Cuál es la prisa con Joe Biden

Al “virtual presidente electo de Estados Unidos” Joe Biden, lo declararon en esa condición mediática solamente las gigantescas televisoras estadunidenses, la poderosa telecracia, pero ninguna autoridad legal y legítimamente constituida.

Es cierto que muchos gobiernos del orbe ya felicitaron a Biden, incluido el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, y en esa medida, le otorgaron su “reconocimiento”, pero no lo hacen todavía los presidentes de Brasil, China, México, Rusia, Turquía y otros. Y sus poderosas razones tendrán la principal potencia comercial de la aldea y primera economía para 2035, de acuerdo al rumbo trazado por el Comité Central del Partido Comunista, el 26-29 de octubre pasado. Y por otra parte, la Federación Rusa es la súper potencia militar que cuenta con una alianza estratégica con Pekín. Por algo será, tanto o más importante que las razones que tiene México y explica con claridad el presidente Andrés Manuel.

Los damnificados intelectuales orgánicos por la austeridad republicana y el combate a la corrupción, montaron un escándalo desde la noche del viernes por el presunto retraso de López Obrador para brindar su “reconocimiento” a Biden, mismo que ya redujeron a “felicitación” porque los principios que rigen la política exterior mexicana no lo permiten, pues México no reconoce gobiernos sino Estados.

Por lo visto a los colonizados intelectuales orgánicos y el dueto que los pretende encabezar, Enrique Krauze y Héctor Aguilar, les importa poco la democracia –instrumentalizada– que dicen defender, pues la calificación de los resultados electorales por las autoridades de Estados Unidos apenas comenzó.

Los estados tienen hasta el 8 de diciembre para resolver las disputas, incluidos recuentos e impugnaciones judiciales sobre los resultados. Los miembros del Colegio Electoral se reunirán el 14 de diciembre para formalizar el resultado final.

Y el secretario de Justicia que por supuesto forma parte del gobierno de Donald Trump, dio su aval para indagar todo indicio de fraude electoral. En tanto que Rudolph Giuliani encabeza la ofensiva jurídica del trumpismo sobre los resultados con un ejército de abogados y apoyándose en los más de 70 millones de votos que obtuvieron y hasta hoy con la mitad de los escaños del Senado. Y más gubernaturas ganadas el súper martes 3 que el Partido Demócrata.

Si se trata de una estrategia poselectoral para “ensuciar” los resultados es asunto de Donald John y su partido, el Republicano, hasta donde quiera acompañarlo. Con mayor razón si lo que construye es un camino decoroso para el presuntamente derrotado en las urnas, pero hasta hoy por la telecracia estadunidense con alcance global.

Por eso no es para burlarse, como lo hizo Ciro Gómez (9-XI-20), por la prudencia que aconseja AMLO como conducta gubernamental ante las elecciones estadunidenses. Y menos reducirlo todo a la “impericia presidencial”, como lo hace Leo Zuckermann, porque es “un tema que no conoce ni le interesa como son las relaciones de México con el mundo.” El experto Leo justificó hace dos años la ausencia de cualquier mención en el VI Informe de Enrique Peña a otros países o bloques que no fuera Estados Unidos, con esta barbaridad: “La verdad es que Estados Unidos es para México el mundo”.

Salvo su mejor opinión, no la de expertos colonizados hasta la médula, el presidente Obrador no es juez electoral, como sí lo fueron el español José Luis Rodríguez Zapatero y el gringo George W. Bush al felicitar a Felipe Calderón antes de que el Tribunal Electoral legitimara el fraude electoral cometido en julio de 2006, de acuerdo a muchos millones de electores, entre los que no me incluyo, y 14 años después el politólogo invidente y muy agringado, lo reduce a “el cuento del fraude electoral”.

Como bien apuntó Andrés Manuel López Obrador: “Vamos a esperar”. Cuál es la prisa.

Eduardo Ibarra Aguirre

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