuenten con nosotros. ¿Quién es Duque? Un aliado al que el mismo Trump denuncia porque desde que fuera nombrado presidente de Colombia ha crecido el tráfico de narcóticos a EEUU.

La opción que le queda al Presidente Trump, para cumplir su amenaza de que todas las opciones están sobre la mesa, es invadir Venezuela sin aliado alguno, tarea difícil para EEUU porque esto podría convertir a Venezuela en un Vietnam latinoamericano, pues su selva tropical es ideal para una guerra de guerrillas. Por otra parte, esa invasión uniría a América Latina en contra de EEUU. Por eso, Trump intentará derrocar a las autoridades actuales de Venezuela mediante el empleo de mercenarios de las fuerzas paramilitares de Colombia, para que realicen operaciones especiales contra las bien entrenadas tropas del Ejército Bolivariano. De esto se desprende que el pueblo venezolano se debe preparar para una larga guerra de desgaste, en la que los actuales apagones son sólo el preámbulo de lo que vendrá.

Presidente Trump, sepa que son invencibles los pueblos que se organizan para defender sus intereses y pare su cruzada contra el mundo, recuerde que, según usted, “invadir Irak y Afganistán fue el peor error cometido jamás en la historia de nuestro país.” El tiro le puede salir por la culata en Venezuela.

Rodolfo Bueno

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