Cuba, EE.UU., y las teorías de ataques sin sustento

En un mundo donde el sensacionalismo vende noticias, las informaciones sobre incidentes de salud reportados por diplomáticos estadounidenses mientras trabajaban en Cuba tenía ingredientes suficientes para acaparar titulares.

La prensa norteamericana difundió en agosto pasado que funcionarios de su país en la Embajada en La Habana reportaron una serie de síntomas que obligaron a su salida de la isla y a evaluación por parte de personal médico en Estados Unidos.

Tras conocerse esa noticia, y sin que se supieran las causas de los supuestos problemas médicos ni detalles de lo sucedido, varios medios estadounidenses divulgaron la teoría de que estas personas fueron víctimas de algún tipo de ataque sónico.

Aunque en un primer momento el Departamento de Estado se refirió al hecho como incidentes de salud, luego también comenzó a emplear el término de ataques, algo que continúa haciendo en el presente aunque siguen sin existir conclusiones sobre causas o responsables.

Si bien los términos ataques acústicos o sónicos se usan en algunos reportes recientes entrecomillados o junto a adjetivos como ‘presuntos’ o ‘supuestos’, la expresión permanece presente en la prensa e, incluso, en boca de los propios políticos norteamericanos, sobre todo tras reportarse el mes pasado hechos similares en China.

Tan cercano como este 28 de junio el congresista republicano Joe Wilson emitió un comunicado sobre la introducción de un proyecto de ley titulado Atenuar los ataques a diplomáticos, en el cual agradeció al Departamento de Estado por ‘tomar en serio los ataques acústicos en Cuba y China’.

EL CRITERIO DE LOS EXPERTOS

El pasado 14 de febrero, un artículo publicado en la Revista de la Asociación Americana de Medicina (JAMA, por sus siglas en inglés), bajo el título de ‘Síntomas neurológicos entre diplomáticos estadounidenses en Cuba’, fue visto por algunas fuentes como confirmación de las hipótesis de ataques.

Los autores de tal estudio, expertos de la Universidad de Pensilvania que evaluaron a funcionarios afectados, sostuvieron que en 21 individuos expuestos a fenómenos auditivos y sensoriales direccionales, se identificaron una constelación de signos agudos y persistentes.

En ese sentido, se refirieron a ‘disfunciones oculomotoras, vestibulares y cognitivas persistentes’, así como a ‘incapacidad para dormir, síntomas auditivos y dolores de cabeza’ asociados a los reportes de ‘un fenómeno sensorial y/o audible direccional de origen por aclarar’.

Señalaron, además, que el estudio planteaba ‘preocupación sobre un nuevo mecanismo para posible lesión cerebral adquirida a partir de una exposición de origen desconocido’.

El Departamento de Estado, que bajo la justificación de los incidentes redujo de modo considerable en 2017 el personal de su Embajada en La Habana y expulsó a 17 diplomáticos cubanos de Washington, publicó una alerta de salud sobre la isla a raíz del artículo de JAMA.

Pero las conclusiones del mencionado estudio han sido disputadas por especialistas como el neurólogo Sergio Della Sala, de la Universidad de Edimburgo, en Reino Unido, quien es el coautor de dos trabajos sobre el tema publicados en la Revista de Neurología y en Cortex.

En declaraciones a Prensa Latina a través de correo electrónico, el profesor manifestó que los diplomáticos estadounidenses y el personal de la Embajada presentaron síntomas subjetivos.

‘Tales padecimientos son reales, aun si su causa es desconocida (los síntomas son reales incluso si son de naturaleza psicológica). Por lo tanto, deben tomarse en serio y las personas afectadas deben ser respetadas’, sostuvo.

El documento de JAMA, explicó Della Sala, contiene datos que respaldan la existencia de estos síntomas, y muestra evidencia que se basa en pruebas cognitivas de seis de las personas afectadas.

De acuerdo con el especialista, quien se centró en la parte del documento relacionada con su campo, la neurociencia cognitiva, la evidencia sobre esa área es falsa ya que los autores del artículo usaron un umbral para la patología que es demasiado indulgente, y no corrigieron sus datos para comparaciones múltiples.

A decir del experto, los datos que el informe divulga son perfectamente compatibles con cualquier distribución normal. ‘Es decir, no hay evidencia de que seis personas que fueron examinadas con tareas cognitivas presenten algún déficit’. Precisó que los investigadores de la Universidad de Pensilvania usaron un umbral del 40 por ciento para definir el rendimiento patológico, lo cual significa que cuatro de cada 10 personas normales serían clasificadas como patológicas, ‘un umbral inaudito en la práctica clínica o la investigación’.

Ellos emplearon 37 medidas con este criterio increíblemente poco riguroso, por lo tanto, las posibilidades de que alguien tenga resultados ‘normales’ con sus medidas son cero, agregó. Para Della Sala, con esas condiciones, cualquiera que sea examinado, ‘tú, yo, los científicos de la universidad, los editores de JAMA, el personal de la Embajada de Estados Unidos’, tendría un resultado patológico, aparecería como ‘afectado’.

Desde su punto de vista, resulta un misterio cómo esos datos podrían haber pasado el escrutinio de los revisores en un medio altamente respetado como JAMA.

Cualquiera que sea la naturaleza de los síntomas, el documento presentó pruebas demasiado delgadas para apoyar la existencia de daño cerebral, agregó el neurólogo, quien apuntó que lo que sea que estas personas estén sufriendo, ‘no ha sido demostrado por el artículo’.

Por su parte, Mark Cohen, profesor de neurología y pionero del escaneo funcional del cerebro en la Universidad de California en Los Ángeles, afirmó que aparte del hecho de que varios diplomáticos estadounidenses informaron ruidos fuertes, no ha visto ninguna razón para sospechar de un ataque.

‘La palabra ataque implicaría que estos sonidos fueron generados intencionalmente, dirigidos a estos lugares y destinados a causar daño. Sin embargo, nadie ha proporcionado ninguna evidencia de que existiera o exista alguna de estas condiciones’, manifestó a Prensa Latina.

Apuntó que es difícil encontrar una explicación de cómo el sonido podría provocar los síntomas reportados, y en ese sentido se refirió a un trabajo publicado en el diario británico The Independent el pasado 6 de junio, con el título ‘Weaponising Sound’.

Este artículo analiza la física de hacer un arma de sonido y ofrece muchas razones por las que dicho dispositivo es inverosímil. Soy neurocientífico y físico, y estoy totalmente de acuerdo con sus conclusiones. La relación de los sonidos y la enfermedad informada parece ser una coincidencia, expresó.

Según Cohen, tiene todos los motivos para creer que los diplomáticos se sintieron enfermos, pero añadió que las circunstancias de su trabajo facilitan que algunos informes dispersos parezcan un brote.

La salud de sus empleados es crucial para el Departamento de Estado, y tan pronto como alguien tenga una teoría o sospecha de que algo es inusual se les comunicará a los médicos, que estarían atentos a encontrar tantos casos similares como sea posible. Además, señaló, se informaría al personal diplomático, que no tiene los conocimientos técnicos en medicina (o física) para sacar conclusiones razonadas.

Creo que es más probable, concluyó el especialista, que los síntomas experimentados por cada uno de los funcionarios tengan diferentes causas, pero que la respuesta y reportes algo histéricos han llevado a la gente a creer que hay un brote de enfermedad.

Martha Andrés Román

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